Cat Song le despertó de su ensimismamiento cuando apareció de pronto tras él y murmuró a su oído:
– Disculpe, oficial Casanova. Estoy encantada de que recupere usted su alegría, pero creo que le gustaría saber que hay un montón de llamadas de las que tenemos que hacernos cargo. ¿Le importaría volver de nuevo al trabajo o prefiere limitarse a estar aquí sentado tomándose un margarita con una sombrillita?
El oficial Gil Ponce salió corriendo de la Sala Leopardo sin pedir el número de teléfono de Jasmine McVicker. Sin ni siquiera decirle adiós.
Jasmine corrió hacia el baño de bailarinas y cerró la puerta. Abrió su bolso y cogió el colirio que había comprado en una tienda en La Brea que proveía de cosméticos a artistas de cine y de la televisión (los colirios ayudaban a los actores a llorar a voluntad). Se lo vertió en los ojos mientras recordaba las órdenes de Margot: «Haz que se te corra ese rímel». Cuando acabó su mirada era tan borrosa que apenas podía verse la cara en el espejo, pero sabía que tenía un aspecto sensacional. Estaba lista. Era la hora del espectáculo.
La puerta de la oficina de Alí estaba cerrada, y Jasmine supuso que estaba contando la pasta. En noches grandes como ésta hacía numerosos viajes al bar para retirar los billetes grandes, reemplazando los billetes de cien dólares por billetes de cincuenta, veinte y diez y por montones de cinco dólares, que era la propina más baja que los clientes ofrecían en este club nocturno.
Jasmine sabía que Alí organizaba una recogida con guardas de seguridad al final de la noche, cuando la pila de dinero en su escondite era demasiado grande. Lo había visto muchas veces. También sabía que hacía más dinero en la Sala Leopardo que la agencia tributaria del Departamento del Tesoro. Margot y Dios todopoderoso también lo sabían. Y si Margot pensaba que se estaba llevando la mitad de la fortuna de Alí, se estaba engañando a sí misma. Jasmine le había informado que creía que había una caja de seguridad pero no sabía dónde. Margot le dijo que siguiese indagando.
Jasmine tocó a la puerta con fuerza y gritó:
– ¡Alí!
– ¿Quién está ahí? -gritó él.
– ¡Jasmine! ¡Abre!
Ella sabía que Alí la estaba observando a través de la mirilla, sólo entonces abrió la puerta, sorprendido por su aspecto.
– ¿Qué te ha pasado? -dijo Alí, mientras cerraba la puerta y echaba el pestillo-. Pensaba que tenías un tirón inguinal. -Alí iba vestido de fin de semana, con una de sus camisas blancas de vestir y un traje gris carbón de Valentino con las solapas negras.
A través de una densa bruma pudo ver que en la mesa había pilas de dinero. Corrió a la silla del cliente y se sentó mientras Alí se quedaba de pie entre ella y la mesa, guardando su dinero con gestos reflejos.
– ¡Acabo de dejar a Margot! -dijo, retirando el rímel de su cara y mirándolo con unos ojos húmedos.
– ¿Qué sucede? -dijo él.
– ¡Me dijiste que la espiase! -dijo Jasmine, intentando sollozar.
– ¡Sí, sí! -dijo-. ¿Qué está pasando?
– ¡Está tomando cocaína, Alí! Tiene rayas por toda la mesa del tocador. ¡Debe de haberse gastado tres mil, cuatro mil dólares en coca! Yo tomé una raya, para ver si podía averiguar qué está pasando en esa casa.
– ¿Qué? ¡Dime! -dijo él.
– Me querían para un trío -dijo Jasmine-. Ella y él, pero les dije que no. Le dije que yo no hago guarradas. Él está más hecho mierda incluso que ella. ¡Me dio miedo ese tío!
– ¡Nicky! -dijo él horrorizado-. ¿Dónde está Nicky?
– Estaba allí -dijo ella.
– ¿¿Qué??
¡Se echó atrás en la silla y se golpeó la cabeza contra el respaldo de cuero.
– Intenté llevármela aparte y hablar con ella, como dos personas sensatas. Él no hacía más que entrar y salir de la casa con su bañador Speedo. Saltaba a la piscina y luego entraba en casa y se hacía otra raya. Después se bañaba de nuevo y nadaba un poco más. Estaba ahí esperando a que ella se bañase también, pero yo le decía que era demasiado arriesgado tal y como estaba. Le dije que debía quedarse en su habitación e irse a dormir.
Alí pareció olvidarse del dinero. Caminó alrededor de la mesa y se sentó en su silla giratoria. Apartó las pilas de dinero, apoyó los codos, y se sostuvo la cara entre las manos. En menos de un minuto su rostro estaba lleno de lágrimas.
Jasmine se preocupó, quizá su actuación había sido demasiado devastadora. Estaba intentando provocar una ira descontrolada, no esos lamentos de señorita.
– Nicky no estaba exactamente allí cuando se metían las rayas. Estaba en su habitación.
Alí se secó los ojos con las palmas de sus manos y dijo:
– Nicky tiene mucha energía. Nadie va a poder mantener a Nicky en su habitación.
Decidida a usar a Nicky como carta final, Jasmine dijo:
– El tipo se llama Lucas. Es un tipo fuerte y joven, de la edad de Margot. Se conocieron en un club nocturno. Tiene bastante controlada a Margot y la casa, y le pasa mucha coca.
– ¿Por qué está mi hijo en la casa esta noche? -dijo Alí-. Por favor dime, Jasmine.
– Por lo que he podido saber, eso sucede desde que ese tipo entró en escena. Dice que no debería gastar dinero en una niñera. Que el chaval ha de quedarse en casa como los otros chavales.
– ¿Quedarse en casa? -dijo Alí, con un tono de voz lóbrego que nunca había adoptado en su presencia-, ¿Quedarse en casa para ver a su mami así? ¿Sexo, cocaína y qué más?
– No sé si debería contarte más, Alí -dijo.
– Dime, Jasmine -dijo-. Te pido que me lo digas todo. Debo saberlo.
– Margot me dijo que habían estado haciendo tríos con otras chicas regularmente, con montones de coca para animarse. Y a veces hacen mucho más que eso. Lucas trae chicas y chicos del club y se meten cocaína, y todos se vuelven medio locos y se lían los unos con los otros. Hacen cualquier cosa que se les ocurra.
– Y mi Nicky -dijo Alí-. ¿Dónde está Nicky cuando pasan todas estas cosas?
– Por lo que sé, siempre está en la casa. Creo que está en su habitación cuando se pone en marcha lo serio. No creo que Margot le deje estar en la habitación cuando el asunto se pone serio. A no ser que entre por sorpresa. No puedo decirlo con seguridad, Alí. Lo siento. He intentado descubrir tanto como he podido.
– ¿Cuánta gente hay esta noche en la casa, Jasmine? ¿Sólo Margot y ese hombre?
– No había nadie más cuando me he ido -dijo ella-. Pero Lucas hablaba de llamar a no sé qué amigo del club. Es un puto animal y está enfermo.
– Eres una buena amiga -dijo Alí-. Gracias.
– ¿Vas a llamar a tu abogado? -dijo Jasmine-. No quiero que me arrastren a ningún juicio. Te estoy contando lo que pasa, pero no voy a declarar para ningún abogado. Tengo miedo de ese hombre, de ese Lucas. Y todavía tengo trabajo en esta ciudad.
– ¿De qué me serviría llamar a mi abogado? -dijo Alí-. Margot dirá que mientes si hablamos con él. Aparenta ser y hablar como la madre perfecta cuando se sienta con el abogado o el juez. Todo el mundo la mira y le sonríe. Hermosa madre.
– No veo qué ventaja tendría llamar a la poli tampoco -dijo Jasmine-, No podrían entrar allá y buscar al chico, a no ser que tengan una orden de registro o algún tipo de información de primera mano. Y yo no voy a hablar con la poli, Alí. Me puedes despedir si quieres, pero no voy a hablar con polis ni abogados. He hecho lo que me pediste y ahora yo abandono el asunto. No quiero saber nada más de tu ex mujer ni de su amigo enfermo. Estoy realmente asustada.
– Sí -dijo Alí-. Te pagaré tu bonificación. Eres una buena chica.
Le estaba hundiendo de nuevo. Había visto la rabia ascender y caer y ascender de nuevo. Ahora estaba en reflujo. Le había ofrecido demasiada información. Estaba derrumbado. Parecía a punto de romper a llorar y no parar. Ya lo veía arruinándose. Todo el dinero que ella y Margot compartirían. Era el momento de jugar la última carta, el as de espadas.
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