Anne Perry - El Brillo de la Seda

Здесь есть возможность читать онлайн «Anne Perry - El Brillo de la Seda» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Brillo de la Seda: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Brillo de la Seda»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En la turbulenta Constantinopla del siglo XIII, una joven busca la verdad tras el exilio de su hermano.
Anna Zarides llega a Constantinopla disfrazada de eunuco dispuesta a dedicarse a la medicina. Desde el momento en que llega a la ciudad, amenazada por las cruzadas, Anna pasa a ser Anastasio.
Sin embargo, el viaje encierra un secreto: su hermano gemelo, Justiniano, ha sido acusado de asesinar al emperador Besarión, y ella desea probar su inocencia. Mientras tanto, Constantinopla está bajo el asedio de las tropas de Carlos de Anjou, y Anna aprovecha la oportunidad de salvar a su hermano.

El Brillo de la Seda — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Brillo de la Seda», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Entonces le llegó la respuesta como si fuera un haz de luz. Rodeó a la mujer con un brazo y la ayudó a sentarse en los escalones.

– Soy médico -dijo con dulzura-. Voy a socorreros. Os llevaré a vuestra casa.

De pronto una mujer más joven volvió la cabeza y las vio. Enseguida volvió a subir un peldaño.

– No ocurre nada -se apresuró a decir Ana-. Soy médico. He visto que se sentía enferma y he subido a socorrerla. Voy a llevarla a casa. -Ayudó a la anciana a incorporarse y la rodeó de nuevo con el brazo para cargar con la mayor parte de su peso-. Venid -animó a la otra-, indicadme por dónde se va.

La mujer más joven sonrió y se situó delante de ambas, asintiendo con la cabeza.

De todos modos, más tarde Ana llegó a su casa temblando de alivio. Simonis la miró con ansiedad percibiendo que ocurría algo, pero ella se sentía demasiado avergonzada de la estupidez que había cometido para contarle de qué se trataba.

– ¿Has descubierto algo más? -inquirió Simonis al tiempo que le entregaba una copa de vino y le ponía delante un plato de pan con cebollinos.

– No -respondió Ana en voz baja-. Aún no.

Simonis no dijo nada, pero su expresión era elocuente. No habían ido allí, a arriesgar la vida a cien millas de su hogar, para que Ana pudiera establecer una consulta médica nueva; en opinión de Simonis, la que había tenido en Nicea no tenía nada de malo. El único motivo para abandonarla, junto con los lugares y los amigos que conocían de toda la vida, era rescatar a Justiniano.

– Las túnicas que me has comprado son muy buenas -dijo Simonis en voz queda-. Te doy las gracias. Debes de tener pacientes nuevos. Y ricos.

Ana se percató del sentimiento reprobatorio de Simonis por la rigidez de sus hombros y por su forma de fingir que estaba concentrada en moler las semillas de mostaza para preparar la salsa del pescado que iba a cocinar al día siguiente.

– Que sean ricos es algo accidental -replicó ella-. Conocieron a Justiniano y a las demás personas que rodeaban a Besarión. Estoy obteniendo información acerca de sus amigos, y quizá de los enemigos de Besarión.

Simonis levantó la vista rápidamente, con los ojos brillantes. Sonrió un momento, fue todo lo que se atrevió a mostrar, por si acaso su fe invitaba a la mala suerte y el premio se le escapaba.

– Bien -dijo afirmando con la cabeza-. Entiendo.

– No te gusta mucho esta ciudad, ¿verdad? -le dijo Ana suavemente-. Ya sé que echas de menos a los que conocías en casa. Yo también.

– Es necesario -repuso Simonis-. Tenemos que averiguar la verdad de lo sucedido y hacer que vuelva Justiniano. Tú sigue intentándolo. Yo me encargaré de hacer amistades nuevas. Ahora vete a la cama, es tarde.

CAPÍTULO 07

A primeros de octubre Zoé envió un recado a Ana, en el cual le solicitaba que la atendiera de inmediato. Zoé la atraía como una llama peligrosa, imprevisible, en ocasiones destructiva, pero por encima de todo una llama muy brillante, y Ana tenía necesidad urgente de obtener más información.

Al llegar, Zoé la recibió inmediatamente, lo cual era en sí mismo un cumplido. Hoy iba ataviada con una túnica de color rojo vino y una dalmática ligera encima, sujeta en el hombro con una enorme joya de oro y ámbar. Más oro y ámbar le colgaban de las orejas y le rodeaban el cuello, a juego con el filo bordado de las prendas. Con sus ojos de topacio y su cabello bronce oscuro, desprendía una belleza sobrecogedora.

– ¡Ah! Anastasio -exclamó calurosamente al tiempo que acudía sonriente al encuentro de Ana-. ¿Qué tal va vuestro oficio? Mis amistades me han dado buenos informes de vos.

Era una pregunta cortés, y formulada con entusiasmo. También tenía por finalidad recordarle que la mayoría de sus mejores pacientes, los que tenían dinero, pagaban puntualmente y la recomendaban a otros conocidos, le habían llegado gracias a ella.

– Bien, y mejorando todo el tiempo -respondió Ana-. Os estoy agradecida por recomendarme.

– Me alegra haber sido de utilidad -repuso Zoé. Agitó una elegante mano, de uñas afiladas y adornada con sortijas, para indicar una mesa sobre la que reposaban una jarra de vino, varias copas y un cuenco de cristal verde lleno de almendras.

– Os lo agradezco -dijo Ana como si aceptara, pero sin hacer ningún movimiento. Estaba demasiado tensa, debido a la expectación de saber qué deseaba Zoé. Parecía gozar de buena salud, aunque en parte se debiera a sus propias pociones y bálsamos y a una gran dosis de fuerza de voluntad-. ¿En qué puedo serviros? -preguntó Ana. Había aprendido a no hacer cumplidos a las mujeres como si fuera un hombre completo, ni a compadecerlas como si fuera otra mujer. Zoé sonrió, divertida.

– Os dais prisa en ir al grano, Anastasio. ¿Os he apartado de otro paciente? -La estaba sondeando, viendo cómo Ana caminaba por el filo de la navaja, entre la adulación y la verdad, sin perder su dignidad, manteniendo el respeto por su habilidad profesional y aun así mostrándose disponible para lo que Zoé pudiera desear. Todavía no podía permitirse el lujo de negarse, y ambas lo sabían. En este caso Zoé no era una paciente; sin embargo, sería una arrogancia absurda por parte de Ana imaginar siquiera que estaban en el mismo nivel social. Ella era un eunuco de provincias que se ganaba la vida con su trabajo; Zoé pertenecía a una familia aristocrática, y no sólo era nativa de aquella ciudad, sino casi la personificación de su alma.

Ana midió sus palabras, sonriendo ligeramente:

– ¿No me habéis llamado como médico?

Los ojos dorados de Zoé relampaguearon al lanzar una carcajada.

– Buena suposición. Se trata de una amiga, una joven llamada Eufrosina Dalassena. Sufre una enfermedad de la piel que le causa cierta vergüenza. Vos parecéis estar muy versado en esas dolencias. Le he dicho que iréis a verla. -Aquello era sencillamente una afirmación.

Ana tragó el aguijón de arrogancia que suponía que se reconociera tan poco su valía. Aun así, Zoé captó dicha vacilación y supo lo que significaba. Y se sintió complacida.

– Si me decís dónde puedo encontrarla, iré a verla -respondió Ana.

Zoé asintió despacio, satisfecha, y le dio las señas de la calle y de la casa.

– Id con urgencia, os lo ruego. Examinadla con atención, tened en cuenta su mente, además de su cuerpo. Tengo interés en saber cómo evoluciona. ¿Me entendéis?

– Para mí será un placer informaros de que se encuentra bien, o no tan bien -replicó.

– ¡No es su piel lo que me importa! -saltó Zoé-. Vos podéis ocuparos de eso, no me cabe duda. Acaba de enviudar. Me interesa saber cómo se encuentra, conocer la fuerza de su carácter.

Ana titubeó, no muy segura de si debía reprimir o no lo que sabía que podía decir, pero decidió que no merecía la pena. Zoé se pondría furiosa sin motivo alguno. Más adelante decidiría cuánto contarle.

– Iré inmediatamente -dijo con aire digno.

Zoé sonrió.

– Os lo agradezco.

Eufrosina Dalassena se encontraba al final de la veintena, pero le dio la impresión de ser más joven. Poseía unas facciones excelentes y debería resultar encantadora, pero irradiaba una cierta insulsez, y Ana se preguntó si sería a causa de su enfermedad. Estaba tendida en un diván, sin adornos en su cabellera de color castaño claro y con el semblante un tanto pálido. A Ana la condujo una criada que se quedó aguardando en aquella estancia decorada de modo poco imaginativo, de pie en la entrada.

Ana se presentó y formuló todas las preguntas habituales acerca de los síntomas. A continuación examinó la dolorosa erupción que mostraba Eufrosina en la espalda y en la parte inferior del abdomen. Le pareció que tenía un poco de fiebre, y se notaba a las claras que se sentía violenta y angustiada por su mal. Su mirada no se apartó ni un momento del rostro de Ana, a la espera del veredicto, intentando interpretar todas sus expresiones.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Brillo de la Seda»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Brillo de la Seda» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Brillo de la Seda»

Обсуждение, отзывы о книге «El Brillo de la Seda» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x