A continuación siguieron unas palabras y se entonaron vítores. Al final, Voisey se bajó de la plataforma y se abrió paso a empujones entre la multitud. Se había propuesto saborear su victoria hasta la última gota. Tenía que ver a Pitt, mirarle a la cara y asegurarse de que se había enterado.
Al poco rato se detuvo delante de él, casi lo bastante cerca para tocarle.
Pitt le estrechó la mano.
– Enhorabuena, sir Charles -dijo con tono desapasionado-. En cierto sentido se lo merece. Ha pagado un precio mucho más alto que el que habría estado dispuesto a pagar Serracold.
Voisey le miró divertido.
– ¿En serio? Bueno, los grandes premios cuestan caro, Pitt. Esa es la diferencia entre los que llegan arriba y los que no.
– Supongo que se ha enterado de que el obispo Underhill y Lena Forrest han muerto esta mañana en la explosión de Southampton Row -continuó Pitt enfrente de él, bloqueándole el paso.
– Sí, ya me he enterado. Una desgracia. -Voisey seguía sonriendo. Sabía que estaba a salvo.
– Tal vez aún no se ha enterado de que han realizado una autopsia a Francis Wray -continuó Pitt. Vio cómo Voisey parpadeaba-. Envenenamiento con digital. -Pronunció aquellas palabras con gran nitidez-. En unas tartaletas de confitura de frambuesa… sin lugar a dudas. No tengo el informe de la autopsia, pero lo he visto.
Voisey le miró con incredulidad, procurando no dar crédito a lo que había oído. En el labio superior se le formó una gota de sudor.
– Lo curioso es -Pitt sonrió muy levemente- que no había confitura de frambuesa en la casa, salvo en las dos tartaletas que llevó la señora Octavia Cavendish de regalo. ¿Por qué demonios querría ella asesinar a un anciano tan amable e inofensivo? No tengo ni idea. Debe de haber alguna razón que todavía no sabemos.
El pánico asomó a los ojos de Voisey; su respiración era agitada, como si hubiera escapado a su control.
– Aunque en realidad no creo que ella supiera que estaba envenenada -prosiguió Pitt-. Me refiero a la confitura. Creo que es más probable que alguien se la hubiera dado con la intención expresa de matar a Wray de manera que pareciera un suicidio, ¡a pesar de lo que pudiera costarle a ella! -Hizo un ligero ademán, dando el asunto por concluido. Los motivos no tienen importancia en un… llamémoslo complicado plan de venganza personal. Es una historia tan buena como cualquier otra.
Voisey abrió la boca para hablar, pero tomó aire y volvió a cerrarla.
– Tenemos el informe del juez de instrucción -continuó Pitt- y el testimonio de Mary Ann firmado ante testigos. Guardaremos fotografías de ambos documentos por separado en lugares muy seguros, y las haremos públicas si algo desagradable me ocurriera a mí o a cualquier miembro de mi familia o, por supuesto, al señor Narraway.
Voisey le miraba fijamente, con el rostro demudado.
– Estoy seguro… -dijo entre dientes-. Estoy seguro de que no les ocurrirá nada.
– Bien -dijo Pitt con profunda emoción-. Muy bien. -Y se hizo a un lado para que Voisey pasara, vacilante y con cara cenicienta, y siguiera su camino.
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