Anne Perry - Los anarquistas de Long Spoon Lane

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Los anarquistas de Long Spoon Lane: краткое содержание, описание и аннотация

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En el verano de 1893 una explosión hace arder varios edificios. Thomas Pitt participa en la persecución de varios hombres que se refugian en una casa de Long Spoon Lane. Tras un intercambio de disparos la policía entra en el lugar y se encuentra con que uno de los anarquistas tiene un tiro en la cabeza, sus compañeros culpan a la policía y se trata de un miembro de la aristocracia.
Para resolver el caso, Pitt se verá obligado a aliarse con un viejo enemigo y ex miembro del Círculo Interior, Sir Charles Voisey.

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– ¿Estás diciendo que…? -comenzó a preguntar Cordelia.

No pudo terminar la frase porque apareció una criada que le anunciaba la llegada de los señores Denoon. Esta quiso saber si debía hacerlos esperar en la salita o los hacía pasar.

A Cordelia no le quedó más alternativa que recibirlos. Fingió no darse cuenta de que la conversación había quedado interrumpida y ordenó a la criada que los acompañase.

Como era de prever, Enid vestía de negro, pero el luto quedaba suavizado porque en el cuello lucía un camafeo de extraordinaria belleza, al que su cabello rubio dotaba de una delicadeza y de una sensación de vida de las que Cordelia carecía. Saludó a Vespasia con interés y cierta sorpresa.

Denoon estaba muy serio. Se mostró cortés, pero no fingió alegrarse de ver a una relativa desconocida en lo que evidentemente suponía que sería una reunión familiar.

Cordelia enseguida explicó la presencia de Vespasia. En cuanto cruzaron los saludos de rigor, no se anduvo con rodeos ni hizo concesiones a las sutilezas.

– Lady Vespasia está muy preocupada por nuestros intereses -declaró sin ambages-. Acaba de advertirme no solo de la importancia de protegernos de los ataques políticos, sino de cuidar de nuestros aliados.

– Muy considerado por su parte, lady Vespasia -dijo Denoon con frialdad; su expresión reflejaba una clara condescendencia-. Pero es del todo innecesario. Estoy al tanto de esas corrientes. Es imposible dirigir un periódico si se es un ingenuo.

Cordelia estalló, quizá porque quería contar con la ayuda de Vespasia y Denoon había sido muy descortés.

– Si estabas enterado de los asociados secretos de sir Charles Voisey, lo más indicado habría sido que te hubieses tomado la molestia de informarme -reprochó en tono gélido.

Denoon se tensó.

– ¿Has dicho Voisey?

Vespasia lo miró y observó los músculos de su cuello y la ligera modificación de su postura. En ese instante tuvo la certeza de que Denoon no solo era un firme aliado de Wetron, sino que también era miembro del Círculo Interior y sabía perfectamente qué había sido Voisey antes de que se desmembrara el Círculo. Y eso era exactamente lo que Vespasia había ido a averiguar.

– Así es -replicó con el rostro casi inexpresivo-. Por lo visto, no apoya el proyecto y dará a conocer sus opiniones con gran entusiasmo.

– ¿Cómo lo sabe? -la desafió Denoon.

Vespasia frunció delicadamente las cejas.

– ¿Cómo dice?

– ¿Cómo sabe…? -Denoon se interrumpió.

Enid tomó la palabra:

– ¿Hace apología de la anarquía? -preguntó y estornudó enérgicamente-. Lo siento.

Enid buscó un pañuelo en el bolsito. Sus ojos claros se llenaron de lágrimas.

Por cortesía Cordelia desvió la mirada.

– Lo dudo mucho -respondió-. Sería una posición insostenible. Supongo que dirá que la policía ya cuenta con las armas que necesita y que la información acerca de los grupos subversivos es mucho más valiosa que las competencias para registrar a la gente al azar. No es probable que la policía consiga la ayuda de la gente corriente si esta cree que es opresiva y propensa a abusar del poder.

Enid volvió a estornudar. Daba la sensación de que el resfriado empeoraba rápidamente. Tenía los párpados enrojecidos.

– Se trata de una argumentación muy débil. -Denoon la descartó de plano-. Si tal como dice, la policía dispusiera del poder necesario para obtener dicha información, habría abortado el atentado de Myrdle Street. Creo que está clarísimo.

Vespasia titubeó. Si decía que las armas y los registros tampoco habrían permitido conocer la participación de Magnus Landsborough parecería innecesariamente cruel y podría hacerles pensar que defendía a Voisey. No solo era un juego de emociones, sino de datos.

– Señor Denoon, no defiendo a sir Charles ni su punto de vista -declaró con delicadeza y un levísimo toque de condescendencia-. Creo que hemos permitido que se exprese de manera razonable en el Parlamento y en los periódicos que podrían optar por publicar sus opiniones, lo cual me preocupa. Solo he venido para decir que probablemente se opondrá con todas sus fuerzas al proyecto del señor Tanqueray.

Denoon expulsó el aire silenciosamente y, con más serenidad, añadió:

– Sí, por supuesto. ¿Está al tanto de a qué responde su interés por este tema? ¿Sabe si es personal o político?

Denoon la observaba con más atención de la que aparentaba.

Enid volvió a estornudar y abandonó su asiento en el gran sofá. Tenía los párpados abotargados.

Vespasia se encogió de hombros casi imperceptiblemente. Fue un gesto elegante y en apariencia espontáneo.

– No tengo la menor idea -mintió.

Cordelia se impacientó e intervino con bastante entusiasmo:

– Probablemente da lo mismo. Es obvio que se trata de un hombre ambicioso. -Miró a Enid-. Será mejor que te sientes en otra parte -añadió con frialdad-. Edward, ¿serás tan amable de abrir la ventana? -Lo dijo como una orden que se da a un criado y que ni siquiera se piensa que no vaya a acatarla. Denoon la miró con el ceño fruncido y no se movió ni un milímetro-. ¡Enid se está ahogando a causa de los pelos del gato! -exclamó Cordelia-. ¡Ya sabes que es alérgica a los gatos! Por el amor de Dios, a Sheridan le pasa exactamente lo mismo. El pobre animal debería permanecer en los alojamientos de los criados, pero por lo visto se ha escapado y ha andado por aquí. Esta mañana lo he echado, pero debe de haber dejado pelo.

A regañadientes, Denoon se acercó a la ventana y la abrió en exceso, por lo que entraron el aire fresco y el aroma a hierba segada y mojada.

– Gracias -dijo Enid y volvió a estornudar-. Lo lamento. -Se volvió hacia Vespasia-. Me gustan los gatos… son animales muy útiles, pero en casa no podemos tenerlos. Tanto Piers como yo somos muy sensibles a ellos. Le pasa a toda nuestra familia, Sheridan incluido… -Dirigió este último comentario a Cordelia.

– Por eso el animal debe estar en los alojamientos de los criados -precisó Cordelia-. Sheridan nunca los visita.

– Por cierto, ¿dónde está? -quiso saber Denoon-. ¿Volverá a casa esta tarde? Su ayuda nos sería de gran utilidad para la causa. Podría expresarse con más energía que nadie. Sería magnífico que prestase su apoyo a la campaña. Si cambiara de parecer y abandonase su posición liberal, movería a mucha gente.

– Claro que estará en casa -confirmó Cordelia-. ¡Sólo se retrasa!

Su expresión era de cólera y desprecio.

– Creo que deberíamos seguir elaborando nuestros planes aunque no esté e informarlo cuando llegue -propuso Denoon.

Vespasia se volvió ligeramente y detectó una expresión de profundo odio en el rostro de Enid, que miraba a su marido. Era tan violenta que se quedó francamente sorprendida. Segundos después se esfumó; Vespasia se preguntó si había sido fruto de su imaginación o una mala pasada de la luz estival que se colaba por la ventana.

En el vestíbulo sonaron pisadas y voces. La puerta del gabinete se abrió y Sheridan Landsborough entró. Paseó la mirada por los presentes, miró con sorpresa y agrado a Vespasia y no se disculpó por haberse retrasado. Daba la impresión de que no sabía que lo esperaban. Estaba pálido, con la cara ensombrecida por la pena, y sus ojos habían perdido la vitalidad.

Enid lo miró con profundo afecto, como si deseara acercarse a su hermano, pero no hubiera modo de consolarlo. Su pérdida era irreparable y Enid lo sabía.

Cordelia no manifestó el mismo calor. Como sucede a menudo, la muerte del hijo parecía separarlos en vez de acercarlos. Cada uno lamía sus heridas a su manera: Cordelia estaba furiosa y Sheridan se había apartado y replegado incluso más que antes.

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