Pero su correo electrónico nunca sonaba sin producir un eco en Thames House y esos fragmentos de señales iban al Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno -GCHQ- en Cheltenham, al noroeste de Londres, desde donde eran transmitidas vía satélite a Fort Belvoir, Virginia, desde donde iban por fibra óptica a Fort Meade, Maryland, para ser inspeccionadas ante todo por una de las supercomputadoras alojadas en el sótano enorme y extrañamente parecido a una prisión del cuartel general. Desde allí, el material que se consideraba importante iba al cuartel general de la CIA en Langley, Virginia, tras pasar por el techo plano de cierto edificio, tras lo cual las señales eran digeridas por otra serie de computadoras.
"Algo nuevo del señor 56", dijo Junior casi para sí mismo, refiriéndose a SóMoHa@eurocom.net. Tuvo que pensar durante algunos segundos. Consistía ante todo en números. Pero uno de los números era la dirección electrónica de un Banco comercial europeo. El señor 56 quería dinero, al parecer, y ahora que sabían que el señor 56 era un "jugador", tenían una nueva cuenta bancaria que vigilar. Lo harían al día siguiente. Podía llegar incluso a conducirlos a un nombre y una dirección, según cómo fueran los procedimientos internos del Banco. Pero lo más probable era que eso no ocurriera. Todos los Bancos internacionales tendían a adoptar idénticos procedimientos para mantener ventajas comparativas con respecto a la competencia, de modo de que el campo de juego fuese totalmente llano y lo más atractivo posible para los depositantes. Cada persona tiene su propia versión de la realidad, pero el dinero de todos es igualmente verde -o naranja, en el caso del euro, decorado con edificios nunca construidos y puentes jamás cruzados. Jack tomó las notas necesarias y apagó su máquina. Mañana a la noche cenaría con Brian y Dominic, más que nada para ponerse al día con asuntos de familia. Había un nuevo restaurante especializado en pescado en la U.S. 29 que quería probar. y su jornada laboral había terminado. Jack tomó algunas notas para la mañana del lunes – no tenía intención de ir a trabajar el domingo, emergencia nacional o no. Uda bm Sali merecía ser seguido muy de cerca. No estaba seguro de cuán cerca, pero había comenzado a sospechar que Sali se encontraría con una o dos personas que conocía bien.
"¿Cuándo?" En boca de Brian Caruso, había sido una pregunta un poco inapropiada, pero viniendo de Hendley, era bastante más urgente dar una respuesta.
"Bueno, tenemos que elaborar alguna clase de plan", replicó Sam Granger. A todos los que trabajaban les ocurría lo mismo. Lo que en abstracto parecía muy simple se volvía más complejo cuando había que ocuparse de aspectos prácticos. "Primero, necesitamos una lista de blancos lógicos, luego, un plan para ocupamos de ellos en forma lógica también".
"¿Concepto operativo?", se preguntó Tom Davis en voz alta.
"La idea es moverse con lógica -desde nuestro punto de vista, pero para quien lo vea desde fuera tiene que parecer aleatorio- de blanco en blanco, hacerles sacar la cabeza de a uno, de modo que podamos encargamos por turno. Es un concepto simple, pero difícil de poner en práctica". Era mucho más fácil mover piezas en un tablero que manejar personas para que fueran, siguiendo órdenes, al cuadrado deseado, hecho frecuentemente ignorado por quienes dirigen películas. Algo tan prosaico como perder el autobús o un accidente de tránsito, o la necesidad de orinar podía desbaratar el más elegante plan teórico. Uno debía recordar que ei mundo opera en forma análoga, no digital. y "análogo" en realidad significa "desprolijo'.
"De modo que crees que necesitamos recurrir a un psiquiatra".
Sam meneó la cabeza. "Los tienen en Langley. No les ha servido de mucho.
"Ya lo creo que es cierto", dijo Davis. Pero no era momento de humoradas. "Velocidad", observó.
"Sí, cuanto más rápido mejor", asintió Granger. "Que no tengan tiempo de reaccionar ni pensar"
"También sería bueno que no se den cuenta de que se trata de una operación planificada", dijo Hendley.
"¿Que desaparezcan?"
"Si muchas personas sufren aparentes ataques cardíacos. alguien comenzará a sospechar".
"¿Crees que tengan infiltrada alguna de nuestra agencias?", se preguntó en voz alta el ex senador. Los otros dos dieron un respingo al oirlo.
"Depende de qué quieras decir", respondió Davis. "¿Un agente infiltrado? Eso sería difícil de implementar, a no ser que se hiciese con un soborno bien jugoso, y aun en ese caso no sería fácil, a no ser que haya alguno en la Agencia que se dirija a ellos en busca de dinero. Tal vez sea una posibilidad", agregó tras reflexionar por un momento. "Los rusos siempre fueron mezquinos con el dinero -no tenían muchas divisas fuertes para repartir. En cambio esta gente, bueno, tiene más de las que necesita. Así que… quizás…"
"Pero eso nos favorece", afirmó Hendley. "No hay demasiada gente en la Agencia que sepa de nuestra existencia. De modo que si comienzan a creer que la CIA está liquidando gente, podrían usar a su agente infiltrado, en caso de que éste exista, que les dirá que no es así.
"De ese modo, hasta sus mejores recursos les jugarían en contra", especuló Granger.
"Pensarían que se trata del Mossad, ¿no?"
"¿Quién si no?", respondió Davis. "Su propia ideología trabaja contra ellos". Se trataba de un ardid empleado en raras ocasiones -algunas de ellas exitosas- contra la KGB. No hay nada mejor que hacer que el otro se crea muy listo, y si les complicaba la vida a los israelíes, ello no les quitaría el sueño a muchos integrantes de la comunidad de inteligencia estadounidense. "Aliados" o no, los israelíes no eran muy amados por sus colegas estadounidenses. Incluso había ocasiones en que los espías sauditas colaboraban con ellos, porque en ocasiones los intereses nacionales se superponían en formas totalmente inesperadas. Pero para esta jugada, los estadounidenses sólo cuidarían de su propio país, y lo harían en forma totalmente extraoficial.
"Los blancos que tenemos identificados ¿dónde están?", preguntó Hend ley.
"En toda Europa. Tienden a ser banqueros o gente del área de comunicaciones. Mueven fondos o transmiten mensajes. Hay uno que parece recoger inteligencia. Viaja mucho. Tal vez haya seleccionado los objetivos atacados ayer, pero no lo seguimos desde hace suficiente tiempo como para saber si es así. Tenemos algunos blancos dedicados a las comunicaciones, pero queremos dejar a ésos en paz. Son demasiado valiosos- Otra preocupación es evitar los blancos cuya eliminación pueda indicarle al enemigo quién los entregó. Tiene que parecer aleatorio. Creo que en algunos casos hay que hacer que parezca que se cambiaron de bando- Que aceptaron dinero y desertaron -se dedican a la buena vida y desaparecieron de la faz de la tierra. Hasta podemos dejar mensajes de correo electrónico que apunten en esa dirección".
¿Y si tienen un código que demuestra que los mensajes realmente son de ellos y no de alguien que se ha apoderado de sus computadoras?", preguntó Davis.
"Eso juega en contra pero también a favor de nosotros. Arreglárselas para desaparecer de modo que los demás crean que uno ha sido eliminado es una jugada natural. Nadie va a salir a buscar un muerto, ¿verdad? Esa debe ser una de sus preocupaciones. Nos odian porque corrompemos sus sociedades, de modo que deben de saber que su gente puede ser corrompida. Deben de tener gente valiente, y otra cobarde. No son todos iguales. No son robots. Claro que algunos son verdaderos creyentes, pero otros están metidos porque lo encuentran excitante, divertido o glamoroso, pero cuando las cosas se ponen feas, les atraerá más la vida que la muerte". Granger conocía a las personas y a sus motivaciones y sabía que no, no eran robots. De hecho, cuanto más inteligentes fueran, menos los atraerían las motivaciones simples. Era interesante que la mayor parte de los extremistas musulmanes o estaban en Europa o se habían educado allí. En esa confortable matriz, habían quedado aislados de su medio étnico -pero también habían sido liberados de las sociedades represivas de donde provenían. La revolución siempre fue hija del aumento de las expectativas -no un producto de la opresión, sino de la protoliberación. Esta era una época de confusión en lo personal, una época en la que se buscaban nuevas identidades, un período de vulnerabilidad psicológica en que era necesaria un anda a la que uno se aferraba, fuera cual fuera. Era triste tener que matar a personas que, básicamente, estaban confundidas, pero habían elegido su senda libre, ya que no inteligentemente y, si la senda los llevaba a un mal destino, ello no era culpa de sus víctimas, ¿verdad?"
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