Liza Marklund - Studio Sex

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Ocho años antes de los dramáticos sucesos de Dinamita…
La reportera novata Annika Bengtzon acaba de empezar unas prácticas de verano en un importante periódico de Estocolmo, el Kvällspressen. Allí se encarga de la aburrida tarea de atender la línea telefónica de los chivatazos. Pero antes de que haya tenido la menor oportunidad de adentrarse en el frenético mundo del periodismo, aparece el cadáver desnudo de una chica joven en un cementerio. Una stripper que trabajaba en el club Studio Sex ha sido violada y estrangulada, y el principal sospechoso es un secretario del Gobierno. Annika rápidamente se da cuenta de que este caso puede ser la oportunidad para escribir su primer gran artículo y catapultarse a la fama. Aunque a medida que descubre el oscuro infierno de los clubes de alterne, se va internando peligrosamente en un mundo de sexo y violencia.

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No volveré a dudar cuando tenga que realizar una llamada o ponerme en contacto con alguien. Nunca más me avergonzaré de mi trabajo o de mis palabras.

Continuó lentamente por la ribera hacia la playa. A continuación caminó cuesta arriba, a lo largo de Fyrverkarbacken, y regresó al periódico.

– Tienes que avisar cuando salgas -dijo Tore Brand con tono enfadado en la recepción.

Ella no tuvo fuerzas para responder, subió en el ascensor y rezó una silenciosa oración deseando que el pastor enfurecido hubiera desaparecido. Así fue. Observó que los demás también. Spiken y Jansson estaban en una reunión, los maquetadores aún no habían llegado, Berit había salido a alguna parte.

Se sentó pesadamente en su silla. Hoy no había conseguido hacer nada que valiera la pena. Lo único que le quedaba pendiente era llamar a la policía.

El portavoz de prensa dijo que la investigación proseguía. La brigada criminal no respondía.

En el centro coordinador de emergencias no había sucedido en todo el día nada que tuviera que ver con el asesinato.

Dudó, pero a pesar de todo se decidió a llamar al jefe de la investigación. No importaba si se enfadaba.

Fue Q quien le respondió en el número de urgencias de la criminal. El pulso se le aceleró.

– Hola, soy Annika Bengtzon del periódico…

– Lo sé.

Ligero suspiro.

– ¿Nunca paras de trabajar? -preguntó ella.

– Al parecer tú tampoco.

El tono era frío y cortante.

– Tengo un par de preguntas…

– Si hablara con todos los periodistas, no tendría tiempo para resolver ningún asesinato. Enfadado, irritado.

– No hace falta que hables con todos, vale con que hables conmigo.

Parecía cansado.

Annika pensó en silencio durante algunos segundos.

– Estamos perdiendo el tiempo -dijo-. Sería mucho mejor si respondieras a mis preguntas.

– Lo mejor sería colgar.

– ¿Entonces por qué no lo haces?

Él respiró en silencio en el auricular, como si pensara lo mismo.

– ¿Qué quieres saber? -preguntó quedo.

– ¿Qué habéis hecho hoy?

– Rutina. Interrogatorios.

– ¿Patricia? ¿Joachim? ¿Los otros del club? ¿Quizá algún cliente? ¿Los padres? ¿El hermano gemelo? ¿La gente de la casa vecina? ¿La señora gorda con el perro? ¿Quién es Jesper? ¿Y quién es el ministro?

Annika percibió su asombro a través del teléfono.

– Has hecho tus deberes -dijo él.

– No -respondió ella-, research normal.

– Hemos encontrado su ropa -anunció él.

Annika sintió que se le erizaba el vello de los brazos. Esto no era aún oficial. Le estaba dando una exclusiva.

– ¿Dónde?

– En el crematorio municipal de Högdalen.

– ¿En el vertedero?

– No, en un compresor junto a una gran cantidad de desperdicios. La tuvieron que tirar en alguna papelera de Kungsholmen. Las papeleras se vacían cada día en un camión de una empresa de Estocolmo y la basura se prensa junto a todo lo demás que se encuentra en la calle. Imagínate.

– ¿La podéis utilizar como prueba?

– Hasta el momento, los técnicos han encontrado entre las fibras del tejido restos de un televisor, relleno de sofá, residuos de cascara de plátanos y excrementos de un pañal de bebé.

Él suspiró.

– ¿Así que el descubrimiento no vale nada? -señaló Annika.

– Por lo menos de momento.

– ¿Estaba rota?

– Hecha añicos. A causa del compresor.

– En tal caso, ¿todas las huellas dactilares, pelos, desgarrones y cosas por el estilo que podrían indicar algo están destruidos?

– Lo has entendido perfectamente.

– ¿Puedo escribir esto?

– ¿Te parece que aporta algo?

Ella recapacitó.

– El asesino la tuvo que tirar allí. Alguien pudo verlo.

– ¿Dónde? ¿Cuánta gente crees que tira basura cada día en las papeleras de Kungsholmen?

Ella pensó en los envoltorios de helados de la papelera junto al lago.

– Más o menos… ¿todo el mundo?

– ¡Correcto! Y ni siquiera hace falta que haya sido el asesino. La ropa la pudo encontrar un amigo del orden que quiso limpiar el suelo.

Ella esperó en silencio.

– Por lo menos indica que vosotros, la policía, hacéis algo -replicó ella.

Él se rió.

– Vaya, no está mal -dijo él.

– Quizá no sea necesario relatar exactamente el mal estado en que se encontraba la ropa -añadió Annika-. El asesino no necesita saber eso.

Q rió, pero no respondió.

– ¿Y los interrogatorios?

Q se volvió a cerrar.

– No puedo decir nada de eso. Continúan.

– ¿Con las personas que nombré antes?

– Estas son sólo el comienzo.

– ¿Y la autopsia? ¿Ha dado algo?

– Se lleva a cabo en horario de oficina, es decir, comenzará mañana.

– ¿Qué clase de sitio es Studio Sex?

– Date una vuelta por ahí y verás.

– ¿De qué ministro hablaba la anciana, lo sabéis?

– ¡Suerte que todavía tienes algo que descubrir! -dijo él-. Adiós.

Annika recapacitó durante unos segundos. Esto de la ropa era nuevo, podrían explotarlo. Era una pena que la policía no atribuyera más valor al hallazgo, pero ahora, por lo menos, sabían que el asesino no la tenía.

Spiken, Jansson y Foto-Pelle habían regresado de la reunión. Estaban sentados en la mesa de noticias charlando.

– Tengo una cosa en exclusiva, por lo menos de momento -anunció ella.

Los hombres levantaron la vista con la misma expresión de sorpresa y ligera irritación.

– Han encontrado la ropa.

Los dos hombres estiraron la espalda y cogieron sus bolígrafos.

– ¡Coño! ¿La podemos fotografiar?

– No, pero sí el lugar en el que la encontraron. El crematorio municipal de Högdalen.

– ¿Consiguieron algo?

Annika sopesó su respuesta.

– En realidad no, pero la policía no lo podrá refutar -dijo ella.

Los dos hombres asintieron.

– Esto está muy bien -dijo Jansson-. Si lo juntamos a lo demás obtendremos una buena mezcla. ¡Mira!

Le alargó a Annika un cuaderno de apuntes.

– Me parece que comenzaremos con tu asunto, «nueva pista de la policía». Fotografía de Josefin, fotografía del basurero. ¡Dentro de poco tendrás un «careto», Bengtzon!

Los hombres soltaron una risa amable. Annika bajó la mirada y se sonrojó.

– Luego tenemos al padre -continuó Jansson-. Berit ha hecho una entrevista fantástica.

Annika se quedó estupefacta.

– ¿Sí?

– Yes box, estuvo aquí arriba gritando así que Berit se ocupó de él. Dijo que quería hablar. Ahora está con los padres enseñándoles el texto. Deseaban verlo antes de su publicación.

– Increíble -murmuró Annika.

– Luego necesitaremos algo del lugar del crimen, ¿sabes si ya hay flores?

– Por la tarde no había muchas.

– Vete a ver si hay más. ¿Puedes? También sería interesante que hablaras con alguno de los apenados que se acerquen al lugar, con alguien que escriba una carta o encienda una vela.

Annika suspiró y asintió.

– ¿Qué tal fue con los compañeros de clase? -preguntó ella.

– Berit no encontró a ninguno, excepto a tu Charlotta. Tenemos una fotografía de ella en la habitación de su casa. Seguro que muchos regresarán esta noche, las vacaciones están a punto de terminar. Pero pasamos de ellos por el momento. Es suficiente por hoy. Además, también tenemos los incendios forestales y la situación en el Oriente Próximo. Quizá acaben en guerra ahí abajo…

Los maquetadores irrumpieron anhelantes, con ganas de trabajar. Annika regresó a su mesa, escribió sobre la nueva pista de la policía y cogió su bolso para ir de nuevo al lugar del crimen.

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