Carly Phillips - Lo que los hombres quieren

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La columnista Rina Lowell estaba intentando averiguar qué era lo que querían los hombres y necesitaba saberlo por cuestiones muy personales… porque se estaba volviendo loca por su nuevo jefe, Colin Lyons. Después de muchos años viviendo para los demás, Rina había recuperado su vida… y su sexualidad. Y, ¿qué mejor que una aventura para volver a ponerse en marcha de verdad?
Colin Lyons no entendía a las mujeres, y menos la maniobra de seducción que Rina había puesto en marcha. Lo cierto era que no deseaba resistirse… Rina era demasiado atractiva. Y no pudo evitar acabar en la cama con ella; pero no sospechaba que estaba a punto de despedirla…

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– Tu pelo…

– Sigue en su sitio, ¿no? ¿O es que me he quedado calva y no me he dado cuenta? -bromeó ella.

– No, pero ahora que lo llevas suelto me parece mucho más corto de lo que parecía ser cuando te lo recogías en una coleta.

– Es el arte de la ilusión, Colin. Las mujeres somos maestras en eso. Pero me agrada que te gustara la extensión que me puse…

– Sí, me gustó mucho -dijo.

– Mentiroso… No te gustaba. Te encantaba esa coleta. A los hombres les encanta el pelo largo. Forma parte de sus fantasías.

– ¿Y quién dice eso? -preguntó cruzándose de brazos.

– Lo publican en todas las revistas femeninas.

– ¿Ah, sí? Y entonces, ¿por qué me gusta más tu pelo?

Colin podía haber elegido muchas salidas posibles a la respuesta de Rina. Podía haber aprovechado la oportunidad para decirle que era más apropiado que ella publicara sus artículos en las revistas que había mencionado. Pero optó por demostrarle el efecto que su cercanía tenía en él. Se acercó a la joven y la atrapó entre su cuerpo y la pared.

Rina contuvo la respiración y sus pezones se endurecieron al sentir el contacto del pecho del hombre. El deseaba desesperadamente acariciar su cabello, pero se contuvo. Estaban a punto de marcharse y no quería aumentar aún más su retraso.

– Deberías hacer experimentos con santos y no con hombres -dijo él.

– No quiero experimentar con santos, sino contigo.

– Pues estás haciendo un gran trabajo. Pero es hora de marcharse.

Rina lo miró con confusión.

– ¿No habías dicho que querías aprovechar la fiesta de Emma para investigar? -preguntó él.

– En efecto -asintió.

– Bueno, pues no quiero que luego me eches la culpa a mí si no consigues hacerlo.

Colin no quería darle ninguna excusa para que se alejara de él. Pero el asunto de Joe y el periódico no tenía nada que ver. Sencillamente, deseaba que supiera que le importaban los deseos de ella. Y era cierto.

– Dime una cosa: ¿eres real?

– La última vez que me miré, sí.

Nuevamente, Colin se sintió muy vulnerable. Le había prometido a Ron y al principal anunciante del periódico que haría lo que estuviera en su mano para que las cosas volvieran a ser como antes. Pero eso implicaba que el diario debía volver a dar noticias y nada más que noticias, así que no podía permitirse el lujo de preocuparse por las necesidades y los sentimientos de Rina.

Desafortunadamente, era demasiado tarde.

Capítulo 4

Tras la tensión sexual que había experimentado en su apartamento y más tarde en el coche, Rina se sintió muy aliviada al notar el aire frío de la calle. Estaba nevando cuando salieron del vehículo y él la tomó del brazo para llevarla a la entrada de la mansión de los Montgomery.

Llevaba varios días deseando asistir a la fiesta de Emma, pero cuando entró en el enorme vestíbulo de la casa, su alegría desapareció. Le recordó demasiado a la mansión de su difunto marido. Jake, su hermano, siempre decía que parecía un mausoleo con tanto mármol y tantos objetos de cristal y de porcelana china. Personalmente, prefería vivir en un lugar como el apartamento que había alquilado.

– ¿No te parece una casa preciosa? -preguntó él.

– Sí, preciosa, aunque… demasiado recargada -respondió con sinceridad.

– Es verdad. Yo no podría vivir en un sitio como éste. Hay demasiadas cosas por todas partes.

La joven rió.

– No sé por qué tengo la impresión de que serías capaz de ponerte a jugar al fútbol en un lugar como esta mansión y romper algo.

– Tal vez la tengas porque soy un chico malo.

– Me gustan los chicos malos -murmuró ella, mirándolo con deseo-. Pero sea como sea, esta casa no me parece un sitio adecuado para criar a un niño.

– ¿Niños?

– Sí, no parece un sitio muy cálido.

Rina ni siquiera sabía si alguna vez tendría hijos, y en realidad lo dudaba bastante; pero en cualquier caso sabía que, de tenerlos, no querría verlos en un lugar donde no podían jugar sin estar preocupados por la posibilidad de romper algo.

Miró una vez más a su alrededor y notó que en una esquina había un exquisito árbol de Navidad y que la escalera había sido decorada con cintas rojas de satén.

– ¿Te has fijado en los camareros?

Colin se refería a que todos iban disfrazados de duendes, y Rina rió.

– Sí, claro que me he fijado…

– Es cosa de la mujer del nieto de Emma. Posee una empresa de catering llamada Pot Luck y se le ocurren ideas extrañas de vez en cuando…

– Tengo la impresión de que te cae muy bien.

– Es cierto. Cat es especial.

– Comprendo…

La idea de que a Colin le pudiera gustar otra mujer no le agradó demasiado. Aunque estuviera casada y sólo fuera su amigo.

– Catherine Montgomery se parece mucho a ti, ahora que lo pienso…

Colin sonrió, pero antes de que pudiera continuar, Emma se acercó a ellos y les saludó.

– ¡Ya habéis llegado! Algo tarde, pero por fin estáis aquí. Necesito que me escondáis un rato.

– ¿Y eso? -preguntó Rina.

– Escondedme, por favor. Me persigue un viejo verde.

Colin rió.

– Emma, sé que estás ahí… -dijo entonces un hombre atractivo, de pelo oscuro.

– Hola, Logan -dijo Colin.

– ¿Logan? ¿Eres el nieto de Emma?

– Por supuesto -respondió el hombre, mirando a Colin-. ¿Quién es esta belleza?

Rina se ruborizó levemente. Logan estaba casado y llevaba anillo en una mano, pero la observó con evidente admiración.

– Soy Rina Lowell -dijo ella.

– He oído hablar mucho de ti. Mi abuela te adora, y ahora comprendo por qué.

– Muchas gracias…

– De nada…

Colin intervino de inmediato y la tomó de la mano para separarla de su amigo.

– No sabía que fueras tan celoso -comentó ella.

– Yo tampoco -dijo Logan, entre risas.

Aunque Rina sabía que Logan sólo estaba bromeando con su amigo, decidió salvarlo.

– Yo también he oído hablar de ti. ¿Dónde está Catherine? Tengo muchas ganas de conocerla.

– Está muy ocupada con la organización de la fiesta, pero en cuanto salga de la cocina, te la presentaré.

– Te lo agradecería mucho.

– Y en cuanto a ti, abuela… -dijo Logan, volviéndose hacia Emma.

– Preferiría que te olvidaras de mí.

– Stan Blecher quiere charlar contigo un rato y no puedes evitarlo todo el tiempo. Ten en cuenta que es juez federal. Conviene que seas amable con él si no quieres tener problemas.

Rina notó que había cierta tensión entre Emma y su nieto. Colin se dio cuenta de que lo había notado y le explicó, en voz baja:

– Emma tiene problemas con su hijo. Al igual que Stan, también es juez, y quería meterla en un asilo. Por suerte, Logan me pidió que le buscáramos un trabajo en el periódico para que tuviera algo que hacer y su hijo no encontrara la excusa perfecta para encerrarla.

– ¿Tú fuiste quien le conseguiste el trabajo a Emma?

– Sí -respondió la propia afectada-, me hizo un gran favor.

– Venga, abuela, ven conmigo y charla con Stan. No te costará nada y así evitaremos que mi padre se enfade…

– Oh, está bien, tienes razón. Pero te advierto que pienso librarme de él tan pronto como sea posible -dijo la anciana, antes de volverse hacia Rina-. Me alegra mucho que hayas venido a la fiesta, pequeña. Luego hablaremos.

– Yo cuidaré de ella -murmuró Logan-. Y no te preocupes, en cuanto vea a Cat, te la presentaré.

Rina sonrió cuando abuela y nieto desaparecieron.

– Me gustan mucho Emma y su familia… Por cierto, no sabía que tú la hubieras recomendado.

– ¿Pretendes decir que no sabías que tengo corazón?

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