– ¡No hables así! ¡Encontraron sus restos en Vallegrande, Bolivia y con honor volvieron a ser enterrados en Santa Clara! ¡Los hallaron al cabo de treinta años! – se indignó Elizabeth.
– Sí, he oído hablar que los indios bolivianos adoran al Gran Comandante no menos que nuestros comunistas – se expresó Lázaro. – Los habitantes de Santa Cruz y Vallegrande hasta quedaron amargados, cuando les quitaron a ellos los huesos…
– ¡No te atrevas! – le gritó Eliz.
– Tu misma empezaste sobre el Che tuyo – le reprochó Lázaro – Sabes perfectamente que a mí me hacen rabiar los cuentitos acerca de las hazañas heroicas de los guerrilleros. Mejor bajemos a la tierra. Sea como sea, aquí todo es más interesante. Y más aún – en Miami. Es que tú tienes ahí parientes. ¡Hay que largarse en esa dirección!
– ¡Tonterías! – resopló Eliz. – En Cuba me conviene todo. Tengo un trabajo estupendo en Varadero. No estoy necesitada de nada. Mi ex marido gana bastante bien…
– ¡Esposo! –un ataque de ira se apoderó de Lázaro – ¡Parece que nunca podrás olvidar a tu Juan Miguel!
– Déjate de celos. Los dos somos como hermano y hermana – lo decía excusándose la joven mujer.
– ¡Abre los ojos! ¿Él gana? – hablaba con histeria – ¡Él es cero! ¡Estarás metida un siglo en este pozo, sin haber visto el mundo! ¡Tú no cambiarás estos céntimos por un paraíso verdadero! ¡Solamente en los Estados Unidos seremos felices, vamos a tenerlo todo!
– ¿Es qué no hay mendigos allí? ¿No hay guetos? – no lo aceptaba la testaruda – ¿Allí no hay que trabajar? ¿Allí todos son ricachones y no hay camareras y lavaplatos? ¿Ellos mismos se autoservirán? ¿Los niños de la población de color van a los colegios prestigiosos a la par con los hijos de los millonarios?
– ¡Estúpida! – comenzó a refunfuñar Lázaro – ¡Seremos ricachones! Ganaré tanto dinero, que ni en sueños lo ha visto tu torpe maridito. ¡Estando aquí, lo ganaré en Cuba! ¿Sabes cuántas personas inteligentes quieren trasladarse hacia allá? ¡Miles! Yo les ayudaré. ¡Contrabando! ¿Has oído hablar de eso? El contrabando de cubanos. Mil dólares por cada uno que ha sido trasladado a Miami. Ganaré millones, y tú y yo vamos a vivir como en un cuento. Y no en este país olvidado por Dios, sino en un verdadero paraíso. ¿Lo has concebido?
Elizabeth sin hablar se quitó la ropa interior de color azul turquesa, luego el brazalete y se vistió, lo que enfureció finalmente a Lázaro. Apenas conteniéndose, este vociferó:
– ¿Me quieres humillar no aceptando mis regalos?
– Simplemente no sé qué voy a decirle a Juan Miguel, si él me ve luciendo tal ropa interior y llevando este brazalete.
– Amor mío – haciendo de tripas corazón, se puso a gorgorear Lázaro – no me complace de ningún modo que sigas viviendo bajo un techo con tu ex maridito, y posiblemente, debería resignarme a que él, hasta en estos minutos, te pueda contemplar en la ropa interior. En doce años de matrimonio ha podido verte hasta en aspectos mucho más quisquillosos. Espero que ahora no tenga tal posibilidad… Recuerda que he hecho un regalo de todo corazón. ¿Acaso, no te ha gustado? Es que esa ropa interior te queda muy bien, y llevando el brazalete pareces ser una reina española.
– Qué tiene que ver la reina… – Eliz volvió a derretirse. Echó una mirada al brazalete, pensando si hay fuerzas en ella para superar la tentación de no ponerse otra vez la hermosa prenda. Uno podía estar admirándolo infinitamente. Qué obra fina y delicada…
– Puedo decirle a Juan Miguel que el petrolero ruso se lo regaló a Lourdes y ella necesitaba con urgencia dinero. – Venció la tentación, Eliz se rindió.
– Niña inteligente – la felicitó Lázaro – reconozco a mi chica. Así agarrarás al flamenco de las dos patas – podrás sin miedo llevar el brazalete y le sacarás a Juan Miguel unos trescientos dólares.
¿De Juan Miguel? ¿Trescientos dólares? Esto es casi todo su ahorro… Susurró como hipnotizada Eliz. Ya era la hora de volver a casa. Nunca se atrevería a cometer tal engaño… Si la joya no luciera de manera tan encantadora. No es una pieza de artesanía de conchas, ni siquiera de coral negro enmarcado en plata. Una verdadera obra maestra de joyería. Ella misma es como una reina española… En aras de tal maravilla uno puede acudir a un pequeño engaño.
Eliz se sentó en el coche de Lázaro para irse a Cárdenas. En su mano brillaba el brazalete, y en la bolsita llevaba la nueva ropa interior. En su cabeza se había ideado una leyenda precisa y muy verídica acerca de las imprevistas adquisiciones. La chica se disponía a exponer lo inventado al ex esposo, cuyo respeto era lo último que ella no quería perder.
Se perdonaba diciendo que Juan Miguel le había prometido comprar algo muy caro inmediatamente después de que naciera Eliancito, pero resultó que no había cumplido lo prometido. Él es bueno. Uno puede manejar a Juan Miguel como un guiñol. Lo simplón que es. ¡Oh, si en aquellos años no hubiera sido tan descuidado! Lázaro, sí, es otra cosa. Este hombre sabe lo que desea y qué es lo que quieren las mujeres. Cada uno cree en lo suyo y se traiciona siempre del mismo modo.
Cárdenas, municipio de Matanzas, Cuba
Juan Miguel dormía tranquilamente, abrazado a su pequeño Elián, envuelto cuidadosamente en una tierna manta de plumón, que le había regalado al nieto la abuela Raquel – la mamá de Elizabeth.
Todo el día el chiquillo estuvo jugando con los niños vecinos. Primero al béisbol y luego al fútbol. No, por ahora no le invitaban a jugar en el equipo. Todavía es pequeño. Pero corrió hasta hartarse y varias veces pudo chutar el balón cuando este salía fuera del campo.
Papá todo el tiempo estaba al lado suyo. Después de uno de los sucesivos “out”, cuando la pelota volvió a hallarse muy cerca de Eliancito, el niño, sin pensarlo siquiera, se lanzó hacia ella, y le dio con todas sus fuerzas y se precipitó a correr tras esta, apartándose así del campo de fútbol. Lo alcanzó el ochoañero Lorenzo, el capitán del equipo que iba perdiendo, contrariado de su propia incapacidad. Él gritó furiosamente a Eliancito, echando una sarta de exigencias, que le diera la pelota:
– ¡Dámela! ¡Esta es mi pelota! ¡No nos molestes cuando jugamos!
Al haber quitado el objeto anhelado, el fiñe 5 5 Chico – se usa solamente en Cuba
ahí mismo lo puso en juego, haciéndolo sacar de la banda del campo.
Hubo un segundo de compasión entre los espectadores respecto al desanimado Eliancito, cuyos ojos se humedecieron de una amargura insoportable. Y luego todos, con admiración sincera, siguieron los momentos del juego. Solo el padre concibió la “gran tragedia” del pequeño Elián, el cual vino corriendo hacia él para compartir su ofensa.
– No hay nada de malo – le guiñó el ojo al hijo – Pasados dos años estarás crecidito y vas a jugar como el argentino Diego Armando Maradona, el rey del fútbol. Y entonces, querrá venir a Cárdenas 6 6 A fines de los años noventa la estrella del fútbol Diego Armando Maradona realmente arribó a Cuba, invitado por Fidel Castro para pasar un curso de cuatro años de rehabilitación contra la drogadicción.
. Le será curioso contemplar a un niño, que se hizo tan mago en el juego, como el propio Maradona. Y cuando te vea, te entregará personalmente una verdadera pelota de fútbol con su autógrafo.
Eliancito, inmerso en el cuento de su padre, casi se olvidó de la humillación que acababa de sufrir. En su rostro de repente se manifestó una “perfidia infantil” – él se imaginaba cómo hacía gambetas con la pelota con rombos negros ante los ojos de su ofensor, del capitán de ocho años de la selección del barrio, después de lo cual el niño es admitido al equipo y Elián mete un gol.
Читать дальше