P. James - La Sala Del Crimen
Здесь есть возможность читать онлайн «P. James - La Sala Del Crimen» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La Sala Del Crimen
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La Sala Del Crimen: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Sala Del Crimen»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La Sala Del Crimen — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Sala Del Crimen», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Sin embargo, aquella noche ningún preparativo, por nimio que fuese, despertaba su interés. Tal vez había sido un error tomar aquel tentempié a base de té y galletas. Se sorprendió paseándose inquieta alrededor de la mesa, como si se tratase de un preámbulo inútil que parecía incapaz de controlar. La revelación que había tenido en el museo era tan simple pero tan extraordinaria por sus implicaciones que no podía pensar en otra cosa que no fuese su asombro ante el descubrimiento. En una de sus numerosas visitas anteriores el comisario Dalgliesh le había pedido que pensase en lo sucedido el día de la muerte del doctor Neville y que anotase cualquier detalle, por insignificante que fuese, que no hubiera recordado antes. Ninguno había acudido a su mente. Aquello era un detalle, supuso, pero se preguntó por qué no se le había ocurrido antes. Desde luego, el hecho de pensar una y otra vez sobre lo ocurrido durante la jornada no le había ayudado a recordarlo. Tenía que haber sido alguna fusión de ideas, de vista, sonido y pensamiento a un tiempo lo que había provocado que se encendiese la chispa en su memoria. Sentada a la mesa, con los brazos extendidos sobre ésta, permanecía tan quieta y rígida como un muñeco a la espera de que le sirvieran un imaginario plato de comida. Intentó razonar, preguntarse si no estaría equivocándose con la hora, la secuencia o la implicación de lo que recordaba. Pero sabía que no se equivocaba. Estaba absolutamente convencida.
El timbre del teléfono la sobresaltó. Era raro que la llamase alguien una vez cerrado el museo, de modo que descolgó el auricular con un poco de temor. Quizá fuera Jennifer de nuevo, y se sentía demasiado cansada para soportar las preguntas y la fastidiosa preocupación de su hija. Dejó escapar un suspiro de alivio: era la inspectora Miskin para decir que el comisario Dalgliesh quería verla esa noche. Ambos iban de camino.
De pronto Tally sintió que el corazón le daba un vuelco, y se agarró al borde de la mesa presa del pánico. Un grito sobrenatural desgarró el aire. Al principio creyó que era humano, pero luego cayó en la cuenta de que aquel grito de agonía provenía de la garganta de un animal. ¡Era Vagabundo ! Se abalanzó sobre el armario para buscar las llaves de la puerta y se dirigió hacia ella. Cogió la linterna del voladizo del porche y el chubasquero. Se echó éste por encima de los hombros e intentó meter las llaves en sendas cerraduras, pero se deslizaron contra el metal. Se forzó a controlar el pulso y las llaves encajaron en el ojo de la cerradura. A continuación, descorrió los pestillos. La puerta se abrió al fin, y echó a correr hacia la oscuridad.
El cielo nocturno estaba encapotado, apenas se veía alguna estrella y sólo un atisbo de la luna en forma de hoz. La única luz procedía de la puerta de la casa, que había dejado entornada. Soplaba un viento leve que se movía entre los árboles y la hierba como un ser animado y le tocaba la cara con manos pegajosas. Los gritos se oían más cerca, provenientes de la orilla del Heath. Tally corrió por el sendero, abrió la puerta de mimbre y trazó un arco con la linterna iluminando los árboles más cercanos. Al fin lo encontró.
Vagabundo estaba colgado de una de las ramas bajas, con un cinturón atado a una de sus patas traseras. Se balanceaba y chillaba, arañando el aire en vano con las tres patas libres. Tally echó a correr instintivamente y alzó los brazos, pero la rama estaba demasiado alta y lanzó un grito cuando las garras del animal le arañaron el dorso de la mano, donde sintió deslizarse un cálido hilo de sangre.
– ¡Ahora vuelvo, ahora vuelvo! -exclamó y salió corriendo hacia la casa. Necesitaba guantes, una silla y un cuchillo. ¡Gracias a Dios que las sillas de la sala de estar eran lo bastante resistentes para aguantar su peso! Cogió una, extrajo un cuchillo de trinchar de su sitio y al cabo de unos segundos regresó junto al árbol.
Tardó un poco en afirmar la silla sobre la tierra blanda a fin de subirse a ella. Para tranquilizar a Vagabundo le murmuraba palabras cariñosas, pero el animal no hacía caso. Lo envolvió entonces con el chubasquero y dando un fuerte tirón consiguió levantarlo hasta que pudo encaramarse a la rama. Los chillidos cesaron de inmediato. El cinturón era más difícil. La forma más sencilla de liberar a Vagabundo habría sido desatar la hebilla que le rodeaba la pata trasera, pero Tally no podía arriesgarse a que la arañase de nuevo. En su lugar, insertó la hoja del cuchillo bajo el cinturón y lo cortó. Le llevó más de un minuto, pero al final el cuero cedió y, arrebujando a Vagabundo con el chubasquero, consiguió bajar hasta el suelo. Soltó al animal de inmediato y éste salió disparado hacia el Heath.
De repente, Tally sintió cómo la embargaba un cansancio insoportable. La silla parecía haberse vuelto demasiado pesada y, con el impermeable echado sobre los hombros, la arrastró tras de sí por el corto sendero del jardín. Se sorprendió llorando silenciosamente. Lo único que quería en ese momento era volver a la casa, cerrar la puerta y esperar la llegada de la policía. Quien le hubiese hecho aquello a Vagabundo era un ser malvado, y sin duda sólo había una persona malvada trabajando en el Museo Dupayne. Arrastró la silla por el porche. La llave seguía en la cerradura; la hizo girar, antes de localizar los pestillos. La puerta del vestíbulo se hallaba abierta, y, sin intentar cerrarla, Tally entró casi tambaleándose en la sala de estar. Consiguió colocar la silla de nuevo en su sitio y a continuación se quedó quieta un momento, inclinada sobre la silla, completamente exhausta.
Y entonces, aunque demasiado tarde, oyó el rumor de las pisadas atravesando el vestíbulo. A causa del enorme cansancio, tardó demasiado incluso en darse cuenta del peligro que corría. Se había vuelto a medias cuando la barra de hierro la golpeó y la hizo caer sobre la moqueta, con la cabeza a treinta centímetros de la estufa y el chubasquero aún sobre los hombros. Vio, sin la menor sorpresa, el rostro de su asaltante, y luego no oyó ni vio nada más, mientras las piezas de ajedrez caían como lluvia encima de su cuerpo. Pasaron unos segundos antes de que perdiese el conocimiento por completo. Tuvo tiempo de pensar en lo sencillo que era morir, y en dar las gracias al Dios, en el que siempre había creído y a quien tan poco había pedido.
7
Subieron al coche de Dalgliesh, quien condujo sin pronunciar palabra. Tenía tendencia a sumirse en aquellos periodos de silencio y Kate lo conocía demasiado bien para interrumpirlos. Era un buen conductor y estaban avanzando lo más rápido posible. Habría sido inútil sulfurarse por los inevitables retrasos del tráfico, pero Kate percibía la impaciencia creciente de su superior.
– Llama otra vez a la señora Clutton, Kate -indicó Dalgliesh cuando llegaron a Hampstead-. Dile que no tardaremos casi nada.
Esta vez la llamada no obtuvo respuesta.
Y en ese momento estaban enfilando el camino de entrada del Museo Dupayne. El Jaguar avanzó más deprisa; sus faros parecían devorar la oscuridad, y cuando Dalgliesh dobló el último recodo, el edificio apareció con todas las luces encendidas como si estuviese preparado para una gran fiesta. Vieron que alguien había levantado la barrera. El coche pasó junto al flanco oriental de la casa y los escombros ennegrecidos del garaje y se detuvo con una sacudida en el sendero de gravilla. No había luces en la casa pequeña, pero la puerta estaba abierta. Dalgliesh entró corriendo y encendió la luz: la estufa de gas de la chimenea estaba encendida al mínimo, y Tally yacía sobre la alfombra, con la cabeza hacia las llamas. Tenía un chubasquero alrededor de los hombros y de la herida abierta en el cráneo manaba sangre. Las piezas de ajedrez de color negro y marfil estaban esparcidas por encima de su cuerpo como en un último gesto de desdén.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La Sala Del Crimen»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Sala Del Crimen» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La Sala Del Crimen» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.