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Carly Phillips: Lo que los hombres quieren

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Carly Phillips Lo que los hombres quieren

Lo que los hombres quieren: краткое содержание, описание и аннотация

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La columnista Rina Lowell estaba intentando averiguar qué era lo que querían los hombres y necesitaba saberlo por cuestiones muy personales… porque se estaba volviendo loca por su nuevo jefe, Colin Lyons. Después de muchos años viviendo para los demás, Rina había recuperado su vida… y su sexualidad. Y, ¿qué mejor que una aventura para volver a ponerse en marcha de verdad? Colin Lyons no entendía a las mujeres, y menos la maniobra de seducción que Rina había puesto en marcha. Lo cierto era que no deseaba resistirse… Rina era demasiado atractiva. Y no pudo evitar acabar en la cama con ella; pero no sospechaba que estaba a punto de despedirla…

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– Sí, es cierto, pero es una lástima que no pueda trabajar. Están pasando muchas cosas últimamente.

La voz de Colin sonaba ronca y conjuró en la imaginación de Rina imágenes de noches eróticas, de caricias sobre su cuerpo desnudo, de palabras cargadas de pasión. Se estremeció. No era nada extraño: lo deseaba.

Pero resultaba sorprendente porque nunca había deseado a nadie con tal intensidad.

Y necesitaba que él también supiera que comprendía sus emociones.

– No es lo mismo, pero yo también sé lo que significa echar de menos a alguien que se quiere. Mi hermano, por ejemplo, vive en Nueva York.

– ¿Cuántos hermanos tienes?

– Solo a Jake. Y créeme, tener un hermano policía puede ser muy problemático. Imagina volver a casa tras una cita secreta cuando tu hermanito hace las veces de guardaespaldas no requerido.

Colin rió.

– Algo me dice que le diste mucho trabajo…

Las bromas de Colin y su tono de evidente coqueteo, le recordaron a Rina que tenía una misión. Una misión profesional destinada a averiguar las reacciones del hombre ante sus cambios, y otra de carácter personal, para intentar seducirlo.

Sin embargo, su deseo de conocerlo más le había hecho olvidar lo primero y en consecuencia se estaba involucrando con él, acercándose emocionalmente, algo que no estaba en su plan.

– Más de una vez le di a Jake su merecido por meterse donde no lo llamaban.

– No lo dudo en absoluto.

Rina rió de forma descaradamente coqueta. Lo hizo con perfecta consciencia, para probarlo. Y el efecto fue inmediato: Colin la devoró con los ojos. Era evidente que llamaba su atención, pero no sabía por qué.

Había tal tensión sexual entre ellos, que continuar una conversación no resultaba tan fácil. Pero lo intentó.

– En cierta ocasión me fui de vacaciones y le dejé mi apartamento. Pero no le mencioné que había invitado a alguien más.

Cada vez que pensaba en la forma en que se habían conocido Jake y Brianne, sentía una intensa alegría. La pareja demostraba que dos personas muy distintas podían caminar juntas. Mantenían una relación muy libre, donde ninguno de ellos había perdido su independencia, y al mismo tiempo se querían apasionadamente.

– Me alegra que sea policía. Así podrá defendernos a los pobres ciudadanos contra alguien tan sorprendente como tú.

– No soy tan sorprendente. En realidad soy muy previsible.

– Oh, no, en absoluto. Hoy, por ejemplo, estás distinta -declaró el hombre, observándola con una sonrisa-. Llevas las mismas gafas, el mismo jersey largo y ancho, pero estás distinta.

Rina quería más detalles. Quería saber qué era, exactamente, lo que había notado. En teoría sólo le interesaban los datos para su investigación periodística; pero en la práctica, estaba más interesada por razones de carácter personal.

Además, sintió una inmensa esperanza al notar que a Colin le gustaba lo que veía.

– Vamos, sigue. Eres periodista. Observar es tu especialidad, así que seguro que sabrás darme más detalles…

Colin arqueó una ceja y acarició una de sus mejillas, con suavidad. Después, le enseñó un dedo que había quedado manchado de maquillaje.

– Te has maquillado levemente y desde luego estás muy guapa. Siempre lo estás.

El cumplido le gustó mucho a Rina.

– Pero no necesitas maquillarte para estarlo. Tu cambio es de otro tipo, es un cambio de actitud. Y ahora, dime… ¿te has maquillado por mí?

– Ya te gustaría a ti -bromeó-. No, es un experimento para mi columna. Sólo quería aprovecharme un poco de tus dotes de observación. Ya he comprobado la reacción del dueño de la cafetería y quería saber cuál era la reacción de otros hombres.

– ¿Vas a obligarme a competir para ganar tu atención?

– ¿Hay alguna razón por la que no debería hacerlo? -preguntó ella.

– Sí. No soy hombre que comparta ciertas cosas.

Rina lo deseó con todas sus fuerzas. Era obvio que no le importaba si se había maquillado o no. Se sentía atraído por ella de todas formas y sabía que no estaba mintiendo. Pero aquella relación suponía un obstáculo en su trabajo y alteraba su mente y su cuerpo.

– Ven conmigo a la fiesta de Navidad de Emma -dijo él, cambiando de conversación de repente.

– ¿Como compañeros de trabajo, o como algo más?

– Como tú quieras. Si te apetece, pasaré a recogerte a las ocho.

– Si voy contigo, no podría mezclarme con otros hombres y perdería la oportunidad de hacer una buena investigación.

– En efecto, de eso se trata. Te quiero sólo para mí. Además, dijiste que estarías sola durante las vacaciones.

Rina no había dicho eso. Había dicho que su hermano vivía en Nueva York, y de hecho, pensaba pasar a visitarla. Pero en aquel momento no le pareció relevante.

– Con Joe en el hospital, yo también estoy solo -continuó-. ¿Vas a permitir que pase solo las vacaciones? Vamos, Rina… Uno de los nietos de Emma fue compañero mío en la universidad y sé que las fiestas de la familia Montgomery son muy divertidas. No te las puedes perder, pero es mejor cuando no se está solo.

Rina lo miró sin saber qué decir.

– Si te prometo que te dejaré en paz para que lleves a cabo tu investigación, ¿querrías venir conmigo?

La mujer suspiró. Había estado a punto de rechazarlo cuando en realidad deseaba todo lo contrario. Pero su insistencia le había recordado a Robert. El también había intentado imponerse en más de una ocasión. Sin embargo, la comparación resultaba injusta y lo sabía: ahora era una mujer libre que tomaba sus propias decisiones; y durante su matrimonio, se había limitado a someterse a los caprichos de su marido.

Además, era obvio que Colin se interesaba realmente por sus sentimientos y que sólo le estaba haciendo un ofrecimiento que podía rechazar si lo estimaba oportuno.

Así que sonrió, súbitamente emocionada con la idea, y dijo:

– De acuerdo. A las ocho está bien.

Colin la miró con ojos como platos. Aparentemente, lo había sorprendido.

– Me alegro mucho…

– Será mejor que llegues puntual.

Rina pensó que la fiesta le proporcionaría una ocasión perfecta para investigar en la sociedad de Ashford. Y en cuanto a su acompañante, también estaba deseando investigarlo, pero en otros sentidos.

– Lo haré. No me perdería ni un segundo contigo.

– Bueno, tengo que seguir trabajando…

– Disculpa, no pretendía interrumpirte.

Sin embargo, Colin la interrumpió. Pero no con la conversación, sino con su marcha. Cuando desapareció, Rina no pudo dejar de pensar en él. Además, acababa de darse cuenta de que, por primera vez, había sido capaz de hablar con alguien en la redacción sin prestar atención alguna a la gente que la rodeaba.

Al pensar en ello, se estremeció. Si Colin conseguía hechizarla de un modo tan absoluto en público, no podía ni imaginar lo que sería capaz de hacer en privado. Pero tenía todo un fin de semana para investigar las posibilidades.

Si todo salía como pretendía, aquel hombre y ella y estaban a punto de iniciar una relación breve pero muy satisfactoria.

Capítulo 3

Colin pensó que Rina no había dicho la verdad al afirmar que su cambio de aspecto se debía a la investigación para sus artículos. Prefería pensar que lo había hecho por él.

No era ningún secreto que se había sentido atraído por la joven desde el primer día, pero hasta entonces no había sabido si la atracción era recíproca. En un solo encuentro, había aprendido muchas cosas. En primer lugar, lo había sorprendido por ser tan comprensiva y por interesarse tanto por su vida y por su pasado. Quiso darle las gracias por ello, pero su nuevo aspecto lo impresionó. El maquillaje no hacía que le gustara más, en modo alguno, aunque sus labios resultaban aún más besables con carmín. Y por supuesto, estaba deseando probarlos de nuevo.

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