Era insólito. Magnus debería ser tan alérgico a los gatos como el resto de la familia. No podía tener un gato porque estornudaría sin cesar y tendría problemas para respirar.
– Sí, una gatita negra a la que llamó Mite. Solo tiene unas semanas, hace poco que abrió los ojos.
– Thomas, ese hombre te ha mentido. Los Landsborough son alérgicos a los gatos.
– Me parece una mentira absurda -opinó Pitt con actitud reflexiva-. Pero no cambia nada. ¿Estás segura?
– Absolu… -Estaba a punto de decir que lo estaba cuando se dio cuenta de que lo había dado por hecho porque sabía que tanto Sheridan como Enid eran alérgicos. Al parecer, su padre también lo había sido y lo mismo podía decirse de Piers. Sin embargo, quizá Magnus se había librado. En algunos aspectos se parecía más a su madre; por ejemplo, en la tez oscura. En lo referente a la estructura física era imposible saberlo, ya que tanto Sheridan como Cordelia eran bastante altos. Él seguía siendo delgado, pero ella había ganado algunos kilos. Varios años antes, cuando lo vio por última vez, no le pareció que Magnus tuviera un gran parecido con los Landsborough. Su cutis y la estructura ósea de su rostro eran distintos. Evocó su sonrisa y su hermosa dentadura.
Fugazmente recordó que en una ocasión había visto una sonrisa que le recordó a la de Magnus y que le provocó diversas impresiones. Tuvo una nueva y reveladora percepción que explicaba las pasiones que siempre había visto en los encuentros en casa de los Landsborough: el odio de Enid, la furia de Cordelia, la indiferencia de Sheridan. En el caso de que fuese cierto, todo adquiría un sentido espantoso, incluida la existencia de la gatita.
Pitt la observaba expectante.
Vespasia notó que todo daba vueltas y se sintió abrumada por un pesar salpicado por su propia culpa. Sheridan le había gustado muchísimo, en él encontró a un compañero, una diversión, una amistad sin obligaciones, sin expectativas ni intereses. Era como una soledad compartida, la comprensión ante la belleza marchita, una infinidad de pequeños placeres que a solas no se saborean totalmente. Ni siquiera había sospechado que existiera ese amor o esa pérdida. ¿Cuándo se enteró Sheridan?
– ¿Qué pasa? -Pitt se sintió obligado a preguntarlo; la respuesta podría ser importante.
Vespasia lo miró y se sorprendió de lo fácil que le resultaba contárselo. Ella era hija de un conde, mientras que la madre de Pitt había sido una criada y su marido había sido deportado a Australia por cazar furtivamente en el coto de su amo. Aquella situación era paradójica pero era mucho más sincera de lo que la mayoría de las personas podrían comprender.
– Me parece que Cordelia tuvo una aventura -respondió-. Magnus no era alérgico a los gatos porque Sheridan Landsborough no es su padre… su progenitor es Edward Denoon. Por eso Enid odia a su marido y a su cuñada. Por eso Sheridan no siente nada por su esposa y su indiferencia es el peor insulto que Cordelia puede recibir. De esta forma se explica todo lo que hasta ahora he entrevisto y comprendido a medias.
Pitt guardó silencio. Vespasia vio que pensaba en esa revelación, en las repercusiones que tendría y se preguntaba si guardaba relación con el asesinato… y hasta qué punto. ¿Piers Denoon sabía que no era su primo, sino su hermanastro a quien se había visto obligado a matar? ¿Wetron lo sabía y, en ese caso, le había importado? Probablemente, no. Solo se trataba de una tragedia paralela.
– ¿Qué harás? -quiso saber Vespasia.
Pitt parecía cansado.
– No lo sé. Tenemos que detener a Piers Denoon y acusarlo pero, de momento, el proyecto de Tanqueray es más importante. -Su rostro estaba tenso y tenía la piel pálida y ojeras-. De momento está ganando Voisey. Aún tiene las pruebas de la responsabilidad de Simbister en el atentado de Scarborough Street y su relación con Wetron. Siempre y cuando me haya dicho la verdad acerca de ese asunto… y no quiero ni pensar que no lo haya hecho.
– Claro. -Vespasia sentía un extraño vacío interior. Sabía que, si se le presentaba la menor oportunidad, Voisey traicionaría a Pitt. Ciertamente, hacía falta una cuchara muy larga para comer con el demonio. Pitt era un hombre que había sido testigo de numerosas tragedias y de todo tipo de mezquindades, como la arrogancia y el odio, pero aún se sorprendía cuando se encontraba frente al mal. Veía humanidad allí donde hombres más simples y menos generosos solo habrían hallado delitos. No era el momento de decirle que tendría que haber sido menos confiado. Probablemente lo sabía. Además, Vespasia no quería que su sobrino perdiese esa cualidad que no solo era su flaqueza, sino también su fuerza-. Más adelante habrá tiempo de pensar en él. -Sonrió con pesadumbre y con dulzura-. De todos modos, sospecho que tendremos que recurrir a toda nuestra imaginación e inteligencia. Voisey todavía no sabe que estás vivo. Es posible que mañana actúe como si hubieras muerto.
– ¿Te refieres al proyecto? -A Pitt se le hizo un nudo en la garganta-. ¿Cambiará de bando y lo respaldará?
– Si estuviera en su lugar, denunciaría a Simbister por el atentado en Scarborough Street y utilizaría esa prueba de corrupción para frenar el proyecto, al menos de momento.
– Y después, ¿qué?
La mirada de Pitt le indicó a Vespasia que ya sabía la respuesta. -También destruiría a Wetron -respondió ella-. Luego ocuparía su puesto, reunificaría el antiguo Círculo Interior y lo dirigiría como antes. Conociendo a Voisey, sé que se vengará de todos los que lo traicionaron.
Vespasia estaba en lo cierto. Pitt no merecía menos que los demás y a esas alturas no podían permitirse evasivas.
El investigador permaneció totalmente inmóvil. Se devanaba los sesos y su rostro manifestaba un desesperado agotamiento.
– Así es.
Vespasia guardó silencio unos segundos y finalmente añadió:
– Thomas, no te lo perdonará. Pitt levantó la cabeza.
– Ya lo sé. Todavía conservo la prueba que inculpa a su hermana en el asesinato de Rae. ¿Debo utilizarla? Si lo hago no me quedará nada para proteger a Charlotte, y Voisey lo sabe.
– Desde luego. Es el problema de tener un arma definitiva. Una vez que la has usado, ¿qué te queda?
Pitt la miró directamente y con miedo. La ligera sonrisa provocada por su vulnerabilidad suavizó su expresión de agotamiento.
– Supongo que Charlotte tampoco la usaría aunque me encontraran muerto en el río. La conservaría para proteger a Daniel y a Jemima. Voisey lo sabe. A veces me preguntaba por qué no se arrepentía de haberme asesinado. Tendría que haber pensado en esa prueba.
– Querido, pensar en lo que tendríamos que haber hecho no sirve de nada -puntualizó Vespasia-. Consultemos con la almohada los acontecimientos de esta noche y ya veremos qué nos depara el mañana. Iré a tu casa a las nueve en punto y leeremos los periódicos. Debes permitir que mi cochero te acompañe. Te ruego que no discutas.
Pitt no se opuso. Se sentía agradecido y así se lo dijo.
Pitt durmió mejor de lo que esperaba. Cuando regresó a casa no pensaba contarle a Charlotte los detalles de lo ocurrido. No quería asustarla más de lo necesario; también se dio cuenta de lo imprudente que había sido al creer las palabras de Voisey, por muy verosímiles que fuesen o por muy presionado que estuviera por las circunstancias.
Tal como habían ido las cosas, Charlotte había hecho demasiadas deducciones para ocultárselas sin mentir; Pitt descubrió que ella se mostraba mucho más comprensiva de lo que había esperado. El alivio de Charlotte era tranquilizador y no quería criticar a Pitt. Incluso coincidía con él en que no habría utilizado la prueba contra la señora Cavendish, precisamente por los mismos motivos que suponía su marido.
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