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Mary Clark: Última Oportunidad

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Mary Clark Última Oportunidad

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"Sterling Brooks no ha tenido una vida ejemplar. Por ello lleva esperando más de cincuenta años en la antesala del cielo. Unos días antes de Navidad, el consejo celestial decide proponerle un trato: entrará en el cielo si antes consigue hacer una buena obra en la tierra. Se trata de su última oportunidad. No le especifican cuál es su misión, y de pronto se ven en pleno Rockefeller Center, en medio de una multitud de patinadores, en busca de alguien que necesite un ángel. Así encuentra a Marissa, una niña de siete años, apenada por la desaparición de su padre y su abuela, que se han visto obligados a…"

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– Tú nunca molestas, Rissa -dijo Billy, revolviéndole el pelo-. Pero, créeme, no es una fiesta para niños.

– Quiero ver cómo es por dentro esa casa tan grande.

– No eres la única -murmuró Billy levantando una ceja-. Mira, en Año Nuevo iremos al Radio City. Será mucho más divertido, te lo aseguro.

– Un niño del colegio dice que los propietarios de esa casa son como los protagonistas de Los Soprano.

Billy se rió.

– Es otro motivo para no llevarte, pequeña.

¿Soprano?, pensó Sterling.

Nor Kelly se sentó en la silla contigua a la de Marissa.

– No olvides que tu otra abuela va a ir a cenar esta noche a casa de tu mamá. Te hacía mucha ilusión verla.

– Va a estar tres días en casa. Ya la veré mañana. No quiero perderme la oportunidad de oíros cantar a los dos.

– Eres demasiado jovencita para ser una groupie -dijo Billy.

¿ Groupie ? Caramba, cuántas palabras nuevas, pensó Sterling.

– Papá, a todo el mundo le encanta tu nueva canción. Vas a ser muy famoso.

– No te quepa duda -le confirmó Nor.

Ya entiendo por qué Marissa los ha echado tanto de menos. Con ellos se encuentra en su elemento. Nor Kelly y Billy Campbell le habían caído bien enseguida. Se nota a la legua que son madre e hijo, pensó, y que Marissa ha heredado de ellos esos ojos azules y esa guapura. Nor y Billy tenían el carisma de unos artistas natos, y Marissa empezaba ya a mostrar indicios de poseer esa misma cualidad.

El restaurante empezaba a vaciarse y la gente se paraba a decir adiós al pasar junto a su mesa.

– Nos veremos en Nochevieja -decían muchos-. No nos perderemos tu fiesta por nada del mundo.

– A esa fiesta sí que voy a ir yo -dijo Marissa con un gesto enfático.

– Hasta las diez -concedió su padre-. Ni un minuto más.

– Y no intentes el truco del año pasado de esconderte detrás de la barra cuando sea la hora -le advirtió Nor-. Por cierto, tu madre llegará de un momento a otro, y tu papá y yo hemos de prepararnos. Dentro de una hora tenemos que estar cantando.

Billy se puso en pie.

– Ahí llega mamá, Rissa.

Denise Ward estaba yendo hacia la mesa.

– Hola, Billy. Qué tal, Nor. Siento llegar tarde -se disculpó-. Tenía que pasar por el súper, y la cola de la caja casi daba la vuelta a la tienda. Pero tengo todo lo necesario para hacer los bizcochos, Marissa.

Ni Denise ni Billy llegaban a los treinta, pensó Sterling. Evidentemente se habían casado muy jóvenes, y, aunque estaban divorciados, daba la impresión de que seguían siendo amigos. Mirándolos a los dos, ella con su casi remilgado traje pantalón y él con sus botas y sus vaqueros negros, no había duda de que no estaban en la misma onda.

Y ciertamente Billy no había sido fiel al proverbio de que todo hombre se casa con su madre.

A Nor Kelly no se le podía acusar de remilgada.

Llevaba un vistoso traje pantalón blanco de cachemira con un pañuelo de seda de llamativo estampado, todo ello aderezado con joyas de fantasía.

– ¿Cómo están los niños? -preguntó Nor.

– Empezando a andar -anunció Denise con orgullo-. El día que Roy Junior dio su primer paso, Roy padre se pasó media noche instalando cancelas por toda la casa.

Sterling creyó detectar que Billy ponía los ojos en blanco. Denise le está diciendo lo apañado que es Roy en casa, pensó. Apuesto a que Billy tiene que oír las hazañas de Roy cada vez que se ve con su ex mujer.

Marissa abrazó a su padre y a su abuela.

– Que lo paséis bien con los Soprano -dijo.

Denise puso cara de sorpresa.

– ¿Los Soprano?

– Es broma -se apresuró a decir Nor-. Esta noche actuamos en una fiesta de los hermanos Badgett a beneficio del hogar de pensionistas.

– ¿No viven en esa casa tan grande…? -empezó a decir Denise.

– Sí -soltó Marissa-, Y he oído que tienen una piscina cubierta y una pista de bolos.

– Tranquila, te contaremos hasta el último detalle -prometió Billy-. Ven. Vamos a buscar tu chaqueta.

Mientras ellos iban a guardarropía, Sterling se entretuvo un momento en mirar las fotos que había en la pared. Muchas de ellas mostraban a Nor posando con diferentes comensales. Algunas tenían autógrafos de personas que, pensó, debían de ser famosos del momento. Había también fotografías de una despampanante Nor en el escenario, cantando con una orquesta; de Nor y Billy actuando juntos; de Billy y Nor con Marissa.

Sterling comprobó por las fotos más antiguas que Nor debía de haber sido cantante de cabaret.

En algunas se le veía actuando con otra persona. El atril llevaba la inscripción NOR KELLY y BILL CAMPBELL. El padre de Billy, pensó Sterling. ¿Qué habrá sido de él? ¿Cuánto tiempo hará que ella tiene el restaurante? Luego, un póster de una celebración de Nochevieja en el local de Nor con fecha de veinte años atrás le dio la pista de que ella se dedicaba a esto desde hacía mucho.

Marissa se marchó tras un último beso de despedida a Billy y a Nor. Aunque sabía que ella no podía verle, Sterling se sintió un poco decepcionado de que Marissa no hubiera notado su presencia o de que no le hubiera pedido «los cinco».

No seas ridículo, se regañó a sí mismo. Pero cuando vio a Marissa con Billy pensó en el hijo que él habría podido tener si se hubiera casado con Annie.

Billy y Nor corrieron a cambiarse. Para matar el rato, Sterling se acercó a la barra, donde un cliente estaba charlando con el camarero. Se sentó en un taburete cercano. Si aún estuviera vivo, pediría un whisky, pensó. La de tiempo que hace que no tomo uno. El año que viene Marissa me preguntará si yo tengo hambre o sed. En realidad, no tengo deseos de comer ni de beber, pensó, aunque cuando estoy a la intemperie tengo frío, y me siento como encajonado dentro de los coches.

– La Navidad estuvo bastante bien, Dennis -estaba diciendo el cliente-. Pensé que sería un mal trago, mi primera Navidad sin Peggy. La verdad, cuando bajé aquella mañana estaba dispuesto a pegarme un tiro, pero luego me vine aquí y fue como estar en familia.

Que me aspen, pensó Sterling. Pero si es Chet Armstrong, el locutor deportivo. Él estaba empezando en el Canal ll cuando me dieron el pelotazo final. Entonces era un chaval larguirucho, pero por la manera que tenía de dar las noticias deportivas te parecía que cada partido era crucial. Ahora es corpulento, tiene el pelo blanco, y la cara de un hombre que ha pasado mucho tiempo a la intemperie.

– Casi me sentí culpable de que al final el día de Navidad resultara tan placentero -prosiguió Armstrong-, pero sabía que Peggy me estaría sonriendo desde el cielo.

Me pregunto si Peggy tuvo que aguardar en la sala de espera celestial, pensó Sterling. Deseó que Chet sacara su cartera. Quizá llevaba una fotografía de ella.

– Peggy era una mujer estupenda -dijo Dennis, un obeso pelirrojo de grandes y ágiles manos, mientras sacaba brillo a unos vasos e iba sirviendo lo que los camareros le dejaban sobre la barra en unos papelitos. Sterling reparó en que Armstrong desviaba la vista hacia una de las fotos enmarcadas que había detrás de la barra. Se inclinó para verla mejor. Era una foto de Nor con Chet Armstrong, que rodeaba con el brazo a una mujer menuda que no podía ser otra que Peggy.

Pues la conozco, pensó Sterling. Estaba un par de filas más atrás en la sala de espera. Claro que no estuvo allí el tiempo suficiente para conocerla mejor.

– Peggy tenía mucha gracia, pero cuidado con lo que le decías -recordó Chet entre risas.

Ah, por eso la hicieron esperar, pensó Sterling.

Tenía mal genio.

– Sé que te parecerá imposible -dijo Dennis en tono de padre confesor-, pero estoy seguro de que algún día encontrarás a alguien. Todavía tienes mucho tiempo por delante.

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