La reunión con Billets en la comisaría no empezó hasta las nueve y media. Aunque la oficina de la brigada de detectives estaba desierta a causa del fin de semana largo, todos se llevaron sillas al despacho de la teniente y cerraron la puerta. Billets anunció entonces que algunos medios de comunicación locales ya se habían enterado de la muerte de Aliso a través del registro de defunciones y comenzaban a mostrar más interés del habitual en el caso Aliso. Luego añadió que los jefes se estaban planteando pasar la investigación a Robos y Homicidios, la división de elite del departamento. Por supuesto, aquello irritó a Bosch. Él había trabajado en Robos y Homicidios, pero había sido relegado a Hollywood tras una investigación de Asuntos Internos que cuestionó que sus disparos contra un asesino en serie hubieran sido en defensa propia. Por eso le molestaba tanto tener que ceder el caso a la oficina central. Si Crimen Organizado hubiese mostrado interés, el traspaso habría sido más fácil de aceptar. Además, y así se lo dijo a Billets, a Bosch no le hacía ninguna gracia perder el caso después de que su equipo se hubiese pasado casi toda la noche sin dormir y disponiendo de unas cuantas pistas muy interesantes. Rider intervino para darle la razón. Edgar, todavía enfadado por haber cargado con todo el papeleo, no dijo nada.
– Lo comprendo - convino Billets - . Pero cuando acabe la reunión, tengo que llamar a casa de la capitana LeValley y convencerla de que tenemos esto bajo control. Así que veamos lo que habéis descubierto. Si me convencéis a mí, yo la convenceré a ella, y ella expondrá la situación en la oficina central.
Durante los siguientes treinta minutos, Bosch habló en nombre del grupo y narró con todo detalle los resultados de la investigación de la noche anterior. A continuación, puso la copia que Meachum había hecho de la cinta del Archway en el único televisor y vídeo de la brigada de detectives. El aparato se guardaba bajo llave en el despacho de la teniente porque no era seguro dejarlo fuera, ni siquiera en una comisaría de policía. Una vez encendido, Bosch pasó la cinta hasta llegar a la parte del intruso.
– La cámara de seguridad que grabó esto sólo recoge una imagen cada seis segundos. Es todo bastante rápido y sincopado, pero tenemos al tío que entró - explicó Bosch.
Cuando Bosch pulsó el botón, apareció una imagen granulosa y en blanco y negro del patio y la fachada del Tyrone Power. Por la luz, parecía que estaba anocheciendo. El reloj digital en la parte inferior de la pantalla marcaba las ocho y trece de la noche anterior. Aun a cámara lenta, la secuencia que Bosch quería mostrarle a Billets seguía siendo demasiado rápida. Seis fugaces imágenes mostraban a un hombre que llegaba a la puerta del edificio, se inclinaba sobre la cerradura y entraba.
– En tiempo real, el hombre estuvo frente a la puerta de treinta a treinta y cinco segundos - explicó Rider - . Aunque en la cinta todo parece normal, medio minuto es demasiado tiempo para abrir la puerta con llave, así que debió de usar una ganzúa. Era un tío rápido.
– Vale, aquí vuelve a salir - anunció Bosch.
Cuando el reloj marcaba las ocho y diecisiete, el hombre emergió del edificio. En el siguiente fotograma, el hombre aparecía en el patio camino a la papelera y, al volver a saltar la imagen, se alejaba de ella y desaparecía. Bosch rebobinó la cinta y la congeló en la última imagen, la del hombre alejándose de la papelera. Era la mejor. Aunque estaba oscuro y el rostro del hombre se veía borroso, era lo suficientemente reconocible como para identificarlo si encontraban a alguien. Se trataba de un hombre blanco, de pelo moreno y complexión robusta. Llevaba una camisa de manga corta y un reloj en la muñeca derecha. El reloj asomaba ligeramente por debajo de los guantes negros y en la cadena se reflejaba la luz de la farola del patio. En el antebrazo se apreciaba la sombra indefinida de un tatuaje. Tras mostrarle esos detalles a Billets, Bosch le dijo que pediría a los de Investigaciones Científicas que intentaran mejorar por ordenador aquella última imagen.
– Muy bien - concluyó Billets - . ¿Y qué creéis que fue a hacer ahí?
– Recuperar algo - contestó Bosch - . Desde que entra hasta que sale, pasan menos de cuatro minutos. Eso no es mucho tiempo y, además, tenía que abrir la puerta del despacho de Aliso. Mientras llevaba a cabo su misión, se le debió de caer al suelo una taza del escritorio. Cuando terminó, recogió la taza rota y los bolígrafos y los tiró a la papelera. Allá estaban ayer por la noche.
– ¿Hay huellas? - preguntó Billets.
– En cuanto descubrimos que habían entrado, no tocamos nada más y le pedimos a Donovan que viniera después de acabar con el Rolls. Art sacó alguna cosa, pero nada útil. Había huellas de Aliso, de Kiz y mías. Ya ha visto en el vídeo que el tío llevaba guantes.
– De acuerdo.
Bosch no pudo evitar que se le escapara un bostezo, y Edgar y Rider lo imitaron. Aunque estaba frío, bebió un poco de café que se había traído al despacho. Hacía horas que sentía los temblores de la cafeína, pero sabía que si dejaba de alimentar a la bestia, caería redondo.
– Y, según vosotros, ¿qué iba a recuperar el intruso? - inquirió Billets.
– La taza rota nos hace sospechar que fue algo de la mesa, no del archivador - respondió Rider - . Y como en la mesa no parece que falte nada, ni carpetas vacías ni nada por el estilo, pensamos que era un micrófono. Alguien pinchó el teléfono de Aliso, pero no quería que lo descubriésemos. Según las fotos del despacho, la taza estaba justo al lado del teléfono y debió de caérsele al retirar el micrófono. Lo más gracioso es que ni se nos había ocurrido comprobar si habían pinchado el teléfono. Si el tío lo hubiese dejado donde estaba, nunca lo habríamos descubierto.
– Yo he estado en el Archway - protestó Billets - . Tienen un muro de protección y su propio sistema de seguridad. ¿Cómo logró entrar ese hombre? ¿O acaso insinuáis que es alguien de dentro?
– Hay dos posibilidades - respondió Bosch - . Esa noche estaban rodando una película en el plató de Nueva York, lo cual quiere decir que entró y salió mucha gente por la puerta principal; a lo mejor el tío se coló como parte del equipo de rodaje. En el vídeo, cuando se aleja, va en dirección al plató - de Nueva York, no hacia la salida. Además, la parte norte del estudio da al cementerio de Hollywood. Tiene razón, teniente; hay un muro, pero de noche, cuando cierran el cementerio, está oscuro y protegido. Nuestro hombre podría haber trepado por allí. De todos modos, está claro que tenía práctica.
– ¿Qué quieres decir?
– Que si estaba retirando un micrófono del teléfono, alguien tenía que haberlo instalado.
Billets asintió.
– ¿Quién crees que fue? - preguntó la teniente en voz baja.
Bosch miró a Rider para ver si ella quería responder. Al no hacerlo, él tomó la palabra.
– No sé. La clave es la hora. Aliso debía de llevar muerto desde el viernes por la noche, y nosotros no encontramos el cadáver hasta las seis de la tarde de ayer. Y, de pronto, a las ocho y trece apareció el intruso. Eso fue después de que encontraran a Aliso y comenzara a saberse que había muerto.
– Pero a las ocho y trece aún no habíais hablado con la mujer de Aliso, ¿no?
– Sí, eso lo lía todo. Yo pensaba centrarme en la viuda para ver qué sacábamos, pero ahora no estoy tan seguro. Si ella está implicada, lo del intruso no tiene sentido.
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