Lawrence Block - 8 millones de maneras de morir

Здесь есть возможность читать онлайн «Lawrence Block - 8 millones de maneras de morir» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

8 millones de maneras de morir: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «8 millones de maneras de morir»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Por orden médica, Matt Scudder acaba de dejar el alcohol, pero mantenerse sobrio parece más difícil que mantenerse con vida, incluso en una ciudad como Nueva York. Una mole que, como Scudder sabe muy bien, puede aplastar a cualquiera. A pesar de su juventud, Kim también lo sabía, y por so había intentado escapar. Seguro que no merecía la vida de prostituta que el destino le había concedido, y sin duda no merecía la muerte que le tocó, y que Scudder no pudo evitarle. Para redimirse, el ex policía tendrá que encontrar a quien ha convertido a la chica en papilla, y para ello, arriesgar lo que aún queda de sí mismo. Esta novela le valió a Lawrence Block el premio Edgar, y marca un hito en la vida de su gran personaje, Matthew Scudder.

8 millones de maneras de morir — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «8 millones de maneras de morir», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando ella volvió yo me encontraba al lado de su Medusa, siguiendo con la yema del dedo una de las serpientes de su cabellera.

– Sus cabellos me hacen recordar a tu pequeña -le dije-. Ella tenía trenzas rubias, y las enrollaba de tal forma que me recordaba a tu medusa.

– ¿Quién?

– Una mujer que fue asesinada. No sé por dónde comenzar.

– Da igual por donde empieces -dijo ella.

Hablé durante largo tiempo, saltando de un tema a otro, de lo que me había ocurrido aquella noche a los hechos de hace dos semanas. De vez en cuando, Jan se levantaba e iba a buscar más café. Cuando ella volvía yo retomaba la conversación donde la había dejado o un poco más adelante. Eso era lo de menos.

Le dije:

– No sabía qué demonios hacer con él. Tras haberle propinado aquella paliza y dejarle K.O., no podía hacerlo arrestar y no soportaba la idea de dejarle marchar. Iba a dispararle pero no pude. No sé por qué. Si hubiera machacado su cabeza contra la pared un par de veces más quizá lo hubiera matado, y si lo quieres saber, eso me hubiera satisfecho. Pero no podía dispararle mientras que estaba tendido inconsciente.

– Claro que no.

– Pero no podía dejarle ahí, no quería que siguiera suelto por la calle. El se encontraría otro revólver y seguiría haciendo lo mismo, así que le rompí las piernas. Sé que con el tiempo los huesos acaban soldando, entonces podrá continuar con su carrera de chorizo, pero mientras, no podrá pasearse por la calle -me encogí de hombros-. No tiene mucho sentido, pero no pude pensar en otra cosa.

– Lo importante es que no has bebido.

– ¿Eso es lo importante?

– Al menos eso es lo que creo.

– Estuve a punto de beber. Si hubiera estado en mi barrio o si no te hubiera localizado. Dios sabe cuánto deseaba un trago, y aún tengo ganas.

– Pero tú no vas a beber.

– No.

– ¿Tienes un padrino, Matthew?

– No.

– Deberías tener uno. Es de gran ayuda.

– ¿Explícate?

– Bueno, un padrino es alguien al que puedes llamar a cualquier hora, alguien al que le puedes contar todo.

– ¿Tú tienes uno?

Ella asintió.

– La llamé tras hablar contigo.

– ¿Por qué?

– Porque estaba nerviosa. Me tranquilizaba hablar con ella. Quería saber lo que pensaba.

– ¿Y qué pensaba?

– Que no debí haberte dicho que vinieras -rió-. Afortunadamente tú ya estabas en camino.

– ¿Qué más te dijo?

Sus grandes ojos grises evitaron el encuentro con los míos.

– Que no debía dormir contigo.

– ¿Por qué te dijo eso?

– Porque no es bueno mantener relaciones durante el primer año. Y porque es muy negativo estar liado con alguien que apenas ha dejado de beber.

– ¡Por Dios! He venido a verte porque tenía los nervios a flor de piel, no porque estuviera cachondo.

– Lo sé.

– Haces todo lo que te dice.

– Lo intento.

– ¿Quién es esa mujer? ¿La voz de Dios en la tierra?

– Una mujer, así de sencillo. Ella tiene mi edad, o para ser exactos, un año y medio menos que yo. Hace casi seis años que no prueba una gota.

– Es demasiado tiempo.

– Lo es para mí -levantó su taza. Vio que estaba vacía y la posó-. ¿No hay nadie a quien puedas pedirle que sea tu padrino?

– ¿Es así como funciona? ¿Tienes que preguntarle a alguien?

– Así es.

– ¿Y si te lo pido a ti?

Ella negó con la cabeza.

– Primer requisito: tiene que ser alguien de tu mismo sexo. Segundo: yo no hace lo bastante que he dejado la bebida. Y tercero: somos amigos.

– ¿Un padrino no debe ser un amigo?

– No ese tipo de amigo. Un amigo de los de la doble A. Cuarto: debe ser alguien que asista a las reuniones de tu barrio, para que los contactos sean frecuentes.

A pesar mío no tuve más remedio que pensar en Jim.

– Hay un tipo con el que hablo a veces.

– Es importante escoger a alguien en el que confíes.

– No sé si podría confiar en él. Supongo que sí.

– ¿Le tienes respeto?

– No sé lo que le quieres decir.

– Bueno si tú…

– Esta tarde le dije lo mucho que me afectaban las noticias que leía en los periódicos. Los crímenes de la calle, todo el mal que se hacen los unos a los otros. Poco a poco eso me va corroyendo por dentro, Jan.

– Sí, lo sé.

– Me dijo que dejara de leer los periódicos. ¿Por qué te ríes?

– Esa es la política del programa.

– La gente dice lo que sea. "He perdido mi trabajo y mi madre se está muriendo de cáncer y a mí me van a amputar la nariz, pero hoy no he bebido y eso me convierte en un triunfador".

– Sí, verdaderamente dan esa impresión.

– Algunas veces. ¿Qué te hace gracia?

– "A mí me van a amputar la nariz". ¿De veras amputan narices?

– No te rías. Eso es algo muy serio.

Un poco más tarde ella me habló de un miembro de su grupo que tenía un hijo que había sido atropellado por un conductor que se había dado a la fuga. El hombre había ido a la reunión, había hablado de ello y había transmitido una sensación de solidaridad a todo el grupo. Todo el mundo salió enriquecido con la experiencia. El no trató de olvidar bebiendo, y su aguante le permitió levantar la moral a los miembros de su familia mientras que él sufría interiormente su congoja.

Me preguntaba que había sido maravilloso en sufrir uno su propia congoja. Luego acabé preguntándome que habría pasado hace unos cuantos años si hubiera aguantado sin coger aquella botella cuando mi bala perdida acabó con la vida de una niña de seis años llamada Estrellita Rivera. Aquello me pareció, en aquella época, una excelente idea.

Quizá me equivoqué. Quizá no había atajos ni rodeos. Quizá la mejor solución fuera afrontar las consecuencias tal como son, sin tapujos.

Dije:

– Uno se preocupa, en Nueva York, de que un coche le pase por encima. Pero ocurre, aquí como en cualquier otro sitio. ¿Encontró al conductor?

– No.

– Debía estar bebido. Casi siempre ocurre así.

– Quizá tuviese un blackout. Es posible que a la mañana siguiente se despertara sin saber lo que había hecho.

– Cielos -pensé en el conferenciante que había apuñalado a su amada-. Ocho millones de historias en la Ciudad Esmeralda. Ocho millones de maneras distintas de morir.

– La ciudad desnuda.

– ¿No es eso lo que acabo de decir?

– Tú has dicho la Ciudad Esmeralda.

– ¿Sí? ¿De dónde sacaría eso?

– De El Mago de Oz, ¿recuerdas? ¿Dorothy y Toto en Kansas? ¿Judy Garland y el arco iris?

– Sí, sí me acuerdo.

– "Sigue el camino de adoquines amarillos". Conducía a la Ciudad Esmeralda, donde el mago sorprendente vivía.

– Sí, me acuerdo. El Hombre de Paja, el León Cobarde y todo eso. ¿Pero de dónde saqué lo de la esmeralda?

– Eres un alcohólico, no lo olvides. Tu cerebro está dañado, eso es todo.

– Debe ser eso -dije, asistiendo con la cabeza.

El cielo comenzaba a aclararse cuando nos fuimos a dormir. Yo me acosté en el sofá, envuelto en un par de mantas. En un principio creí que no iba a ser capaz de dormir, pero el cansancio se me echó encima como una ola gigante a la que no pude resistirme.

No sé a dónde me llevó porque dormí como un tronco. Si soñé algo no lo recuerdo. Cuando desperté, fui recibido por los aromas del café haciéndose y del bacón en la sartén. Me duché y me afeité con una cuchilla de usar y tirar, luego me vestí y me uní a ella en una mesa de pino en la cocina. Bebí zumo de naranja y café y comí huevos revueltos, bacón y bollos de pan integral con pasas. Me preguntaba cuándo fue la última vez que tuve semejante apetito.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «8 millones de maneras de morir»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «8 millones de maneras de morir» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «8 millones de maneras de morir»

Обсуждение, отзывы о книге «8 millones de maneras de morir» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x