Tom Clancy - Los dientes del tigre

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"Si le vas a patear el trasero al tigre, más vale que tengas un plan para enfrentarte a sus dientes."
Tom Clancy. Durante la era del terrorismo global, donde cualquiera puede acceder tanto a un fusil Kalashnikov como a algunas fatales nociones de química, o simplemente está dispuesto a morir por una "causa justa", las antiguas reglas ya no corren.
Por más organizaciones gubernamentales creadas ad hoc, las únicas efectivas son las rápidas y ágiles, libres de supervisión y restricciones y fuera del sistema.
En un anónimo edificio suburbano, una empresa invierte con éxito en acciones, bonos y divisas pero, tras la fachada financiera, de lo que se ocupa en realidad es de identificar y localizar amenazas terroristas para eliminarlas del modo que sea.
Instalado con la venia del presidente norteamericano, "el Campus" recluta a tres nuevos talentos: el agente del FBI Dominic Caruso, su hermano Brian, combatiente en Afganistán, y Jack Ryan Jr., que ha crecido rodeado de intrigas mientras su padre llegaba a la Casa Blanca.
La frenética trama de Los dientes del tigre obligará a Jack a deshacerse de sus conocimientos sobre espionaje y operaciones de inteligencia para enfrentarse a un mundo que se ha vuelto mucho más peligroso, poblado por fanáticos islámicos y narcotraficantes colombianos.
El genio de Tom Clancy para las historias amplias y absorbentes lo ha convertido en uno de los narradores más destacados de la actualidad. Su nueva novela supera las marcas anteriores.

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Caramba, ¿cómo reaccionará papá a esto?, se preguntó Jack. Va a estar furioso. ¿y mamá? Le dará un auténtico ataque de histeria. Sonrió y giró a la izquierda. Pero no hacía falta que mamá se enterase. Ella y el abuelo se creerían la historia de fachada, papá no. Papá había ayudado a crear ese lugar. A fin de cuentas, tal vez sí necesitaba un helicóptero negro de ésos. Se deslizó a su lugar de estacionamiento, el número 127. El Campus no podía ser tan grande y poderoso, ¿no? No con menos de ciento cincuenta empleados. Cerró las puertas y entró en el edificio, pensando que esto de ir-cada-mañana-al-trabajo no tenía ninguna gracia. Pero todos deben comenzar de alguna manera.

Como casi todos los demás, entró por la puerta trasera. Allí había un mostrador de recepción/seguridad. A cargo estaba Emie Chambers, antiguo sargento de primera clase en la 18 División de Infantería. Su chaqueta de uniforme azul exhibía una insignia en miniatura de Infante de Combate, por si alguien no hubiese notado los anchos hombros y los duros ojos negros. Tras la primera guerra del Golfo, había pasado de infante a policía militar. Probablemente fue bueno imponiendo la ley y dirigiendo el tránsito, pensó Jack, saludándolo con la mano.

"Eh, señor Ryan".

"Buen día, Emie".

"Para usted, señor". Para el ex soldado, todos eran "señor".

Cerca de Ciudad Juárez, eran dos horas más temprano. La camioneta se detuvo en una estación de servicio, junto a un grupo de cuatro vehículos. Detrás de ellos estaban los otros autos que los habían seguido basta la frontera con los Estados Unidos. Los hombres se despertaron y, tambaleándose, salieron a desperezarse en el frío aire de la mañana.

Aquí lo dejo, señor", le dijo el conductor a Mustafá. "Ahora irán con el hombre del Ford Explorer. Vayan con Dios, amigos". La más encantadora de las despedidas:

vaya con Dios.

Mustafá caminó unos pasos hasta un hombre más bien alto, que lucía un sombrero de vaquero. No parecía muy limpio, y sus bigotes necesitaban un recorte. "Buenos días. Soy Pedro. Los llevaré por lo que queda de camino. ¿Son cuatro, verdad?"

Mustafá asintió. "Así es".

"Hay botellas de agua en la camioneta. Tal vez quieran comer algo. Pueden comprar lo que deseen allí'. Señaló al edificio. Mustafá y sus colegas compraron algunas cosas y, diez minutos más tarde, estaban a bordo de los vehículos y partían.

Se dirigieron hacia el oeste, sobre todo por la ruta 2. De inmediato, los automóviles se dispersaron, abandonando su formación ordenada. Eran cuatro vehículos subutilitarios de fabricación estadounidense, todos cubiertos de una espesa capa de mugre y polvo que hacía que no pareciesen tan nuevos. Detrás de ellos, el sol salió, arrojando sombra sobre la tierra parda.

Al parecer, Pedro había dicho todo lo que tenía que decir en la estación de servicio. Ahora no decía nada, sólo eructaba cada tanto y fumaba sin cesar. Tenía puesta la radio en una emisora AM y tarareaba a la par de la música en castellano. Los árabes permanecían callados.

"Eh, Tony", saludó Jack. Su compañero de trabajo ya estaba sentado frente a su terminal.

"Hola", respondió Wills.

"¿Ocurre algo interesante esta mañana?"

"Desde ayer, nada, pero Langley vuelve a hablar de cubrir a nuestro amigo Fa'ad".

"Por qué lo hacen, realmente?"

"Sé tanto como tú. El jefe de estación de Bahrein dice que necesita más personal para hacerlo, y seguramente la gente de personal de Langley está pasándose la responsabilidad de uno a otro".

"Papá dice que el gobierno realmente está conducido por contadores y abogados".

"En eso no se equivoca demasiado, amiguito. Aunque sólo Dios sabe en cuál de esas categorías cabe Ed Kealty. ¿Qué piensa de él tu papá?"

"No soporta al hijo de puta. No habla en público sobre la nueva administración porque dice que eso no está bien, pero si durante la cena se te ocurre mencionar al tipo, es capaz de mandarte de vuelta a tu casa. Es curioso. Papá detesta la política y realmente trata de no perder los estribos, pero sin duda que no le enviará una tarjeta de Navidad a este tipo. Pero se calla, no les habla de eso a los periodistas. Mike Brennan me dice que al Servicio Secreto tampoco le gusta el tipo nuevo. Y a ellos les debe gustar".

"Ser profesional tiene su precio", asintió Wills.

Junior encendió su computadora y le echó una mirada al tráfico nocturno entre Langley y Fort Meade. Su volumen impresionaba más que su contenido. Al parecer, su nuevo amigo Uda…

"Nuestro amigo Sali comió con alguien ayer", anunció Jack.

"Con quién?", preguntó Wills.

"Los británicos no saben quién es. Aspecto árabe, unos veintiocho años, barbita angosta, bigote, pero no lo identifican. Hablaban en árabe, aunque nadie se acercó lo suficiente como para oír nada".

"¿Dónde comieron?"

"En un pub en Tower Hillilamado Hung, Drawn and Quartere". Queda cerca del distrito financiero. Udil bebió Perrier. Su amigo, una cerveza y comieron lo que los británicos llaman ploughman's lunch, comida del labrador, es decir, pan y queso. Se sentaron en un reservado en un ángulo, de modo que a quien vigilaba le fue difícil acercarse a escuchar"

"Querían privacidad. No significa necesariamente que sean malos. ¿Los británicos los siguieron?"

"No. Es probable que sólo tengan un hombre destinado a seguir a Uda.

"Es probable", asintió Wills.

"Pero dicen que tienen una foto del nuevo personaje. No la incluyen en el informe".

"Seguramente quien vigilaba era alguien del Servicio de Seguridad, el MIS. Posiblemente un chico nuevo. A Uda no se lo considera muy importante, al menos no tanto como para merecer una cobertura completa. Ninguna de esas agencias cuenta con los recursos humanos que quisiera. ¿Algo más?"

"Algunas operaciones financieras esa tarde. Parecen pura rutina", dijo Jack mientras las miraba. Busco algo pequeño e inofensivo se recordó. Pero las cosas pequeñas e inofensivas eran, en su mayoría, pequeñas e inofensivas. Uda movía dinero a diario, en cantidades grandes y pequeñas. Como su especialidad era la preservación de capital, especulaba rara vez y sus negocios eran ante todo del tipo inmobiliario. Londres -Gran Bretaña- en general era un buen lugar donde preservar el dinero. Los precios de la propiedad inmueble eran más bien altos, pero muy estables. Si uno comprara algo, era probable que su precio no subiera mucho, pero difícilmente sufriera una caída catastrófica. De modo que el papá de Uda dejaba que su niño saliera a estirar las piernas, pero no lo dejaba jugar en medio del tránsito. ¿Cuánta liquidez personal tendría Uda? Como les pagaba a sus putas en efectivo y con bolsos caros, debía de tener su propia fuente de efectivo. Tal vez fuese modesta, pero "modesto" según los parámetros sauditas no eran lo que muchos otros considerarían precisamente modesto. A fin de cuentas, el muchacho conducía un Aston Martin y no vivía en un estacionamiento para casas rodantes… de modo que…

"Cómo diferencio entre la forma en que Sali invierte el dinero de su familia y el suyo?"

"No hay forma. Creemos que tiene dos cuentas, secretas y estrechamente relacionadas. Lo mejor que puedes intentar es echarle una mirada a los resúmenes quincenales que le envía a su familia".

Jack gruñó. "Qué bien, me llevará un par de días reunir todas las transacciones y analizarlas"

"Ahora sabes por qué no eres contador, Jack", dijo Wills con una risita.

Jack estuvo a punto de contestar de mal modo, pero sólo había una forma de llevar a cabo esa tarea y era su trabajo, ¿verdad? Primero intentó ver si podía abreviarla por medio de su programa. No. Aritmética de cuarto año, agrégale una nariz. Qué divertido. Al menos, para cuando terminara, sería más hábil en eso de ingresar cifras con el tablero numérico de la derecha de su teclado. ¡Eso era algo a lo que aspirar! ¿Por qué no empleaba el Campus algunos contadores forenses?

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