• Пожаловаться

P. James: La torre negra

Здесь есть возможность читать онлайн «P. James: La torre negra» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Детектив / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

P. James La torre negra

La torre negra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La torre negra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tras una grave enfermedad, Adam Dalgliesh, necesita descansar. Le ha llegado el momento de visitar a un antiguo amigo de la familia, capellán en una casa de reposo, para recuperar allí las fuerzas. Sin embargo, Dalgliesh tendrá que relegar a un segundo plano los problemas de salud y concentrar su energía en desvelar qué es lo que se oculta tras una serie de muertes en apariencia accidentales.

P. James: другие книги автора


Кто написал La torre negra? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La torre negra — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La torre negra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
Y no sólo su trabajo le parecía ahora trivial e ingrato: en tanto permanecía despierto, como debían de haber permanecido tantos pacientes antes que él en aquel cuarto sombrío e impersonal, observando cómo barrían el techo los faros de los coches que pasaban, escuchando los ruidos apagados y sigilosos de la vida nocturna del hospital, hizo el descorazonador inventario de su vida. La aflicción por la muerte de su esposa… qué bien le había venido que la tragedia personal lo excusara de otros compromisos emocionales. Sus aventuras amorosas, como la que en aquel momento ocupaba intermitentemente algo de su tiempo y algo más de su energía, habían sido distantes, civilizadas, agradables y relajadas. Estaba claro que su tiempo nunca era totalmente suyo, pero su corazón desde luego sí lo era. Escogía mujeres liberadas. Tenían trabajos interesantes y pisos agradables. Estaban dispuestas a contentarse con lo que les daba y liberadas de las desordenadas, opresivas y atormentadas emociones que obstaculizaban otras vidas femeninas. Se preguntaba qué tenían que ver aquellos encuentros cuidadosamente espaciados, para los cuales ambos participantes se acicalaban como una pareja de gatos zalameros, con el amor, con dormitorios desordenados, con platos por fregar, con pañales, con la vida cálida, cerrada y claustrofóbica del matrimonio y el compromiso. Su congoja, su trabajo, su poesía, todo había sido utilizado para justificar la autosuficiencia. Sus mujeres habían estado más dispuestas a aceptar las exigencias de su poesía que su difunta esposa. Tenían poca consideración hacia el sentimiento, pero un gran respeto hacia el arte. Y lo peor de todo, o quizá lo mejor, era que ahora no podía cambiar aunque quisiera y que nada de esto importaba. Carecía totalmente de importancia. Durante los últimos quince años no había hecho daño deliberadamente a ser humano alguno. Entonces se le ocurrió que nada podía decirse más condenatorio acerca de alguien.

Bueno, aunque nada de aquello pudiera cambiarse, su trabajo sí. Pero antes tenía que cumplir un compromiso personal del cual había creído con alivio que la muerte lo iba a excusar. Sin embargo, ahora ya nada lo excusaría. Apoyándose en el codo para incorporarse, cogió la carta del padre Baddeley del cajón de la mesita y la leyó atentamente por vez primera. El anciano debía de rondar los ochenta; ya no era joven cuando, hacía treinta años, llegó a la aldea de Norfolk en calidad de ayudante de padre de Dalgliesh, tímido, incapaz, enloquecedoramente ineficaz, aturdido por todo menos por lo fundamental, pero siempre fiel a sus firmes creencias. Era sólo la tercera carta que Dalgliesh recibía de él. Estaba fechada el 11 de septiembre y dirigida a:

Mi querido Adam:

Sé que debes de tener mucho trabajo, pero te agradecería grandemente que vinieras a verme, pues querría pedirte consejo profesional sobre un asunto. En realidad, no es urgente, salvo que me parece que el corazón me está fallando antes que lo demás, de modo que no debo confiarme demasiado. Yo estoy aquí todos los días, pero seguramente a ti te sería más cómodo venir un fin de semana. Debo decirte, para que sepas qué esperar, que soy capellán de Toynton Grange, una residencia privada para jóvenes imposibilitados, y que vivo en Villa Esperanza, una casita situada dentro de la propiedad, gracias a la amabilidad del director, Eilfred Anstey. Por lo general, almuerzo y ceno en la residencia, pero estoy sería poco apropiado para ti y, naturalmente, reduciría el tiempo que pasáramos juntos, de modo que durante la próxima visita que haga a Wareham aprovecharé la oportunidad para hacerme con unas provisiones. Dispongo de un cuartito en el que puedo instalarme para dejarte sitio.

¿Podrías mandarme una tarjeta para decirme cuándo llegas? No tengo coche, pero si vienes en tren, William Deakin, que tiene una compañía de taxis a unos cinco minutos de la estación (los empleados de la estación te indicarán) es de confianza y no muy caro. Los autobuses de Wareham son infrecuentes, y sólo llegan hasta el pueblo de Toynton. Luego tendrías que recorrer unos dos kilómetros a pie, un paseo bastante agradable con buen tiempo, pero que quizá quieras evitar después de un viaje largo. De lo contrario, te he hecho un mapa en el reverso de esta carta.

El mapa confundiría a cualquiera acostumbrado a guiarse por las ortodoxas publicaciones del Servicio Nacional de Topografía y no por las cartas de principios del siglo XVII. Era de suponer que las líneas onduladas representaban el mar. Dalgliesh advirtió la omisión de una ballena con su surtidor de agua. La estación de autobuses de Toynton estaba señalada con claridad, pero la temblorosa línea que partía allí serpenteaba inciertamente entre una variedad de campos, verjas, tabernas y sotos de abetos triangulares y dentados, y a veces retrocedía sobre sí misma cuando el padre Baddeley se daba cuenta de que se había perdido. Junto a la costa había puesto, seguramente como elemento paisajístico destacado, pues no se hallaba cerca del camino señalado, un pequeño símbolo fálico con una leyenda que decía «la torre negra».

El mapa impresionó a Dalgliesh como el primer dibujo de un niño puede impresionar a un padre indulgente. Se preguntó hasta dónde debía de haber llegado su debilidad y su apatía para no haber respondido a la llamada. Revolvió el cajón en busca de una postal y escribió cuatro palabras para comunicarle que llegaría a primera hora de la tarde del lunes primero de octubre. Ello le daría margen suficiente para salir del hospital y pasar unos días de convalecencia en su piso de Queenhythe. Firmó la tarjeta sólo con sus iniciales, la franqueó como correo urgente y la apoyó en la jarra de agua para no olvidarse de pedirle a alguna enfermera que la echara al buzón.

Todavía le quedaba otra obligación y respecto a ésta se sentía menos competente. Pero podía esperar. Debía ir a ver a Cordelia Gray o escribirle para darle las gracias por las flores. No sabía cómo se había enterado de que estaba enfermo, salvo quizás a través de sus amigos de la policía. Seguramente, desde que llevaba la Agencia de Detectives de Bernie Pryde -si no se había hundido todavía, como sería lógico según todas las reglas de la justicia y la economía- estaría en contacto con un par de policías. Asimismo creía que su inoportuna enfermedad había aparecido una o dos veces en artículos publicados por los vespertinos londinenses sobre las bajas recientes en las jerarquías superiores de Scotland Yard.

Era un ramito cuidadosamente dispuesto y personalmente elegido, tan peculiar como la propia Cordelia, un contraste con sus otros regalos de rosas de invernadero, crisantemos gigantescos desgreñados como plumeros de quitar el polvo, falsas flores silvestres y gladiolos de aspecto artificial, flores de plástico con olor a anestesia sobre rígidos tallos fibrosos. Debía de haber estado recientemente en un jardín campestre, se preguntaba dónde. También se preguntaba, con poca lógica, si Cordelia comería lo suficiente, pero apartó de inmediato este ridículo pensamiento de su mente. Recordaba con claridad que contenía discos plateados de lunaria, tres ramitas de brezo de invierno, cuatro capullos de rosa, no los prietos botones raquíticos del invierno, sino remolinos anaranjados y amarillos, suaves como los primeros brotes del verano, delicados retoños de crisantemos de exterior, bayas de un naranja rojizo, y en el centro una luminosa dalia que parecía una joya; todo el ramo estaba rodeado de unas hojas velludas que recordaba haber llamado orejas de conejo en su infancia. Era un gesto enternecedor y joven, que sabía que una mujer mayor o más mundana nunca habría tenido. Había llegado acompañado únicamente de una breve nota en la que decía que se había enterado de su enfermedad y quería desearle una pronta recuperación. Debía ir a verla o escribirle para darle las gracias. La llamada telefónica que había hecho una de las enfermeras a la agencia no bastaba.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La torre negra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La torre negra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «La torre negra»

Обсуждение, отзывы о книге «La torre negra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.