– ¿Bueno?
Meneó la cabeza con lentitud.
– Ed, resulta demasiado para digerirlo de golpe. Convengo contigo en que hay algo desequilibrado en Dinamarca; no obstante, me parece que debemos consúltalo con la almohada. No tenemos mucho tiempo para dormir, de todos modos, o yo no lo tengo. Convendría tal vez que te quedaras en casa otro día.
– Mañana iré a la oficina contigo. – Le dije -. Un día más o menos no va a significar ninguna diferencia con la costilla. El doctor me aseguró que el dolor desaparecería lentamente, quizá dentro de un mes. No se va a quitar de golpe después de unos cuantos días.
– Bueno, pues cuídate todo un mes, si lo deseas.
– No – repuse -, en primer lugar, preocuparía a la señora Brady. Además, quiero oír cuando hables a Dolan a las diez.
– Está bien, pondré el despertador a las ocho. Nos da seis horas.
Arregló las manecillas del reloj y apagó la luz.
Estaba cansado, no obstante, no me dormí inmediatamente. Estaba pensando casi únicamente en Ángela, y preguntándome por qué ni siquiera había mencionado la posibilidad de volverla a ver. Conocía parte de la respuesta: había andado pescando, en cierto modo, cuando le pregunté, antes de dejarla, si iba a contar a su padre que nos habíamos visto. Me respondió que no, y la razón de no desear que su padre supiera su preocupación por Mike, me pareció demasiado débil. Más probable era que sabía él no aprobaba que saliera con alguien tan abajo de ella, financieramente por lo menos. O acaso ella lo pensaba. De cualquier manera había sido una buena diversión, tan agradable como inesperada.
El despertador repicó en el preciso momento en que cerré bien los ojos; realmente eran las ocho de un día brillantísimo. Mientras nos vestíamos, recordé lo de la pistola.
– Tío Am, ¿qué de la pistola? – le pregunté -. Creo que Ángela tenía agujeros en la cabeza al pensar que Mike pudiera tratar de nuevo. Pero…
– Llévatela de todos modos. Le dijiste que lo harías, y ¿qué podemos perder? Ya la traeremos cuando se aplaque el polvo de este asunto.
Me la metí en el bolsillo cuando salimos. Tomamos un desayuno rápido a la vuelta de la esquina, sacamos el Buick del garaje y nos dirigimos al lote de estacionamiento del edificio.
En las oficinas de Hunter & Hunter, el tío Am se fue directamente a la interior, que era la suya.
– Bueno, chico – me sugirió desde el vano de la puerta – faltan cuarenta y cinco minutos para que hable a Dolan. ¿Quieres que nos los pasemos jugando gin rummy?
Yo estaba en mi escritorio viendo si había correo del día anterior, porque el tío Am siempre me deja los asuntos rutinarios. Había tres sobres; una cuenta de la papelería, otra del teléfono y el tercero era un cheque que me pagaban por un trabajito que había hecho en el curso de un día. Así que contesté a mi tío:
– Déjame hacer los cheques para pagar las cuentas y preparar el otro para ser depositado; luego, si hay tiempo, jugaremos.
Cuando estaba terminando, sonó el teléfono. Lo contesté:
– Habla Ed Hunter.
– Ed, soy Molly Czerwinski. ¿Te acuerdas de mí?
– Seguro, Molly. Espera un momento – puse la mano sobre la bocina y grité -: No cuelgues, tío Am. Se puede tratar de negocios. No he visto a la muchacha hace ocho años, y la conocí ligeramente.
Sabía que el tío Am había levantado su teléfono cuando yo lo hice con el mío. Siempre lo hacemos así cuando ambos estamos en la oficina y libres. Si es un llamado personal para uno de nosotros, el otro cuelga. Si se trata de negocios, continúa escuchando, lo cual economiza explicaciones posteriores.
– Bien, Ed – me contestó.
Quité la mano de la bocina y proseguí:
– Seguro, Molly, me acuerdo de ti. Estabas un año atrás de mí en la secundaria, pero estuvimos en una clase juntos mi último año. Te sentabas al otro lado de mí en el pasillo.
– Memoria perfecta – comentó riéndose un poco.
– ¿Qué te has estado haciendo desde entonces?
– Ahora estoy dando clases de baile. Pero no te estoy llamando para solicitar discípulos. Ed, anoche me encontré con alguien que los dos conocemos, con Anson Howard; es policía, y me dijo que eres detective privado, así que te busqué en las páginas comerciales. Hunter & Hunter… ¿estas asociado con tu padre?
– No, con mi tío. ¿Qué otra cosa has estado haciendo además de dar clases de baile?
– Bueno… me casé.
– Felicitaciones.
– Y me divorcié – echándose a reír de nuevo -, desde hace tres años, Ed. Te estoy hablando para negocios. ¿Qué clase de honorarios cobra una agencia de detectives?
– Depende del trabajo, Molly – repuse -. ¿Puedes informarme eso por teléfono?
– Deseo que busques a alguien. A mi ex marido, para ser exacta. Me debe dinero, pero no tanto que pueda gastarme un dineral, si lo tuviera, para recuperar lo que me debe.
– ¿Por alimentos atrasados?
– Oh, no. No solicité ningunos. Supongo que pudiéramos llamarlo arreglo de propiedad. Estábamos pagando una casa que compramos al norte de la avenida Howard. Cuando nos divorciamos convino en devolverme la mitad del reembolso que se obtuviera, lo cual era equitativo porque yo también estaba trabajando y parte de los abonos fueron de mi dinero. La casa estaba a su nombre, así que él iba a venderla y luego a repartir conmigo. La vendió, pero no lo volví a ver ni tampoco mi parte del dinero.
– ¿De cuánto se trataba?
– Habíamos pagado casi cinco mil, pero vendió nuestros derechos por cuatro mil, según supe. Así que me debe dos mil, quizá un poco más si calculamos tres años de intereses.
– Molly, no tienes para qué contratar ninguna agencia de detectives. La policía lo hará gratis.
– Ya fui con ellos y llevaron a cabo algún trabajo, pero no con empeño, me figuro. Es decir, no se trataba de un caso importante para ellos. Regresé allá otra vez ayer, porque una amiga mía me dijo que lo había visto en el Loop. Supuse que se habría ido de la ciudad con el dinero, quizá se fue, pero en ese caso, ya volvió. Por lo menos mi amiga estaba segura de que era él.
»Los de la policía se mostraron atentos conmigo, aunque… bueno, no van realmente a tenderle una red o algo semejante. Así que probablemente no den con él.
– Probablemente no, a menos que lo arresten por algo distinto y dé su verdadero nombre.
– En cuanto a la tarifa, Ed, tengo poco dinero. ¿Crees que por cien dólares, o doscientos cuando mucho, tendrías alguna buena probabilidad de hallarlo? Estoy dispuesta a arriesgar esa cantidad con la esperanza de cobrar mis dos mil.
– Molly – le contesté -, todo depende de cuánto nos puedas decir acerca de él, qué pistas nos indiques para trabajar. Su ocupación, nombres de amigos con quienes pueda estar todavía en contacto, sitios a donde pudiera ir… esa clase de detalles. No lo intentes por teléfono. ¿Por qué no vienes y hablas con nosotros? Cuando haya obtenido de ti lo que sea posible nos ayude, te diré la verdad respecto a si nuestras probabilidades de dar con él justifican que gastes cien o doscientos dólares dejándonos intentarlo. En una forma u otra no cobraremos por la entrevista. ¿Te parece?
– Me parece muy bien. ¿Crees que unos cuantos días o una semana importe?
– No, si regresó a Chicago para quedarse. Si nada más vino de pasada, probablemente tampoco lo hallaríamos. ¿Por qué?
– Voy a visitar a mis padres, que viven en Indianápolis, y salgo esta tarde. Podría ir primero a tu oficina, pero tengo muchas cosas que hacer y andaría muy apresurada. Quise hablar contigo antes de salir, para indagar si era importante que te viera inmediatamente. Me sentiría con prisas si lo hiciera hoy.
Читать дальше