• Пожаловаться

P. James: La torre negra

Здесь есть возможность читать онлайн «P. James: La torre negra» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Детектив / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

P. James La torre negra

La torre negra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La torre negra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tras una grave enfermedad, Adam Dalgliesh, necesita descansar. Le ha llegado el momento de visitar a un antiguo amigo de la familia, capellán en una casa de reposo, para recuperar allí las fuerzas. Sin embargo, Dalgliesh tendrá que relegar a un segundo plano los problemas de salud y concentrar su energía en desvelar qué es lo que se oculta tras una serie de muertes en apariencia accidentales.

P. James: другие книги автора


Кто написал La torre negra? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La torre negra — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La torre negra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La dobló, se la metió en la cartera y echó a andar por la casa. El dormitorio del padre Baddeley era prácticamente tal como esperaba: un ventanuco con una cortinilla de cretona descolorida; una cama individual todavía hecha con sábanas y mantas, pero con el embozo tirante por encima de la única y desigual almohada; dos paredes cubiertas de libros; una pequeña mesita de noche con una lamparucha, una Biblia y un pesado cenicero de porcelana de propaganda de una marca de cerveza decorado con mal gusto. La pipa del padre Baddeley todavía descansaba en su bote y junto a éste Dalgliesh vio un librito de cerillas medio vacío, de los que regalan en los bares y restaurantes, propaganda de Ye Olde Tudor Barn, cerca de Wreham. En el cenicero sólo había una cerilla usada que había sido desmenuzada hasta la cabeza. Dalgliesh sonrió. Así pues, también este insignificante hábito había persistido a lo largo de más de treinta años. Recordaba los deditos de ardilla del padre Baddeley y desmenuzando delicadamente el fino cartón plateado como si pretendiera superar alguna marca personal anterior. Dalgliesh cogió la cerilla y sonrió. Seis segmentos; el padre Baddeley se había superado a sí mismo.

Deambuló hasta la cocina. Era reducida y estaba mal equipada, ordenada pero no muy limpia. El pequeño fogón a gas de un modelo anticuadísimo pronto podría formar parte de un museo de tradiciones populares. El fregadero de debajo de la ventana era de piedra y llevaba acoplado un escurreplatos de madera agrietada y descolorida que olía a grasa rancia y a jabón acre. Las desteñidas cortinas de cretona estampada con rosas demasiado grandes y narcisos incongruentemente combinados estaban descorridas para dejar a la vista el paisaje de los lejanos montes de Purbeck. Unas nubes tenues como volutas de humo corrían y se disolvían por el infinito cielo azul, y las ovejas parecían babosas blancas en sus distantes pastos.

Pasó a explorar la despensa. Allí por fin había pruebas de que lo esperaban. El padre Baddeley había comprado comida en abundancia y las latas representaban un descorazonador recordatorio de lo que constituía para él una dieta adecuada. Era evidente que se había hecho con patéticas provisiones para dos, uno de los cuales esperaba que comiera más que el otro. Había una lata grande y otra pequeña de muchos de los alimentos principales: judías blancas, atún, estofado irlandés, espaguetis y arroz con leche.

Dalgliesh notó el cansancio cuando regresó a la sala de estar; el viaje lo había fatigado más de lo que esperaba. En el pesado reloj de roble que había sobre la chimenea y que seguía funcionando fielmente vio que todavía no eran las cuatro, pero su cuerpo protestó que había sido un día largo y pesado. Le apetecía muchísimo una taza de té. En la despensa había visto una cajita, pero no leche. Pensó si todavía habría gas.

Entonces oyó unas pisadas frente a la puerta y el sonido del pestillo. Una figura de mujer se recortaba contra la luz de la tarde. Oyó una voz grave pero femenina con un ligero acento irlandés.

– ¡Santo Dios! ¡Un ser humano y encima hombre! ¿Qué hace aquí?

Penetró en la estancia dejando la puerta abierta tras de sí y entonces la vio con claridad. Tendría unos treinta y cinco años, era recia, de piernas largas y llevaba la mata de cabello rubio visiblemente más oscuro en las raíces, en una larga melena que le alcanzaba los hombros. Tenía unos ojos estrechos y cubiertos por gruesos párpados en un rostro cuadrado. La boca era grande. Llevaba unos pantalones anchos marrones sujetos con una goma debajo del pie, zapatos blancos de lona sucios de hierba, una blusa blanca de algodón sin mangas y con el escote en punta que dejaba al descubierto un triángulo pecoso tostado por el sol. No llevaba sujetador, y sus grandes pechos colgaban libremente bajo el fino algodón. Tres pulseras de madera se entrechocaban en el brazo izquierdo. La impresión general era de una sexualidad vulgar, pero no carente de atractivo, tan fuerte que, si bien no iba perfumada, impregnaba la habitación de su propio aroma de mujer.

– Me llamo Adam Dalgliesh. He venido con intención de hacerle una visita al padre Baddeley. Parece que no va a ser posible -dijo él.

– Bueno, es una manera de decirlo. Llega usted exactamente con once días de retraso. Con once días para verlo y con cinco días para enterrarlo. ¿Quién es usted? ¿Un amigo? No sabíamos que tuviera alguno. Pero, claro, desconocíamos muchas cosas de nuestro reverendo Michael. Era un hombrecillo reservado. Y desde luego a usted lo tuvo escondido.

– No nos habíamos visto más que en breves encuentros desde que yo era pequeño, y le escribí para decirle que venía justo el día antes de que muriera.

– Adam. Me gusta. Ahora se pone mucho ese nombre. Vuelve a estar de moda, pero a usted debió de resultarle un poco molesto en el colegio. De todos modos, le va bien. No sé por qué. No es usted exactamente un hombre primitivo, ¿verdad? Ahora ya sé quién es. Ha venido a buscar los libros.

– ¿Ah, sí?

– Sí, los libros que le ha dejado el padre Michael en el testamento. A Adam Dalgliesh, único hijo del canónigo Alexander Dalgliesh, todos mis libros para que los guarde o se deshaga de ellos, como considere oportuno. Lo recuerdo exactamente porque los nombres me parecieron muy inusuales. No ha perdido usted el tiempo, ¿eh? Me sorprende que los abogados ya le hayan escrito. Bob Loder no suele ser tan diligente. Pero yo no esperaría demasiado si fuera usted. A mí nunca me han parecido muy valiosos. Muchos volúmenes de árida teología antigua. Ah, ¿no esperaría que le dejara dinero? En tal caso, tengo noticias para usted.

– No sabía que el padre Baddeley tuviera dinero.

– Nosotros tampoco. Era otro de sus secretitos. Dejó diecinueve mil libras. No es una fortuna, pero viene bien. Se lo ha dejado todo a Wilfred para que lo invierta en Toynton Grange, y por lo que he oído fue muy oportuno. Grace Willison es la otra beneficiaría. Ese escritorio es suyo. Bueno, lo será cuando Wilfred se moleste en sacarlo de aquí.

Se había acomodado en la butaca de la chimenea con el cabello retirado contra el respaldo y las piernas extendidas y separadas. Dalgliesh cogió una de las sillas y se sentó frente a ella.

– ¿Conocía usted bien al padre Baddeley?

– Aquí todos nos conocemos bien, a eso se deben la mitad de nuestros problemas. ¿Piensa usted quedarse aquí?

– Quizá en la zona, un par de días. Pero no parece posible alojarse aquí.

– No sé por qué no, si le apetece. La casa está vacía, al menos hasta que Wilfred encuentre otra víctima… inquilino, debería decir. No creo que le importe. Además, tendrá usted que revisar los libros, ¿no? Wilfred querrá librarse de ellos antes de volver a alquilar la casa.

– ¿Entonces esta casa es de Wilfred Anstey?

– Junto con Toynton Grange y todas las casitas menos la de Julius Court, que es la que está más cerca del mar y la única con vistas. Wilfred es dueño de toda la finca y de todos nosotros. -Estudió entonces su apariencia-. No tendrá usted conocimientos útiles, ¿verdad? Quiero decir que no será fisioterapeuta, practicante o médico, o contable siquiera. No es que lo parezca. Si es algo de eso, le aconsejo que se vaya antes de que Wilfred decida que es usted demasiado útil para dejarlo marchar.

– No creo que mi profesión le resultara de mucha utilidad.

– Entonces yo diría que debe quedarse si le apetece. Pero más vale que le dé un poco de información general. A lo mejor cambia de opinión.

– Empiece por usted misma -dijo Dalgliesh-. No me ha dicho quién es.

– ¡Dios Santo! ¡Pues es verdad! Perdone. Soy Maggie Hewson. Mi marido es el médico de la casa. Al menos vive conmigo en una casita proporcionada por Wilfred y apropiadamente llamada Villa Caridad, pero pasa la mayor parte del tiempo en Toynton Grange. Con los cinco pacientes que quedan, no sé lo que debe de hacer para distraerse, ¿no le parece? ¿Qué cree usted que hace para distraerse, Adam Dalgliesh?

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La torre negra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La torre negra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «La torre negra»

Обсуждение, отзывы о книге «La torre negra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.