– Estás buscando problemas. No importa cómo llame a MacDuff, siempre que haga lo que él le diga que haga. Y siempre le obedece.
– Le prometí al señor que no me acercaría a ti… Pero si me adelanto, y tú me sigues, en realidad no me estaré acercando a ti.
– No siempre -musitó Jane-. No siempre, Trevor.
– ¿Se puede saber que especie de maldito enredo has organizado, Trevor? -Brenner entró en la sala de curas donde Trevor y Jane permanecían sentados después de que el médico les diera el alta-. He puesto el énfasis en lo de maldito.
– Gracias por tu comprensión -dijo Trevor secamente mientras se volvía a poner la camisa-. Pero dado que has estado fuera de la acción por completo, no tienes ningún derecho a criticar.
– Soy una persona comprensiva. -Brenner se volvió hacia Jane-. Siento mucho que Jane tuviera que pagar el pato de tu incompetencia. ¿Estás bien?
– Fenomenal. Apenas un rasguño.
– Bien. -Brenner se dirigió a Trevor-. Y nada de que estuve fuera de acción. ¿O quién crees que guió a todas esas unidades policiales hasta el campamento?
– Jock.
– Sé realista. ¿No te parece un poco extraño que el departamento de policía de una pequeña ciudad enviara a sus hombres en medio de una tormenta de nieve por un chivatazo anónimo? Les oí hablar por la radio que tengo sintonizada en la frecuencia de la policía cuando me dirigía a casa de Reilly, y se me ocurrió que tenía que convencerlos de que en aquel campamento les estaban esperando la gloria y los ascensos.
– ¿Y cómo hiciste eso?
– Bueno, tomé prestado el nombre de Venable, y les dije que la incursión estaba planeada por la CIA y que iba a ser una operación conjunta.
– ¿Y se lo tragaron? -preguntó Jane.
– Soy un tipo sorprendentemente convincente. -Brenner sonrió-. Aunque mi acento australiano me puso en un pequeño apuro. Por aquí no se fían de los extranjeros. Pero eso sólo te demuestra lo bueno que soy. Bien, ¿y qué es lo siguiente?
– Lo siguiente es que llame a Eve y a Joe para informarles de lo que está pasando -dijo Jane-. Y después de que nos vayamos del hospital, nos dirigimos al aeropuerto y cogeremos el primer vuelo que salga. Tenemos que volver a la Pista de MacDuff.
Brenner echó un vistazo la ventana.
– Está cayendo una nevada del carajo. Yo no me daría mucha prisa en ir al aeropuerto. -Levantó la mano cuando Jane abrió la boca para protestar-. Ya lo sé. Quieres salir de aquí. De acuerdo, me encargaré de contratar un avión. Pero ningún piloto en su sano juicio va a despegar hasta que esto esté seguro. -Sacó su teléfono y empezó a marcar.
– ¿Seguro? -murmuró Jane-. ¿Acaso no los detuvimos? ¿Estamos todos a salvo, Trevor? Me da miedo pensarlo.
– No lo sé. Todavía quedan muchos cabos sueltos por los que preocuparse. -Trevor le cogió la mano para consolarla y animarla-. Tendremos que esperar a tener noticias de MacDuff.
MacDuff tardó veinticuatro horas en llamar, y cuando lo hizo el tono de su voz era cortante.
– Ya ha terminado. Venable allanó el camino, pero no me dejaron marchar hasta que llegó él, hace seis horas. Quería verla, pero lo entretuve. Le dije que usted lo llamaría y le haría una declaración en el plazo de cuarenta y ocho horas. No le hizo ninguna gracia. Pero aceptó.
– ¿Y los terroristas suicidas?
– No han llevado a cabo ninguna acción. Sin Reilly, era evidente que el trabajo era como una serpiente sin cabeza. En la carpeta del personal había unas pocas notas que podrían conducir a la CIA a identificar a esos terroristas suicidas concretos. Encontramos referencias a los objetivos, y han sido puestos en estado de alerta.
– Gracias a Dios.
– Estaré en el aeropuerto dentro de dos horas, si puedo llegar allí con esta condenada ventisca. Tiene que parar en algún momento.
– No hay prisa. De todas maneras los vuelos están suspendidos.
– Y un cuerno no hay prisa. Estaré allí cuando abra el aeropuerto.
– ¿Estará? ¿No estarán? -Jane apretó el auricular-. ¿No ha venido Jock?
– Ahora no.
– ¿Venable? ¿Ha detenido a Jock?
– No, aunque está como loco por tenerlo. Jock se largó anoche, antes de que apareciera la policía.
– ¿Qué se largó? ¿Adónde?
– Al bosque. Lo estuve buscando durante seis horas, pero al final lo perdí.
– Podría morir ahí fuera.
– No morirá. Ese bastardo de Reilly lo enseñó a actuar con buen tiempo y con un tiempo de perros. Tenemos que encontrarlo. Y ahora mismo Venable tiene a media policía local buscándolo. Volveré aquí cuando no haya peligro de que me tropiece con todo el mundo. -Colgó.
Jane hizo lo mismo.
– Jock ha huido.
– Ya lo he oído -dijo Trevor-. ¿Está preocupado MacDuff?
– Si lo está, no lo admitirá. -Jane puso ceño-. Estoy preocupada. No me importa su conocimiento de las técnicas de supervivencia. Puede que no quiera vivir. Ya intentó suicidarse. MacDuff ya está a salvo de Reilly, y eso le quita a Jock una razón para vivir.
– Puede que haya adelantado lo suficiente para que el instinto de conservación se ponga en funcionamiento.
– Tal vez. -Jane miró a través de los enormes ventanales hacia los aviones aparcados en las puertas de embarque-. Tendremos que esperar y ver.
– Ahora no puedes hacer nada por Jock. Concéntrate en lo que puedas hacer.
– Encontrar la traducción de Mario. -Trevor tenía razón. Si MacDuff había abandonado la búsqueda porque no quería encontrar a Jock y revelar su presencia a los demás buscadores, entonces era aun menos probable que ella pudiera ayudar a Jock de inmediato. Lanzo una mirada hacia la silla que tenía al lado, al maletín de Reilly conteniendo las copias de sus documentos de Herculano-. Y después revisaré esto y veré si puedo averiguar todo lo que Reilly sabía de Herculano. Mencionó que uno de esos documentos había hecho que viera a Cira de una manera completamente nueva…
MacDuff estaba en lo cierto. Los guardias de la verja de la Pista de MacDuff les dieron el alto de inmediato, y sólo cuando el terrateniente salió del coche y lo reconocieron, dejaron que el coche entrara en el patio.
MacDuff hizo un gesto con la mano a Trevor para que siguieran sin él, y se volvió para hablar con Campbell, el guarda.
– Estamos dentro -dijo Trevor-. No las tenía todas conmigo en relación a si íbamos a tener problemas con que MacDuff cumpliera el compromiso.
– Sólo estaba jugando con nosotros. No es idiota. Este lugar y el nombre de su familia significan demasiado para él para que se arriesgue a ser demandado por incumplimiento de contrato.
– Pareces muy segura. -Trevor aparcó el coche delante del castillo-. Aunque por otro lado has llegado a conocerlo bastante bien por Jock.
Sí que tenía la sensación de conocer a MacDuff. Era un hombre severo y difícil, y nunca había sido agradable ni condescendiente con ella. ¡Coño! ¿Y quién quería condescendencia? La condescendencia era degradante y hacía que a ella le entraran ganas de soltarle un puñetazo en la nariz a cualquiera. Siempre había querido que se la aceptara como una igual, con sus méritos y sus defectos.
– No es un gran enigma. -Salió del coche-. Como el resto de nosotros, hace lo que tiene que hacer para conseguir lo que quiere. -Arrugó la nariz-. Lo que pasa es que quiere un jodido castillo.
Trevor cambió de tema mientras la seguía al interior del castillo.
– ¿Sabes dónde vas a buscar la traducción? ¿Te dio Mario alguna pista?
– No gran cosa. -Empezó a subir las escaleras-. No lo sé. Tal vez sí. Tendré que pensar en ello.
– Subiré a ayudarte en cuanto termine de comprobar con Venable sus avances para encontrar a Jock. Se llevó algunos rastreadores de las Fuerzas Especiales. Probablemente puedan localizarlo.
Читать дальше