A Hendley le sorprendió que Sam sacara el tema tan rápido. Tal vez quisiera ver cómo reaccionaban sus colegas. Evidentemente, la idea de quitarle la vida a Sali no los conmovía demasiado, pero robarle como parte de la misma operación era una cosa muy distinta. La conclusión de Gerry fue que la conciencia humana era algo muy curioso.
"Dejemos eso de lado por el momento. ¿Cuán difícil será el operativo?", preguntó Hendley.
"¿Con lo que nos dio Rick Pastemak? Juego de niños, siempre que nuestros hombres no cometan errores muy graves. Lo peor que puede pasar es que parezca un asalto que salió mal", les dijo Granger.
"¿Y si a nuestro hombre se le cae el bolígrafo?"
"Es un bolígrafo. Escribe. Pasará la inspección de cualquier policía del mundo", repuso Granger con confianza. Metió la mano en el bolsillo y les pasó la muestra para que la vieran. "No está cargada", les aseguró.
Ya todos estaban en antecedentes. En apariencia, era un bolígrafo caro, bañado en oro, adornado con obsidiana. Al apretar el pulsador y girar el capuchón, la punta del bolígrafo era reemplazada por una hipodérmica de contenido letal. En quince a veinte segundos, paralizaba a la víctima, en tres minutos la mataba irremisiblemente y casi sin dejar rastros. Cada uno de los ejecutivos, al examinar el bolígrafo, tocó la punta de la hipodérmica y simuló clavada con un movimiento de arriba abajo, menos Rounds, quien la esgrimió cómo si fuera una diminuta espada.
"Sería bueno ensayada descargada", observó quedamente.
"Algún voluntario para hacer de víctima?", preguntó Granger. Nadie se ofreció. No lo sorprendió el ambiente que reinaba. Era hora de detenerse y reflexionar, el estado de ánimo que siente alguien cuando firma una póliza de seguro de vida, un producto que sólo valdrá cuando uno esté muerto, lo cual tiende a quitarle gracia al momento.
"Correcto". Granger asintió con la cabeza y regresó a su tono serio. "Hacemos que vigilen al objetivo, elijan la ocasión y operen".
"¿Y esperen para ver si resultó?", preguntó retóricamente Rounds.
"Así es. Luego, pueden dirigirse a su siguiente objetivo. Toda la operación no debe tomar más de una semana. Luego, de vuelta a casa y a esperar las consecuencias. Si alguien mete la mano en su dinero después de que él esté muerto, lo más probable es que nos demos cuenta, ¿no?"
"Deberíamos", confirmó Bell. "y si alguien la toma prestada, sabremos a dónde va".
"Excelente", observó Granger. Al fin y al cabo, en eso consistía una "selección por las malas".
No permanecerían allí mucho tiempo, pensaron ambos gemelos. Estaban alojados en habitaciones contiguas en el Holiday Inn local y esta tarde de domingo, ambos miraban la tele acompañados por un invitado.
"¿Cómo está tu mamá?", preguntó Jack.
"Bien, trabajando mucho con las escuelas locales -las parroquiales. Es como si fuese asistente de las maestras, sólo que no enseña. Papá trabaja en un nuevo proyecto -al parecer, Boeing considera construir un nuevo transporte supersónico. Papá dice que lo más probable es que nunca lo construyan, a no ser que Washington ponga un montón de dinero, pero como la gente que trabajó en Concorde está pensando en esos términos, Boeing prefiere que sus propios ingenieros se mantengan ocupados. Airbus los pone un poco nerviosos y no quiere que los tomen desprevenidos si los franceses comienzan a ponerse ambiciosos.
"¿Qué tal el Cuerpo?", le preguntó Jack a Brian.
"El Cuerpo es el Cuerpo, primito. Sigue su camino, se mantiene preparado para la próxima guerra que le toque".
"Papá se preocupó cuando fuiste a Mganistán".
"Fue bastante emocionante. Los afganos son duros, y no son tontos, pero no están muy bien entrenados. Así que cuando chocábamos, salíamos ganando nosotros. Si veíamos que las cosas se nos complicaban, pedíamos apoyo aéreo y normalmente eso resolvía la situación".
"¿Cuántos?"
"Cuántos matamos? Algunos. No los suficientes, pero sí algunos. Primero entraron los Boinas Verdes, y eso les enseñó a los afganos que el enfrentamiento abierto no les convenía. Más que nada, hacíamos persecución y reconocimiento, identificación de objetivos para la fuerza aérea. Llevábamos un tipo de la CIA y un destacamento de señales de inteligencia. Los malos usaban sus radios un poco demasiado. Cuando las interceptábamos, nos acercábamos hasta estar a más o menos una milla de ellos y echábamos una mirada, y si lo que veíamos era interesante, llamábamos a la fuerza aérea y levantábamos campamento. Daba miedo mirar lo que ocurría después", resumió Brian.
"Te creo". Jack abrió una lata de cerveza.
"Así que este tal Sali, el que tiene la amiga, Rosalie Parker", dijo Dominic. Como la mayor parte de los policías tenía buena memoria para los nombres. "¿Dices que festejó cuando se enteró de lo del viernes?"
"Sí, dijo Jack, "le pareció genial".
"¿Y con quién celebraba?"
"Con unos amiguitos con los que se comunica por correo electrónico. Los ingleses tienen intervenido su teléfono y los e-mails… bueno, como les dije no puedo hablar de eso. Los sistemas telefónicos europeos no son para nada tan seguros como la gente cree, digo, todos hablan de intervenir teléfonos y esas cosas, pero los policías de allí hacen cosas que aquí no podemos. En especial los ingleses, usan las intervenciones para rastrear a los tipos del IRA. Al parecer, lo demás países de Europa tienen aún más libertad de acción".
"Es así, le aseguró Dominic. "En la academia, escuchamos a algunos de ellos en el programa nacional de academias -es algo así como un doctorado para policías. Cuando se tomaban unos tragos, hablaban de esas cosas. ¿De modo que a Sali le gustó lo que hicieron esos hijos de puta, eh?"
"Parecía que su equipo había ganado la supercopa", explicó Jack.
"¿Y los financia?", preguntó Brian.
"Así es".
"Interesante", fue el único comentario de Brian a la respuesta.
Podría haberse quedado una noche más, pero. tenía cosas que hacer por la mañana, de modo que regresaba a Londres en su Aston Martin Vanquish, color negro Bowland. El interior era gris oscuro, y el motor de doce cilindros hecho a mano desplegaba casi todos sus 460 caballos de fuerza mientras se dirigía al este por la M4 a ciento sesenta kilómetros por hora. En cierto modo, su auto era más satisfactorio que el sexo. Era una pena no tener a Rosalie allí pero -le echó una mirada a su acompañante- Mandy era agradable para entibiar la cama, aunque un poco delgada para su gusto. Debería engordar un poco, pero la moda europea no lo permitía. Los necios que dictaminaban el cánon del cuerpo femenino probablemente fuesen pederastas que querían que parecieran muchachos. Locura, pensó Sali, pura locura.
Pero Mandy disfrutaba del auto, más que Rosalie. Lamentablemente Rosalie le temía a la velocidad, no confiaba tanto como habría debido en sus habilidades como conductor. Esperaba poder llevarse su auto a su país. Claro que lo enviaría por avión. Su hermano también tenía un auto veloz, pero el vendedor le había dicho que este cohete de cuatro ruedas iba a más de trescientos kilómetros por hora, y en el reino tenía buenas rutas, largas y llanas. Era cierto que uno de sus primos volaba los aviones Tornado de la fuerza aérea saudita, pero este auto era suyo y ésa era una gran diferencia. Desgraciadamente, la policía inglesa no le permitía probarlo a fondo -una multa más, y los muy aguafiestas le quitarían su carné de conductor- pero en su país no tendría ese problema. y tras ver qué podía hacer realmente el auto, lo metería otra vez en un avión y se lo traería a Gatwick, y lo usaría para excitar a las mujeres, lo cual era casi tan bueno como conducirlo. Ciertamente le había causado ese efecto a Mandy. Debía comprarle una bonita cartera de Vuitton y enviársela mañana a su apartamento. No venía mal ser generoso con las mujeres y Rosalie debía enterarse de que tenía competencia.
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