P. James - La muerte llega a Pemberley

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Pemberley, año 1803. Han pasado seis años desde que Elizabeth y Darcy se casaran, creando un mundo perfecto que parece invulnerable. Pero de pronto, en la víspera de un baile, todo se tuerce. Un carruaje sale a toda prisa de la residencia, llevándose a Lydia, la hermana de Elizabeth, con su marido, el desafortunado Wickham, que ha sido expulsado de los dominios de Darcy. Sin embargo, Lydia no tarda en regresar, conmocionada, gritando que su marido ha sido asesinado. Sin previo aviso, Pemberley se zambulle en un escalofriante misterio.

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El señor Wickham ha expresado su más firme deseo de no permanecer en Inglaterra, y de buscar fortuna en el Nuevo Mundo. Afortunadamente, yo estoy en disposición de asistirlo en su empeño. Mi hermano gemelo, Jeremiah Cornbinder, emigró hace cinco años a la antigua colonia de Virginia, donde ha montado un negocio de doma y venta de caballos que, gracias a sus conocimientos y destreza, ha prosperado notablemente. A causa de la ampliación del negocio, en la actualidad busca un asistente, alguien con experiencia con caballos, y hace poco más de un año me escribió informándome del asunto, y diciéndome que cualquier candidato que pudiera recomendarle sería bien recibido y puesto a prueba durante seis meses. Cuando el señor Wickham ingresó en la penitenciaría e iniciamos nuestro régimen de visitas, no tardé en reconocer que poseía las aptitudes y la experiencia que lo convertirían en un candidato adecuado para el empleo que ofrecía mi hermano si, como él esperaba, era declarado inocente de la grave acusación que pesaba sobre él. El señor Wickham es un jinete experimentado y ha demostrado su coraje. He abordado el asunto con él y está impaciente por aprovechar la oportunidad que se le presenta. Aunque no he hablado con la señora Wickham, él me asegura que ella se muestra igualmente entusiasmada ante la idea de abandonar Inglaterra e instalarse en el Nuevo Mundo.

Con todo, y como sin duda usted habrá anticipado, existe el problema del dinero. El señor Wickham espera que sea usted bondadoso y le preste la suma requerida, que serviría para pagar los pasajes y para proporcionarle el sustento durante cuatro semanas, hasta que reciba su primera paga. Se le proporcionará una vivienda gratuita, y la granja de caballos -‌pues en eso consiste, en realidad, el negocio de mi hermano, y así puede llamarse- se encuentra a dos millas de la ciudad de Williamsburg. De ese modo, la señora Wickham no se verá privada de compañía ni del refinamiento que necesita una dama de noble cuna.

Si estas propuestas cuentan con su aprobación y está usted en disposición de ayudar, será un placer para mí reunirme con usted en el lugar que estime conveniente, y en la fecha que escoja, para proporcionarle los detalles sobre la suma requerida, el alojamiento que se ofrece y las cartas de recomendación que avalan la posición de mi hermano en Virginia y hablan a favor de su carácter, que, no hace falta decirlo, es excepcional. Se trata de un hombre recto, de un patrón justo que no por ello tolera la deshonestidad ni la haraganería. Si el señor Wickham llega a ocupar el puesto por el que muestra tanto entusiasmo, este lo mantendrá alejado de toda tentación. Su liberación y su historial de soldado valeroso lo convertirán en un héroe nacional, y por más breve que acabe resultando esa fama, temo que su notoriedad no le conduzca a la reforma de su vida que, según me asegura, está determinado a emprender.

Puede ponerse en contacto conmigo a cualquier hora del día o de la noche en la dirección arriba mencionada, y le confirmaré mi buena voluntad en este asunto y mi disposición a proporcionarle la información que estime oportuna sobre la situación que le planteo.

Quedo, estimado señor, a su disposición,

Atentamente,

Samuel Cornbinder

Darcy y Elizabeth leyeron la carta en silencio y a continuación, sin comentar nada, él se la alargó al coronel.

– ‌Creo -‌dijo Darcy-‌ que debo reunirme con el reverendo, y me alegro de que me haya dado a conocer el plan antes de la visita de Wickham. Si la oferta es tan sincera y apropiada como parece, sin duda resolverá el problema de Bingley y el mío, si no el de Wickham. Todavía debo averiguar cuánto ha de costarme, pero si él y Lydia permanecen en Inglaterra, no cabe esperar que se mantengan sin ayuda regular.

– ‌Sospecho que tanto la señora Darcy como la señora Bingley han contribuido a los gastos de los Wickham con sus propios recursos -‌añadió el coronel Fitzwilliam-‌. Dicho lisa y llanamente, la decisión liberaría a las dos familias de la presión económica. Respecto al comportamiento futuro de Wickham, me cuesta compartir la confianza del reverendo en su propósito de enmienda, pero sospecho que Jeremiah Cornbinder será más competente que la familia de Wickham a la hora de garantizar su buena conducta en el futuro. Estoy dispuesto a contribuir a la suma requerida, que no imagino demasiado onerosa.

– ‌La responsabilidad es mía -‌replicó Darcy-‌. Responderé al momento al señor Cornbinder y le propondré que nos veamos mañana temprano, antes de la llegada de Wickham y Alveston.

3

A la mañana siguiente, tras celebrar misa en la iglesia, el reverendo Samuel Cornbinder llegó en respuesta a la carta de Darcy, que le había sido entregada en mano. A este le sorprendió su aspecto, pues a partir de su misiva había inferido que se trataba de un hombre de mediana edad, o incluso algo mayor, y en cambio descubrió que, o bien era más joven de lo que su estilo epistolar daba a entender, o bien había resistido los rigores y responsabilidades de su trabajo sin perder su apariencia y vigor juveniles. Darcy le expresó su gratitud por todo lo que había hecho para ayudar a Wickham a soportar su cautiverio, aunque sin mencionar su aparente adhesión a un mejor modelo de vida, sobre el que carecía de elementos para opinar. El reverendo le causó buena impresión al momento, pues no era solemne ni relamido, y se presentó con una carta de su hermano y con toda la información económica necesaria para que su interlocutor pudiera tomar una decisión ponderada sobre hasta dónde debía y podía ayudar a establecerse al señor y a la señora Wickham en la nueva vida que parecían desear con tanto ahínco.

La carta de Virginia había llegado hacía unas tres semanas. En ella, el señor Jeremiah Cornbinder expresaba su confianza en el buen juicio de su hermano y, sin exagerar las ventajas que el Nuevo Mundo ofrecía, sí trazaba un retrato halagüeño de la vida que un candidato recomendado podía esperar:

El Nuevo Mundo no es refugio para el indolente, el criminal, el indeseable ni el anciano, pero un joven que ha quedado claramente exculpado de un delito grave, que ha demostrado fortaleza durante el proceso y notable valentía en el campo de batalla, parece poseer los requisitos que le asegurarán una buena acogida. Yo busco a un hombre que combine habilidades prácticas -‌preferentemente en la doma de caballos-‌ con una buena educación, y estoy seguro de que se integrará en una sociedad que, en inteligencia y amplitud de intereses culturales, se equipara a la que se encuentra en cualquier ciudad europea civilizada, y que ofrece oportunidades prácticamente ilimitadas. Creo que no me equivocaré si auguro que los descendientes de aquellos a los que ahora espera sumarse serán los ciudadanos de un país tan poderoso, si no más, como el que deja atrás, un país que seguirá sirviendo de ejemplo de libertad para todo el mundo.

– ‌Así como mi hermano confía en mi buen juicio al saber que le recomiendo al señor Wickham -‌dijo el reverendo Cornbinder-‌, yo confío en su buena voluntad, que le llevará a hacer todo lo que esté en su mano para ayudar a que la joven pareja se sienta en casa y prospere en el Nuevo Mundo. Está especialmente interesado en atraer a inmigrantes ingleses casados. Cuando le escribí para recomendarle al señor Wickham, faltaban dos meses para la celebración del juicio, pero yo confiaba en su absolución, y creía que respondía con exactitud al tipo de hombre que mi hermano buscaba. Enseguida creo conocer a los presos y hasta ahora no me he equivocado. A pesar de respetar la confianza en sí mismo que desprende el señor Wickham, intuyo que existen aspectos en su vida que harían vacilar a un hombre prudente, pero he podido asegurar a mi hermano que el señor Wickham ha cambiado y está dispuesto a perseverar en su cambio. Sin duda, sus virtudes son más que sus defectos, y mi hermano no es tan inflexible que exija la perfección. Todos hemos pecado, señor Darcy, y no podemos esperar compasión sin demostrarla en nuestra vida. Si está usted dispuesto a costear el pasaje y la suma moderada que el señor Wickham necesita para mantenerse y mantener a su esposa durante sus primeros meses de trabajo, en el plazo de dos semanas podrá partir desde Liverpool a bordo del Esmeralda . Conozco al capitán, y confío tanto en él como en las instalaciones de la embarcación. Supongo que necesitará unas horas para pensarlo y, sin duda, para tratar del tema con el señor Wickham, pero sería de ayuda que contáramos con una respuesta a las nueve de esta noche.

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