– ¿Sigues pensando que podría formar parte de algún tipo de actividad ocultista?
– Todavía no puedo descartarlo. -Riley se encogió de hombros-. Tengo que documentarme un poco, ver si encaja con algún patrón conocido.
– ¿Crees que es posible?
– Bueno, sí, al menos hasta cierto punto. Hay rasgos comunes a todas las religiones, a todos los sistemas de creencias. La escenografía puede cambiar con el paso de los años, y algunos líderes carismáticos pueden inventar sus propios rituales o sus formas peculiares de celebrarlos, pero las líneas generales permanecen idénticas.
Fue Jake quien dijo:
– ¿Y cuáles son las líneas generales de las prácticas ocultistas?
– Todos los rituales ocultistas giran en torno a la invocación de un poder sobrenatural capaz de operar un cambio.
– ¿Un poder sobrenatural? ¿Como la magia?
Su tono desdeñoso no sorprendió a Riley. Ni lo paranormal, ni las fuerzas sobrenaturales formaban parte de la vida de la mayoría de la gente, así que abundaban los ignorantes. Se había acostumbrado, de hecho, a tener que explicar a personas perfectamente inteligentes que lo paranormal no tenía nada que ver con vampiros o licántropos, y que la magia era algo más que una ilusión o que el movimiento de nariz de una bruja de la televisión.
Así que contestó con paciencia:
– En este contexto, un poder sobrenatural serían las fuerzas energéticas de la naturaleza, de los elementos. El viento, el agua, la tierra…, el fuego. En los rituales ocultistas, o mágicos, esa energía elemental se crea o se invoca y luego se canaliza o se dirige hacia un fin concreto.
Ash dijo:
– Entonces alguien quemó dos edificios para… ¿para qué? ¿Para usar la energía del fuego en provecho propio?
– Es posible, Ash.
– No pareces muy convencida.
Consciente de que Jake la miraba con el ceño fruncido, Riley se preguntó si estaba pensando otra vez que era de poca ayuda en la investigación. Pero mantuvo la mirada fija en Ash.
– Es frecuente que se use fuego en las prácticas ocultistas. Incluso una hoguera. Pero quemar un edificio… Yo diría que es excesivo. Y no sé para qué iba a necesitar alguien tanta energía o a creer que podía dominarla, si la tuviera. Todos los rituales tienen un propósito, y de momento no le veo ninguno a todo esto. Así que no, no estoy segura de que estos incendios estén relacionados con alguna actividad ocultista que pueda estar teniendo lugar en el condado de Hazard.
– Hablas como si estuvieras en el banquillo de los acusados -gruñó él.
– He estado en él un par de veces.
– Sí, ya me lo imagino.
Riley miró al sheriff.
– Tendré que documentarme un poco antes de lanzar alguna hipótesis. Quizá ponerme en contacto con un par de expertos de la oficina.
– ¿Hay expertos en ocultismo en el FBI?
– Un par, sí. -Riley era uno de ellos, pero seguía convencida de que no se lo había contado al sheriff.
Respecto a Ash estaba menos segura, pero como él no dijo nada, no se preocupó, al menos de momento.
– Para eso sirven mis impuestos -masculló Jake.
– Puede que antes de que esto acabe te alegres de que esos expertos existan -le dijo Riley-. Porque si alguien está matando gente y quemando edificios para celebrar rituales ocultistas, tienes un problema muy grave entre las manos.
– Lo tengo, aunque esto no tenga nada que ver con el ocultismo -contestó Jake con un suspiro.
«Créeme: si está relacionado con el ocultismo, es peor.»
Pero Riley no lo dijo en voz alta. Y no sabía por qué.
– Supongo que le has pasado los resultados de la autopsia a algún amigo de Quantico, ¿no? -le preguntó Ash.
Ella asintió con la cabeza.
– Con permiso de Jake, claro. Hace un par de horas.
– Tu amigo trabaja deprisa. Me pasé por comisaría al salir del juzgado y Leah me dio un mensaje para ti: por lo visto, tu teléfono móvil está apagado o se ha quedado sin batería.
– Maldita sea. -No se molestó en mirar en su bolso: sabía que había encendido el teléfono antes de salir de casa. Se había apagado. Últimamente se quedaba sin batería mucho antes de lo normal. Otra señal de que algo iba mal.
– Parece que el tuyo también está apagado -añadió Ash dirigiéndose a Jake.
– Me lo he dejado en el todoterreno.
– Menos mal que no ha habido una emergencia que exigiera la presencia del sheriff.
– Estamos a calle y media de jefatura, Ash. Alguien habría sacado la cabeza por la puerta y me habría dado una voz.
Riley no estaba de humor para discusiones, así que zanjó aquélla antes de que empezara diciéndole a Ash:
– ¿Y el mensaje?
Él la miró.
– Breve y muy enigmático. Cito: «Primer análisis: humano. Segundo análisis: del mismo grupo que el donante». Fin de la cita. Espero que para ti tenga más sentido que para mí.
Riley entrelazó los dedos alrededor de la tira de su bolso con la esperanza de que ninguno de los dos notara que le temblaban. O que pensaran simplemente que necesitaba calorías. Pero no era por eso.
El mensaje estaba muy claro para ella. La sangre de la ropa con la que se había despertado la tarde anterior era humana. Y el grupo sanguíneo era el mismo que el de la encontrada en el estómago de la víctima.
Lo que significaba que era muy probable que hubiera otra persona asesinada en alguna parte.
Alguien cuya sangre había cubierto a Riley.
– ¿Es algo que deba saber Jake? -preguntó Ash mientras la llevaba en coche al café donde pensaban comer. Habían dejado al sheriff enfadado porque Riley no quiso descifrar por completo el mensaje de Quantico.
– Ya sabe lo más importante. Su forense se lo dijo. Que la sangre del estómago de la víctima es humana, pero que no pertenece a la víctima. Lo que significa que probablemente hay otra víctima a la que no hemos encontrado aún.
– ¿Y por qué tuvo que verificarlo tu compañero de Quantico?
«No puedo pensar. ¿Por qué no puedo pensar?»
Necesitaba combustible otra vez, claro. Por eso, entre otras cosas, no había protestado al ver llegar a Ash al lugar del incendio. Necesitaba combustible y, cuando lo tuviera, cuando su nivel de energía fuera óptimo, podría empezar a ordenar los datos dispersos por su cabeza.
«Actividad ocultista: posiblemente. Incendio provocado: no hay duda. Asesinato: no hay duda. Probablemente dos, maldita sea. ¿Relación? Sabe Dios.»
– Sólo para estar segura, nada más -dijo, contestando por fin a la pregunta de Ash.
– ¿Qué me estás ocultando, Riley?
Ella se arriesgó.
– Muchas cosas.
Ash no pareció sorprendido. O tenía una fabulosa cara de póquer.
– Entiendo. ¿Por motivos profesionales o personales?
Riley volvió a arriesgarse y contestó sinceramente. Más o menos.
– Lo mismo da una cosa que la otra. Lo siento, Ash. Es sólo que estoy acostumbrada a trabajar sola. Y no suelo mantener una relación de pareja mientras estoy trabajando, ya te lo he dicho. -«Y no puedo descifrarte, no sé qué piensas o sientes, pero te miro y me siento intranquila. Intranquila y no sé por qué.»
– Y yo soy el fiscal del distrito del condado de Hazard.
– Eso también. No puedo…, no puedo contarte todo lo que sé, o lo que creo saber o sospechar, sin pruebas que lo respalden. Sin pruebas, son sólo conjeturas, hipótesis inútiles. Y de todos modos seguramente son callejones sin salida, porque la mayoría de las investigaciones están llenas de ellos. Por eso, entre otras razones, tampoco le he dicho a Jake lo que estoy pensando.
– Porque cogería lo que podría ser una pista y se apoderaría de ella. Concentraría todas sus sospechas en una única persona o una zona, excluyendo todo lo demás. Llegaría a conclusiones precipitadas.
Читать дальше