Carly Phillips - Lo que los hombres quieren

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La columnista Rina Lowell estaba intentando averiguar qué era lo que querían los hombres y necesitaba saberlo por cuestiones muy personales… porque se estaba volviendo loca por su nuevo jefe, Colin Lyons. Después de muchos años viviendo para los demás, Rina había recuperado su vida… y su sexualidad. Y, ¿qué mejor que una aventura para volver a ponerse en marcha de verdad?
Colin Lyons no entendía a las mujeres, y menos la maniobra de seducción que Rina había puesto en marcha. Lo cierto era que no deseaba resistirse… Rina era demasiado atractiva. Y no pudo evitar acabar en la cama con ella; pero no sospechaba que estaba a punto de despedirla…

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Ella rió.

– Estoy hablando en serio. Hace un rato decías que te habías sentido herido porque Joe no te había dejado el periódico a ti.

La mención de Joe bastó para que la alegría de Colin desapareciera.

– ¿Y bien? ¿Qué has pensado?

– Que no has hablado con él y que, por tanto, no sabes por qué lo hizo.

– Yo diría que está claro.

– Hasta que no hables con él, no te sentirás mejor. Pero también podrías intentar hablar con Corinne sin enfadarte con ella. He notado que no eres precisamente encantador cuando está cerca.

A pesar de que la situación le resultaba desagradable, Colin rió.

– Eso es verdad. Pero lo he intentado y nunca lo consigo.

– Bueno, estoy segura de que lo conseguirás. Y en cuando a Joe, también estoy segura de que escuchará lo que tengas que decirle.

– Sí, pero el médico ha dicho que no podrá volver a trabajar en una temporada…

– Pero podrá retomar parcialmente las riendas del periódico. Y, por lo menos, te sentirás mejor cuando habléis y le digas lo que piensas. Sé sincero contigo mismo, Colin. Ya te he dicho que es lo único que aprendí durante mi matrimonio.

– Pero no me has contado casi nada. Y yo quiero saber mucho más.

Rina lo miró durante unos segundos.

– Ahora me doy cuenta de que creí que estaba enamorada de Robert, pero…

– ¿Pero?

– Lo amaba, pero era un amor relajado, estable, nada parecido a…

Rina no terminó la frase y él no quiso presionarla. Probablemente, porque sabía que había estado a punto de comparar su matrimonio con la relación que mantenían. Y él no se sentía ni con fuerzas ni en la situación más adecuada para hacer que se sintiera más segura.

Rina decidió dar una especie de fiesta de última hora el día de Navidad. En lugar de celebrarlo con su familia, decidió invitar a sus amigos y a sus propios familiares.

Por suerte, Logan y Catherine se mostraron de acuerdo en asistir a la celebración en casa de Rina; y Catherine le pidió a su hermana Kayla y a su marido, Kane, que se unieran a ellos. Frankie también había aceptado, al igual que Emma, que declaró que se presentaría con Stan.

Mientras los invitados charlaban alegremente en el comedor la única preocupación de Rina era saber cómo se comportaría Norton con tanta gente a su alrededor, así que se acercó al animal y le dijo:

– Te portarás bien, ¿verdad?

– Si insistes en ponerte ese vestido, no puedo prometértelo.

Rina se volvió al oír la voz de su amante.

Colin estaba en el umbral de la entrada, mirándola con deseo.

– Por un momento he creído que Norton me había contestado.

Colin rió.

– Estás preciosa…

– Tú tampoco estás mal.

– Vaya, un cumplido… ¿Estás realmente preocupada por Norton? Puedo sacarlo a pasear si quieres.

Ella se encogió de hombros.

– Sé que no le gusta que invadan su espacio, y como hay tanta gente… Sólo hace excepciones contigo. Te adora. Y yo también.

Rina se acercó a él y lo besó en una mejilla. Olía maravillosamente.

– Sácalo dentro de una hora más o menos. Ahora es demasiado pronto y no le apetece -continuó ella.

– ¿Cómo lo sabes?

– Lo sé porque no ha comenzado a saltar y a molestar para llamar la atención. Le gusta que los seres humanos nos preocupemos por él. Incluso tuvo una época en la que se comportaba como un héroe… Salvó a Brianne de un ladrón.

– Vaya, no imaginé que fuera agresivo -dijo Colin, sorprendido.

Ella rió.

– Y no lo es. Se limitó a mearle en una pierna al ladrón, que perdió el equilibrio. Gracias eso, ella pudo escapar.

Colin sonrió.

– Buena forma de aprovechar las funciones corporales…

El perro movió el rabo, contento, como si supiera que estaban hablando de él.

Justo entonces Jake entró en la habitación.

– No sabía que estuvieras ahí… -comentó ella.

– Sólo os estaba observando -dijo su hermano, cruzándose de brazos.

Colin comprendió que a Jake le había extrañado que el día anterior no regresara del hospital antes de que ellos se marcharan al hotel. De hecho, su actitud estaba resultando algo más fría, pero lo comprendió perfectamente.

– ¿Queréis algo de beber? -preguntó Rina.

– Un poco de agua para Emma. Está bebiendo demasiado y Logan quiere rebajarle las copas de vino -dijo Colin.

Rina arqueó las cejas.

– Pero si no bebe… Me temo que está tramando algo, así que será mejor que la vigiles. Corre, ve y cuida de Stan.

– ¿Y tú, Jake?

– Yo no quiero nada, pero Brianne me ha preguntado si tienes un poco de apio.

– ¿Apio? ¿Para qué?

– No tengo la menor idea de por qué hacen las cosas que hacen las mujeres.

– Mmm. Ése puede ser un buen tema para una serie de artículos. Cómo entender el pensamiento de una mujer.

– No estaría mal. Ah, y también quiere manteca de cacahuete, uvas y un gran vaso de leche.

– Vaya mezcla repugnante -dijo Colin.

– Yo diría más bien que es uno de los antojos de Brianne -explicó Rina.

– ¿Un antojo? -preguntó Jake-. ¿De qué estás hablando?

– De sus extraños antojos, ¿de qué otra cosa? ¿Hay alguna razón para que los tenga ahora?

– No lo sé, pero olvídate del apio y de todo lo demás…

Jake se marchó de inmediato para hablar con su esposa y Rina rió.

– Misión cumplida. Jake se ha marchado y nosotros podemos seguir hablando.

– Debo darte las gracias. Te has tomado muchas molestias para organizar esta fiesta por mí -dijo Colin mientras la tomaba de la cintura.

– Bueno, no me importa siempre que seas consciente de la suerte que tienes…

En aquel instante sonó el teléfono. Era Corinne.

– Feliz Navidad, Colin -dijo la editora.

– Lo mismo te digo. ¿Qué tal está Joe?

– Muy bien. Está muy contento y quiere verte.

– Pensaba ir al hospital después de cenar.

– ¿No podrías venir antes? Joe se siente con fuerzas y sería un buen momento para que habléis.

– Ve -susurró Rina-. Lo comprenderé.

Colin no quería marcharse, sobre todo después de lo sucedido el día anterior, pero debía hacerlo.

– Dile que iré enseguida.

– Gracias.

Cuando colgó el teléfono, Colin intentó explicarse, pero ella se lo impidió.

– No digas nada. Es Navidad y deberías estar con tu padre adoptivo. Te acompañaría con mucho gusto, pero la casa está llena de gente…

– Eres muy comprensiva conmigo, y eso significa mucho para mí…

Colin se inclinó para besarla, y como siempre, ambos perdieron el control y se dejaron llevar.

– Sólo quería probarte otra vez. Vuelve esta noche y te daré mucho más -dijo ella.

Emma apareció en la cocina y los saludó cuando aún no se habían separado.

– Vaya, así que estáis en la cocina divirtiéndoos mientras los demás os esperan en el salón. No es muy educado por vuestra parte. Además, no encuentro un sitio adecuado para estar a solas con mi Stan…

– ¿Has probado en el cuarto de baño? -preguntó Rina con malicia-. Lo siento, Emma, me temo que hoy no va a ser un día muy romántico…

– Te equivocas. Eso del romanticismo depende de la persona con quien se esté. Y ahora, id al salón de una vez.

Antes de marcharse al hospital, Colin se unió al resto de los invitados con Rina. Segundos más tarde, Jake golpeó una copa con un cuchillo, para llamar su atención, y se dirigió a ellos.

– Solo quiero deciros unas palabras. En primer lugar, a la mayoría no os conozco, pero os agradezco que hayáis cuidado de mi hermana. En segundo lugar, quiero brindar por la determinación de Rina al iniciar una nueva vida y por su éxito profesional. Ahora es columnista en un periódico y me consta que es más feliz que nunca. Por tu felicidad, Ri.

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