Emily trató de pensar a toda prisa en una respuesta que pudiera salvar la situación. No se le ocurrió nada.
– ¡Rose! ¡Qué preciosidad de vestido! -Sonó estúpido y forzado incluso a sus oídos. Qué ridículo debía de haberle parecido a los demás.
– Buenas tardes, Emily -respondió Rose con frialdad. No había olvidado una palabra de su anterior encontronazo. Toda la efusión de la amistad se había desvanecido. Y tal vez se había dado cuenta de que Jack no iba a defender a Aubrey si le parecía que ponía en peligro su escaño. Aunque ese no fuera el precio, podía significar perfectamente que cualquier cargo que Gladstone se planteara ofrecerle sería reconsiderado a la luz de su imprudente amistad. Aubrey sería señalado como un hombre que inspiraba poca confianza, como un cañón desvencijado en la cubierta de un barco que cabeceaba. Si no podía salvar su escaño en esas elecciones, al menos ella salvaría su honor y reputación en las siguientes, que según decían no podían quedar demasiado lejos.
Emily le dirigió una sonrisa forzada que temió que fuera tan horrible como la sensación que estaba experimentando.
– ¡Qué discreta eres al no decir lo que hizo! -Se oyó a sí misma decir con voz fuerte y un tanto estridente, pero sin duda atrayendo toda la atención del resto del corro-. Pero creo que al no decirlo podrías haber dado a entender que contribuyó con dinero antes que con un servicio de gran valor equiparable a esa suma… -Trató de recordar la información que Charlotte o Gracie habían dejado caer sobre el caso Whitechapel y el papel que Voisey había desempeñado en él. Por una vez se habían mostrado sorprendentemente discretas. ¡Maldita sea! Sonrió de oreja a oreja y miró a las mujeres que la rodeaban, todas sorprendidas y ansiosas por saber qué más iba a decir.
Rose tomó aire con brusquedad.
Emily debía darse prisa antes de que Rose hablara o lo estropearía todo.
– Yo no lo sé, por supuesto -continuó de repente-. Sé algo pero, por favor, ¡no me pregunten! Fue, sin duda, un acto de gran coraje físico y violencia… No puedo decir qué, pues no quisiera describir engañosamente a alguien o incluso difamarle… -Dejó la insinuación en el aire-. Pero fue de gran valor para Su Majestad y para el gobierno tory. Es muy natural que se le recompense por eso… y totalmente justo. -Lanzó una mirada de advertencia a Rose-. ¡Estoy segura de que era eso lo que querías decir!
– Es un oportunista -replicó Rose-. Un hombre que busca el poder para sí mismo y no para aprobar leyes que proporcionen justicia social a un mayor número de gente; a los pobres, ignorantes y desposeídos, que deberían ser nuestra principal preocupación. Creo que si uno escucha durante un rato lo que dice, empleando la cabeza y no solo el corazón, queda suficientemente claro. -Era una acusación, y la dirigió a todas las mujeres.
Emily empezó a asustarse. Rose parecía empeñada en autodestruirse y, por supuesto, eso significaba arrastrar a Aubrey consigo, lo que después le causaría unos remordimientos y un dolor infinitos. ¿No se daba cuenta de lo que estaba haciendo?
– Todos los políticos se ven tentados a decir lo que creen que hará que les voten -respondió elevando demasiado la voz-. Y responder ante una multitud y tratar de complacerla es facilísimo.
Rose tenía los ojos muy abiertos, como si creyera que Emily la estaba atacando deliberadamente, traicionando una vez más su amistad.
– ¡No solo los políticos han sucumbido a la tentación de actuar para la galería, como una actriz barata! -contraatacó.
Emily perdió los estribos.
– ¿En serio? No acabo de entender tu comparación. ¡Pero por lo visto sabes más de actrices baratas que yo!
Una mujer soltó una risita nerviosa, y luego otra. Varias de ellas parecían muy incómodas. La discusión había llegado a un extremo en que ya no se alegraban de ser testigos y estaban desesperadas por encontrar un pretexto para retirarse y unirse a otro grupo. Una por una se fueron, murmurando excusas ininteligibles.
Emily cogió a Rose del brazo, sintiendo cómo su cuerpo rígido se resistía.
– ¿Qué demonios te pasa? -murmuró-. ¿Estás loca?
La cara de Rose perdió el poco color que conservaba y se quedó lívida.
Emily la agarró del brazo, temiendo que se cayera.
– ¡Ven a sentarte! -ordenó-. ¡Deprisa! Ponte en esta silla antes de que te desmayes. -La arrastró los pocos metros que había hasta el asiento más cercano y la obligó a sentarse, bajándole la cabeza hasta que la tuvo sobre las rodillas, y ocultándola con su cuerpo del resto de la sala. Le habría gustado traerle algo de beber, pero no se atrevía a dejarla sola.
Rose se quedó inmóvil.
Emily esperó.
Nadie se acercó a ellas.
– No puedes quedarte sentada eternamente -dijo Emily por fin con bastante suavidad-. No puedo ayudarte si no sé qué te pasa. Hay que actuar con sentido común y evitar los berrinches. ¿Por qué Aubrey se está comportando como un necio? ¿Tiene algo que ver contigo?
Rose se levantó bruscamente, con dos manchas de color intenso en las mejillas, y los ojos brillantes como hierba azul verdosa.
– ¡Aubrey no es ningún necio! -dijo en voz muy baja, pero con una vehemencia que resultaba casi sorprendente.
– Sé que no lo es -dijo Emily empleando un tono más suave-. Pero se está comportando como tal, y tú lo estás siendo aún más que él. ¿Tienes idea de la mala impresión que causa verte atacar a Voisey como acabas de hacer? Aunque lo que dijeras fuera cierto y pudieras demostrarlo, y sabes que no es el caso, seguiría sin beneficiarte a la hora de conseguir votos. A la gente no le gusta que derriben a sus héroes o hagan trizas sus sueños. Odian a los que les engañan, pero también a los que les hacen que se den cuenta de ello. Si quieren creer en un héroe, lo harán. Comportándote así solo consigues parecer desesperada y maliciosa. El hecho de que puedas tener razón es lo de menos.
– ¡Eso es monstruoso! -protestó Rose.
– Por supuesto que lo es -coincidió Emily-. Pero es una estupidez jugar según las reglas que te gustaría que hubiera. Siempre acabarás perdiendo. Debes jugar según las reglas que hay… Es mejor si te gustan, pero nunca peor.
Rose no dijo nada.
Emily repitió la primera pregunta que le había formulado, que seguía creyendo que podía ser la que aclarase aquel lamentable asunto.
– ¿Por qué acudiste a la médium? Y no me digas que lo hiciste solo para ponerte en contacto con tu madre y tener con ella una charla reconfortante. No harías algo así en plenas elecciones, ni se lo ocultarías a Aubrey. Te atormentaban los remordimientos y aun así seguías yendo. ¿Por qué, Rose? ¿Qué asunto del pasado necesitas resolver a ese precio?
– ¡Eso no es cosa tuya! -exclamó Rose con desconsuelo.
– Por supuesto que lo es -replicó Emily-. Va a afectar a Aubrey, de hecho ya lo está haciendo, y eso afectará a Jack, si es que esperas que trate de ayudarle y le apoye en las elecciones. Y así es, ¿verdad? Si ahora se echara atrás, se notaría demasiado.
Por un instante pareció que Rose iba a discutir, con la mirada encendida y llena de cólera. Pero no dijo nada, como si las palabras le resultaran inútiles incluso mientras las buscaba.
Emily acercó otra silla y se sentó frente a Rose, ligeramente echada hacia delante y con la falda arrebujada.
– ¿Te estaba haciendo chantaje la médium porque acudías a ella? -Emily vio cómo Rose hacía una mueca-. ¿O por lo que averiguaste sobre tu madre? -insistió.
– ¡No, no me hacía chantaje! -No mentía, pero Emily sabía que tampoco estaba diciendo toda la verdad.
– ¡Afróntalo, Rose! -le rogó-. ¡Asesinaron a esa mujer! Alguien la odiaba lo suficiente como para matarla. No fue un lunático que venía de la calle. ¡Fue alguien que estaba en la sesión de espiritismo de esa noche, y tú lo sabes! -Vaciló antes de lanzarse-. ¿Fuiste tú? ¿Te amenazó con algo tan terrible que te quedaste atrás y le metiste eso en la garganta? ¿Fue para proteger a Aubrey?
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