Jussi Adler-Olsen - El mensaje que llegó en una botella

Здесь есть возможность читать онлайн «Jussi Adler-Olsen - El mensaje que llegó en una botella» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El mensaje que llegó en una botella: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El mensaje que llegó en una botella»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Puede un terrible hecho del pasado seguir teniendo consecuencias devastadoras? Cuando una botella que contiene un mensaje escrito con sangre humana llega al Departamento Q, el subcomisario Carl Mørck y sus asistentes Assad y Rose logran descifrar algunas palabras de lo que fue la última señal de vida de dos chicos desaparecidos en los años noventa. Pero ¿por qué su familia nunca denunció su desaparición? Carl Mørck intuye que no se trata de un caso aislado y que el criminal podría seguir actuando con total impunidad.

El mensaje que llegó en una botella — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El mensaje que llegó en una botella», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Respiró hondo y volvió a tomárselo con calma para no sangrar demasiado.

Chorradas, se dijo. No van a encontrar los recibos. Al menos, no enseguida.

No, había tiempo suficiente. Tal vez encontraran su casa de Roskilde pasados uno o dos días. De momento solo necesitaba media hora.

Torció hacia el camino de entrada y vio al joven en el césped delante de su casa. Llamaba a Mia a gritos.

Otro contratiempo.

Tengo que eliminarlo rápido, pensó, y sopesó aparcar en una de las calles laterales.

Buscó a tientas la navaja ensangrentada en la guantera y la sacó.

Después pasó sin prisas ante la casa, mirando hacia el otro lado. El pavo sonaba como un gato en celo con sus gritos de añoranza. Mia ¿prefería de verdad a aquel crío?

Fue entonces cuando reparó en los dos viejos que vivían enfrente mirando por la rendija de las cortinas. Tenían muchos años a sus espaldas, pero su curiosidad seguía intacta.

En ese momento, aceleró.

No podía hacer nada. Había demasiados testigos para atacar al joven.

Tendrían que encontrar el cadáver en la casa, no había más remedio. Pero aquello no iba a servir de mucho. De todas formas, la Policía sospechaba de él por cosas graves: no sabía por cuáles, pero desde luego, graves.

Puede que encontrasen también una caja de mudanzas con catálogos de casas de veraneo en venta, pero ¿de qué les iba a servir? Si es que no sabían nada. No existían papeles que certificasen cuál de ellas había decidido comprar hacía mucho tiempo.

No, no le parecía una amenaza real. Las escrituras de Vibegården estaban allí, en la caja, junto con el dinero y los pasaportes. No se sentía presionado.

Bastaba que detuviera la hemorragia y no lo parasen en un control por el camino. Así todo saldría bien.

Cogió el botiquín de primeros auxilios y se desvistió de cintura para arriba.

Las heridas eran más profundas de lo que había creído. Sobre todo la última. Y eso que había calculado la fuerza con la que tirar del brazo del Papa, pero no la poca resistencia que opondría.

Por eso sangraba tanto. Y por eso tendría que sacrificar algo de tiempo para borrar las huellas del asiento delantero del Mercedes antes de venderlo.

Sacó la jeringa y la ampolla de anestesia local y aplicó alcohol a las heridas. Después se puso la inyección.

Estuvo un rato en la sala mirando alrededor. Esperaba que no encontrasen Vibegården. Era justo allí donde se sentía más en casa. Libre del mundo, libre de sus engaños y traiciones.

Preparó la aguja y el hilo. Pasado un minuto, pudo meter la aguja en el borde de las heridas sin notarla.

Un par de cicatrices más para el cirujano, pensó, y se echó a reír.

Cuando terminó observó lo que había cosido y volvió a reír. No quedaba muy bonito, pero había detenido la hemorragia.

Aplicó a las heridas una compresa de gasa con esparadrapo y se tumbó en el sofá. Cuando estuviera listo saldría y mataría a los niños. Cuanto antes lo hiciera, antes se descompondrían los cadáveres y antes podría marcharse otra vez.

Dentro de diez minutos iría al anexo a por el martillo.

Capítulo 49

Pasados veinte minutos ya sabían quién había sacado dinero del cajero y dónde vivía. Se llamaba Claus Larsen y vivía tan cerca que podrían llegar allí en menos de cinco minutos.

– ¿En qué piensas, Carl? -preguntó Assad cuando Carl entró en la rotonda de Kong Valdemars Vej.

– Pienso que menos mal que tenemos a unos compañeros detrás que llevan su arma reglamentaria.

– Entonces, crees que va a ser necesario.

Carl asintió con la cabeza.

Se metieron por la zona de villas y ya a cien metros de la casa vieron a un hombre gritando en la semipenumbra de la calle escasamente iluminada.

Desde luego, no era el que buscaban. Era más joven, más delgado y estaba desesperado a más no poder.

– ¡Ayúdenme, deprisa! ¡Ahí arriba hay fuego! -gritó cuando se le acercaron corriendo.

Carl vio que sus compañeros del coche de atrás frenaban y pedían ayuda, pero seguro que la pareja de ancianos vecinos que estaban con la bata puesta en la acera de enfrente ya lo habían hecho.

– ¿Sabes si hay alguien en la casa? -gritó.

– Creo que sí. En esa casa pasa algo muy raro -aseguró el joven entre jadeos-. Llevo varios días llamando a la puerta, pero no abren, y cuando llamo al móvil de mi amiga, que se llama Mia, lo oigo sonar arriba, pero no lo coge.

Señaló hacia una ventana abuhardillada y se llevó la mano a la frente, espantado.

– ¿Por qué ARDE ahora? -gritó.

Carl alzó la vista hacia las llamas, que ahora se veían con claridad en la ventana abuhardillada del primer piso, justo encima de la puerta de entrada, que había señalado el joven.

– ¿No has visto a un hombre entrar en la casa hace poco? -preguntó.

El tipo sacudió la cabeza, no podía estar quieto.

– Voy a echar la puerta abajo. ¡Yo la echo! -gritó, desesperado-. La echo abajo, ¿vale?

Carl miró a sus compañeros. Hicieron un gesto afirmativo.

Era un muchachote fuerte. Bien entrenado y que sabía lo que hacía. Cogió carrerilla, y en el instante en que llegó a la puerta saltó en el aire y golpeó fuerte la cerradura con el talón. Gimió en voz alta y soltó una sarta de juramentos cuando cayó al suelo y la puerta seguía intacta.

– Hostias, es demasiado dura para mí -soltó, y se volvió presa del pánico hacia el coche patrulla de atrás, gritando-. ¡Pero ayúdenme! ¡Creo que Mia está dentro!

Justo entonces se oyó un enorme estruendo. Carl volvió la cabeza hacia el origen del ruido y vio a Assad desaparecer por la destrozada ventana de la sala.

Carl echó a correr, y el joven lo siguió. Había sido una reacción eficaz por parte de Assad, porque los travesaños de la ventana y la contravidriera estaban hechos añicos en el suelo, bajo la rueda de repuesto que había arrojado Assad.

Saltaron al interior.

– ¡Es por aquí! -gritó el joven, y llevó a Assad y a Carl al recibidor.

No había tanto humo en las escaleras, pero sí en el primer piso. De hecho, no se veía nada a dos palmos.

Carl se cubrió la boca con el cuello de la camisa, y dijo a los demás que hicieran lo mismo. Y es que estaba oyendo la tos de Assad detrás.

– ¡Baja, Assad! -gritó, pero Assad no obedeció.

Oyeron que los coches de bomberos se acercaban, pero eso no era ningún consuelo para el joven, que avanzaba a tientas por el pasillo.

– Creo que está ahí dentro. Dice que siempre lleva el móvil encima -explicó tosiendo en la espesa humareda-. Oigan lo que pasa ahora.

Debió de marcar un número en el móvil, porque a los pocos segundos se oyó un débil tono de llamada a unos metros de ellos.

El joven dio un salto adelante y buscó la puerta a tientas. Entonces oyeron que la ventana Velux reventaba por el calor.

En aquel momento llegó uno de los compañeros de Roskilde tosiendo por la escalera.

– ¡Tengo un pequeño extintor de incendios! -gritó-. ¿Dónde está el fuego?

Lo vieron en cuanto el joven echó abajo la puerta y las llamas avanzaron hacia ellos. Después se oyó el sonido sibilante del extintor; no fue muy efectivo, aunque consiguió apagar lo bastante para poder ver el interior del cuarto.

No tenía buen aspecto. Las llamas habían alcanzado el techo y un montón de cajas de cartón que había dentro.

– ¡Mia! -gritó el joven con voz desesperada-. Mia, ¿estás ahí?

En el mismo instante un chorro de agua atravesó la ventana abuhardillada y les llegó un latigazo de vapor.

Cuando Carl se echó al suelo sintió una quemazón en el brazo y en el hombro con que había protegido su rostro de manera instintiva.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El mensaje que llegó en una botella»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El mensaje que llegó en una botella» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El mensaje que llegó en una botella»

Обсуждение, отзывы о книге «El mensaje que llegó en una botella» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x