John Le Carre - La chica del tambor

Здесь есть возможность читать онлайн «John Le Carre - La chica del tambor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Шпионский детектив, на французском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La chica del tambor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La chica del tambor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La chica del tambor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La chica del tambor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El silesio parecía pensar lo mismo, pero, con macabro sentido del humor, exclaimó sonoramente:

- ¡La hemos llamado la bomba de Bikini! ¡Es el minimo! ¡No Lleva extras!

Alexis, temerariamente, apostilló:

- ¡Ni indicios para efectuar detenciones!

Y fue recompensado por Schulmann mediante una sonrisa de admiración y extraño reconocimiento.

Apartando bruscamente a su ayudante, el silesio metió la mano en la maleta y con airoso ademán extrajo de ella una pieza de madera sobre la que se había montado el circuito eléctrico, que tenia la apariencia de un autódromo de juguete, con hilo conductor cubierto de aislante, que terminaba en diez palitos de plástico gris. Mientras los profanos se arremolinaban alrededor de la mesa para ver mejor el ingenio, Alexis vio con sorpresa que Schulmann, con las manos en los bolsillos, se unía a los mirones. ¿Por qué?, se preguntó Alexis mirando descaradamente a Schulmann. ¿A santo de qué hoy pierdes tan tranquilamente el tiempo, cuando ayer ni siquiera lo tenías para mirar tu maltratado reloj? Abandonando sus esfuerzos para fingir indiferencia, Alexis se puso rápidamente al lado de Schulmann. El silesio indicaba que ésta era la manera en que se fabricaba una bomba, cuando se tiene una imaginación convencional y se desea volar judíos. Usted compra un reloj barato, como éste, no lo roba, sino que lo compra en unos grandes almacenes, en la hora punta, y, además compra un par de chucherías para que el dependiente no se acuerde de usted. Arranca la saeta que marca las horas. Hace un orificio en el vidrio, mete un alfiler de sastre en el orificio, une mediante soldadura el circuito eléctrico a la cabeza del alfiler. Ahora, pone la batería. Ahora pone la saeta a la distancia de la aguja que usted desee. Pero, por lo general, procure que tarde lo menos que sea posible en llegar al alfiler, para evitar dilaciones que puedan conducir al descubrimiento y desarme de la bomba. Ahora le da cuerda al reloj. Compruebe que la aguja de los minutos sigue funcionando. Si, funciona. En el instante en que esta saeta toca el alfiler se cierra el circuito eléctrico, y la bomba estalla.

Para hacer una demostración del funcionamiento de aquella maravilla, el silesio quitó el detonador y los diez palitos de explosivo de plástico, sustituyendo a éstos por una bombillita como las que llevan las linternas de pilas.

El silesio gritó:

- ¡Y ahora les voy a demostrar cómo funciona el circuito! Nadie dudaba duque aquello funcionaba, casi todos se sabían de memoria el ingenio en cuestión, pero a pesar de ello y durante unos instantes, Alexis tuvo la impresión de que los espectadores se estremecían involuntariamente, cuando la bombillita se encendió alegremente. Sólo Schulmann parecía indiferente. Alexis pensó: «Quizá ha visto demasiadas tragedias, y, al final, se ha quedado sin sentido de la piedad.» Si, ya que Schulmann no hacía el menor caso de la bombilla. Estaba inclinado sobre el circuito de alambre conductor, y lo contemplaba con el crítico interés de un entendido.

Un parlamentario deseoso de demostrar su sagacidad preguntó por qué la bomba no había estallado en el momento deseado. En suave y elegante inglés, el parlamentario dijo:

- Esta bomba estuvo catorce horas en la casa. La saeta de los minutos da una vuelta por hora y la saeta de las horas da una vuelta en doce horas. ¿Cómo se explica que la bomba tardara catorce horas en estallar, cuando la previsión sólo podía ser de una hora a lo sumo?

El silesio tenía una conferencia completa para contestar cada una de las preguntas que le formularan. Ahora, dio una conferencia, mientras Schulmann, con su benévola sonrisa, comenzaba a tentar suavemente los bordes del circuito, con sus gruesos dedos, como si hubiera perdido algo en el relleno que había debajo. El silesio dijo que probablemente el reloj había fallado. Quizá el traslado en automóvil hasta la Drosseistrasse había dañarlo al mecanismo. El silesio también dijo que cabía la posibilidad de que el agregado laboral, al dejar la maleta sobre la cama, había alterado el circuito. Lo más probable era que el reloj, debido a su baratura, se parase y volviera a ponerse en marcha. Lo más probable era cualquier cosa, pensó Alexis irritado. Pero Schulmann tenía otra teoría, mucho más ingeniosa. Hablando como si distraídamente hiciera un aparte, y dedicando su atención a las bisagras de la maleta, dijo:

- O quizá el hombre de la bomba no rascó debidamente la pintura de la saeta.

Schulmann extrajo un viejo cortaplumas de múltiples usos, seleccionó un punzón, y comenzó a empujar levemente la cabeza del alfiler hacia arriba, confirmando la facilidad con que se podía arrancar. Dijo:

- Sus técnicos de laboratorio han rascado toda la pintura, pero quizá el hombre de la bomba no era tan científico como sus técnicos.

Cerró ruidosamente el cortaplumas y añadió:

- Ni tan hábil, ni tan cuidadoso.

En su fuero interno, Alexis protestó: ¡Pero si era una chica! ¿Por qué razón Schulmann comenzaba a hablar repentinamente del hombre de la bomba, cuando todos estamos pensando en una linda muchacha vestida de azul? Sin darse cuenta, al parecer, que de momento había desbancado al silesio mientras éste se hallaba en plena actuación, Schulmann fijó su atención en el circuito situado en la parte interior de la tapa de la maleta.

Con angelical modestia, el silesio preguntó:

- ¿Ha visto algo interesante, Herr Schulmann? ¿Ha descubierto una pista, quizá? Por favor díganoslo. Será interesante.

Schulmann meditó tan generosa oferta. Y mientras se acercaba a la mesa con sus macabros restos, que examinaba atentamente, dijo:

- Falta hilo conductor. Si, ya que aquí tiene usted un resto de setenta y siete centímetros de hilo.

Schulmann sostenía en la mano un chamuscado ovillo de hilo conductor. Estaba enrollado como se suele enrollar el hilo de lana, con un extremo ciñéndolo. Schulmann dijo:

- En su reconstrucción tiene usted un máximo de veinticinco centímetros. ¿A qué se debe el que en su reconstrucción falte medio metro de hilo?

Hubo un momento de intrigado silencio, antes de que el silesio soltara una sonora y benévola carcajada. Como si se dirigiera a un niño, el silesio explicó:

- Herr Schulmann, este hilo es hilo sobrante. Cuando quien quiera que fuese construyó la bomba, le sobró hilo y echó este hilo sobrante al interior de la maleta. Esto es normal, por una razón de limpieza.

El silesio repitió:

- Es hilo sobrante. Ubrig. Sin significado técnico. Sag ihm dock ubrig.

Alguien tradujo, sin que hubiera necesidad de ello:

- Sobras. Carece de significado, Herr Schulmann. Son sobras.

La pequeña crisis pasó, la laguna quedó colmada, y la próxima vez que Alexis dirigió la vista a Schulmann le vio discretamente situado junto a la puerta, dispuesto a irse, con la ancha cabeza parcialmente orientada hacia Alexis, levantado el antebrazo en cuya muñeca llevaba el reloj, pero con un aire que antes parecía tentarse el estómago que mirar la hora. Los ojos de uno y otro no se encontraron del todo, pero Alexis supo con toda certeza que Schulmann le estaba esperando, que deseaba que él cruzara la estancia y le dijera, almuerzo. El silesio seguía hablando monótonamente, y sus oyentes le rodeaban, en pie, como un grupo de pasajeros de avión en espera en un aeropuerto. Apartándose discretamente del grupo, Alexis se acercó de puntillas a Schulmann. En el pasillo, Schulmann cogió de! brazo a Alexis, en un gesto de sincero afecto. Ya en la calle -era un día soleado- los dos hombres se quitaron la chaqueta, y, más tarde, Alexis recordó muy bien que Schulmann se remangó las mangas de su camisa del desierto, mientras Alexis paraba un taxi y le daba las señas de un restaurante italiano, situado en lo alto de una colina, en un extremo de Bad Godesberg. Alexis había llevado a mujeres a tal restaurante, pero jamás a hombres, y Alexis, que jamás dejaba de ser voluptuoso, siempre tenía conciencia de las primeras veces.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La chica del tambor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La chica del tambor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La chica del tambor»

Обсуждение, отзывы о книге «La chica del tambor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x