– Bueno. Sigo pensando que entre el Comité del Drenaje, el Comité para la Conservación y la Comisión deberían poder contratar algunos de estos hombres y ponerle unas buenas compuertas a esta presa. Aunque no es asunto mío y, además, tengo que irme.
– ¡Ah! -dijo el vigilante-. Compuertas nuevas, ¿eh?
Se quedó apoyado en la barandilla y escupiendo en el agua hasta que Wimsey y Bunter habían puesto en marcha el coche. Entonces corrió hasta ellos.
– Lo que digo -dijo, asomándose con tanta fuerza contra la puerta del Daimler que Wimsey se apresuró a meter los pies dentro del coche por si acaso, suponiendo que seguiría con su habitual expectoración-. Lo que digo es ¿por qué no lo remiten a Ginebra? ¿Por qué no lo remiten a Ginebra? Entonces, a lo mejor lo conseguiríamos, a la vez que discuten sobre el desarme.
– ¡Ja, ja! -se rió Wimsey, suponiendo que era un comentario irónico-. ¡Muy bueno! Tengo que decírselo a mis amigos. ¿Cómo es? ¿Por qué no lo remiten a Ginebra? ¡Ja, ja!
– Eso es -dijo el vigilante, preocupado porque quedara claro el objetivo de la broma-. ¿Por qué no lo remiten a Ginebra?
– ¡Espléndido! -dijo Wimsey-. No lo olvidaré. ¡Ja, ja ja!
Se puso en movimiento lentamente. Mientras avanzaban, miró hacia atrás y vio al vigilante de la presa riéndose de su propia broma.
Las dudas de lord Peter sobre la carta se confirmaron. Se la entregó, cerrada, al comisario Blundell tan pronto como éste regresó de las sesiones trimestrales que lo habían entretenido todo el día. El comisario se quedó muy sorprendido del asalto poco ortodoxo de Wimsey a la oficina de Correos, aunque satisfecho por la posterior discreción, y no dudó de su celo e inteligencia ni un solo instante. Abrieron el sobre juntos. La carta, sin dirección, estaba escrita en un papel muy fino de la misma mala calidad que el sobre, y decía así:
Mon cher mari…
– ¡Eh! -exclamó Blundell-. ¿Qué significa eso? No es que sea catedrático en francés pero, ¿mari no quiere decir «marido»?
– Sí, empieza así: «Querido marido».
– No sabía que Cranton… ¡Diablos! -dijo Blundell-. ¿Dónde encaja Cranton en todo esto? Jamás supe que estuviera casado, y menos con una francesa.
– No sabemos si esto tiene algo que ver con Cranton. Llegó a St Paul y preguntó por el señor Paul Sastre. Esta carta, al parecer, está dirigida al tal Paul Sastre que él buscaba.
– Pero si dijeron que Paul Sastre era una campana.
– Sastre Paul es una campana, Paul Sastre puede ser una persona.
– ¿Y quién es, entonces?
– Sólo Dios lo sabe. Alguien con una mujer en Francia.
– Y el otro tipo, Batty no sé qué, ¿es una persona?
– No, Batty Thomas es una campana. Aunque también podría ser una persona.
– No pueden ser dos personas -opinó el señor Blundell-. No es razonable. Además, ¿dónde está este tal Paul Sastre?
– Puede que sea el cadáver.
– ¿Y dónde está Cranton? No puede ser que el cadáver sea de los dos -añadió el comisario-. Eso tampoco es lógico.
– Posiblemente Cranton le dijo un nombre a Wilderspin y otro a su remitente.
– Entonces, ¿qué quería preguntando por Paul Sastre en Fenchurch St Paul?
– Puede que, después de todo, se tratara de la campana.
– Mire -dijo Blundell-, me parece que esto no tiene ni pies ni cabeza. Este tal Paul Sastre o Sastre Paul no puede ser una campana y un hombre a la vez. Al menos, no con el mismo nombre. Todo esto me parece una locura.
– Batty es una campana. Sastre Paul es una campana. Paul Sastre es una persona, porque le envían una carta. No se envían cartas a una campana. Si no, uno estaría loco. ¡Oh, Dios!
– Bueno, pues yo no entiendo nada -confesó el señor Blundell-. Stephen Driver es un hombre. No me dirá que es una campana, ¿verdad? Lo que quiero saber es quién de todos ellos es Cranton. Si se ha establecido en Francia con una esposa entre la actualidad y el septiembre pasado, quiero decir entre ahora y enero; no, entre septiembre y enero… quiero decir… ¡Maldita sea! Leamos de una vez por todas la carta. Será mejor que lea en inglés. Mi francés ya está un poco oxidado.
Querido marido -tradujo Wimsey-:
Me dijiste que no te escribiera si no era por una emergencia, pero han pasado tres meses y no tengo noticias tuyas. Estoy muy preocupada, me pregunto si no te habrán apresado las autoridades militares. Me aseguraste que ya no podían fusilarte, porque se había terminado la guerra, pero ya se sabe que los ingleses son muy estrictos. Te lo ruego, escribe, sólo unas palabras para decir que estás a salvo. Empieza a ser muy difícil trabajar en la granja sola y hemos tenido muchos problemas con la siembra de primavera. Además, la vaca parda ha muerto. Me veo obligada a llevar las aves al mercado yo misma, porque Jean es muy exigente y los precios están muy bajos. El pequeño Pierre me ayuda todo lo que puede, pero sólo tiene nueve años. La pequeña Marie ha pasado una gripe muy fuerte y el bebé también. Te ruego que me disculpes si he sido indiscreta al escribirte, pero estoy muy preocupada. Pierre y Marie le envían besos a su papá. Te quiere con toda el alma, tu esposa,
SUZANNE
El comisario Blundell escuchaba horrorizado; luego le arrancó el papel de las manos a Wimsey, como si no se fiara de su traducción y creyera que podía sacarles otro sentido a las palabras mirándolas fijamente.
– El pequeño Pierre…, nueve años…, besos a su papá…, y la vaca parda muerta. ¡Ja! -dijo, y empezó a calcular con los dedos-. Hace nueve años Cranton estaba en la cárcel.
– ¿Padrastro, quizá? -sugirió Wimsey.
El señor Blundell no le prestó atención.
– La siembra de primavera… ¿Desde cuándo Cranton se dedicaba a cuidar granjas? ¿Y qué es todo esto de las autoridades militares? Y la guerra. Cranton nunca fue a la guerra. Aquí hay algo que no me encaja. Verá, milord, éste no puede ser Cranton. Es una tontería. No puede ser él.
– Empieza a parecer que no es él -dijo Wimsey-. Aunque sigo pensando que el hombre que me encontré el día de Año Nuevo era Cranton.
– Será mejor que llame a Londres -dijo el comisario-. Y luego tendré que enseñarle todo esto al jefe de policía. Sea lo que sea, tenemos que investigarlo. Driver ha desaparecido y hemos encontrado un cadáver que parece ser el suyo y tenemos que hacer algo al respecto. Pero Francia… ¡qué sé yo! No sé cómo vamos a encontrar a esta tal Suzanne y, además, saldrá muy caro.
Monsieur Rozier da caza al treble
La campana restante… sólo persigue y, por lo tanto, se dice que «da caza al treble».
On Change-Ringing
Troyte
Para un detective, hay trabajos más difíciles que buscar en un par de departamentos franceses un pueblo que termine en «y» donde viva la mujer de un granjero que se llame Suzanne y tenga tres hijos llamados Pierre, de nueve años, Marie y un bebé de edad y sexo desconocidos, y cuyo marido sea inglés. Todos los pueblos del distrito de Mame terminan en «y», y Suzanne, Pierre y Marie son nombres de lo más común, pero un marido extranjero es menos habitual. Un marido llamado Paul Sastre sería muy fácil de localizar, claro, pero tanto el comisario Blundell como lord Peter estaban seguros de que Paul Sastre sólo era un alias.
A mediados de mayo obtuvieron un informe de la policía francesa que parecía lo más esperanzador que habían recibido hasta entonces. Llegó a través de la Sûreté y lo enviaba monsieur le commissaire Rozier de Château Thierry del Departamento de Marne.
Era tan prometedor que incluso el jefe de policía, que era un caballero enormemente preocupado por la economía, estuvo de acuerdo en que tenían que investigar el asunto sobre el terreno.
Читать дальше