El párroco acababa de llegar a casa de la ronda de visitas y estaba a punto de sentarse a tomar el té cuando Emily apareció en la puerta.
– Si me permite, señor, Harry Gotobed pregunta si puede hablar con usted un momento.
– Claro. ¿Dónde está?
– En la puerta trasera, señor. No quiere entrar porque lleva las botas sucias.
El señor Venables fue hasta la puerta trasera; el señor Gotobed lo esperaba con una cara muy rara en la escalera, retorciendo la gorra con las manos.
– Bueno, Harry, ¿cuál es el problema?
– Verá, señor, se trata de la tumba de sir Henry. Pensé que sería mejor comentárselo a usted, ya que se trata de un asunto de la iglesia. Cuando Dick y yo hemos cavado el agujero, nos hemos encontrado un cadáver, y Dick me ha dicho…
– ¿Un cadáver? Por supuesto que tiene que haber un cadáver. Lady Thorpe está enterrada allí. Tú mismo la enterraste.
– Sí, señor, pero no es el cadáver de lady Thorpe. Es el cadáver de un hombre, y a mí me parece que no tiene derecho a estar allí. Así que le he dicho a Dick…
– ¡El cadáver de un hombre! ¿Qué quieres decir? ¿En un ataúd?
– No, señor, no hay ataúd. Sólo está envuelto en unas ropas y parece que lleva allí bastante tiempo. Así que Dick me ha dicho: «Papá, me parece que deberíamos decírselo a la policía. ¿Voy a buscar a Jack Priest?». Pero yo le he dicho: «No, esto es propiedad de la iglesia y primero debemos decírselo al párroco. Por respeto y porque es lo correcto. Tápalo con una tela mientras yo voy a buscar al párroco, y no dejes que nadie entre en el cementerio». Entonces me he puesto el abrigo y he venido aquí, porque no sabemos qué hacer con él.
– Eso es muy extraño, Harry -repuso el párroco, desesperado-. Yo jamás… nunca… ¿quién es ese hombre? ¿Lo conoces?
– Creo, señor, que en las condiciones que está no lo reconocería ni su madre. A lo mejor quiere venir y echarle un vistazo.
– Claro, por supuesto. Será mejor que vaya. ¡Dios mío, Dios mío! Estoy perplejo. ¡Emily! ¿Has visto mi sombrero en algún sitio? Ah, gracias. Vámonos, Harry. Emily, por favor, dígale a la señora Venables que me ha surgido un imprevisto y que no me espere para el té. Sí, Harry, ya estoy listo.
Dick Gotobed había tapado con una lona la tumba medio abierta, pero la quitó cuando llegó el párroco. Este echó un vistazo y apartó la mirada rápidamente. Dick volvió a colocar la lona donde estaba.
– Es un suceso terrible -dijo el señor Venables. Se había quitado el fieltro clerical en señal de respeto por el cuerpo tan horroroso que había debajo de la lona y se quedó de pie, desconcertado, con el pelo gris agitado por el viento-. Tenemos que avisar a la policía y…, y… -aquí se le iluminó un poco la cara-, y al doctor Baines, claro. Sí, tiene que venir el doctor Baines. Y, Harry, he leído que en estos casos es mejor no tocar nada. No es nadie del pueblo, eso está claro, porque si faltara alguien, lo sabríamos. No tengo ni la más remota idea de cómo ha llegado hasta aquí.
– Nosotros tampoco, señor. Al parecer, debe ser un forastero. Disculpe, señor, ¿no deberíamos informar de esto al juez de instrucción?
– ¿Al juez de instrucción? Sí, claro. Naturalmente. Supongo que tendrán que abrir una investigación. ¡Menudo asunto más espantoso! Desde que la señora Venables y yo llegamos no se ha hecho ninguna investigación, y de eso ya hace casi veinte años. Esto va a ser muy difícil para la señorita Thorpe, pobre criatura. La tumba de sus padres, una terrible profanación. Aun así, no debemos mantenerlo en secreto, está claro. En cuanto a la investigación, bueno, tenemos que andarnos con mucho ojo. Dick, creo que será mejor que vayas a la oficina de Correos y llames al doctor Baines para que venga y también llama a St Peter para que le envíen un mensaje a Jack Priest. Y tú, Harry, quédate aquí y vigila el… la tumba. Yo iré a la Casa Roja y le daré la mala noticia a la señorita Hilary, antes de que llegue a sus oídos por cualquier otra persona. Sí, será mejor que vaya. O quizá sería mejor que fuera la señora Venables. Tengo que consultarlo con ella. Bueno, Dick, ve a hacer lo que te he dicho y no digas ni una palabra de todo esto hasta que venga la policía.
No cabe duda de que Dick intentó hacerlo lo mejor que pudo pero, dado que el teléfono de la oficina de Correos estaba en el salón de la encargada, no fue sencillo mantener en secreto ningún mensaje. Así, cuando el agente Priest llegó resoplando en bicicleta, ya había un pequeño grupo de hombres y mujeres alrededor del cementerio, incluido Hezekiah Lavender, que había corrido lo más rápido que le permitían sus ancianas piernas desde su casa y que estaba muy indignado con Harry Gotobed por que no le dejaba levantar la lona.
– ¡Paso! -exigió el agente, avanzando hábilmente con su vehículo entre un grupo de niños amontonados en la puerta del cementerio y que lo hacían ir de un lado a otro-. ¡Paso! ¿Qué es todo esto? Marchaos a casa con vuestras madres. Y que no os vuelva a ver por aquí. Buenas tardes, señor Venables. ¿Qué ha pasado?
– Hemos descubierto un cadáver en el cementerio -dijo el señor Venables.
– Un cadáver, ¿eh? -dijo el agente-. Bueno, ha ido a parar al lugar correcto, ¿no es cierto? ¿Qué han hecho con él? Oh, lo han dejado donde lo han encontrado. Bien hecho, señor. Y ¿dónde está? Ah, aquí, perfecto. Echémosle un vistazo. ¡Oh! ¡Ah! Es eso, ¿no? Harry, ¿qué has hecho? ¿Has intentado enterrarlo?
El párroco empezó a darle explicaciones, pero el agente lo cortó alzando la mano.
– Un momento, señor. Lo haremos como Dios manda. Espere un momento que saco mi libreta. De acuerdo. Fecha. Llamada recibida a las 5.15 de la tarde. Viaje al cementerio. Llegada a las 5.30 de la tarde. Bien, ¿quién encontró el cadáver?
– Dick y yo.
– ¿Nombre? -preguntó el agente.
– Venga, Jack. Me conoces perfectamente.
– Eso no importa. Tengo que seguir el procedimiento normal. ¿Nombre?
– Harry Gotobed.
– ¿Ocupación?
– Sacristán.
– Bien, Harry. Adelante.
– Bueno, Jack, estábamos haciendo un agujero al lado de la tumba de lady Thorpe, que murió el día de Año Nuevo, para enterrar a su marido mañana por la tarde. Empezamos a quitar tierra, uno en cada extremo, y no habíamos cavado ni veinte centímetros cuando Dick golpeó algo con la punta de la pala, y me dijo: «Papá, aquí hay algo». Entonces yo le pregunté: «¿Cómo? ¿Qué quieres decir? ¿Algo en el suelo?», y clavé mi pala en el suelo y noté algo entre duro y blando debajo de la tierra. Entonces dije: «Dick, ¿sabes qué? Aquí hay algo». Y añadí: «Hijo, ten cuidado porque a mí me parece muy extraño». Así que empezamos a cavar con cuidado en un mismo extremo y, al cabo de un rato, vimos algo que salía como si fuera la punta de una bota. Yo dije: «Dick, eso es una bota». Y él contestó: «Tienes razón, papá, es una bota». Y yo comenté: «Creo que hemos empezado por el otro extremo». Y Dick me respondió: «Bueno, papá, ya que hemos llegado hasta aquí, quizá deberíamos ver quién es». Así que empezamos a cavar otra vez, con mucho cuidado, y al rato vimos algo que parecía pelo. Y yo le dije: «Deja la pala y utiliza las manos, no vayamos a darle un golpe». Y él dijo: «Esto no me gusta». Y yo le contesté: «No seas tonto, hijo. Cuando acabes, lávate las manos y listos». Así que empezamos a apartar la tierra y al final le vimos la cara. Yo dije: «Dick, no sé quién es ni cómo ha podido llegar hasta aquí, pero no debería estar aquí». Y Dick me preguntó: «¿Voy a buscar a Jack Priest?». Y yo le dije: «No. El cementerio es de la iglesia y primero deberíamos decírselo al párroco». Y eso hicimos.
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