Trevor también pudo oírlo: el batir de los rotores del helicóptero.
– ¡Me cago en diez! -Desvió como un rayo la mirada hacia la casa.
La puerta trasera se estaba abriendo.
– De prisa. Sal ahí. -Reilly empujó a Jane para que saliera y le dijo por encima del hombro a Kim-: Quédate aquí, asegúrate de que Norton lo mete todo en la camioneta y vete con él.
– ¿No me llevas contigo? Ese no era el plan. -Kim lo miró indignada-. ¿Me abandonas?
– Si la policía está en el campamento, no tardarán en ocupar todo este lugar. Se incautarán de mi colección. Tengo que estar seguro… -Se interrumpió cuando vio la expresión de Kim-. Muy bien. Sólo dile a Norton que recoja todo y sal de aquí dentro de media hora.
– Se lo diré. -Le entregó los informes personales-. Espérame.
– Zorra arrogante -mascullo Reilly mientras empujaba a Jane por delante de él-. Si no temiera que le prendiera fuego a mi colección, dejaría que se pudriera aquí. De todas maneras, de ahora en adelante no me va a ser tan útil.
– Eso sí que es lealtad. -Jane observó aterrizar al helicóptero azul y blanco-. ¿Es incapaz de ver que se le está yendo todo al traste? La policía se está acercando. Olvídese del trato que hizo con los musulmanes. Llegue a un acuerdo.
– Si pudieras ver lo que hay en esos informes personales, ni siquiera lo sugerirías. Ellos no llegarían a ningún acuerdo. -Aceleró el paso-. Y cuando esté en el aire, voy a hacer esas llamadas a mis hombres de Chicago y Los Ángeles, y dentro de dos horas tendré a un socio muy feliz que se reunirá con nosotros en Canadá y nos llevara en un periquete a Corea del Norte.
¡Dios bendito! Jane no podía dejarle subir a aquel helicóptero. Reilly no debía hacer aquellas llamadas.
¿Y qué demonios podía hacer para detenerlo?
Tenía que ganar tiempo. Se paró.
– No voy a ir.
Reilly la apuntó con una pistola.
– No tengo tiempo para esta tontería. He tenido que superar muchas dificultades y no tengo ninguna intención de perderte ahora. No es que sea un…
Un disparo.
Dolor.
Jane se desplomó sobre el suelo.
* * *
– ¿Qué demonios has hecho? -exclamó Trevor-. Le has disparado a ella, idiota.
– Sólo una herida superficial en el brazo. -Jock estaba apuntando de nuevo el cañón de su rifle-. Estaba en medio. No podía dispararle a Reilly.
– Y sigues sin poder. Se está dirigiendo hacia ese helicóptero, zigzagueando como un jugador de fútbol. -MacDuff empezó a reírse-. Y deja atrás a Jane, Jock, hijo de puta, que era lo que pretendías.
– Me pareció razonable. Si no puedo dispararle, entonces lo distraeré lo suficiente como para que le alcance la explosión. Reilly siempre me enseño a tener una solución de emergencia. -Apuntó directamente a la nuca de Reilly-. Es una lotería -murmuró-. ¿Ahora se moverá hacia la izquierda o a la derecha? Supondré que… a la izquierda. -Apretó el gatillo.
Jane observó con horror cómo explotaba la cabeza de Reilly.
– Hija de puta. -Kim Chan estaba parada a unos pocos metros, mirando de hito en hito al monstruo que un momento antes había sido Reilly-. Le dije… -Temblaba de ira cuando se volvió hacia Jane-. Tú. Él jamás debió… El muy idiota. -Levantó la pistola que tenía en la mano-. Todo es culpa tuya. De ti y de esa idiota de Cira. Las dos fuisteis…
Jane rodó sobre la nieve y golpeó a Kim en las piernas, haciéndola caer.
Tenía que coger el arma.
La tenía.
Pero Kim se había levantado y corría hacia el helicóptero. ¡Joder!, ¿sabía los números de teléfono para llamar? ¿Le harían caso los terroristas suicidas si llamaba? Trabajaba estrechamente con Reilly. Existía la posibilidad de que Kim quisiera ocupar el lugar de su jefe. Jane se levantó como pudo.
– Detente. No puedes hacer…
La tierra tembló cuando Kim pisó el cable tapado por la nieve que rodeaba la plataforma del helicóptero.
¡Bummmm!
Una explosión.
Llamas.
De repente la mujer dejó de estar allí.
Y luego explotó el helicóptero.
Los fragmentos de metal y los rotores salieron despedidos en todas las direcciones.
Jane enterró la cara en la nieve e intentó aplastarse todo lo posible contra el suelo.
Cuando levantó la vista al cabo de unos segundos lo único que vio fue los restos ardientes del helicóptero.
– ¿Estás bien? -Era Trevor, que estaba arrodillado a su lado, desabrochándole el anorak para verle el brazo.
¡Estaba vivo! ¡Gracias a Dios!
– Creía que estabas muerto -dijo Jane con voz temblorosa-. La mina…
– Jock la hizo estallar para hacer que todos creyeran que me la había tragado. MacDuff y él estaban vigilando la casa y me vieron cuando me alejaba a rastras. Se lo agradecí. -Apretó los labios-. Hasta que ese chiflado te disparó porque te interponías entre él y Reilly.
– No creo que me haya hecho mucho daño. -Miró los restos ardientes del helicóptero-. Y valía la pena intentarlo para impedir que Reilly subiera a ese helicóptero.
– No estoy de acuerdo. -Trevor estaba mirando la herida-. Es sólo una pequeña hemorragia. Jock dijo que era una herida superficial.
– ¿Dónde está? -Entonces vio a Jock y a MacDuff, que se dirigían hacia la casa. Los llamó-. Tened cuidado. Norton está dentro y…
– No se preocupe -dijo MacDuff-. Tendremos cuidado. Pero Jock no quiere que la policía haga daño a este tal Norton. Quiere encontrarlo primero. Siente una especie de empatía.
– ¿Sentirá la misma empatía por esos terroristas suicidas del campamento? -murmuró Jane mientras MacDuff y Jock desaparecían dentro de la casa-. ¡Por Dios?, ¿qué haces con gente así?
– Entregarlos al Gobierno. Probablemente los ingresarán en un sanatorio e intentarán desprogramarlos.
– Si los pueden encontrar. Reilly los llamó y les dijo que quería que se «dispersaran» todos. -Se levantó-. Pero se llevó los expedientes personales con él. -Se acercó lentamente al cadáver de Reilly-. Los expedientes deber tener alguna información sobre esas personas-. Tuvo especial cuidado en no mirar el cuerpo sanguinolento de Reilly mientras le guitaba el maletín de la mano-. Tenía otro con las traducciones de diversos documentos de Herculano. No lo veo… Allí está. -El otro maletín había salido despedido varios metros a causa de la explosión.
– Yo lo cogeré. -Trevor atravesó el campo y cogió el maletín-. Ahora vayamos a urgencias a que te vean esa herida. -Sonrió-. Y tampoco me importaría que me aplicaran algunos primero auxilios a mí. MacDuff me hizo un vendaje bastante provisional.
– Tanto quejarse, tanto quejarse. -MacDuff se dirigía hacia ellos-. Tiene suerte de que estuviera allí para salvarle el culo. No puede esperar tenerlo todo. -Echó un vistazo al maletín que Jane llevaba en la mano-. ¿Qué es eso?
– Expedientes personales del campamento.
MacDuff se puso tenso.
– ¿Y qué va a hacer con ellos?
– Entregárselos a Venable.
MacDuff meneó la cabeza.
– No el de Jock. -Levantó la mano-. Puede hacer lo que quiera con el resto. Pero no con el expediente de Jock.
Jane titubeó.
– Cuidaré de él -dijo en voz baja MacDuff-. Sabe que lo haré. Le falta muy poco para llegar a ser normal. Sea lo que sea lo que se suponga que es ser normal. No dejaré que todo se vaya al infierno. Y usted tampoco quiere eso.
No, Jane no quería que eso ocurriera. Abrió el maletín y examinó superficialmente el contenido. Levantó lentamente el maletín.
– Sólo el expediente de Jock, MacDuff.
MacDuff hojeó los expedientes y sacó uno de la carpeta.
– Esto es lo único que me importa. -Lanzó una mirada hacia el maletín que sujetaba Trevor-. ¿Y eso qué es?
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