Se abrió la puerta y Voisey entró. Estaba pálido y agotado. Se había afeitado y vestido correctamente, pero no mostraba su compostura habitual.
– Buenos días, señora Pitt -saludó y cerró la puerta.
Una sombra de ansiedad cruzó su rostro cuando escrutó la mirada y la expresión de la visitante. Charlotte se dio cuenta de que Voisey temía que a Pitt le hubiera pasado algo, sobre todo porque todavía lo necesitaba.
– Buenos días, sir Charles -respondió-. Espero que haya logrado conciliar el sueño después de la terrible experiencia vivida.
Pareció que Voisey se relajaba un poco. No sabía qué quería esa mujer, pero era evidente que no estaba allí para darle la noticia de una nueva tragedia.
– Sí, gracias. ¿Cómo está el señor Pitt?
Aquella era una conversación absurda. Momentáneamente, se habían convertido en aliados, pero en el fondo seguían siendo enemigos encarnizados. Pitt podía destruir a Voisey y se alegraría de verlo entre rejas durante el resto de su vida o incluso colgado de la horca. Voisey no habría dudado en asesinar a Pitt con sus propias manos si pudiera hacerlo sin ser descubierto. Había estado detrás de lo que no solo parecía un atentado contra Charlotte, sino contra sus hijos y Gracie.
– Cansado, pero notablemente recuperado. Supongo que mi marido no olvidará que permaneció atrapado en ese barco mientras el agua entraba a raudales. Imagino que usted tampoco.
– Desde luego que no. -Pese al esfuerzo por mantener la calma, Voisey se estremeció ligeramente. Una fugaz mueca de contrariedad cruzó su rostro porque se dio cuenta de que Charlotte lo había notado-. Señora Pitt, ¿en qué puedo ayudarla?
Charlotte todavía no estaba preparada para abordar el tema de forma tan directa.
– Sir Charles, ¿cómo está su hermana? La recuerdo como una persona de lo más encantadora y muy independiente.
La expresión de Voisey transmitía calidez y cierta relajación a pesar del cansancio y la preocupación por saber las razones por las que la mujer se había presentado en su casa.
– Está bien, gracias. Señora Pitt, ¿por qué me lo pregunta? Supongo que no ha venido a mi casa a esta hora para preguntar por mi bienestar o el de mi hermana.
Charlotte sonrió. Había logrado confundirlo, aunque solo fuese un poco.
– Es posible que, indirectamente, así sea. Mi pregunta tenía un sentido.
– Desde luego. -Voisey se mostró escéptico. -Me alegro mucho de que su hermana esté bien -prosiguió-. Espero que sea feliz.
La irritación de Voisey fue en aumento. La sonrisa de Charlotte se esfumó.
– Sir Charles, el propósito de mi visita es dejarle claro que el bienestar de su hermana depende del de mi marido. Sé que es poco delicado plantearlo tan bruscamente, pero me he dado cuenta de que mis rodeos le han hecho perder la paciencia. -Vio sorpresa en el rostro de Voisey, así como una momentánea incomprensión-. Supongo que no se ha olvidado del reverendo Rae. Era un hombre extraordinario y muy apreciado. -Sostuvo la mirada de Voisey con actitud firme y resuelta. Entre ellos ya no había simulaciones-. Su muerte fue una tragedia. En lo que se refiere a la señora Cavendish, supongo que el veredicto de muerte accidental podría ser adecuado, al menos moralmente. No pretendió envenenarlo. Aun así, existen pruebas de que lo hizo, al menos desde un punto de vista legal. Evidentemente hay diversas copias de esa prueba. Sería muy insensato que solo hubiese una. Todas ellas seguirán en su lugar mientras Thomas y mi familia, que también incluye a Gracie, estemos bien. Si nos ocurriese algo, aunque pareciera un accidente, la prueba acabaría en manos de la persona que corresponda, que seguramente se ocuparía de que todo el peso de la ley le cayera encima. -Voisey la miró, sorprendido-. No crea que no la utilizaré. No tengo el menor deseo de vengarme de la señora Cavendish. En realidad, me parece más que probable que no envenenase intencionadamente al reverendo Rae, pero durante un juicio le resultaría difícil demostrarlo, tal vez imposible. Y en ese caso acabaría en la horca. -Empleó la palabra deliberadamente y pudo ver cómo palidecía Voisey-. Sir Charles, le aseguro que quiero a mi familia tanto como usted a la suya. No dudaré en utilizar la prueba si hace daño a mi marido o a cualquier otro miembro de mi familia. -Afrontó firme e impasiblemente la mirada del parlamentario.
Se hizo un profundo silencio entre ellos. Charlotte no desvió la mirada.
– Señora Pitt, no creo que la utilice -declaró por último Voisey.
– ¡Está muy equivocado! -Charlotte dejó que la pasión y la certeza se notaran en su voz-. ¡Lo haré! Voisey esbozó una sonrisa.
– Si yo le hago daño a Pitt y usted destruye a mi hermana, ¿qué le quedará para protegerse a sí misma y a sus hijos? Y tendrá que protegerse porque, sin usted, los niños no sobrevivirían. -La mujer sintió que se le helaban las entrañas; se quedó paralizada-. Señora Pitt, es posible que hable irreflexivamente, pero no es tonta. Hará lo que tenga que hacer para proteger a sus hijos. No dudo de su valentía ni de su voluntad, pero también sé que conoce cuál es la realidad. No destruirá a mi hermana mientras tenga a alguien a quien proteger. -Ladeó ligeramente la cabeza-. ¿Quiere que la acompañe a la puerta? Le pediré a mi lacayo que le llame un coche.
Charlotte sintió que le daba vueltas la cabeza. Voisey estaba en lo cierto y ambos lo sabían. No tenía sentido discutir. Debía responderle algo e irse.
– No, gracias. Llamaré a un coche cuando me apetezca.
¿Debía añadir que también existían las murmuraciones, los rumores que podían herir sin matar o eso lo llevaría a pensar en las maneras en las que podía hacer daño a Pitt, a Daniel y a Jemima e incluso a Tellman?
Voisey seguía esperando.
Charlotte llegó a la conclusión de que era mejor guardar silencio. Se volvió y cruzó el umbral con Voisey siguiéndole dos pasos más atrás. Desearle un buen día sería grotesco.
Llegó a la puerta, salió a la calle iluminada por el sol sin volver la vista atrás y se alejó deprisa.
Al cabo de diez minutos encontró un coche, dio al conductor las señas de tía Vespasia y se recostó en el asiento. Estaba temblando después de su enfrentamiento con Voisey y no tenía la menor intención de que Pitt se enterase jamás. Había algunas cosas, poquísimas, que era más sensato no compartir. Ese aprendizaje formaba parte del proceso de madurar.
Llegó a casa de Vespasia, pagó al cochero y llamó a la puerta. Estaba decidida a ver a su tía o a esperar su regreso en el caso de que hubiese salido.
Tuvo suerte. Vespasia no solo estaba, sino que pareció encantada de verla. Cuando llegaron al gabinete que daba al jardín y la doncella se retiró, Vespasia la observó, preocupada.
– Querida, estás muy pálida. ¿Ha ocurrido algo?
Charlotte no podía hablarle de su encuentro con Voisey. Estaba asustada. El escudo en el que había confiado se había deshecho en sus manos. No solo se sentía vulnerable, sino estúpida. Todavía no había asimilado la situación ni elaborado un plan para resolverla. Pensó que bastaría con contarle a Vespasia la aventura de Pitt en el Josephine , por lo que se la explicó con todos los detalles que conocía.
– ¿Thomas ya se ha recuperado? -preguntó Vespasia, inquieta.
– Es posible que haya pillado un resfriado y estoy segura de que, durante una temporada, sufrirá pesadillas, pero está ileso. Voisey también, lo cual es una suerte porque todavía lo necesitamos. -Pensó que no le había temblado la voz cuando pronunció su nombre-. Por lo que me han dicho, esta tarde el proyecto volverá a presentarse en el Parlamento. Contará con muchos apoyos tras el atentado de Scarborough Street.
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