Harry encendió el cigarrillo con una mano al tiempo que ofrecía el paquete a Ivarsson, que declinó con la cabeza.
– Ésa es una mala costumbre, Hole.
– Tienes razón. -Harry metió el paquete en el bolsillo interior-. Uno no debe ofrecer sus cigarrillos sino dar por sentado que un caballero compra los suyos propios. Benjamín Franklin dijo eso.
– ¿De verdad? -preguntó Ivarsson ignorando la sonrisa burlona de Weber-. Te has dado cuenta de muchas cosas, Hole. A lo mejor te has dado cuenta también de que el atracador ha atacado de nuevo, tal como dijimos que haría, ¿no?
– ¿Cómo sabes que era él?
– Como habrás notado, es una copia exacta del caso del banco Nordea de la calle Bogstadveien.
– Ah, ¿sí? -dijo Harry inhalando con fuerza-. ¿Dónde está el cadáver?
Ivarsson y Harry se midieron con la mirada. Apareció un destello en los dientes de reptil. Weber terció con una aclaración.
– La jefa de la sucursal fue rápida. Logró vaciar el cajero en veintitrés segundos.
– Ninguna víctima mortal -añadió Ivarsson-. ¿Desilusionado?
– No -dijo Harry y dejó salir el humo por la nariz.
Una ráfaga de aire se llevó el humo, pero la niebla de la cabeza no levantaba.
Halvorsen apartó la vista de Silvia cuando se abrió la puerta.
– ¿Puedes hacer un expreso con muchos octanos, pronto? -preguntó Harry desplomándose en la silla.
– Yo también te deseo buenos días -ironizó Halvorsen-. Tienes una pinta horrible.
Harry apoyó la cara entre las manos:
– No recuerdo una mierda de lo que pasó anoche. No tengo ni idea de lo que bebí, pero no voy a probar ni una gota de eso nunca más.
Miró entre los dedos y vio que el colega tenía una honda arruga de preocupación en la frente.
– Relájate, Halvorsen, son cosas que pasan, ahora estoy sobrio como un mueble.
– ¿Qué pasó?
Harry emitió una risita forzada.
– El contenido del estómago indica que estuve cenando con una vieja amistad. He llamado varias veces para confirmarlo, pero ella no contesta.
– ¿Ella?
– Sí. Ella.
– Te comportaste como un policía poco bueno, ¿quizá? -preguntó Halvorsen con cierto tiento.
– Concéntrate en el café -gruñó Harry-. Sólo una antigua amiga. Todo muy inocente.
– ¿Cómo lo sabes si no te acuerdas de nada?
Harry se frotó el mentón sin afeitar con el dorso de la mano. Teniendo en cuenta que, según Aune, la ebriedad sólo incide en las inclinaciones que ya se tienen, no sabía si sentirse tranquilo. Algunos detalles ya habían empezado a aflorar. Un vestido negro. Anna llevaba puesto un vestido negro. Y él estuvo tumbado en unas escaleras. Le ayudó una mujer. Con media cara. Igual que en los retratos de Anna.
– Siempre me causa pérdidas de memoria -explicó Harry-. Esta vez no es peor que las demás.
– ¿Y ese ojo?
– Supongo que me di contra un armario de la cocina al llegar a casa, o algo así.
– No quiero fastidiarte, Harry, pero tiene pinta de que fue algo más pesado que un armario de cocina.
– Bueno -dijo Harry cogiendo con las dos manos la taza de café-. ¿Doy la impresión de estar arrepentido? Las veces que he tenido peleas estando borracho ha sido con gente que tampoco me caía bien estando sobrio.
– Tengo un recado de Møller. Me pidió que te dijera que parece que se arreglará, pero no dijo qué.
Harry saboreó el café en la boca antes de tragar.
– Vas mejorando, Halvorsen, vas mejorando.
Aquella misma tarde, el grupo de investigación repasó los detalles del atraco durante la reunión de puesta al día celebrada en la comisaría. Didrik Gudmundson explicó que transcurrieron tres minutos desde que sonó la alarma hasta que la policía llegó al banco, pero el atracador ya se había ido del lugar de los hechos. Además de la hilera interior de coches patrulla que enseguida acordonó las calles circundantes, durante los diez minutos siguientes se estableció un cordón exterior en las vías más importantes: la E 18 de Fornebu, la circunvalación 3 de Ullevål, la calle Trondheimsveien que pasaba por el hospital de Aker, la calle Griniveien que pasaba por Bærum, y la intersección de la plaza de Carl Berner.
– Me gustaría poder llamarlo un cordón de hierro, pero ya sabéis cómo son las cosas con el personal del que disponemos hoy día.
Toril Li le había tomado declaración a un testigo que había visto a un hombre con una capucha sentarse en el asiento del copiloto en un Opel Ascona blanco que aguardaba con el motor en marcha en la calle de Majorstuveien. El coche giró a la izquierda para subir por la calle Jacob Aal. Magnus Rian contó que otro testigo había visto un coche blanco, posiblemente un Opel, entrar en un garaje de Vindern y justo después vio salir del mismo lugar un Volvo azul. Ivarsson miró el mapa que colgaba de la pizarra digital.
– No suena del todo improbable. Ola, inicia también una búsqueda de Volvos azules. ¿Weber?
– Hebras de tela -dijo Weber-. Dos tras el mostrador por el que saltó, una en la puerta.
– Yess! -Ivarsson agitó un puño cerrado. Había empezado a caminar alrededor de la mesa por detrás de Harry, cosa que a éste le resultaba muy enervante-. Entonces sólo hay que empezar a buscar candidatos. Colgaremos el vídeo del atraco en internet en cuanto Beate termine de redactarlo.
– ¿Estás seguro de que es buena idea? -preguntó Harry inclinando las silla hacia la pared de forma que interrumpía el paso a Ivarsson.
El jefe de brigada lo miró sorprendido.
– No sé si es buena idea o no, pero no nos importaría que alguien llamara diciendo quién es la persona del vídeo.
Ola interrumpió:
– ¿Alguien recuerda a aquella madre que llamó diciendo que había visto a su hijo en el vídeo de un atraco en internet y que luego resultó que ya estaba en la cárcel por otro atraco?
Risas. Ivarsson sonrió.
– Nunca decimos «no, gracias» a un testigo nuevo, Hole.
– ¿Y a un nuevo imitador?
Harry colocó las manos detrás de la cabeza.
– ¿Un imitador? No te pases, Hole.
– ¿Ah, sí? Si yo fuera a atracar un banco ahora, sin duda imitaría al atracador más buscado de Noruega en estos momentos para que las sospechas recayesen sobre él. Todos los detalles del atraco de la calle Bogstadveien se pueden ver en internet.
Ivarsson negó con la cabeza.
– Me temo que el atracador medio no es tan sofisticado en la vida real, Hole. ¿Alguien más tiene ganas de explicarnos cuál es el rasgo más típico de un atracador en serie? No, pero es que siempre, y con una precisión minuciosa, repite lo que hizo en el último atraco que le salió bien. Hasta que el atraco fracasa, porque no consiga llevarse el dinero o porque lo pillen, el atracador no cambia su forma de actuar.
– Eso convierte tu teoría en probable, pero no descarta la mía -puntualizó Harry.
Ivarsson echó una mirada alrededor de la mesa, como pidiendo ayuda.
– De acuerdo, Hole. Podrás comprobar tus teorías. Acabo de decidir que vamos a introducir un método de trabajo nuevo. Se trata de que una pequeña unidad opere de forma independiente pero paralelamente al grupo de investigación. He tomado la idea del FBI, y la razón es evitar que nos estanquemos en una sola forma de enfocar el caso, algo que ocurre a menudo con grupos grandes donde consceente e inconscientemente se crea un consenso en torno a las líneas generales. La unidad pequeña aporta nuevos puntos de vista porque trabaja con independencia sin recibir influencias del otro grupo. El método ha resultado efectivo en casos complicados. Creo que la mayoría de vosotros estará de acuerdo en que Harry Hole tiene dotes naturales para participar en una unidad así.
Risas dispersas. Ivarsson se detuvo detrás de la silla de Beate.
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