– Será lo más rápido -convino el sheriff-. Podemos preguntar en todos los moteles y las agencias inmobiliarias por un hombre solo que haya alquilado una habitación, un piso o una casa. En esta zona suele haber más grupos o familias que personas solas, así que eso debería reducir bastante el campo de búsqueda. Pondré a mi gente a trabajar en ello.
– Es un comienzo, en todo caso. -Riley le ofreció la carpeta a Leah-. ¿Quieres echar un vistazo?
– Paso. De todos modos no me enteraría de nada.
Riley sonrió y le devolvió la carpeta a Jake.
– No hay mucho que no supiéramos ya. Un varón blanco de entre cuarenta y cuarenta y cinco años, torturado y decapitado posteriormente. Los resultados de los análisis toxicológicos no han llegado aún. Se estima que la muerte se produjo entre las dos y las seis de la madrugada del domingo. O más bien del lunes por la mañana.
– ¿Ayuda eso? -preguntó Leah.
– No mucho, si no hay nada más. Jake, ¿puedo ver todos los papeles que tengáis sobre cualquier otro delito que haya sucedido este verano y que pueda estar relacionado? Ese incendio provocado, casos de vandalismo, lo que tengáis.
– Claro. -El sheriff había adoptado una actitud profesional. La incursión en la vida privada de Riley parecía olvidada-. ¿Buscas un hilo común?
Ella contestó con naturalidad:
– Si lo hubiera, seguramente tu gente lo habría encontrado ya. A no ser que esté relacionado con el ocultismo. Ésos pueden ser muy sutiles, y creo que la mayoría de los policías no podría distinguirlos.
– ¿Y tú sí?
– Puede que sí, puede que no. -Sacudió la cabeza-. Perdona que hable con tantas vaguedades, pero todavía no he tenido ocasión de ponerme a investigar. Hasta que no tenga una lista de sucesos potencialmente relacionados con el caso e intente aclarar qué tienen en común, documentarse es difícil y casi siempre inútil. El ocultismo es un tema muy amplio.
Jake dijo con un suspiro:
– Sí, he hecho una búsqueda en Internet poniendo «sacrificio humano». No te creerías la cantidad de mierda que me ha salido.
– Oh, yo soy capaz de creerme casi cualquier cosa. -La voz de Riley sonó seca e irónica-. Pero preferiría empezar por el principio, no por el final.
– ¿A qué te refieres?
– A que los preparativos para una ceremonia ocultista son tan importantes como su resultado, posiblemente incluso más.
Leah lo entendió primero.
– Así que, si encuentras algo raro en los preparativos, te inclinarás más por creer que los elementos ocultistas se usaron como cortina de humo.
– Exacto.
Jake había fruncido el ceño.
– ¿Eso es lo que crees? ¿En serio?
– Creo que es posible.
– Te ha convencido Ash.
– La verdad es que creo que él está seguro de que este asesinato no tiene nada que ver con el ocultismo. Yo no estoy tan dispuesta a descartar todavía esa posibilidad.
– Me alegra saberlo -dijo Jake-. Creía que iba a tener que perder un montón de tiempo discutiendo contigo.
– Yo siempre estoy abierta a todas las posibilidades -repuso Riley-. Suele haber muchas, y este caso no es una excepción. Puede que sea un asesinato doméstico disfrazado para que parezca otra cosa. O puede que de verdad sea otra cosa.
Ahora fue Leah quien frunció el ceño.
– Espera un momento. Has dicho que el informe de la autopsia no dice mucho que no supiéramos ya.
– Sí, eso he dicho.
– Entonces es que hay algo. Algo que no esperabas.
– Una cosita -contestó Riley-. El contenido del estómago.
Jake miró la carpeta cerrada que había dejado sobre la mesa y volvió a fijar los ojos en Riley levantando las cejas.
– ¿Qué pasa con eso? Todavía no tenemos los resultados toxicológicos, así que…
– Así que no sabemos si fue drogado o envenenado. Sí. Pero lo que sí sabemos es que tenía el estómago lleno de sangre. Y no era la suya.
Riley se agachó para recoger un trozo de madera quemada y se irguió, dándole vueltas entre las manos.
– ¿La casa estaba en construcción cuando se quemó?
– No tenía mucho más que el armazón -contestó Jake-. El tejado ya estaba colocado, y las paredes casi completas, pero eso era todo.
– Y la estaba levantando una constructora, no un particular.
– Sí, una gran empresa compró un montón de terreno en la isla hace un par de años, cuando uno de los propietarios originales quiso venderlo por fin. Desde entonces van edificando por parcelas. Normalmente construyen dos o tres casas al mismo tiempo. Son cuadrillas grandes.
– ¿Y el seguro?
– Lo que cabía esperar. Nada del otro mundo. -Jake se encogió de hombros-. Y no encontré nada raro. Construyen una casa y luego la venden a un particular, a una cooperativa o a un grupo inmobiliario dueño de alquileres. Lo normal aquí.
Riley dejó caer el trozo de madera quemada y se frotó distraídamente las manos.
– ¿Y el jefe de bomberos está seguro de que fue provocado? -Se estaba comportando como si aquélla fuera su primera visita al lugar del incendio, aunque suponía que había estado allí al menos una vez antes, a espaldas del sheriff. A fin de cuentas, aquel fuego era uno de los sucesos extraños que habían despertado las sospechas de Gordon ese verano.
Así pues, era lógico que hubiera estado allí en algún momento. Tal vez incluso hubiera encontrado algo que ahondara (o disipara) sus propias sospechas.
No se acordaba.
– Se usó un acelerante -contestó Jake-. Y no uno corriente, como gasolina o líquido para mecheros. No tenemos resultados de laboratorio que determinen cuál fue, pero de eso estamos seguros.
– ¿Hay algo más de lo que estemos seguros? -Era una pregunta franca y en absoluto sarcástica.
– No mucho. Ocurrió en plena noche, cerca del amanecer, en realidad. Avisó un vecino que se levantó temprano para sacar a su perro. El fuego estaba ya muy avanzado y no se vio a nadie aquí, ni huyendo a pie o en coche.
Riley miró con el ceño fruncido los pilares ennegrecidos que debían sostener la casa muy por encima del suelo de arena, tal y como exigía la normativa. Sólo quedaban algunas partes en pie y reconocibles. Alrededor de la base de las grandes vigas había montones de madera calcinada. Allí donde el edificio se había hundido sobre sí mismo al quemarse, los montones eran tan altos que le llegaban a la cintura.
– ¿En qué estás pensando? -preguntó Jake.
Ojalá lo hubiera sabido. Había algo que le resultaba muy familiar en todo aquello, pero no sabía qué era. Ni por qué lo era. Quizá sólo le sonaba porque había estado allí antes, observando los restos del incendio.
O tal vez era por otra cosa.
– ¿Riley?
«¿Por qué tengo la sensación de que es otra cosa?»
– Supongo que el jefe de bomberos inspeccionó todo esto -dijo, más por decir algo que porque lo dudara.
– Dos veces. Y también he echado un vistazo yo mismo. Ayer por la mañana, de hecho. Excepto por los indicios del acelerante que te he comentado, no vimos nada raro.
Riley le miró, con el ceño fruncido.
– Entonces, ¿por qué metéis este incendio en el mismo saco que los demás sucesos extraños? Los fuegos ocurren. Incluso los provocados. -Pensando en su anterior conversación con Leah, añadió-: Incluso en el paraíso. Y quemar un edificio no forma parte de ningún ritual, que yo sepa. Así que, ¿por qué crees que esto podría tener algo que ver con prácticas ocultistas?
Él suspiró.
– Bueno, sí que había una cosa rara. El jefe de bomberos no se fijó, o por lo menos no lo puso en su informe. Y yo sólo lo encontré ayer. Ni siquiera he tenido ocasión de decírselo a Ash, si quieres que te sea sincero.
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