Cuando por la mañana despertó y bajó, Pitt se dejó absorber por las cuestiones domésticas hasta que los niños se fueron a la escuela. A continuación Thomas, Charlotte y Gracie ojearon la prensa de la mañana. Apenas habían leído los titulares cuando llegó Vespasia, seguida de Tellman y de Víctor Narraway. Todos estaban muy serios.
– Buenos días, Thomas y Charlotte -saludó Vespasia-. Me había tomado la libertad de llamar al señor Narraway para que se reuniese con nosotros. Pero por lo visto, el sargento Tellman tuvo la misma idea.
The Times estaba abierto en la mesa de la cocina. Todos los periódicos publicaban la misma noticia. Las variaciones radicaban en el aspecto al que atribuían mayor importancia.
Todo sucedió la víspera, justo a tiempo para que lo publicara la prensa del día siguiente. Pitt se dio cuenta de que todo estaba planeado. Voisey lo había preparado todo para que fuese exactamente así. No podía permitirse el lujo de conceder a Narraway el tiempo de reaccionar ni de que pensara que Pitt había muerto.
Por lo visto, Voisey acudió directamente al ministro del Interior con las pruebas de corrupción que implicaban a Simbister. En lugar de denunciar el asesinato de Magnus Landsborough a manos de Piers Denoon, había optado por hablar de la extorsión sistemática que se hacía a pequeños empresarios como taberneros, tenderos y fabricantes, gente corriente que trabajaba por peniques y chelines y que constituía la inmensa mayoría de la población.
De ahí pasó al hallazgo de los explosivos en el Josephine , a la prueba de que los había colocado Grover y a su estrecha relación con Simbister. Añadió un espectacular relato de su intento de asesinato por parte de Grover, así como del de un agente de la Brigada Especial, cuya identidad era imprescindibleproteger.
Fue una lectura emocionante. En todo momento se podía ver la indignación por semejante abuso de poder; el artículo estaba cargado de emociones y humanidad. Evidentemente era un tema que analizarían a lo largo de los días siguientes, tal vez durante semanas. Para poder seguir la noticia, los lectores comprarían los diarios en cuanto salieran.
El periódico de Denoon también se hacía eco de lo ocurrido, aunque con más moderación, y mostraba desconcierto ante esa tragedia. Ciertamente no tardaría en quedar aclarada y resuelta. Debía de tratarse de un caso aislado; era la única explicación convincente.
A pesar de todo, debían aplazar la aprobación del proyecto de Tanqueray de armar a la policía y darle más competencias. Era impensable que un hombre como Simbister pudiera estar al mando de un cuerpo armado.
– Solo será un respiro -reconoció Narraway muy serio-. Si no hay pruebas de que Wetron también está implicado en este asunto, se quedará en un caso aislado de un individuo corrupto que llevó por mal camino a una comisaría.
Gracie había puesto a calentar agua y el hervidor dejaba escapar una ligera bocanada de vapor. Estaba de espaldas al fogón, ya que acababa de mirar a Tellman; sus ojos se habían cruzado un fugaz instante. Las tazas estaban encima de la mesa de la cocina, junto a la lechera que había sacado de la despensa y el azucarero. La lata del té también estaba a mano.
– Al parecer, sir Charles vuelve a ser un héroe -declaró Vespasia secamente, mientras permanecía sentada en una de las sillas con respaldo rígido.
Charlotte permanecía junto al aparador que contenía la vajilla azul y blanca. Estaba demasiado tensa para sentarse. Dejó escapar una risa aguda.
– ¡Ojalá pudiéramos encontrar la forma de que todo se volviera en su contra! -Aludió de pasada a la ocasión en que habían sido más listos que él a raíz de la muerte de Mario Corena.
Narraway la miró. Su expresión era ilegible. En su rostro se detectaban emociones, pero resultaba imposible definirlas.
– Me temo que esta vez ha usado nuestro ingenio en contra nuestra -dijo y, aunque se dirigió a Vespasia, hablaba para todos. Si pensaba que era Pitt quien le había dado esa oportunidad a Voisey, no lo reflejó ni siquiera en el tono de voz-. Sospecho que ha utilizado a la Brigada Especial para reunir loque quería y arrebatárnoslo en el momento adecuado.
– ¡Tiene que haber algo que podamos hacer! -insistió Charlotte. Paseó la mirada de uno a otro de los presentes-. Si no tenemos poder ni armas, ¿no podemos volver las de ellos en su contra?
Narraway la miró con atención. Un tenue esbozo de sonrisa alteró las comisuras de sus labios, pero era de diversión, no de alegría.
Vespasia la entendió; Charlotte lo vio en la expresión de sus ojos. Como también era mujer, interpretó correctamente el discurrir de sus pensamientos: si eres lo bastante inteligente y conoces bien a tu adversario, la debilidad puede convertirse en fuerza.
– Hagamos una lista de todo lo que sabemos acerca de ellos -propuso Vespasia-. Tal vez podamos descubrir algo. -Miró a Tellman-. Sargento, usted trabaja a las órdenes de Wetron desde que Thomas dejó Bow Street. Seguramente ha hecho observaciones y se ha formado un juicio acerca de él. ¿Qué desea? ¿Qué teme? ¿Se preocupa por alguien que no sea él mismo, por alguien cuya opinión valora o necesita?
En cuanto se recuperó de la sorpresa inicial que le provocó la consulta de Vespasia, Tellman empezó a pensar. No era su manera habitual de abordar un problema, por lo que tuvo que hacer algunos esfuerzos.
Todos estaban expectantes. El hervidor siseó y Gracie preparó el té y dejó la tetera encima de la mesa.
– El poder -respondió Tellman, sin saber a ciencia cierta si era lo que a Vespasia le interesaba.
– ¿La gloria? -insistió Vespasia. El sargento estaba desconcertado. Pitt pensó en echarle una mano, pero al final se mordió la lengua-. ¿Le gusta que lo admiren o que lo quieran?
– No lo creo -contestó Tellman-. Me parece que prefiere que lo teman. Le molesta correr riesgos. Siempre se anda con tiento.
– ¿Es un hombre valiente? -preguntó Vespasia suavemente, con cierto sarcasmo.
Tellman esbozó una ligera sonrisa.
– No, lady Vespasia, yo diría que no. Me parece que no le gusta enfrentarse cara a cara con sus enemigos. Narraway asintió y no interrumpió. Vespasia frunció los labios y añadió:
– Que sea cobarde podría sernos útil. A los cobardes se les puede crispar y provocar para que actúen irreflexivamente, siempre que se les conceda poco tiempo y se haga que se sientan amenazados. -Se dirigió a Pitt-. Thomas, ¿sir Charles también es cobarde?
Pitt conocía la respuesta sin necesidad de reflexionar.
– No, tía Vespasia, si es necesario planta cara. En realidad, creo que le gusta.
– Porque está convencido de que ganará -declaró Vespasia-. Pero también quiere vengarse, ¿correcto?
Era una pregunta retórica y todos lo sabían.
– Sí -confirmó Pitt.
– ¿Wetron lo sabe? -prosiguió Vespasia y se volvió nuevamente hacia Tellman.
– Yo diría que sí.
– Y si no lo supiera podríamos decírselo -terció Charlotte. Narraway la miró bruscamente y frunció el ceño. La mujer se apresuró a añadir-: Siempre y cuando quisiéramos hacerlo.
– ¿Se refiere a ponerlos el uno contra el otro? -Gracie simplificó la cuestión con esa pregunta y sirvió el té.
Vespasia sonrió a la joven y declaró:
– Extraordinariamente sintética. Puesto que no tenemos armas y ellos sí, está claro que debemos utilizar las suyas o dejarlos ganar… posibilidad que me niego a aceptar.
Narraway miró a Pitt y luego a Vespasia.
– Wetron ha creado una red de corrupción cuyo tamaño todavía desconocemos. Esa red, en la que participan agentes de varias comisarías, extorsiona a la gente corriente de sus distritos y utiliza a ciertos criminales para hacer el trabajo sucio. Por ejemplo, a Jones el Bolsillo. Con los beneficios que obtiene, Wetron financia su imperio. Con la ayuda de hombres como Edward Denoon y su periódico ha exacerbado los sentimientos populares hasta el extremo de que la gente está dispuesta, mejor dicho, deseosa de armar a los policías y aumentar su poder, aunque no ha pensado en la posibilidad de que se cometan abusos. Se dan las condiciones para la aprobación de dicha ley. Los atentados y el asesinato de Magnus Landsborough han colaborado a que así sea.
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