Anne Perry - Los anarquistas de Long Spoon Lane

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Los anarquistas de Long Spoon Lane: краткое содержание, описание и аннотация

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En el verano de 1893 una explosión hace arder varios edificios. Thomas Pitt participa en la persecución de varios hombres que se refugian en una casa de Long Spoon Lane. Tras un intercambio de disparos la policía entra en el lugar y se encuentra con que uno de los anarquistas tiene un tiro en la cabeza, sus compañeros culpan a la policía y se trata de un miembro de la aristocracia.
Para resolver el caso, Pitt se verá obligado a aliarse con un viejo enemigo y ex miembro del Círculo Interior, Sir Charles Voisey.

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– Piers Denoon -musitó lentamente-. Probablemente, Wetron lo chantajeó para que proporcionase fondos a los anarquistas y le comunicara a él sus actividades. Como no consiguió que Magnus Landsborough colocara bombas en calles donde morirían inocentes, se encargó de que Piers lo asesinara para que otro asumiera el mando, alguien que hiciese lo que Wetron ordenara. -Levantó la cabeza-. Gracias, Tellman, has estado fenomenal.

El sargento se dio cuenta de que se ruborizaba. Pitt no era pródigo en alabanzas, pero pese a su habitual modestia sabía que había actuado bien. Había tenido miedo. Todavía se estremecía cuando recordaba que Wetron había dedicado la noche a perseguir a un terrorista inexistente y a sacar de la cama a Edward Denoon y al resto de los habitantes de la casa para nada. Era un placer que tal vez le costaría muy caro. No le había contado a Pitt cómo se había desarrollado la situación. Tal vez debía hacerlo entonces, mientras el placer seguía intacto.

Pitt lo vio sonreír.

– ¿Qué te pasa? -preguntó serenamente, aunque su mirada risueña daba a entender que lo sabía.

Al final y con pocas palabras Tellman le refirió los acontecimientos de la noche.

Pitt rió. Al principio fue un sonido tenso y algo agudo a causa del nerviosismo; cuando Tellman le contó los gritos de la aprendiza de criada, el enfado de la cocinera y el terror y la torpeza del mayordomo, Pitt se echó a reír. Rieron tan fuerte y con tanta alegría que ninguno de los dos se dio cuenta del ruido ni oyeron que Gracie se acercaba a la puerta, con el pelo recogido en una cofia limpia y el delantal puesto para limpiar el fogón.

Se disculparon como críos a los que se pilla haciendo una travesura y permanecieron obedientemente sentados mientras Gracie volvía a encender el fogón y calentaba agua para el té.

Eran casi las ocho y media cuando por fin Tellman se fue a trabajar, con ojeras de cansancio pero con un buen desayuno entre pecho y espalda. Pitt pensó qué le contaría a Charlotte y qué haría durante la jornada. Ya había decidido que debía entregar inmediatamente la prueba a Narraway. No permitiría que permaneciese ni siquiera una hora más en su casa, donde se encontraban su esposa y sus hijos. Luego visitaría a Vespasia; tenía muchas cosas que preguntarle, algunas muy dolorosas.

– Fantástico -declaró Narraway con profunda satisfacción y miró a Pitt tras leer los documentos. Iba elegantemente vestido, pero estaba pálido-. Su actuación ha sido extraordinaria, pero ahora Wetron es más peligroso que nunca. Sabrá que Tellman planeó el robo de los papeles y la engorrosa situación que vivió anoche no debió de resultarle nada divertida. Jamás olvidará lo que le han hecho.

– Ya lo sé -reconoció Pitt. En esos momentos temía por Charlotte y ya no lo asustaban las amenazas de Voisey, sino las de Wetron. También estaba preocupado por Tellman, que era el causante del desconcierto de Wetron en casa de Denoon. Y el hecho de que el propio Pitt fuera testigo de todo no hacía más que echar leña al fuego-. Debemos acabar inmediatamente con él… -Notó el apremio en su voz-. ¿No podemos detenerlo hoy mismo?

El rostro de Narraway mostraba diversas emociones.

– Pitt, por si acaso enviaré a uno de mis hombres a su casa… armado. No puedo hacer nada para proteger a Tellman. ¿Me equivoco si pienso que Piers Denoon es quien mató a Magnus? -Apretó los labios-. Su propio primo… Me gustaría saber si realmente lo odiaba o si solo se trata de otra consecuencia del chantaje. La prueba de la violación relaciona a Piers con Simbister y a este con Wetron, pero es imprescindible conectarla con los atentados antes de proceder a las detenciones. ¡O, para decirlo con más exactitud, antes de que los policías se arresten entre sí!

– Con esto es suficiente -insistió Pitt-. Condena a ambos y a Piers Denoon. Tiene sentido. -El peligro que Tellman corría le preocupaba mucho. ¡Wetron no pararía hasta crucificarlo! A esas alturas ya sabría que los papeles habían desaparecido y que Tellman era el responsable, por mucho que hubiese pagado a un tercero para que llevara, a cabo el robo-. Simbister es el dueño del Josephine , en el que guardaban la dinamita, y Grover trabaja para él. El círculo de las pruebas se ha cerrado.

Narraway parecía cansado e impaciente.

– ¡Pitt, este trabajo es peligroso! -declaró en tono áspero-. ¿Alguna vez ha practicado la caza mayor? -No, claro que no. La sonrisa de Narraway era amarga.

– Hay algunos animales a los que solo se les puede disparar una vez, de modo que es necesario asegurarse de que el disparo es mortal. Si solo lo hiere, el animal se revuelve y puede destrozarle, aunque después muera. Wetron es uno de esos animales.

– ¿Se ha dedicado a la caza mayor?

Narraway lo miró a los ojos.

– Solo de la bestia más peligrosa que existe: el ser humano. No tengo nada contra los animales ni me interesa colgar sus cabezas de las paredes de mi casa.

Después de ese comentario Pitt pensó que Narraway le caía mejor.

– ¡Sí, señor!

Pitt hizo una breve visita a Vespasia; solo se quedó el tiempo imprescindible para contarle los acontecimientos de la víspera. La mujer respondió con una mezcla de satisfacción y pena, pero también temía que se produjesen nuevas tragedias. De todos modos, no quiso decirle de qué naturaleza suponía que serían ni a quién afectarían, pese a que Pitt tuvo la certeza de que su tía lo sabía.

Abandonó la casa de Vespasia y se dirigió a St Paul, donde a mediodía se reunió con Voisey junto al sepulcro de John Donne, el gran pastor, abogado, filósofo, aventurero y poeta isabelino y jacobino. Como siempre, Voisey apenas habló. Un vistazo a la expresión de agotamiento de Pitt, la celeridad de su paso y que llegase diez minutos antes de lo previsto le quitó todo deseo de exhibirse después del primer comentario.

– A los once años ingresó en Oxford. ¿Lo sabía? -preguntó con ironía-. Tiene muy mal aspecto. ¿Ha vuelto al lugar del atentado?

– No -contestó Pitt quedamente, que hablaba en voz baja para que no lo oyese la pareja de ancianos que al pasar rindió homenaje a Donne-. He pasado en vela casi toda la noche. Llevé a cabo una maniobra de distracción para que, de acuerdo con sus consejos, cierto ladrón cogiera de casa de Wetron la prueba decisiva.

A Voisey se le iluminó la cara y abrió mucho los ojos.

– ¿De qué se trata?

Su voz reveló tal impaciencia que la pareja de ancianos se volvió. Es posible que el hombre estuviera en mitad de la cita más famosa de Donne: «No preguntes por quién doblan las campanas…».

«Están doblando por ti.» Pitt concluyó mentalmente la estrofa.

– Exactamente lo que usted suponía -replicó y su tono fue poco más que un susurro.

– ¡Por amor de Dios! -espetó Voisey-. ¿Quién?

– Piers Denoon. Por una vieja acusación de violación.

Voisey exhaló un suspiro como si por fin se hubiera deshecho un nudo largamente estrechado.

– ¿Es suficiente?

– Casi. Necesitamos demostrar todas las implicaciones. Hemos conectado la dinamita con Grover y a este con Simbister a través de la confesión de Denoon, así como a Simbister con Wetron, aunque podría negarlo. Podría decir que acaba de encontrar la prueba y que se proponía tomar medidas en cuanto estuviera seguro. De esta forma, Simbister sería destituido y Wetron se limitaría a sustituirlo.

– ¡Comprendo, comprendo! -exclamó Voisey con impaciencia-. Debemos relacionar a Wetron con el chantaje a Piers Denoon para que no pueda escapar. Si es quien disparó a Magnus Landsborough, puede acusar a Denoon de asesinato. Declarará encantado que lo chantajearon para que lo hiciera. ¿Los documentos están a salvo? ¿Dónde? ¡No los tendrá en su casa!

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