Eugène Fromentin - Fiebre de amor (Dominique)
Здесь есть возможность читать онлайн «Eugène Fromentin - Fiebre de amor (Dominique)» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: foreign_antique, foreign_prose, Зарубежные любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Fiebre de amor (Dominique)
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Fiebre de amor (Dominique): краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Fiebre de amor (Dominique)»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Fiebre de amor (Dominique) — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Fiebre de amor (Dominique)», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Leíanse sobre todo fechas completas – día, mes y año. – Era frecuente la indicación reproducida en serie, con sucesión de datos de diverso año, como si muchos seguidos se hubiera dedicado a constatar algo idéntico, ya sea su presencia material en algún sitio o la del pensamiento sobre el mismo objeto. Era rara su firma al pie de las inscripciones; mas no por anónimas eran menos reveladoras de la personalidad que las había concebido y grabado. Había además una sola figura geométrica elemental. Encima, la misma figura estaba reproducida con una o dos líneas más que modificaban el sentido sin cambiar el principio y repetida con nuevas modificaciones llegaba a corresponder a significados particulares que implicaban el triángulo o el círculo originario, pero con resultados diferentes. En medio de éstas alegorías, cuyo significado no era difícil adivinar, estaban escritas algunas máximas muy concisas y muchos versos, todos contemporáneos de aquel trabajo de reflexión sobre la identidad humana en el progreso. La mayor parte estaban escritos con lápiz, porque el poeta los estampó tímidamente o porque desdeñó prestarles demasiada permanencia trazándolos en forma que los perpetuase sobre el muro. Monogramas, en los cuales la misma mayúscula se enlazaba con una D, se destacaban sobre el primer verso de muchas de aquellas poesías de acepción más definida, recuerdos de época más reciente sin duda. De pronto, como revelación de una recaída hacia un misticismo más doloroso o más elevado, había escrito – seguramente por una coincidencia fortuita con el poeta Longfelow — Excelsior, Excelsior, Excelsior , repetido entre una porción de signos de admiración. Después, a contar de una época que se podía calcular en torno de la fecha de su matrimonio, advertíase evidentemente que sea por indiferencia o tal vez resultado de una enérgica determinación, había adoptado el partido de no escribir más. ¿Juzgaba que se había completado ya la póstuma evolución de su existencia? ¿O pensaba, con razón, que nada podía temer en adelante respecto de aquella identidad de sí mismo que tanto había cuidado establecer hasta entonces? Una sola y última fecha muy visible seguía a todas las demás y coincidía exactamente con la edad de Juan, el primer hijo que le había nacido.
Una gran concentración de espíritu; una activa e intensa observación de sí mismo, el instinto de elevarse muy alto cada vez más, y de dominarse no perdiéndose de vista nunca; las transformaciones arrastradoras de la vida con la voluntad de reconocerse en cada nueva faz; la naturaleza que se hace comprender; sentimientos que nacen y enternecen un joven corazón nutrido de su propia sustancia; aquel nombre que se enlaza con otro y versos que se escapan de él como el aroma de una flor en primavera; los esfuerzos fracasados hacia las altas cumbres del ideal; la paz, en fin, que se hace en un espíritu borrascoso, tal vez ambicioso, y de seguro martirizado por quimeras; he ahí, si no me engaño, lo que se podía leer en aquel registro mudo, más significativo en su confusa nemotecnia que muchas memorias escritas. El alma de treinta años de existencia aún conmovida, palpitaba en aquel estrecho gabinete; y cuando Domingo estaba en él, delante de mí, asomado a la ventana, un poco distraído y tal vez perseguido aún por el eco de antiguos rumores, era cosa de saber si había venido para evocar lo que él llamaba la sombra de él mismo o para olvidarla.
Un día tomó un paquete de libros colocado en un oscuro rincón de la biblioteca; me hizo sentar, abrió uno de los volúmenes y sin más preámbulo se puso a leer a media voz. Eran poesías sobre asuntos demasiado gastados después de muchos años de vida campestre, de sentimientos heridos o de pasiones tristes. Los versos eran buenos, de un mecanismo ingenioso, libre, imprevisto, pero poco líricos en resumen, aunque las intenciones del autor lo fueran mucho. Los sentimientos eran delicados, pero vulgares, y las ideas débiles. Aparte la forma que, lo repito, por sus raras cualidades discordaba notablemente con la indiscutible debilidad del fondo, parecía aquello ensayo de un hombre joven que se expansiona en versos y se cree poeta porque cierta música interior le pone en el camino de las cadencias y le impulsa a hablar con palabras rimadas. Tal era, a lo menos, mi opinión, y no teniendo por qué guardar consideraciones al autor, cuyo nombre ignoraba, se la di a conocer a Domingo con la misma crudeza que ahora la escribo.
– He ahí juzgado al poeta, y bien juzgado, ni más ni menos que por él mismo. ¿Hubiera usted usado igual bravura si hubiese sabido que los versos eran míos?
– Absolutamente – repliqué un poco desconcertado.
– Tanto mejor. Eso me demuestra – continuó Domingo, – que lo mismo en bien que en mal me estima usted en lo que valgo. Hay otros dos volúmenes de fuerza semejante a la de este otro. También son míos. Tendría el derecho de negarlo puesto que en ellos no figura mi nombre; pero no sería usted, por cierto, la persona a quien ocultaría yo debilidades que tarde o temprano conocerá usted en totalidad. Yo, como tantos otros, les debo acaso a esos ensayos fracasados alivio y enseñanzas útiles. Demostrándome que no soy nada, lo que he hecho me ha dado la medida de los que son algo. Esto que digo es modestia a medias; pero no le extrañará a usted que no distinga la modestia del orgullo cuando sepa hasta qué punto me es permitido confundirlos.
Había dos hombres en Domingo: eso no era difícil adivinarlo. «Todo hombre lleva en sí mismo uno o muchos muertos», me había dicho sentenciosamente el doctor, que también sospechaba un gran renunciamiento en la vida del campesino de Trembles. Pero el que no existía ya, ¿había, siquiera, dado señales de vida? ¿Y en qué medida? ¿En qué época? ¿Había traicionado alguna vez su incógnito con algo más que dos libros anónimos e ignorados?..
Tomé los dos libros que Domingo no había abierto; el título me era conocido. El autor, cuyo nombre no había tenido tiempo de penetrar muy hondo en la memoria de la gente que lee, ocupaba con honor un puesto de mediano rango en la literatura política de quince años atrás. Ninguna publicación más reciente me había hecho saber que vivía y escribía aún. Formaba parte del pequeño número de escritores discretos que nunca son conocidos más qué por el título de sus obras, cuyo nombre alcanza fama sin que ellas salgan de la sombra, y que pueden desaparecer o retirarse del mundo sin que el público, que no se comunica con ellos más que por sus escritos, llegue a saber lo que de ellos ha sido.
Repetía yo los títulos de los libros y el nombre del autor; miraba a Domingo, y comprendiendo que le adivinaba, sonrió y me dijo:
– Sobre todo no linsonjee usted al publicista para consolar al poeta. La más real diferencia que entre los dos hay consiste en que la prensa se ha ocupado del primero y no ha hecho igual honor al segundo. ¿Si razón ha tenido para callar respecto del uno, no se ha equivocado al acoger bien al otro? Tenía muchos motivos – continuó – para cambiar de nombre como antes tuve graves razones para mantener el anónimo; razones que no emanaban tan sólo de consideraciones de prudencia literaria y de modestia bien entendida. Ya ve usted que hice bien, puesto que nadie sabe hoy día que aquel que firmaba mis libros ha concluido prosaicamente por hacerse alcalde de su pueblo y cultivador de viñas.
– ¿Y ya no escribe usted? – le pregunté.
– ¡Ah, no!.. Eso se acabó. Por otra parte, desde que no tengo nada que hacer, puedo decir que no me queda tiempo para nada. En cuanto a mi hijo, he aquí lo que pienso acerca de él. Si yo hubiera llegado a ser lo que no soy, consideraría que la familia de los de Bray había producido bastante, que su misión estaba cumplida, que mi hijo sólo tenía que procurarse descanso. Pero la Providencia ha dispuesto otra cosa: los papeles se han trocado. ¿Es esto mejor o peor para él? Le dejo el esbozo de una vida incompleta que él completará, si no me equivoco. Nada acaba; todo se transmite, hasta las ambiciones.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Fiebre de amor (Dominique)»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Fiebre de amor (Dominique)» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Fiebre de amor (Dominique)» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.