P. James - La Sala Del Crimen

Здесь есть возможность читать онлайн «P. James - La Sala Del Crimen» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Sala Del Crimen: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Sala Del Crimen»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El cuerpo calcinado de una de las personas más estrechamente vinculadas a un pequeño museo privado es el origen de esta nueva investigación de Adam Dalgliesh. La entidad dedicada al período de entreguerras, acoge, además de obras de arte, biblioteca y archivo una inquietante Sala del Crimen donde estudiar los sucesos más sonados de la época, uno de los cuales presenta extrañas semejanzas con el caso en que se ocupa Dalgliesh.

La Sala Del Crimen — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Sala Del Crimen», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Y cuándo llegó a la conclusión de que ella era la responsable?

– Más o menos al mismo tiempo que usted, imagino, cuando descubrí que alguien había echado el cerrojo de la puerta que comunica el piso con la Sala del Crimen. Sólo Godby y yo teníamos llaves. La diferencia entre nosotros dos es que usted tenía que encontrar las pruebas, y yo no. Y ahora quiero hacerle una pregunta: puesto que ha confesado, nos ahorraremos el juicio, pero ¿cuántas probabilidades hay de que mi vida privada salga a la luz? Me refiero, por supuesto, al Club 96. No es relevante con respecto al modo en que murió ninguna de las dos víctimas. ¿No es eso de lo que se ocupa el sumario del juez de instrucción, de la causa de la muerte? ¿Es necesario mencionarlo?

Parecía tan tranquila como si estuviese preguntando qué fecha era. No mostró la menor preocupación, y desde luego no estaba haciendo un pedido.

– Eso dependerá en gran medida de las preguntas que decida formular el juez de instrucción -contestó él-. Los dos sumarios no han concluido todavía.

Ella sonrió.

– Bueno, creo que ya verá que el juez de instrucción se muestra discreto.

– ¿Le dijo a Muriel Godby que conocía la verdad? -quiso saber Dalgliesh-. ¿La desafió?

– No. Ella estaba al corriente de lo del Club 96, por supuesto, o al menos sospechaba su existencia; a fin de cuentas, era ella quien se encargaba de las sábanas y quien sacaba las botellas de champán vacías. Ni la desafié ni cuando la despedí hice ninguna alusión directa a los crímenes. Me limité a ordenarle que se llevara sus cosas de su escritorio y que se largase en cuanto nos devolvieran nuestras llaves. Mientras tanto, la quería fuera de mi vista.

– ¿Qué fue exactamente lo que se dijeron? ¿Cómo se lo tomó?

– ¿Usted qué cree? Me miró como si estuviera condenándola a cadena perpetua, aunque supongo que es precisamente lo que hice. Por un instante pensé que se iba a desmayar. Cuando acertó a hablar, las palabras salieron de su boca como un graznido. Dijo: «¿Y qué pasará con el museo? ¿Qué pasa con mi trabajo?» Respondí que no se preocupase, que no era indispensable. Mi hermano y James Calder-Hale hacía meses que querían librarse de ella. Le dije que Tally se encargaría de la limpieza de mi piso.

– ¿Y eso fue todo?

– No exactamente. Gritó: «¿Y qué pasará conmigo?» Contesté que más le valía esperar que la policía considerase los asesinatos obra de un loco que seguía el patrón de crímenes anteriores. Esa fue mi única referencia a los hechos. Luego subí a mi coche y me marché.

Con aquellas últimas palabras, pensó Dalgliesh, Tally Clutton había sido condenada a muerte.

– El asesinato de su hermano fue su regalo para usted -señaló-. Era por usted por quien ella quería salvar el museo. Quizás esperaba incluso que se mostrase agradecida.

– Entonces es que no me conocía -replicó Caroline-, y usted tampoco. Cree que yo no quería a Neville, ¿verdad?

– No, no lo creo.

– Nosotros, los Dupayne, no expresamos nuestras emociones. Nos educaron para no hacerlo, y en una escuela muy dura. No somos sentimentales con la muerte, ni con la nuestra ni con la de nadie. No vamos por ahí abrazándonos y besuqueándonos en lugar de asumir las responsabilidades de la verdadera compasión. Pero sí quería a Neville; lo consideraba el mejor de todos nosotros. En realidad, era adoptado. No creo que nadie conociese la identidad de la madre salvo nuestro padre. Marcus y yo siempre hemos supuesto que era hijo suyo. ¿Por qué iba a adoptarlo si no? No era un hombre con impulsos generosos. Mi madre hacía lo que él quería, ésa era su función en la vida. Adoptaron a Neville antes de que yo naciese. Nos peleábamos a menudo, yo sentía muy poco respeto por su trabajo y él despreciaba el mío. Puede que también me despreciase a mí, pero yo no lo despreciaba a él. Era el hermano mayor, siempre presente, un Dupayne. Cuando supe la verdad, no soporté tener a Muriel Godby bajo el mismo techo. -Hizo una pausa y preguntó-: ¿Eso es todo?

– Todo lo que tengo derecho legítimo a preguntarle -respondió Dalgliesh-. Me preocupa Tally Clutton. Dice que le ha ofrecido que se encargue de cuidar el piso en lugar de Muriel.

Caroline se levantó, echó mano de su bolso y repuso con una sonrisa:

– No se preocupe. El trabajo se limitará estrictamente a quitar un poco el polvo, pasar el aspirador… Sé valorar la bondad aunque yo no aspire a ella. Y si el Club 96 vuelve a constituirse, no se reunirá en el Dupayne. No queremos a la poli local echando abajo la puerta y entrando con la excusa de que han recibido un soplo de que allí hay drogas o pederastas. Adiós, comisario. Es una lástima que no nos hayamos conocido en otras circunstancias.

Kate, que había permanecido en silencio, se fue con ella y regresó al cabo de unos minutos.

– Dios mío, qué mujer tan arrogante… Y además, el orgullo familiar. Valoraban a Neville porque era mitad Dupayne. ¿Cree que ha dicho la verdad con respecto a la adopción?

– Sí, Kate, estaba diciendo la verdad.

– Y el Club 96… ¿qué sacaba ella de todo eso?

– Algo de dinero, imagino. La gente debía de dejar regalos con la excusa de que así ayudaba a pagar la limpieza o las bebidas, pero básicamente creo que disfrutaba del poder. En eso, ella y Godby se parecían mucho.

Se imaginó a Godby sentada tras el mostrador de recepción, evitando, sin que nadie lo supiese, que el museo cerrara, preguntándose tal vez si algún día se atrevería a confesarle a Caroline lo que había hecho por ella, el regalo exorbitante que le había hecho por amor.

– Caroline Dupayne seguirá adelante con el club, me imagino -dijo Kate-. Si al final hereda Swathling’s, podrían reunirse allí con suficiente seguridad, sobre todo durante las vacaciones. ¿Cree que deberíamos advertir a Tally Clutton?

– No es asunto nuestro, Kate. No podemos poner orden en las vidas de los demás. Tally Clutton no es tonta, ya tomará sus propias decisiones. No nos corresponde a nosotros hacer que se enfrente a una decisión moral que tal vez nunca tenga que resolver. Necesita su trabajo y su casa, eso está claro.

– ¿Quiere decir que podría llegar a un compromiso?

– Cuado hay mucho en juego, la gente suele hacerlo, aun los virtuosos.

12

Eran las cinco en punto y el último seminario de la semana había terminado. La alumna que estaba sentada frente a Emma junto al fuego había llegado sola. Su compañera se había quedado en casa con gripe, la primera víctima del nuevo trimestre. Emma esperaba fervientemente que no fuese el comienzo de una epidemia. Sin embargo, Shirley parecía reacia a marcharse. Emma miró a la chica, acurrucada en su silla, con la mirada baja y retorciendo las manos pequeñas y bastante sucias, en el regazo. Sabía detectar la aflicción con demasiada claridad para hacer caso omiso de ella. Se sorprendió rezando para sus adentros: «Oh, Dios, por favor, haz que no me pida demasiado, al menos ahora. Que sea rápido.»

Tenía que tomar el tren de las seis y cuarto y Adam debía reunirse con ella a las siete y tres minutos en King’s Cross. Llevaba toda la tarde temiendo oír su voz por teléfono diciéndole que no podía quedar con ella, que anulaba la cita de nuevo, pero no había llamado. Había pedido un taxi para las cinco y media en previsión del tráfico intenso. Ya tenía hecha la maleta. Al doblar su bata y su camisón, había sonreído pensando que, de haberla visto, Clara le habría dicho que parecía que estaba preparándose para su luna de miel. Apartó de su mente la imagen de la figura alta y morena de Adam esperándola en el acceso al andén y preguntó:

– ¿Te preocupa algo?

La miró a los ojos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Sala Del Crimen»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Sala Del Crimen» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Sala Del Crimen»

Обсуждение, отзывы о книге «La Sala Del Crimen» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x