Dorothy Sayers - Los nueve sastres

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La noche de fin de año, Peter Wimsey sufre un accidente de coche y se ve obligado a pernoctar en Fenchurch St. Paul, donde el párroco de la aldea le ofrece alojamiento. Muchos de los aldeanos han enfermado a causa de una fuerte gripe, entre ellos el campanero, de modo que Wimsey se ofrece a cubrir su puesto esa noche.
Meses después, fallece el marido de una de las víctimas de la epidemia. Durante el entierro, descubren un cadáver sin identificar y Wimsey se verá implicado en la investigación de este desconcertante hallazgo, que oculta mucho más de lo que en principio aparenta.
Las historias de lord Wimsey se publicaron entre 1920 y 1940 y relatan las aventuras del hermano menor del duque de Denver, Peter Wimsey. En algún momento previo a las primeras novelas, Wimsey empezó a investigar crímenes como aficionado; ahora, la policía (especialmente el inspector Parker) valora su colaboración y lo considera un competente sabueso. Los nueve sastres es uno de los libros más conocidos de la serie de lord Peter.

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– Entonces, esperemos que manipule las cosas a nuestro favor -repuso Wimsey con aire jovial. La cantidad de agua que pasaba por los arcos se iba reduciendo a medida que se cerraban las compuertas, los remolinos eran cada vez más superficiales y lo que había arrastrado la corriente empezó a acumularse debajo del puente-. Intente aguantarlo hasta que lleguemos a Fenchurch St Paul.

– No pasará nada, no se preocupe -dijo el hombre muy seguro de sí mismo-. Esta presa funciona perfectamente.

Puso tanto énfasis en la palabra «esta» que Wimsey lo miró fijamente.

– ¿Y qué hay de la de Van Leyden's?

El hombre negó con la cabeza.

– No lo sé, señor. Pero he oído que el viejo Joe Massey estaba muy preocupado por las viejas compuertas. Ayer fueron a verlas tres hombres, de un comité o una comisión, creo. Aunque no se puede hacer mucho por las compuertas cuando baja este caudal de agua. Puede que aguanten o puede que no, ya veremos.

– Bueno, pues qué bien -dijo Wimsey-. Venga, Bunter, vámonos ahora que podemos.

Esta vez fueron por la orilla sur o por lo que se conoce como el lado de Fenchurch St Paul del dique de los diez metros. Dique y cuneta estaban llenos de agua y a los campos les faltaba poco para volver a convertirse en terreno pantanoso lleno de agua y barro. Había muy poco movimiento en la larga carretera. Ahora se cruzaban con un coche, que les salpicaba de agua y barro de los baches de la carretera, luego se cruzaban con un tractor, cuyo conductor se tapaba con un saco empapado que no le dejaba ver ni oír los demás vehículos; luego se encontraban algún peón que volvía a casa pensando sólo en sentarse junto al fuego con una jarra de cerveza en las manos. El agua cortaba tanto el aire que sólo oyeron el familiar sonido de las campanas cuando llegaron a Frog's Bridge y supieron que los campaneros estaban practicando el carrillón de Navidad. El sonido atravesaba la lluvia y llenaba el aire de melancolía, como el ruido de las campanas de una ciudad inundada cuando luchan contra la marea.

Al llegar a la altura de la gran torre gris, giraron y pasaron junto al muro de la vicaría. Se acercaban a la puerta y oyeron unos bocinazos que les resultaron familiares; Wimsey redujo la velocidad mientras el coche del párroco asomaba el morro con precaución. El señor Venables reconoció el Daimler y paró el motor del Morris en medio de la calle. Los saludó con la mano a través de las cortinas laterales.

– ¡Hola! ¡Ha vuelto! -exclamó mientras Wimsey salía del coche y se acercaba a saludarlo-. Qué suerte haberlo encontrado. Espero que me oyera. Siempre toco el claxon antes de salir porque la curva es muy cerrada. ¿Cómo está, querido amigo? Supongo que se dirige a la Casa Roja. Lo aguardan impacientes. Espero que, mientras esté aquí, venga a vernos a menudo. Mi mujer y yo cenaremos con ustedes esta noche. Estará encantada de volverle a ver. Le he dicho que quizá me encontraría con usted por el camino. Qué tiempo más horrible, ¿verdad? Ahora tengo que ir corriendo a bautizar a un niño que ha nacido en Swamp Drove, al otro lado de Frog's Bridge. No es un buen sitio, me han dicho, y además la madre está muy enferma, así que no puedo perder más tiempo, porque supongo que tendré que hacer parte del camino a pie, con todo el barro, y ya no camino como antes. Sí, estoy bastante bien, gracias, sólo es un pequeño catarro. Oh, no es nada. El otro día, que fui a un entierro en St Stephen, cogí frío. ¿Ha venido por St Ivés y Chatteris? Ah, ha venido directamente desde Denver. Espero que su familia esté bien. He oído que las inundaciones han llegado a Bedford. Si helase, en Bury Fen podrían patinar por el pueblo, aunque no creo que lo haga. Dicen que un invierno verde engorda el cementerio, pero yo creo que para los mayores siempre es peor un invierno muy frío. Ahora debo irme. ¿Perdón? No le he entendido. Las campanas suenan muy fuertes. Por eso toqué el claxon con tanta potencia; a veces cuesta oír algo cuando están tocando. Sí, esta noche están ensayando con unas stedman. Un día tiene que venir y probarlas. Wally Pratt lo está haciendo muy bien. Will Thoday toca esta noche. Estuve pensando en lo que me dijo, pero no vi ninguna razón para excluirlo. Actuó mal, por supuesto, pero estoy convencido de que no cometió ningún pecado grave; además, si dejara el grupo de campaneros, habría muchos comentarios. Las habladurías son lo peor que hay, ¿no le parece? ¡Dios mío! Estoy desatendiendo mis obligaciones por el placer de charlar con usted. ¡Ese pobre niño! Debo irme. Espero que el motor no me dé problemas. Es usted muy amable. Me avergüenza abusar así de usted. Siempre se enciende a la primera. Bueno, au revoir! Nos veremos esta noche.

Se marchó muy contento pasando junto a ellos a través de la cortina de agua y haciendo eses por la carretera para evitar los charcos. Wimsey y Bunter se dirigieron a la Casa Roja.

Segunda Parte

Las aguas vuelven a su cauce

Abismo que llama al abismo, en el fragor de tus cataratas, todas tus olas y tus crestas han pasado sobre mí.

Salmo 42, 7

Pasaron las Navidades. El tío Edward, a regañadientes, había cedido y la carrera de Hilary ya estaba decidida. Wimsey se apartó voluntariamente de la discusión. El día de Nochebuena había salido con el párroco y el coro a cantar bajo la lluvia y luego fueron todos a la vicaría a comer asado caliente. No tocó las campanas, pero ayudó a Venables a decorar la pila bautismal con ramas húmedas de acebo y hiedra, y el día de Navidad acudió dos veces a misa, y acompañó en coche a dos mujeres y a sus hijos hasta la iglesia para que bautizaran a los pequeños.

El día de San Esteban dejó de llover y llegó lo que el párroco describió como «un tempestuoso viento llamado eurociclón». Wimsey aprovechó el día claro y las carreteras secas para ir a visitar a sus amistades de Walbeach y se quedó a pasar la noche con ellos. Allí le hablaron las mil maravillas del nuevo canal Wash y de la vida que le había dado al puerto y a la ciudad.

Volvió a Fenchurch St Paul después del almuerzo, con toda la fuerza del eurociclón soplando de lado. Cuando llegó al puente de la presa Van Leyden, vio la violencia con la que bajaba el río, con grandes olas y remolinos. Debajo de la presa había un grupo de hombres en unas barcazas construyendo un muro con sacos de arena. Cuando el coche pasó por el puente, uno de los hombres gritó y gesticuló hacia otro, que se acercó al coche corriendo y agitando los brazos. Lord Peter se detuvo y esperó a que el hombre llegara. Era Will Thoday.

– ¡Milord! -exclamó-. ¡Gracias a Dios que es usted! Vaya a St Paul y adviértales de que las compuertas están a punto de ceder. Hemos hecho lo que hemos podido con sacos de arena y con vigas, pero no podemos hacer nada más y ha llegado un mensaje de la presa Oíd Bank diciendo que el agua ya ha superado el límite en Lympsey y que tendrán que enviarla hacia aquí o se les inundará todo. Hasta ahora la presa ha aguantado, pero si baja más, y con este viento, seguro que cede. Va a inundarlo todo, milord, y no debemos perder ni un minuto.

– De acuerdo. ¿Puedo enviar más hombres?

– Ni siquiera un regimiento entero podría detener esto, milord. Las compuertas van a ceder y dentro de seis horas no habrá ni un metro cuadrado de tierra seca en los Fenchurches.

Wimsey miró la hora.

– Se lo diré -dijo, y se marchó con el coche.

El párroco estaba en su estudio cuando Wimsey entró como una exhalación para comunicarle las malas noticias.

– ¡Por todos los santos! -exclamó el señor Venables-. Hacía mucho tiempo que lo veía venir. He avisado a las autoridades una y otra vez sobre el estado de esas compuertas, pero no me han querido escuchar. Aunque a lo pasado… Debemos actuar deprisa. Si abren la presa Oíd Bank y la de Van Leyden cede, ya verá lo que sucederá. El Wale se desbordará y quedaremos todos cubiertos por tres metros de agua como mínimo. Mis pobres feligreses están todos dispersados en granjas. No perdamos la calma. Hemos tomado precauciones. Hace dos domingos avisé a la congregación de lo que podía pasar y puse una nota en la revista del mes de diciembre. Y el ministro protestante nos ha prestado amablemente su colaboración. Sí, sí. Lo primero que debemos hacer es dar la alarma. ¡Gracias a Dios, saben lo que significa! Lo aprendieron durante la guerra. Jamás pensé que le daría las gracias a Dios por la guerra, pero los caminos del Señor son inescrutables. Llame a Emily, por favor. Pase lo que pase, la iglesia estará a salvo, a menos que el agua suba cinco metros, algo verdaderamente improbable. Oh, Emily, corre y dile a Hinkins que la presa Van Leyden está cediendo. Dile que vaya con otro hombre a la torre y que toque la alarma con Gaude y Sastre Paul a la vez. Toma las llaves de la iglesia y las del campanario. Avisa a la señora y lleva todos los objetos de valor a la torre. Venga, cálmate chiquilla. No creo que el agua llegue a la casa, pero las precauciones nunca son demasiadas. Busca a alguien que te ayude con este baúl; aquí he metido todos los registros de la parroquia, y asegúrate de que también suban la litografía de la iglesia. ¿Dónde he dejado el sombrero? Tenemos que llamar a St Peter y a St Stephen para ponerlos sobre aviso. Y luego veremos qué podemos hacer con los que viven en la presa Oíd Bank. No tenemos tiempo que perder. ¿Ha traído su coche?

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