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Anne Perry: La médium de Southampton Row

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Anne Perry La médium de Southampton Row

La médium de Southampton Row: краткое содержание, описание и аннотация

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Londres, Junio de 1892. Pronto habrá elecciones. El clima está caldeado. En el Parlamento y en las calles se discute sobre la autonomía de Irlanda. La reducción de la jornada laboral a ocho horas, el coste y la preservación del Imperio, el derecho al voto de las mujeres. Los liberales creen que podrán acceder al poder; los conservadores, que deben jugar todas sus bazas para no perderlo. Y una de sus principales cartas es Charles Voisey, el acérrimo enemigo del superintendente Thomas Pitt. Voisey va a presentarse a un escaño en un distrito electoral conflictivo. Pitt, que, pese al éxito de la resolución del complot de Whitechapel, ha vuelto a ser destinado a la Brigada Especial, recibe la orden de vigilar todos sus pasos. Sin embargo, cuando la médium consultada por toda la alta sociedad victoriana aparece muerta en su casa en sospechosas circunstancias, Pitt es apartado de sus actuales obligaciones para indagar en este extraño crimen. Ignora que ambos casos pueden estar más relacionados de lo previsto.

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Narraway se volvió y miró a Pitt con expresión interrogante.

Pitt no tenía ni idea de qué iba a hacer Lena, ni sabía si debían permitir que aquello continuara.

Narraway apretó los labios.

Oyeron el ligero sonido del roce de las telas y a continuación un ruido de pasos. Pitt sujetó a Narraway por los hombros y prácticamente lo arrastró hacia atrás, y entraron en la habitación de enfrente, cuya puerta seguía abierta, justo a tiempo de evitar que Lena les viera al salir del salón y desaparecer en la cocina.

Estuvo allí unos minutos. No se oía a Cartucho en el salón.

Luego Lena regresó, entró de nuevo en la habitación y cerró la puerta.

Pitt y Narraway volvieron a colocarse para escuchar, pero solo entendían palabras sueltas.

– ¡Maude! -Era la voz de Lena.

Luego nada.

– ¡Maude! ¡Señorita Lamont! -Era la voz de Cartucho sin lugar a dudas, aunque sonó más aguda a causa del apremio.

Narraway se volvió hacia Pitt de nuevo, con los ojos muy abiertos.

– ¡Señorita Lamont! -Era Cartucho otra vez, en esta ocasión emocionado y casi intimidado-. ¡Me conoce! ¡Escribió mi nombre! ¿Dónde están los papeles?

– Se oyó un prolongado gemido; resultaba imposible decir si correspondía a un hombre o una mujer. De hecho, sonó tan extraño y ahogado que podría haber sido de un animal.

– ¿Dónde está? ¿Dónde está? -suplicó él-. ¿Cómo es eso? ¿Ve algo? ¿Oye algo? ¡Respóndame!

Se oyó un fuerte golpe y un grito agudo, seguido de un estrépito aún más fuerte, como si se hubiera hecho añicos algún objeto de cristal.

Narraway puso una mano en el pomo de la puerta en el preciso momento en que una explosión hacía estremecer toda la casa, y se oyó un rugido de llamas y llegó un fuerte olor a quemado.

Pitt se arrojó sobre Narraway y lo apartó de la puerta, y este dio patadas y forcejeó con él.

– ¡Está dentro! -gritó furioso-. ¡Esa estúpida mujer ha pegado fuego a algo! ¡Se van a ahogar! ¡Suélteme, maldita sea! ¡Pitt! ¿Quiere que se quemen?

– ¡Es gas! -gritó Pitt a su vez, y en ese mismo momento todo el lateral de la casa estalló, y fueron arrojados hacia atrás y lanzados al suelo a un par de pasos de la puerta principal, que colgaba de sus goznes. Pitt se levantó tambaleándose.

La puerta del salón había desaparecido y la habitación estaba llena de llamas y humo. Una corriente de aire procedente del vestíbulo recorrió la estancia y la despejó por un momento. El obispo Underhill, con la cruz todavía en el pecho, yacía de espaldas con la cabeza vuelta hacia la puerta y una expresión de asombro. Lena Forrest estaba desplomada en la silla de la cabecera de la mesa, con la cabeza y los hombros ensangrentados.

El fuego volvió a extenderse y las llamas se elevaron rugientes, reduciendo las cortinas y la madera a ceniza.

Narraway también se había levantado, con la cara lívida bajo el polvo y el humo.

– No podemos hacer nada por ellos -dijo Pitt, tembloroso.

– Toda la casa va a estallar en cualquier momento. -Narraway tosía y se ahogaba-. ¡Salgamos de aquí! ¡Corra, Pitt! -Y le tiró del brazo para que se diera la vuelta y empujarlo hacia la puerta principal.

Bajaron a toda velocidad los escalones y aterrizaron tambaleándose en la acera cuando la tercera explosión rasgó el aire y las llamas atravesaron las ventanas arrojando cristales en todas direcciones.

– ¿Lo sabía? -preguntó Narraway, sujetándose las rodillas-. ¿Sabía que Lena mató a Maude Lamont?

– Lo he sabido esta mañana -replicó Pitt, sentándose. Tenía rasguños en las rodillas y cicatrices en las manos, y estaba mugriento y chamuscado-. Cuando he caído en la cuenta de que fue su hermana quien murió en Teddington. Nell es el diminutivo de Penélope. -Enseñó los dientes furioso-. ¡A Voisey se le escapó ese detalle!

En la calle había varias personas gritando. Los coches de bomberos no tardarían en llegar.

– Sí -asintió Narraway, y una sonrisa de blancos dientes apareció en su cara manchada de humo-. ¡Ya lo creo!

Capítulo 15

Poco se pudo rescatar de los escombros de la casa de Southampton Row, pero los coches de bomberos impidieron al menos que el incendió se extendiera hacia el sur y alcanzara la casa vecina, o avanzara hacia el norte recorriendo Cosmo Place.

Era indudable que la primera explosión se había producido cuando las cortinas habían prendido y el fuego se había propagado hasta los brazos de una lámpara de gas, que había reventado otra cañería maestra de gas en el ala norte de la casa. Esta había dejado escapar el gas y, tan pronto como lo habían alcanzado las llamas, había hecho estallar el salón y sus alrededores.

Pitt y Narraway tuvieron la suerte de salir de allí únicamente con unos rasguños y cardenales y la ropa hecha trizas. Habría que esperar hasta que la noche estuviera avanzada, o bien hasta la mañana siguiente, para poder acceder a las ruinas con plena seguridad y ocuparse de los restos de Lena Forrest y el obispo Underhill.

Y a menos que hubiera constancia de una conexión entre Maude Lamont y Voisey en los papeles que tenía la Brigada Especial, ya no habría modo de demostrar nada. En Southampton Row seguro que ya no habría nada que hacer, y Lena Forrest no podría volver a hablar.

Pitt sabía lo que eso significaba. Había muy pocos motivos para congratularse, salvo quizá la certeza de que Rose Serracold no era culpable. Y no tenía ninguna de las pruebas de la conexión con Voisey que esperaban encontrar. Estaba allí, pero era imposible demostrarla, lo que la hacía aún más dolorosa. Voisey podría mirarlos y saber que eran totalmente conscientes de lo que había hecho y de por qué lo había hecho, y de que tendría éxito.

– Voy a ir a Teddington -dijo Pitt, después de caminar durante unos minutos por la acera esquivando a los caballos y los coches de bomberos-. Aunque no pueda demostrar nada, quiero estar seguro de que Francis Wray no se suicidó.

– Iré con usted -dijo Narraway con rotundidad. Y con un amago de sonrisa, añadió-: ¡No lo hago por usted! Tengo suficiente interés en atrapar a Voisey como para correr cierto riesgo, por pequeño que sea. Pero primero será mejor que uno de los dos vaya a Bow Street e informe de lo que ha ocurrido aquí. ¡Les hemos resuelto el caso! -exclamó bastante satisfecho. Luego frunció el entrecejo-. ¿Por qué demonios no está aquí Tellman?

Pitt estaba demasiado cansado para molestarse en mentir.

– Le envié a Devon para que se llevara a mi familia a otra parte. -Vio cómo Narraway se acaloraba-. Voisey sabía dónde estaban. Me lo dijo él mismo.

– ¿Llegó hasta allí?

– Sí -dijo Pitt con infinita satisfacción-. ¡Ya lo creo que lo hizo!

Narraway gruñó. No valía la pena hacer ningún comentario. Parecía que la oscuridad se cerniese alrededor de Pitt, y los comentarios fáciles serían peores que inútiles.

– Hablaré de esto con Wetron -optó por decir-. Usted puede decírselo a Cornwallis. Merece saberlo.

– Lo haré. Y alguien tiene que comunicárselo a la mujer del obispo.

– Cornwallis encontrará a alguien -se apresuró a decir Narraway-. Usted no tiene tiempo. Y de todos modos, no puede ir con ese aspecto.

Llegaron a la esquina de High Holborn. Narraway tomó el primer coche de punto vació que pasó, y Pitt, el segundo.

Isadora volvió a casa después de haberle dicho a Cornwallis que el obispo había ido a Southampton Row. Cuando llegó se sentía desgraciada y terriblemente avergonzada por el paso irrevocable que había dado. Había hecho público el secreto de su marido, y Cornwallis era un policía y no podía tratar aquella información de forma confidencial.

Era posible que el obispo fuera realmente la persona que había matado a la desgraciada médium, aunque cuanto más pensaba en ello, menos creía que él hubiera sido el responsable. Pero no tenía derecho a callarse información basándose en sus propias opiniones cuando no lo sabía con certeza.

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