Tom Clancy - Los dientes del tigre

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"Si le vas a patear el trasero al tigre, más vale que tengas un plan para enfrentarte a sus dientes."
Tom Clancy. Durante la era del terrorismo global, donde cualquiera puede acceder tanto a un fusil Kalashnikov como a algunas fatales nociones de química, o simplemente está dispuesto a morir por una "causa justa", las antiguas reglas ya no corren.
Por más organizaciones gubernamentales creadas ad hoc, las únicas efectivas son las rápidas y ágiles, libres de supervisión y restricciones y fuera del sistema.
En un anónimo edificio suburbano, una empresa invierte con éxito en acciones, bonos y divisas pero, tras la fachada financiera, de lo que se ocupa en realidad es de identificar y localizar amenazas terroristas para eliminarlas del modo que sea.
Instalado con la venia del presidente norteamericano, "el Campus" recluta a tres nuevos talentos: el agente del FBI Dominic Caruso, su hermano Brian, combatiente en Afganistán, y Jack Ryan Jr., que ha crecido rodeado de intrigas mientras su padre llegaba a la Casa Blanca.
La frenética trama de Los dientes del tigre obligará a Jack a deshacerse de sus conocimientos sobre espionaje y operaciones de inteligencia para enfrentarse a un mundo que se ha vuelto mucho más peligroso, poblado por fanáticos islámicos y narcotraficantes colombianos.
El genio de Tom Clancy para las historias amplias y absorbentes lo ha convertido en uno de los narradores más destacados de la actualidad. Su nueva novela supera las marcas anteriores.

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De acuerdo. Pero la cosa era que la religión y el poder político eran una mezcla de mierda, aunque la adoptaran fácilmente los jóvenes entusiastas, para quienes la aventura es una llamada difícil de resistir. Su padre había hablado de eso durante una cena en el Nivel Residencial de la Casa Blanca, explicando que una de las cosas que había que explicarles a los jóvenes reclutas del ejército y la infantería de marina era que hasta la guerra tiene reglas y que violarlas acarrea serias penalidades. Jack padre le dijo a su hijo que los soldados estadounidenses aprendían eso rápidamente, pues provenían de una sociedad en la cual la violencia indisciplinada merecía duros castigos, lo cual funcionaba mejor que los principios abstractos a la hora de enseñar a diferenciar el bien del mal. Después de una o dos cachetadas, uno entendía el mensaje.

Suspiró y se revolvió otra vez. Realmente era demasiado joven para pensar en semejantes Grandes Preguntas de la Vida, aunque su titulo de Georgetown hiciera pensar que no era así. En las universidades se nos enseñaba que el noventa por ciento de la educación se aprendía después de colgar el diploma en la pared. Es podían pedir que devolvieran el dinero.

Ya había pasado la hora de cierre en el Campus. Gerry Hendley estaba en su oficina del piso superior, repasando datos que no había tenido tiempo de procesar en la jornada normal de trabajo. Lo mismo le ocurría a Tom Davis, quien tenía informes de Pete Alexander.

"Problemas?", preguntó Hendley.

"Los gemelos siguen pensando un poco demasiado, Gerry. Debimos preverlo. Ambos son inteligentes y ambos son personas que juegan mayormente dentro de las reglas, de modo que cuando ven que se los entrena para romper esas reglas, se preocupan un poco. Lo curioso, dice Pete, es que quien se preocupa más es el infante de marina. El del FBI va mejor".

"Yo hubiese esperado lo contrario".

"También yo. Y Pete". Davis tomó su agua fría. Nunca tomaba café a esa hora de la noche. "Como sea, Pete dice que no sabe cómo evolucionará esto, pero no tiene más remedio que seguir adelante con el entrenamiento. Gerry, te tendría que haber advertido más con respecto a esto. Imaginé que tendríamos este problema. Es que es la primera vez que hacemos algo así. La gente que queremos… como te dije, no son psicópatas. Van a hacer preguntas. Van a querer saber por qué. Van a tener dudas. No podemos reclutar robots, ¿no?"

"Como cuando tratamos de liquidar a Castro", observó Hendley. Había leído los legajos clasificados referidos a esa loca aventura fracasada. Bobby Kennedy había conducido la Operación MONGOOSE. Es probable que hubieran decidido hacerlo mientras tomaban unos tragos, o tal vez después de jugar al fútbol. Al fin y al cabo, Eisenhower había empleado a la CIA para esa clase de tareas durante su presidencia, de modo que ¿por qué no habían de hacerlo ellos? Pero claro que un ex teniente de la armada que nunca combatió y un abogado que nunca ejerció, no sabían por instinto todas las cosas que sabe un soldado de carrera que ha llegado a las cinco estrellas entiende desde el comienzo. Además, tenían poder para hacerlo. La Constitución misma había hecho comandante en jefe a Jack Kennedy, y esa clase de poder invariablemente acarrea la necesidad de ejercerlo, de reformular el mundo en forma más parecida a las ideas personales que uno tuviera. De modo que la CIA recibió la orden de sacar del medio a Castro. Pero la CIA nunca había tenido un departamento de asesinatos, y no tenía gente entrenada para hacer cosas así. De modo que la agencia recurrió a la mafia, cuya cúpula tenía pocos motivos para amar a Fidel Castro, quien había cerrado lo que probablemente fuera el negocio más provechoso que nunca hubieran tenido. Habla sido una empresa tan segura que los peces gordos del crimen organizado habían invertido su propio dinero personal en los casinos de la Habana, que habían sido cerrados por el dictador comunista.

¿Y acaso la mafia no sabía cómo se mata?

Bueno, en realidad, nunca habían sido muy eficientes -en especial cuando se trataba de personas capaces de defenderse- aunque las películas de Hollywood afirmasen lo contrario. Y así y todo, el gobierno de los Estados Unidos de América había intentando contratarlos para que asesinasen a un jefe de Estado extranjero, ya que la CIA no sabía cómo hacerlo. Viéndolo ahora, parecía ligeramente ridículo. ¿Ligeramente?, se preguntó Gerry Hendley. Había estado a un tris de quedar revelado como una catástrofe orientada desde el gobierno. Tanto, que el presidente Gerry Ford había emitido una orden ejecutiva que calificaba de ilegales las acciones de esa índole y esa orden se había mantenido en pie hasta que el presidente Ryan había decidido eliminar al dictador religioso de Irán con dos bombas inteligentes. Lo notable fue que el momento y las circunstancias que escogió se habían combinado para que la operación fuese comentada por la prensa. A fin de cuentas, había sido realizada por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, mediante un bombardero claramente identificado -aunque "invisible"- en un período de guerra obvia, aunque no declarada, en el cual se emplearon armas de destrucción masiva contra ciudadanos de los Estados Unidos. Esos factores se habían sumado para que esta operación no sólo fuese legítima, sino loable, como lo ratificó la forma en que votó el pueblo de los Estados Unidos en la siguiente elección. Sólo George Washington había tenido un porcentaje de votos mayor que ése, hecho que aún hacía que Jack Ryan, padre, se sintiese un poco incómodo. Pero Jack se había dado cuenta del valor de la muerte de Majmud Hayi Dariaei, de modo que, antes de dejar su cargo, persuadió a Gerry de que estableciese el Campus.

Pero Jack no me dijo qué difícil sería, recordó Hendley. Ésa era la forma de operar de Calles Ryan: escoger gente competente, asignarle una misión y los elementos para llevarla a cabo, luego dejar que la hiciera con la mínima interferencia posible de sus superiores. Eso era lo que había hecho que fuese un buen jefe y un presidente de los buenos, pensó Gerry. Pero no simplificaba la vida de sus subordinados. ¿Por qué demonios había aceptado esa tarea?, se preguntó Hendley. Pero luego sonrió. ¿Cómo reaccionaría Jack cuando se enterase de que su propio hijo integraba el Campus? ¿Vería el lado cómico?

Probablemente no.

"¿De modo que Pete dice sigamos adelante?"

"¿Qué otra cosa puede decir?", replicó Davis.

"Tom, ¿nunca deseaste estar otra vez en la granja de tu papi en Nebraska?"

"Es un trabajo muy duro y muy aburrido", y no había forma de que Davis se quedara en la granja después de haber sido oficial de campo de la CIA. Tal vez fuese un buen agente de Bolsa en su existencia "blanca", pero la verdadera vocación de Davis era tan blanca como el color de su piel. Le gustaba demasiado la acción del mundo "negro".

"¿Qué opinas de lo que ocurre con Fort Meade?"

"Mi instinto me dice que algo está por ocurrir. Los lastimamos. Quieren lastimarnos". "¿Crees que se puedan recuperar? ¿No los mordieron lo bastante fuerte nuestras tropas en Afganistán?"

"Gerry, hay gente demasiado estúpida o demasiado fanática como para notar cuándo recibe un mordisco. La religión es una motivación fuerte. Y aun si los ejecutores son demasiado estúpidos como para saber qué están haciendo…"

"Son lo suficientemente inteligentes como para llevar adelante sus misiones", asintió Hendley. "¿y no estamos aquí por eso?"

CAPÍTULO 11 Cruzando el río

Llegó el alba, y con ella el sol. Mustafá despertó sobresaltado por la combinación de luz brillante y un bache en el camino. Sacudió la cabeza para despejarse y, volviéndose, vio a Abdulá, sonriendo al volante.

"¿Dónde estamos?", preguntó el jefe a su principal subordinado.

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