Pedro de Alarcón - Viajes por España

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Pasada la Garganta de Pelochate , podíamos escoger dos senderos para llegar á Yuste : el uno va por Quacos , lugarcillo de 300 vecinos, que, como hemos apuntado, dista un cuarto de legua del Monasterio; el otro… no existe verdaderamente, sino que lo abre cada viajero por donde mejor se le antoja, caminando á campo travieso…

Nosotros escogimos este último, á pesar de todos sus inconvenientes. – Una aversión invencible, una profunda repugnancia, una antipatía que rayaba más en fastidio que en odio, nos hacía evitar el paso por Quacos .

Y era que recordábamos haber leído que los habitantes de este lugar se complacieron en desobedecer, humillar y contradecir á Carlos V durante su permanencia en Yuste , llegando al extremo de apoderarse de sus amadas vacas suizas, porque casualmente se habían metido á pastar en término del pueblo, y de interceptar y repartirse las truchas que iban destinadas á la mesa del Emperador. Hay quien añade que un día apedrearon á D. Juan de Austria (entonces niño), porque lo hallaron cogiendo cerezas en un árbol perteneciente al lugarejo…

Pero ¿qué más? ¡Aun hoy mismo, los hijos de Quacos , según nuestras noticias, se enorgullecen y ufanan de que sus mayores amargasen los últimos días del César, por lo que siguen tradicionalmente la costumbre de escarnecer el entusiasmo y devoción histórica que inspiran las ruinas de Yuste !..

Alguien extrañará que Carlos V no declarase la guerra á los habitantes de Quacos , pidiendo á su hijo Felipe II veinte arcabuceros que les ajustasen las cuentas… Pero ¡ah! el vencedor de Europa no había ido al convento en busca de guerra, sino de paz, y, por otra parte, si hubiese castigado á aquellos insolentes, el desacato y desamor de éstos se habrían hecho públicos y dado margen á mil comentarios en toda Europa. – Los pequeños lo calculan muy bien todo cuando se atreven á insultar la misma grandeza á cuyos pies solían arrastrarse miserablemente… – El Emperador se hizo, pues, el desentendido, y devoró en silencio, como una penitencia, aquellas mortificaciones de su orgullo.

Conque decía que nosotros anduvimos á campo travieso la última media legua que nos separaba de Yuste . Pronto nos sirvió de guía el propio Convento , que vimos aparecer allá á lo lejos, al pie de una árida ladera de Sierra de Jaranda , que lo defiende de los vientos del Norte. – Por la parte del Sur lo resguarda también de las miradas del mundo cierta suave colina, que forma con la dicha sierra una especie de vallecejo ó cañada, cuya máxima longitud descubríamos nosotros sin dificultad, por ir entonces marchando de Poniente á Levante.

El aspecto del Monasterio , á aquella distancia, realizaba completamente el poético ideal que nos habíamos formado de él desde niños, y que hace veinte años nos sugirió algunas páginas tituladas: Dos retratos 2 2 Este trabajo figura en el tomo II de Novelas cortas del autor. . – Cercado de robles y sombreado más intensamente á la parte del Sur por una verde cortina de corpulentos, piramidales olmos, aquel antiguo refugio de los desengañados de la tierra parecía como un oasis en medio del desierto, como una isla en un océano tormentoso. Tan rica vegetación, tanta lujosa verdura, tan abrigada soledad y las austeras líneas de la Santa Casa que destacaba su mole, de un color gris de hoja seca, sobre la obscuridad del ramaje, contrastaban dulcemente con el áspero y desordenado panorama que se veía en torno, con los esquivos montes, con las bruscas quebradas, con los rudos matorrales, con la misma pedregosa tierra que cruzábamos.

Finalmente, salimos al camino que vosotros tendríais que seguir para llegar á Yuste , esto es, al que desde el pobre Quacos sube al Monasterio

Ó, por mejor decir, nosotros ya estábamos casi en el Monasterio mismo…

* * *

Una enorme cruz de piedra y una alta cerca ó tapia de cenicientos peñones nos decía que allí principiaba la sagrada jurisdicción de Yuste .

Por aquel escabroso camino, en que sólo nos restaba que andar algunos pasos, llegó Carlos V á su final retiro el día 3 de Febrero de 1557, y por el propio sendero pasó su cadáver, después de haber yacido allí algunos años, para ir á continuar su sueño eterno en el panteón de El Escorial. – Ya veremos más adelante cómo este sueño ha sido también turbado recientemente en el imperial sarcófago de San Lorenzo, y cómo nosotros llegamos, por nuestra parte, á profanar asimismo con la mirada, en pública y sacrílega exhibición, la momia del invicto César.

Detengámonos ahora á contemplar un inmenso Escudo de piedra que adorna la alta cerca de que hablamos antes. – Él resume y compendia todo lo que hemos de ver y de pensar dentro de Yuste.

Aquel Escudo , abrigado por las poderosas alas del águila de dos cabezas y encerrado entre las dos columnas de Hércules, con la leyenda de Plus ultra , comprende en sus cuarteles las armas de todos los Estados del augusto Monje. – De estas armas resulta que el hombre que fué allí á abreviar voluntariamente su vida y á anticipar su muerte, acababa de ser en el mundo 3 3 Esta enumeración de los títulos del Emperador es literalmente la misma con que principia su testamento. : «Emperador de los romanos, Rey de Alemania, de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Hungría, de Dalmacia, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Sevilla, de Mallorca, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, de las islas de Canaria, de las Indias, Islas y Tierra Firme del mar Océano; Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante, de Loteringia, de Corincia, de Carmola, de Luzaburque, de Luzemburque, de Gueldres, de Athenas y Neopatria; Conde de Brisna, de Flandes, del Tirol, de Abspurque, de Artoes y de Borgoña; Palatino de Nao, de Holanda, de Zelanda, de Ferut, de Fribuque, de Amuque, de Rosellón, de Aufania; Lantzgrave de Alsacia; Marqués de Borgoña y del Sacro Romano Imperio, de Oristán y de Gociano; Príncipe de Cataluña y de Suevia; Señor de Frisa, y de la Marca, y de Labomo, de Puerta; Señor de Vizcaya, de Molina, de Salinas, de Tripol, etc.»

Encima del Escudo hay un Medallón con un busto de San Jerónimo en alto relieve.

Debajo del Escudo se lee esta Inscripción , casi borrada por la acción del tiempo sobre la mala calidad de la piedra:

« En esta santa casa de San Jerónimo se retiró á acabar su vida el que toda la gastó en defensa de la Fe y conservación de la Justicia, Carlos V, Emperador, Rey de las Españas, cristianísimo, invictísimo. Murió á 21 de Septiembre de 1558. »

Acerca de esta misma vida, gastada toda efectivamente en una perpetua campaña, ocúrrenos copiar aquí algunas palabras del discurso en que Carlos V abdicó en su hijo los Estados de Flandes, pocos meses antes de retirarse á Yuste.

«Nueve veces (dijo, á fin de justificar ante su corte el cansancio y los achaques en que fundaba su determinación), nueve veces fuí á Alemania la Alta, seis he pasado en España, siete en Italia, diez he venido aquí, á Flandes, cuatro, en tiempo de paz y guerra, he entrado en Francia, dos en Inglaterra, otras dos fuí contra Africa, las cuales todas son cuarenta, sin otros caminos de menos cuenta que por visitar mis tierras tengo hechos. Y para esto he navegado ocho veces el mar Mediterráneo y tres el Océano de España, y agora será la cuarta que volveré á pasarle para sepultarme…»

Pero nosotros no escribimos la historia de Carlos V, sino en todo caso la de Yuste . Bueno será, pues, que antes de penetrar en el Monasterio digamos todo lo que se sabe acerca de su fundación y rápido desarrollo hasta el momento en que representó tan importante papel en el mundo, así como respecto de su lamentable ruina.

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