– ¿Cómo lo sabe?
– Yo estuve presente en uno de los altercados a gritos que tuvo con mi abuela. Ninguna de ellas prestaba gran atención a mis tiernos sentimientos. -Se encogió de hombros -. De hecho, me alegré de haber estado en la habitación. Antes de ese día me tenía engañado. Después de que mi padre falleció en un accidente comenzaron los juicios por la custodia. Él me lo dejó todo y ella estaba furiosa. Pero quien me controlara, controlaba el dinero, y ella se lanzó enseguida a la batalla. Todo niño quiere pensar bien de su madre y ella tenía mucho talento para hacerse la víctima débil e indefensa. Era una verdadera belleza sureña. Toda lágrimas y reproches contra mi abuela. Creo que estaba practicando para comparecer como testigo e intentando influir sobre mí para que testificara en su favor.
– ¿Y su abuela?
– Quería a mi padre y quería el dinero. Odiaba a Trina y yo era un impedimento y un arma en las manos de Trina.
– Qué encanto.
– Pero sobreviví. No estaba como usted en Kafas. La mayor parte del tiempo estaba en internados o en el yate de mi tío Ralph. Los únicos episodios verdaderamente inmundos ocurrían cuando me arrastraban a los tribunales o me obligaban a ir a casa para que Trina me adulara delante de la prensa. Para que eso no ocurriera con mucha frecuencia, yo me comportaba como un salvaje cabrón cada vez que estaba cerca de ella.
– Pero de todos modos, le puso a su yate el nombre de ella.
– Una pequeña broma privada a costa de mi dulce madre. El yate cuesta una fortuna y mamá vive en estos momentos de acuerdo a un presupuesto. Es un presupuesto generoso, pero no lo que a ella le gustaría. -Kelby sonrió -. Y yo controlo totalmente el Trina. Ahí tengo la última palabra, lo mismo que con su presupuesto.
– Debe de odiarla.
– La odié durante un tiempo. Con los años la odio menos. Lo de hacerse pasar por débil y frágil funcionó conmigo. Yo era un niño idealista y quería salir a pelear contra molinos de viento para protegerla. Hasta el día en que descubrí que tenía que protegerme de ella. Fue una experiencia esclarecedora. -Se puso de pie -. Voy atrás, a coger más hielo para los tanques. Me dijo que había que mantenerlos frescos y Pete ha estado moviendo bastante la cola. Melis asintió.
– Voy a controlar a Susie. -Se incorporó y echó a andar hacia el tanque. De repente le vino una idea a la cabeza-. Kelby.
Él la miró por encima del hombro.
– Yo parezco… La mayor parte de los hombres cree que parezco… rompible. ¿Le recuerdo a su madre?
– A primera vista, su aspecto despertó en mí un cierto resentimiento. -Los labios del hombre se torcieron-. Pero le garantizo que nunca me ha recordado a mi madre.
Las Palmas
– Son tan hermosos. -Rosa Valdés contempló admirada a Pete y a Susie en el tanque de veinticinco metros -. Y son una especie magnífica, ¿no es verdad, Melis?
– Son fascinantes -dijo Melis, sin prestarle mucha atención. Susie fue liberada del cabestrillo antes de bajarla al tanque, pero se limitaba a yacer sobre el fondo del depósito. Cuando llegaron al muelle parecía estar en buena forma. ¿Por qué no se movía? Pete también se lo preguntaba. Nadaba en torno a ella con preocupación.
– Para nosotros es un verdadero honor que nos permita ayudarla con los delfines -dijo Rosa con solemnidad-. Los estudiantes colaboramos en el acuario, pero esto es diferente. Esto va mucho más allá.
– Agradezco la ayuda.
Si Susie no comenzaba a moverse ella tendría que saltar al agua a ver…
Pete empujaba suavemente a Susie.
La cola de Susie comenzó a moverse de un lado a otro.
Pete le dio un empujón nada gentil con el hocico.
Susie lo golpeó con la cola, después nadó hasta la superficie y comenzó a cloquearle a Pete con indignación.
Melis suspiró aliviada. No había ocurrido nada. Susie estaba siendo la reina del drama.
– Gracias -dijo, volviéndose hacia Rosa -. No habría podido acomodarlos sin ti y sin Manuel.
– Ha sido un honor -dijo Rosa-. Mi profesor estaba muy entusiasmado porque nos iban a permitir cuidar de los delfines hasta que usted los liberara. Para ganar más créditos llevaremos un registro.
Melís pensó divertida que la chica era muy seria. Seria, diligente y joven. ¿A qué sabía sentirse tan joven?
– ¿Dijiste que mañana vendrían otros estudiantes a ayudar?
– Marco Benítez y Jennifer Montero. Ambos tenían deseos de estar hoy aquí pero no queríamos abrumaría.
– Creo que podría haberlo soportado. -Melis se volvió hacia el depósito con hielo junto a los tanques -. Hay que darles de comer. Con toda intención no los alimenté antes o durante el viaje porque no quería que se marearan o tropezarme con materia fecal de esos pequeños depósitos. ¿Querrías ocuparte de eso junto con Manuel?
– ¿De veras? -Rosa abrió el depósito de hielo antes de que Melis pudiera hacerlo -. ¿Cuánto? ¿Les damos de comer de la mano o simplemente lo tiramos en el tanque?
– Ahora te muestro cómo. -Melis vaciló un instante. También podía enseñarles a proteger los delfines mientras ayudaban. – Pero debes cerciorarte de no darle a los delfines nada que no esté en el depósito de hielo. A veces la gente intenta tirarles a los delfines alimentos para humanos, pero eso no debe ocurrir. ¿Lo entiendes?
Rosa asintió con la cabeza. -Por supuesto.
– Y como se trata de un ambiente nuevo, hay que controlar a Pete y Susie las veinticuatro horas del día. Cada minuto tiene que haber alguien aquí acompañándolos,
– Lo íbamos a hacer de todos modos. Ya hemos organizado turnos de dos personas para poder completar nuestro registro diario.
– Muy bien. -Melis se inclinó sobre el depósito -. Les gustan peces enteros. Solo se los doy en trozos cuando no queda más remedio. Puedes tirarles los peces. Más tarde te enseñaré cómo darles de comer con la mano. Es una experiencia impresionante…
– ¿Satisfecha? -Cuando se apartó del tanque una hora después, Kelby estaba de pie al final del embarcadero -. De todos modos, los chavales son muy listos.
– Más que eso. Tendrán los ojos clavados en los delfines cada minuto del día.
– Y eso es magnífico -dijo Kelby-. No tendrá que preocuparse porque alguien vaya a meterse con ellos mientras trabajamos. He comprobado con la universidad a cada estudiante que aparece en la plantilla para asegurarme que no hay ningún problema, pero también Cal hará de centinela.
Quería decir que Archer no se metería con ellos. ¿Quién otro podía ser? Ese nombre parecía dominar todos los pensamientos en esos días.
– ¿Algún indicio de Archer?
– No. He mandado a Nícholas a que revise las tabernas y hoteles en torno al puerto a ver si puede conseguir alguna información. Pero Archer puede estar en su barco, el jolie Filie.
– Querrá saber qué estamos haciendo en la ciudad. Desde el mar no puede averiguar nada. -Melis miró hacia el horizonte, bañado por la luz crepuscular. ¿Estaba esperándola allí? Habían llegado a Las Palmas hacía cuatro horas y él aún no le había telefoneado-. ¿Cuánto tiempo tendremos que permanecer aquí?
– Probablemente otros dos días. Las nuevas instalaciones del Trina todavía no están listas. Wilson tuvo que ocuparse de arrendar un captador submarino de imágenes de la marina de guerra, pero no llegará hasta mañana.
– Oh, todo de primera.
– Tengo grandes esperanzas. La tecnología no funcionó muy bien cuando los científicos la emplearon para hallar la ciudad perdida de Helike, en Grecia, pero este captador de imágenes está a años luz del que utilizaron allí.
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