Dejaron la ruta 2 en un desvío a la izquierda, un camino de tierra que se internaba en el norte. Era un camino muy trajinado, a juzgar por las huellas, muchas de ellas recientes. La región era más bien montañosa. Los auténticos picos de las Montañas Rocallosas estaban más al oeste, lo suficientemente lejos como para que no se viesen, pero el aire de aquí estaba ligeramente más enrarecido que el que él acostumbraba respirar, y sería una caminata calurosa. Se preguntó cuánto duraría y cuán cerca estarían de la frontera con los Estados Unidos. Había oído decir que la frontera entre México y los Estados Unidos estaba vigilada, pero no bien vigilada. Los estadounidenses podían ser letalmente competentes en algunos aspectos, pero totalmente infantiles en otros. Mustafá y sus hombres esperaban evitar lo primero y aprovechar lo segundo. A eso las once de la mañana, vio un gran camión con aspecto de caja a la distancia, y su vehículo se dirigió hacia éste. El Ford Explorer se acercó hasta unos cien metros del camión y se detuvo. Pedro apagó el motor y salió.
"Aquí estamos, amigos", anunció. "Espero que estén listos para caminar".
Los cuatro salieron y, como antes, estiraron las piernas y echaron una mirada alrededor. Un nuevo hombre caminó hacia ellos, mientras los otros vehículos subutilitarios se detenían y sus pasajeros descendían.
"Hola, Pedro", saludó el mexicano recién llegado, evidentemente un nuevo amigo.
"Buenos días, Ricardo. Aquí está la gente que quiere ir a Estados Unidos.
"Hola". Les estrechó las manos a los cuatro primeros. "Me llamo Ricardo y soy su coyote".
"Qué?", preguntó Mustafá.
"Sólo es una forma de decir. A cambio de una tarifa, ayudo a gente a cruzar la frontera. En su caso, por supuesto, ya me han pagado".
"Cuán lejos?"
"Diez kilómetros. Poca cosa", dijo con aire tranquilizador. "El terreno es casi todo como éste. Si ven una serpiente, sólo evítenla. No los perseguirá. Pero en un radio de un metro, puede atacar y matar. Fuera de eso no hay nada que temer. Si ven un helicóptero, deben arrojarse al suelo y quedarse inmóviles. Los estadounidenses no vigilan bien sus fronteras, y lo que es curioso, lo hacen mejor de noche que de día. También hemos tomado algunas precauciones".
",cuáles?"
"Había treinta personas en ese vehículo", dijo, señalando al gran camión que hablan visto llegar. "Irán por delante y al oeste de nosotros. Si atrapan a alguien, será a ellos",
"Cuánto tomará?"
"Tres horas. Menos, si están en buen estado físico. ¿Tienen agua?'
"Conocemos el desierto", le aseguró Mustafá.
"Como digas. Partamos, pues. Sígueme, amigo", y Ricardo comenzó a andar hacia el norte. Usaba color caqui, llevaba un cinturón de estilo militar con tres cantimploras, binoculares de estilo militar, más un sombrero blando como los del ejército. Sus botas estaban bien gastadas. Su andar era decidido y eficiente, y su velocidad no era jactanciosa, sino simplemente la forma más eficaz de ganar terreno. Lo siguieron en fila india para ocultar su verdadero número en caso de que alguien los viera desde lejos. Mustafá, a unos cinco metros por detrás del coyote, la encabezaba.
Había una galería de tiro de pistola a unos trescientos metros de la casa. Estaba al aire libre y tenía blancos de acero, iguales a los de la academia del FBI, con dianas circulares del tamaño aproximado de una cabeza humana. Producían un agradable tañido cuando se acertaba y caían, como lo haría una persona alcanzada en esa parte del cuerpo. Enzo resultó ser mejor.en ese ejercicio. Aldo explicó que en el Cuerpo de Infantes de Marina no se enfatizaba mucho el tiro con pistola, mientras que el FBI le prestaba especial atención, pues consideraba que un arma larga era mucho más difícil de apuntar con precisión… El hermano FBI usaba la llamada "posición Weaver" de disparo, en la que se sostiene el arma con ambas manos, mientras que el infante de marina tendía a pararse derecho y disparar con una mano, al modo que se enseña en las fuerzas armada.
"Eh, Aldo, eso sólo sirve para que seas blanco fácil", le advirtió Dominic.
"Ah sí?" Brian disparó tres tiros en rápida sucesión y obtuvo tres satisfactorias campanadas como resultado. "Es difícil disparar con un tiro entre las cejas; ¿no te parece hermano?"
"ay ¿qué es esta mierda de un-tiro/una-baja? Si vale la pena balear algo una vez, valdrá la pena balearlo dos".
"Cuántos le metiste a ese hijo de puta de Alabama, hermano?"
"Tres. No quise correr riesgos", explicó Dominic.
"Tú lo has dicho, hermano. Eh, déjame probar tu Smith".
Dominic descargó su arma antes de pasársela. Le entregó el cargador, aparte. Brian la accionó descargada unas cuantas veces para acostumbrarse a cómo se sentía, luego cargó y disparó. Su primer disparo hizo resonar una de las dianas de cabeza. El segundo también. El tercero fa 116, pero no el cuarto, un tercio de segundo más tarde. Brian devolvió el arma. "Se siente distinta", explicó.
"Te acostumbras", aseguró Dominic.
"Gracias, pero prefiero contar con seis tiros más en el cargador".
"Cuestión de gustos".
"De todas maneras, ¿para qué tanta práctica de disparar a la cabeza?", se preguntó Brian. "Seguro, si uno está de francotirador, es el mejor modo de aprovechar cada tiro, pero no con pistola".
"Acertarle a un tipo en la cabeza a una distancia de quince metros", respondió Pete Alexander, "es una habilidad que puede resultar útil. No conozco mejor forma de zanjar una discusión".
"De dónde vino usted?", preguntó Dominic.
"No estuviste atento a lo que te rodea, agente Caruso. Recuerda que hasta Adolf Hitler tenía amigos. ¿No te lo enseñaron en Quantico?"
"Bueno, sí', reconoció Dominic, algo alicaído.
"Una vez que eliminas a tu objetivo primario, reconoces el área para ver si no tenía ningún amigo por ahí. O abandonas el sitio lo antes que puedes. O ambas cosas".
"¿Se refiere a huir?", preguntó Brian.
"No si no cuentas con una vía de escape. Hay que retirarse sin llamar la atención. Tal vez entrar en una librería y comprar algo, tomarse un café, lo que sea. La decisión debe estar basada en las circunstancias, pero siempre manteniendo en mente cuál es el objetivo. El objetivo es siempre alejarse del área inmediata tan rápido como lo permitan las circunstancias. Si te mueves demasiado rápido, te harás notar. Si eres lento pueden recordar haberte visto cerca de tu objetivo. Nadie informará sobre alguien a quien no notó. De modo que tienes que ser uno de aquellos que no se notan. Cómo te vistes, cómo actúas sobre el terreno, la forma en que caminas, la forma en que piensas, todas deben estar diseñadas para hacerte invisible", Es dijo Alexander.
"En otras palabras, Pete, lo que dices es que una vez que matemos a esa gente a quienes se nos entrena para asesinar", observó quedamente Brian, "debemos poder escapar para salimos con la nuestra".
"Prefieres que te atrapen?", preguntó Alexander.
"No, pero la mejor forma de matar a alguien es meterle un tiro en la cabeza con un buen rifle desde una distancia de doscientos metros. Eso siempre funciona".
"ay si quieres matarlo de forma en que nadie se entere de que fue asesinado?", preguntó el oficial de entrenamiento.
"Cómo demonios harías eso?", preguntó Dominic.
Llegaron a los restos de alguna clase de vallado. Ricardo no hizo más que atravesarlo, por un agujero que no parecía reciente. Los postes habían estado pintados de un vívido color verde, que la herrumbre había carcomido casi por completo. La cerca en sí estaba en un estado aún más calamitoso. Atravesarla fue el menor de sus problemas. El coyote avanzó unos cincuenta metros más, escogió una gran peña, se sentó, encendió un cigarrillo y tomó un trago de su cantimplora. Era su primer alto. La caminata no había sido difícil, y resultaba evidente que la había hecho muchas veces. Mustafá y sus amigos no sabían que había hecho cruzar la frontera a cientos de grupos por esa misma ruta y que sólo había sido arrestado una vez -cosa que no lo había afectado demasiado, más allá de que hirió su orgullo. En aquella ocasión, también había renunciado a sus honorarios, pues era un coyote honorable. Mustafá se le acercó.
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