– Pete y Susie son una apuesta más segura.
– Quizá. Si sus madres deciden responder a sus silbidos. ¿Qué tal es la memoria de los delfines?
– Excelente.
– Eso es bueno. ¿Por qué escogió Lontana las aguas en torno a las Islas Canarias para buscar Marinth? Yo habría pensado que estaba más cerca de Egipto.
– Un presentimiento. Se supone que los marinthianos eran excelentes marineros, por lo que las Canarias no les quedarían muy lejos y la topografía de varias de las islas pasó a la leyenda.
– ¿De qué manera?
– Son volcánicas y eso habla de posibilidad de terremotos. Algunos científicos creen que serán azotadas por tsunamis.
– Eso coincidiría con la parte de la leyenda que dice que el mar tomó de vuelta Marinth.
Melis asintió.
– Phil estudiaba las fumarolas en esta zona cuando se le ocurrió que este podría ser el lugar definitivo. ¿Ha hecho reservas en algún hotel?
– Los hoteles son un riesgo. Nos quedaremos en el Trina. Esta atracado a diez minutos de aquí y mientras estemos a bordo puedo controlar la seguridad.
– No me importa dónde paremos. Sólo quiero una cama.
– Correcto. -La expresión de Kelby era sombría -. Ese degenerado no la ha dejado dormir mucho últimamente.
– Hoy tampoco puedo dormir mucho. Lo más, seis horas, y después tengo que volver con los delfines. ¿Podría mandar un mensajero a los chavales para que sepan dónde voy a estar?
– Tan pronto lleguemos al barco. -La tomó del brazo -. Vamos. Le diré a Billy que nos prepare algo de comer y después podrá echarse a dormir.
¿Billy? Oh, sí, el cocinero. Desde aquel día en el Trina le parecía que había pasado un siglo.
– ¿Está toda la tripulación a bordo?
– No, sólo Billy. Y dos centinelas que vigilan el tanque. Les di el día libre a los demás. No sé cuánto tiempo estaremos navegando. Quizá no tenga tanta fe en Pete y Susie como usted.
– Yo nunca dije que estuviera segura. Solo creo que hay muchas posibilidades. -Lo miró de reojo -. Ha mantenido su palabra. Ha hecho todo lo que le he pedido. Sé cuánto ansia todo esto. No lo decepcionaré.
– No me sentiré decepcionado. Si atrapamos a Archer consideraré que hemos ganado. A veces creo que quiero pescar a ese tipo casi tanto como quiero encontrar Marinth.
– La palabra clave es casi. -El Trina apareció delante de ellos, era tan bello como ella lo recordaba-. Nada es tan importante como Marinth. Lo comprendo. Es como una fiebre.
– Hay fiebres y fiebres. -La ayudó a subir por la plancha -. No creo que valga la pena discutir la fiebre en este momento.
– ¿Por qué no? El sueño de Phil fue siempre… -Melis olvidó lo que iba a decir. Qué calor. Apartó la vista y respiró profundo -. Bien, no hablemos de fiebre.
– Cobarde -Kelby la zahirió levemente-. Pensé que aceptaría el reto.
– Entonces, diga lo que tiene en mente. -Melis se obligó a mirarlo de nuevo -. No juegue con las palabras. No soy buena en eso. La sonrisa del hombre desapareció.
– Yo tampoco. Me ha pescado desprevenido. No esperaba que usted se sintiera de la misma manera.
Ella tampoco lo había esperado. Había sido como si la golpeara un rayo: caliente, punzante, intensamente sexual. Aún sentía la sacudida.
– Está bien -dijo él en voz baja -. No voy a aprovecharme de un momento de debilidad. -Señaló con la cabeza la escalera que llevaba a los camarotes -. Le dije a Cal que dejara su maleta en el primer camarote a la derecha. Creo que ahí tendrá todo lo que necesita.
Asombrada, Melis se dio cuenta de que no quería apartarse de él.
– Gracias.
Avanzó lentamente hacia la escalera. Dios, ¿qué le ocurría?
Ella no era estúpida ni inocente. Sabía lo que le ocurría. Sólo que no le había ocurrido nunca antes.
Cuando llegó al primer escalón miró atrás por encima del hombro. Él estaba allí, observándola. Fuerte, vital y sensualmente masculino.
Qué calor.
Se apresuró a bajar.
Melis respiró profundamente y abrió la puerta del camarote de Kelby.
– Mire, siento entrar así, pero…
El no estaba allí. Aunque habían transcurrido más de dos horas desde que ella lo había dejado en la cubierta.
Echó a andar por el pasillo y subió lentamente la escalera hasta la cubierta superior. El estaba de pie junto al pasamanos, mirando al mar.
– Kelby.
Se volvió y la miró.
– ¿Algún problema?
– Sí. -La voz de Melis temblaba-. Y no sé qué hacer al respecto. No puedo dormir y me siento… -Avanzó hasta detenerse frente a él -. Pero no creo que se me vaya a pasar, así que tengo que afrontarlo. -Puso las manos sobre el pecho del hombre. Sintió el latido de su corazón y cómo los músculos se le ponían tensos bajo sus dedos -. Carolyn diría que es un buen avance.
– Y usted respeta su opinión. No me importa por qué o cómo, lo que importa es que ocurra. -Kelby le puso la mano en la garganta-. Eres tan delicada. Yo no soy el hombre más gentil del mundo. Me dejaré llevar y lo haré demasiado rápido, temo hacerte daño.
– A la mierda. No soy delicada. Soy fuerte, y no lo olvides. El rió para sus adentros.
– Prometo no olvidarlo.
La mano del hombre bajó hasta los pechos de la chica. Ella inspiró con brusquedad.
– ¿No? -Kelby la miró a los ojos.
– Demonios, no te estoy rechazando. Si sigues tratándome como a una inválida no vamos a llegar a ninguna parte. Es que me sentí… excitada. Todo está conectado, ¿no es así? Me tocas ahí y yo lo siento… por todo el cuerpo.
– Así funciona. – La voz del hombre era ahora ronca -.Ya veces funciona muy de prisa. Así que creo que lo mejor es que bajemos a mi camarote.
Kelby intentó recuperar el aliento.
– ¿Te he hecho daño?
– No me acuerdo. -Él había sido apasionado hasta el extremo y quizá llegara hasta la rudeza. Ella no tenía derecho a quejarse. Tras los primeros minutos se habían comportado casi como anímales. Melis tenía un vago recuerdo de sus uñas clavándose en los hombros de él -. ¿Te he hecho daño?
– No, pero me sorprendiste muchísimo.
– Yo también me sorprendí. No fue como con los hombres que Carolyn me eligió. Ella hizo todo lo que pudo, pero fue algo… clínico.
– Apuesto a que quedó decepcionada.
– Sí, me dijo que lo intentaríamos de nuevo más tarde. Lo evité constantemente, pero si hubiera sabido que era tan delicioso le habría hecho caso.
– Creo que debes quedarte conmigo. Soy un producto probado. – La hizo pegarse a él -. ¿Alguna mala vibración?
– Al principio, algo hubo. Pero después desaparecieron. Creo que fue porque éramos como dos osos tratando de despedazarse. Parecía algo muy… natural. Si hubo una víctima en esta cama, ese fuiste tú, Kelby.
– Y con gusto volveré a sacrificar mi cuerpo. Me alegra haberte dado placer.
Ella permaneció callada un instante.
– Fue interesante.
Kelby rió para sus adentros.
– No es el comentario más entusiasta que haya oído sobre mi desempeño sexual. -Le frotó la sien con los labios -. Y creo que para ti fue algo más que interesante. Estabas muy cachonda.
– Y eso también resultó interesante. -Melis se pegó al cuerpo del hombre -. Cómo duró. Creo que debes ser como Pete. -¿Qué?
– Dijiste que eras muy sexual, como Pete. Creo que tienes razón.
– ¿Me estás insinuando algo? Estoy listo.
Oh, sí, estaba listo. Y ella también. Era increíble que pudiera desearlo de nuevo tan pronto. Los años y Carolyn la habían curado. A ella le habría encantado…
Kelby se levantó, apoyándose en un codo.
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