– Es probable que en alguna otra parte de la nave.
– No estoy tan seguro -dijo Harry-. Miren el cuerpo de estos asientos: está flamante.
– A lo mejor era una nave nueva.
– No, lo que quiero decir es que permanece intacto. Este cuero no muestra raspones, cortes, alguna salpicadura de café, una mancha… No hay nada que sugiera que alguien haya ocupado estos asientos.
– Quizá no hubo tripulación.
– ¿Para qué iban a poner asientos, si no hubiera tripulación?
– Puede que sacasen a la tripulación en el último momento. Parece que les preocupaba la radiación, porque el casco interno también está blindado con plomo.
– ¿Por qué tendría que haber radiaciones durante un viaje a través del tiempo?
– Yo lo sé -declaró Ted-. Probablemente la nave fue lanzada por accidente. Quizá estaba en la plataforma de lanzamiento y alguien apretó el botón antes de que la tripulación subiera, por lo que la nave despegó vacía.
– ¿Quieres decir que luego alguien exclamó: «¡Huy, me equivoqué de botón!»?
– Un error insignificante -comentó Norman.
Barnes meneó la cabeza:
– No lo acepto. En primer lugar, una nave tan grande como ésta nunca pudo haber sido lanzada desde la Tierra. Tuvo que haber sido fabricada y armada en órbita, y lanzada desde el espacio.
– ¿Qué opinan de esto? -preguntó Beth.
Señaló otra consola que estaba próxima a la parte posterior de la cubierta de mando. Casi pegado a ella, había un cuarto asiento.
El cuerpo envolvía una figura humana.
– No bromees…
– ¿Hay un hombre ahí?
– Miremos.
Beth apretó los botones del apoyabrazos y el asiento se alejó de la consola, emitiendo un zumbido, y se desenvolvió solo. En el asiento había un hombre que tenía los ojos abiertos y miraba fijamente hacia adelante.
– Dios mío, después de todos estos años está perfectamente conservado -comentó Ted.
– Es lo que cabría esperar… -dijo Harry- teniendo en cuenta que se trata de un maniquí.
– Pero es tan real…
– A nuestros descendientes hay que reconocerles que han avanzado -dijo Harry-. Nos llevan medio siglo de ventaja.
Empujó el maniquí hacia adelante y dejó al descubierto un cordón de alimentación situado en la espalda del muñeco, a la altura de la base de las caderas.
– Alambres…
– Alambres no -dijo Ted-. Vidrio. Cables ópticos. Toda esta nave emplea tecnología óptica, y no recurre a la electrónica.
– Sea como sea, el misterio ya está resuelto dijo Harry, mirando al maniquí-. Es evidente que esta nave ha sido construida para ir tripulada, pero se la mandó sin tripulación.
– ¿Por qué?
– Es probable que el viaje que se pretendía hacer fuese demasiado peligroso. Enviaron un vehículo no tripulado antes de enviar uno con tripulación.
– ¿Y adonde lo enviaron? -preguntó Beth.
– Cuando se trata de un viaje a través del tiempo no se envia algo a dónde, se lo envía a cuándo.
– Bien, bien. Entonces, ¿a cuándo lo enviaron?
Harry se encogió de hombros.
– No hay información aún -contestó.
«Otra vez ese apocamiento», se dijo Norman. ¿Qué era lo que Harry pensaba en realidad?
– Bueno, esta nave tiene ochocientos metros de longitud -les recordó Barnes-, de modo que nos queda mucho por ver.
– Me pregunto si tenían una grabadora de vuelo -dijo Norman.
– ¿Quieres decir como la que hay en un avión comercial de pasajeros?
– Sí. Algo para registrar la actividad de la nave durante su viaje.
– Tienen que tenerla -opinó Harry-. Sigan el cable del maniquí hasta su origen; seguro que ahí la van a encontrar. A mí también me gustaría ver esa grabadora. Para ser sincero, diría que es crucial.
Norman estaba mirando la consola y levantó un panel de teclado:
– Miren aquí -dijo-. Acabo de encontrar una fecha.
Todos se apiñaron. En el plástico, debajo del teclado, había una inscripción: «intel, inc. made in usa N.o de serie: 98 004 007 8/5/43.»
– ¿Cinco de agosto del año dos mil cuarenta y tres? [ [13] ]
– Así parece.
– De manera que estamos caminando por una nave a la que le faltan cerca de cincuenta años para ser construida…
– Esto me está produciendo dolor de cabeza.
– Observen esto. -Beth había avanzado desde la cubierta de consolas y había entrado en lo que parecía ser la cabina de la tripulación, en la que había veinte literas.
– ¿Una tripulación de veinte personas? Si se necesitaban tres para pilotar esta nave, ¿qué objeto tenían las otras diecisiete?
Nadie poseía respuesta para eso.
A continuación pasaron por una cocina grande, un retrete y una especie de salón de estar. Todo era nuevo y de líneas estilizadas; pero fácil de reconocer.
– Sabe, Hal, esto es muchísimo más confortable que el DH-8.
– Sí, quizá debamos mudarnos aquí.
– De ningún modo -respondió Barnes-. Estamos estudiando esta nave y no vamos a vivir en ella. Nos espera muchísimo trabajo antes de que comencemos a saber de qué se trata realmente.
– Sería más eficaz vivir aquí mientras la exploramos.
– No quieto vivir aquí -declaró Harry-. Me da escalofríos.
– A mí también -concordó Beth.
Llevaban ya una hora a bordo de la nave, y a Norman le dolían los pies. Ésta era otra de las cosas que no habían previsto: que mientras se está explorando una nave espacial del futuro los pies podrían empezar a doler.
Pero Barnes siguió adelante.
Al dejar la cabina de la tripulación penetraron en una amplia zona de estrechas pasarelas que partían de grandes compartimientos herméticamente cerrados, los cuales se extendían hasta donde alcanzaba la vista, y resultaron ser pañoles de inmenso tamaño. Abrieron uno y descubrieron que estaba lleno de pesados recipientes de plástico, bastante parecidos a los contenedores de carga de los actuales aviones comerciales, pero con la diferencia de que eran varias veces mayores. Los miembros del equipo FDV abrieron uno de los recipientes.
– ¿Qué les parece esto? -dijo Barnes, escudriñando el interior.
– ¿Qué es?
– Comida.
Las porciones de comida estaban envueltas en capas de papel metálico y plástico, como las raciones de la NASA. Ted cogió una.
– ¡Comida que viene del futuro! -dijo, y se lamió los labios.
– ¿Vas a comer eso? -preguntó Harry.
– Ni lo dudes -respondió-. Una vez me bebí una botella de «Dom Pérignon 1897»; pero ésta será la primera vez que coma algo del futuro, del año dos mil cuarenta y tres.
– Pero también tiene trescientos años de antigüedad -objetó Harry.
– Quizá usted desee filmar esta escena: yo, comiendo -agregó Ted.
Jane Edmunds, obediente, se puso la cámara ante el ojo y, con un movimiento rápido, encendió la luz.
– No hagamos eso -indicó Barnes-. Tenemos que llevar a cabo otras tareas.
– Esto tiene interés humano -argüyó Ted.
– Ahora, no -decidió Barnes con firmeza.
Abrió un segundo recipiente y luego un tercero: todos contenían comida. Los científicos fueron hasta el pañol siguiente y abrieron más recipientes.
– Comida. Nada más que comida.
La nave había transportado una enorme cantidad de comida. Aun considerando una tripulación de veinte personas, había alimentos suficientes para un viaje de varios años.
Todos empezaron a sentirse muy cansados, así que fue un alivio cuando Beth descubrió un botón y dijo:
– Me pregunto para qué sirve…
– Beth… -comenzó a decir Barnes.
Pero la pasarela empezó a desplazarse y la banda de caucho a rodar hacia adelante con un leve sonido, continuo y ahogado.
– Beth, le ruego que deje de apretar cada maldito botón que ve.
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