Colleen Mccullough - On, Off

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El cuerpo de una mujer es hallado en uno de los centro de investigación neurológica más reputados del mundo. Es la primera víctima de una serie de asesinatos que tendrán lugar en el estado Connnecticut. El teniente Delmonicco se hace cargo del caso, y tendrá que actuar con rapidez para evitar futuros asesinatos. Todo apunta a que se trata de un asesino en serie, tal vez un miembro del centro. Son varios los investigadores que despiertan sus sospechas, por lo que Delmonicco solicitará la ayuda de la directora del centro para resolver el enigma.

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Carmine tenía ya el dedo en el botón de llamada de su intercomunicador, dispuesto a enviar la señal a Marciano, cuando oyó algo: se quedó parado y dio un codazo a sus compañeros para que se mantuvieran quietos y en silencio. Una figura se elevó sobre el risco por encima de ellos e inició el descenso hacia la portezuela, guiada por la perra, que iba resoplando, gimiendo, renuente, desgarrada entre su deber de lazarillo y el insoportable hedor a mofeta. Claire Ponsonby. Llevaba un cubo grande y un rastrillo. Desesperada por alejarse, Biddy no cesaba de gimotear y tirar de su arnés, mientras ella aguantaba la correa, obligada a trabajar con una sola mano, tratando de persuadir a la perra de que se quedara junto a ella. Primero se valió del rastrillo para cubrir la trampilla con las hojas ya amontonadas a un lado, luego vació su cubo de hojas encima de ellas y las esparció con el rastrillo. Por fin, renunció a seguir forcejeando con la perra, se encogió de hombros, dio media vuelta y dejó que Biddy la guiara pendiente arriba.

– ¿Qué hacemos ahora? -preguntó Abe cuando el sonido de sus pasos se apagó por completo.

– Le damos tiempo de volver a la casa y entonces llamamos a la tropa según lo planeado.

– ¿Cómo ha sabido dónde debía cubrir el rastro? -preguntó Corey.

– Vamos a averiguarlo -dijo Carmine, poniéndose en pie y echando a caminar hacia la trampilla camuflada-. Por esto, creo. -Levantó con el pie un trozo de tubería de fontanero, aparentemente pintada de un pardo moteado, aunque era difícil afirmarlo en ausencia de luz-. La perra conoce el camino a la trampilla, pero no puede decirle cuándo ha llegado. Ella sabe que está ante el borde superior de la puerta al notar la tubería. Después, la cosa es sencilla.

O lo sería en ocasiones anteriores. Hoy tenía que vérselas con una perra espantada, ya visteis las complicaciones que le ha creado.

– Así que ella es el segundo Fantasma -dijo Abe.

– Eso parece. -Carmine apretó el botón de su intercomunicador.

– De acuerdo, ¿estamos listos para un viaje al infierno? Tenemos nueve minutos hasta que Marciano se ponga en marcha.

– Detesto echar a perder el esmerado trabajo de Claire -dijo Corey sonriendo, mientras apartaba las hojas con las manos.

El túnel era lo bastante amplio para avanzar a gatas, y era cuadrado; así sería más fácil, supuso Carmine, apuntalarlo con las tablas que cubrían las paredes y el techo. Había bocas de ventilación cada cuatro metros y medio aproximadamente, hechas al parecer con tuberías de diez centímetros. Sin duda las tuberías apenas sobresalían del suelo, cubiertas por una rejilla, y no se destapaban hasta que llegaba el momento de usar el túnel. Podría uno pisar una de las bocas y no se daría ni cuenta. ¡Ah, cuánto tiempo! ¡Cuánto esfuerzo! Aquello era una labor de muchos años. Excavado a mano, apuntalado a mano, sacando a mano la tierra y las piedras. En su relativamente ocupada vida, Charles Ponsonby no habría tenido ratos de ocio suficientes para excavar esto. Lo había hecho otra persona.

Parecía no tener fin; al menos doscientos setenta metros, calculaba Carmine. Cinco minutos gateando deprisa. El túnel iba a morir ante una puerta, no endeble y de madera, sino de recio acero, con una enorme rueda de combinación y un cierre de volante como una escotilla hermética de barco.

– ¡Joder, es una caja fuerte! -exclamó Abe.

– ¡Calla y déjame pensar! -Carmine se quedó mirándola, alumbrándola con el haz de su linterna surcado por motas y partículas flotantes, pensando que debió adivinar qué clase de puerta podría evitar que en el quirófano entrara contaminación del exterior.

»Vale, lo lógico es suponer que él está dentro y no sabe lo que está pasando fuera. ¡Mierda, mierda, mierda! Si Claire es el segundo Fantasma y no ha usado el túnel, tiene que haber otra entrada a la habitación donde ejecutan los asesinatos. Está dentro de la casa, y tenemos que encontrarla. ¡Mueve el culo, Corey! ¡Muévete!

Otro frenético paseo a cuatro patas, seguido de una precipitada galopada por la pendiente que descendía hasta la casa de los Ponsonby. Se iban encendiendo luces a medida que la gente se despertaba con el aullido de las sirenas; el camino estaba abarrotado de coches, una ambulancia esperaba a un lado. Biddy se revolvía, gruñendo, enredado en una red, mientras Claire, de pie, bloqueaba el paso a Marciano.

– Espósala y formúlale los cargos, Danny -dijo Carmine, sin aliento, agarrándose a una columna del porche para estabilizarse-. Ha tapado la trampilla secreta con hojas, lo que la convierte en encubridora. Pero no podemos entrar en el lugar de los crímenes desde el túnel, tiene una puerta de caja fuerte que lo impide. He dejado a Abe y Corey guardando el túnel… Manda allí algunos hombres a relevarlos, para que puedan irse a sumergirse en zumo de tomate. -Se encaró con Claire, que parecía fascinada por las esposas, palpándolas como podía con dedos arácnidos-. Señorita Ponsonby, no agrave usted los cargos de encubrimiento de asesinato, por favor. Díganos dónde está la entrada desde la casa a la cámara de los horrores de su hermano. Tenemos pruebas concluyentes de que es el Monstruo de Connecticut.

Ella aspiró entrecortadamente y sacudió la cabeza.

– ¡No, no, eso es imposible! ¡No lo creo, me niego a creerlo!

– Lleváosla a la ciudad -dijo Marciano a un par de detectives-. Pero dejad que se lleve al perro con ella. Será mejor que se ocupe ella de desenredarlo, está bastante furioso con nosotros. Y que la traten bien, aseguraos de eso.

– Danny, tú y Patrick venid conmigo -dijo Carmine, que ya podía volver a tenerse en pie sin apoyo-. Nadie más. No queremos llenar la casa de polis antes de que Paul y Luke se pongan a examinarla, pero tenemos que encontrar la otra puerta antes de que Chuck pueda hacerle nada a esa pobre chica. ¿Quién es?

– Aún no lo sabemos -dijo lastimeramente Marciano mientras seguía a Carmine al interior-. Probablemente, en su casa todavía no se han levantado, no son ni las seis. -Intentó parecer animado-. ¿Quién sabe?, puede que se la devolvamos a sus padres antes de que sepan que ha desaparecido.

¿Por qué creía que estaría en la cocina? Porque ésa era la habitación donde los Ponsonby parecían hacer su vida, el centro de su universo. La vieja mansión era toda ella como un museo, y el comedor tan sólo un lugar donde colocar sus altavoces de auditorio, el equipo de alta fidelidad y su colección de discos.

– Vale -dijo, guiando a Marciano y Patrick hasta la vieja cocina-. Empezaremos por aquí. Fue construida en 1725, con lo que sus paredes deberían sonar a frágiles. Un revestimiento de acero, no.

Nada, nada, nada. Excepto que la habitación estaba helada, porque habían apagado el horno Aga. ¿Y a qué podía deberse eso? Descubrieron un horno de gas oculto tras unos paneles, y un calentador de agua, también de gas, en un armario, lo que indicaba que los Ponsonby no se asaban en verano, pero para el verano faltaba todavía mucho. ¿Por qué estaba, entonces, apagado el horno Aga?

– La respuesta tiene algo que ver con el Aga -dijo Carmine-. Vamos, centrémonos en él.

Detrás del horno estaba su depósito de agua, caliente todavía al tacto. Tanteando con los dedos, Patrick dio con una palanca.

– ¡Aquí está! ¡Lo he encontrado!

Con los ojos cerrados, rezando entre dientes, Patrick accionó la palanca. El horno entero se desplazó hacia fuera y a un lado girando sobre un eje, con suavidad, sin un ruido. Y allí, en el hueco de la chimenea de piedra, había una puerta de acero. Cuando Carmine giró el pomo con su 38 desenfundado, se abrió con suavidad, sin ruido. De pronto, vaciló y guardó de nuevo el arma en su pistolera.

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