Lawrence Block - Un paseo entre las tumbas

Здесь есть возможность читать онлайн «Lawrence Block - Un paseo entre las tumbas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Un paseo entre las tumbas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un paseo entre las tumbas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

`Un millón de dolares en efectivo o matamos a tu mujer`. Los traficantes de drogas son presa fácil de la extorsión y, por razones obvias, no pueden acudir a la policía. Kenan Khoury recibió el mensaje, pero vaciló frente al precio del rescate: no volvió a ver a su mujer con vida. Ahora sólo piensa en vengar su muerte. Para ello contrata los servicios de Matt Scudder, un detective privado sin apenas trabajo y que sufre algún que otro problema con el alcohol. Con ayuda de dos genios de los ordenadores, un punk callejero y una amiga prostituta, Scudder busca a los asesinos en los bajos fondos de Brooklyn.

Un paseo entre las tumbas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un paseo entre las tumbas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No.

– Sólo es una idea.

– ¿Y?

– Es mucha tela, niño. Y has estado perdiendo dinero últimamente. La transacción con el hachís se va a ir por las cloacas, ¿no?

– ¿Y?

– Si Dios te da una oportunidad para hacer las paces con Él, no le escupas en el ojo.

– ¡Ay, Pete! -exclamó Kenan-. ¿No recuerdas lo que nos decía papá?

– Nos decía muchas pijadas. Pero ¿le escuchábamos?

– Nos decía que nunca robáramos, a menos que pudiéramos robar un millón de dólares, Pete.

– Pues bien, ahora es la ocasión.

Kenan negó con la cabeza.

– No, estás equivocado. Aquí hay ochocientos mil y de ellos un cuarto de millón es falso y otros ciento treinta mil son míos. Así que echa la cuenta. Quedan cuatrocientos mil y pico. Un pico de veinte mil, quizás.

– Lo cual te resarce, niño. Cuatrocientos mil que este capullo te sacó, más diez mil que le diste a Matt, más los gastos. ¿Cuánto es? ¿Cuatrocientos veinte mil? Estás bastante cerca.

– No quiero que me resarza.

– ¿Cómo?

Miraba con dureza a su hermano.

– No quiero que me resarza -insistió-. Pagué dinero ensangrentado por Francey y quieres que le robe dinero ensangrentado a Yuri. Coño, tienes la jodida mentalidad de los yonquis, le robas la cartera y le ayudas a buscarla.

– Sí, tienes razón.

– Lo que quiero decir, Pete…

– No, tienes razón. Tienes toda la razón.

– ¿Me habéis pagado con dinero falso? -preguntó Callander.

– So capullo -dijo Kenan-. Estaba empezando a olvidarme de que estabas aquí. ¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo de que te cojan tratando de gastarlo? Tengo una noticia para ti: no vas a gastarlo.

– Eres el árabe. El marido.

– ¿Y?

– Sólo me lo preguntaba.

– Ray, ¿dónde está el dinero que recibiste del señor Khoury? -pregunté-. Los cuatrocientos mil.

– Lo dividimos.

– ¿Y qué pasó con él?

– No sé qué hizo Albert con su mitad. Sé que no está en la casa.

– ¿Y la tuya?

– Caja de seguridad. Brooklyn First Mercantile, en New Utrecht y Fort Hamilton Parkway. Iré allí por la mañana, de pasada, al salir de la ciudad.

– ¿Cómo piensas irte? -le preguntó Kenan.

– No sé todavía si me llevaré el Honda o la furgoneta.

– Está medio loco, ¿verdad, Matt? Pero creo que dice la verdad respecto al dinero. Podemos olvidarnos de la mitad que tiene en el Banco. En cuanto a la mitad de Albert, no sé. Podríamos poner patas arriba toda la casa, pero no creo que lo encontremos. ¿No te parece?

– No.

– Es probable que lo haya enterrado en el patio. O en la fosa séptica o en cualquier otro lado. Mierda, me parece que no voy a recuperar ese dinero. Lo supe siempre. Hagamos lo que tenemos que hacer y vayámonos de aquí.

– Tienes que hacer una elección, Kenan -supliqué.

– ¿Cuál?

– Puedo encerrarlo. Ahora hay un montón de pruebas contundentes contra él. Tiene a su socio muerto en el sótano y la furgoneta que está en el garaje ha de estar llena de fibras y restos de sangre y Dios sabe de qué más. Pam Cassidy lo puede identificar como el hombre que la mutiló. Otras pruebas lo vincularán con Leila Álvarez y Marie Gotteskind. Le caerían tres cadenas perpetuas, además de un plus de veinte o treinta años como bonificación.

– ¿Puedes garantizar que cumplirá cadena perpetua?

– No -repliqué-. Nadie puede garantizar nada cuando se trata del sistema de justicia criminal. Mi apuesta más segura es que terminará en el Hospital Estatal para Delincuentes Locos, en Matteawan, y que nunca abandonará el lugar vivo. Pero podría pasar cualquier cosa, ya lo sabes. No puedo imaginármelo patinando, pero he dicho lo mismo acerca de otra gente y nunca cumplieron un solo día.

Lo meditó.

– Volviendo a nuestro acuerdo -dijo-. Nuestro trato no era que tú lo detendrías.

– Ya lo sé. Por eso estoy diciendo que es algo que tú debes decidir. Pero si haces la otra elección, me tengo que ir primero.

– ¿No quieres estar aquí para eso?

– No.

– ¿Por qué no lo apruebas?

– Ni lo apruebo ni lo dejo de aprobar.

– Pero no es la clase de cosa que harías.

– No -admití-. No se trata de eso para nada. Porque lo he hecho: me he nombrado a mí mismo verdugo. No es un papel que quiera convertir en un hábito.

– Claro.

– Y no hay ninguna razón para que lo haga en este caso. Podría entregarlo a Homicidios de Brooklyn e irme a dormir tranquilo.

Lo pensó.

– No creo que yo pudiera hacerlo -sugirió.

– Por eso dije que tiene que ser tu decisión.

– Sí, bueno, creo que acabo de tomarla. Tengo que hacerme cargo de eso yo mismo.

– Entonces me parece que me voy.

– Sí, tú y todos los demás -replicó-. Esto es lo que haremos. Es una lástima que no hayamos traído dos coches. Matt, tú, TJ y Pete le llevaréis el dinero a Yuri.

– Parte de él es tuyo. ¿Quieres retirar el dinero que le prestaste?

– Sepáralo en su casa, ¿quieres? No quiero terminar con nada del dinero falso.

– Está todo en los paquetes que tienen la envoltura del Chase -anunció Peter.

– Sí, salvo que se mezcló todo cuando este hijo de puta lo contó, así que verifícalo en casa de Yuri, ¿de acuerdo? Y luego pasáis a recogerme. Contando veinte minutos hasta casa de Yuri y veinte de vuelta, más veinte minutos allí, calculad una hora. Volved aquí y recogedme en la esquina dentro de una hora y cuarto.

– Está bien.

Kenan cogió una maleta.

– Vamos -insistió-. Las llevaremos al coche. Matt, vigílalo, ¿eh?

Se fueron, y TJ y yo nos quedamos mirando a Raymond Callander. Los dos teníamos pistolas, pero cualquiera de nosotros podría haberlo vigilado con un matamoscas. Apenas parecía estar consciente.

Lo miré y recordé nuestra conversación en el cementerio, en aquel par de minutos, cuando algo humano había estado hablando en él. Quería volver a hablar con él y ver qué salía esta vez.

– ¿Ibas a dejar a Albert aquí, así? -pregunté.

– ¿Albert? -Hizo una pausa, como pensando-. No -dijo, por fin-. Iba a limpiar, antes de irme.

– ¿Qué pensabas hacer con él?

– Descuartizarlo. Envolverlo. Hay un montón de bolsas Hefty en ese armario.

– Y después, ¿qué? ¿Mandárselo a alguien en el maletero de un coche?

– ¡Ah! -dijo, recordando-. No. Eso fue por el bien del árabe. Pero es fácil. Las desparramas por ahí, las pones en los contenedores de basura, en los cubos de desperdicios. Nadie se da cuenta nunca. Los mezclas con la basura del restaurante y pasan como restos de carne.

– ¿Has hecho eso en alguna otra ocasión?

– ¡Ah, sí! Hubo más mujeres de las que tú conoces.

Volvió los ojos hacia TJ.

– Recuerdo a una negra. Era más o menos de tu mismo color -suspiró-. Estoy cansado.

– No tardará.

– Me vas a dejar con él -dijo- y él me va a matar. El árabe ése.

«Fenicio», pensé.

– Tú y yo nos conocemos -afirmó-. Sé que me mentiste, que rompiste tu promesa, que eso era lo que tenías que hacer. Pero tú y yo tuvimos una conversación, ¿cómo puedes dejar que me mate?

Plañidero, quejoso. Era imposible no pensar en Eichmann en el banquillo de los acusados en Israel. ¿Cómo podíamos hacerle eso?

Y también pensé en una pregunta que le había hecho en el cementerio y le devolví su propia notable respuesta.

– Te subiste a la furgoneta -le dije.

– No entiendo.

– Una vez que subes a la furgoneta -repetí-, no eres más que pedazos de un cuerpo.

Recogimos a Kenan, como habíamos acordado, a las tres menos cuarto de la mañana frente a una joyería que vendía a crédito en la Octava Avenida, precisamente a la vuelta de la esquina de la casa de Albert Wallens. Me vio al volante y preguntó dónde estaba su hermano. Le dije que lo habíamos dejado pocos minutos antes en la casa de Colonial Road. Iba a ir a recoger el Toyota, pero cambió de opinión y dijo que se iría directamente a dormir.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Un paseo entre las tumbas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un paseo entre las tumbas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Un paseo entre las tumbas»

Обсуждение, отзывы о книге «Un paseo entre las tumbas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x