Manuel Fernández Juncos - Antología portorriqueña - Prosa y verso
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Mira á César que pasa engreído y soberbio. Cree poner el pie sobre tu cuello, y sin embargo tiembla ante tí sobradas veces, aunque logre disimularlo. Sus días son brillantes, pero sus noches tristes, áun en medio de la orgía que busca afanoso para enloquecerse. Su sueño es pesadilla, la vigilia es noche para su alma. También huye del pensamiento, y sin embargo piensa en tí. No te envidiará seguramente en medio de sus pompas; pero cuando se despoja de la púrpura, quizás envidie tu sueño y tu conciencia. Acaso huya de los brazos de su esposa, temeroso de ser vendido, acaso huya de sus propios hijos, receloso de que le hereden antes de tiempo. Ya ves que su vida es afán continuo; pero esa tarea penosa y llena de ansiedades, no es tan productiva como la tuya, porque no le produce consuelo, sino agonía; porque ignora que trabajar es orar .
Pero ¿quién es el hombre modesto, casi andrajoso, que se acerca á tí? De cuantos te miran, es el único que te contempla con ternura. Su frente no suda cual la tuya, está seca y abrasada por el pensamiento que arde tras ella. Es un poeta, un filósofo, un pensador, un hombre que vive del pensamiento, cuando los demás huyen de pensar por aturdirse. También trabaja como tú, sólo que su tarea es muy penosa.
Tu faena es origen de salud para tu cuerpo; la suya es fuente de dolencias, pero que sobrelleva gustoso, porque la índole de su trabajo es encanto para su ser. Tal vez está resignado como tú á los andrajos y á la guardilla, porque rara vez la inteligencia que no se vende alcanza la riqueza. Él es obrero del pensamiento, como tú lo eres de la tierra; él trabaja con la mente, como tú con las manos; él con el alma, como tú con el cuerpo; por eso los dolores de su alma son como los de tus brazos: dolores que consuelan. Su trabajo es también una oración: trabajar es orar .
Pero ya los pajarillos que posan su nido en el árbol plantado por tí, te anuncian la noche; te festejan con sus cantos agradecidos. Ellos te recuerdan la voz grata del hogar y de tus hijuelos. Deja, pues, el azadón, enjuga tu frente, y mira al cielo.
Paréceme que escucho tu plegaria: "Señor, al trabajar, he cumplido la más necesaria y fecunda ley que diste á mi existencia; me hiciste superior al bruto, por la facultad del trabajo. Consuela con él mi alma, reálzala y elévala por él. Haz que mi sudor no sea infecundo; y si te cuadra que la escarcha ó el huracán destruya mi obra, dame fuerzas para empezar de nuevo; ya que trabajar es hacerme digno de tus beneficios, ya que trabajar es celebrarte, ya que trabajar es orar .
SANTIAGO VIDARTE
Con este nombre firmaba sus poesías, y con él le designaban sus amigos y compañeros de estudio en la Universidad de Barcelona: con este nombre se le recuerda también en Puerto Rico; pero uno de sus más diligentes biógrafos asegura que no era ese su verdadero nombre de bautismo, y que usaba el apellido Vidarte por un delicado sentimiento de gratitud hacia don Rafael Vidarte, rico propietario de Humacao, que le había protegido desde la infancia, y le había enviado y mantenía en Barcelona, con objeto de que estudiase allí una carrera científica. Según este biógrafo, 1 1 Don Eduardo Neumann. – "Benefactores y hombres notables de Puerto Rico."
el verdadero nombre de aquél era José Santiago Rodríguez, y había nacido en Yabucoa, el día 25 de Julio de 1828. Este joven gozó de notable popularidad entre sus paisanos de aquel tiempo, y aun hoy se le recuerda con cariño, porque en realidad fué el primer portorriqueño que se dedicó al cultivo de la poesía, con brillantez y entusiasmo. Por desgracia falleció cuando apenas había cumplido los veinte años; sus facultades de poeta no alcanzaron su madurez y apogeo, y las poesías que dejó escritas – si bien revelan inspiración y fantasía, y no carecen de espontaneidad y gracia – no tienen aquella elevación y belleza de pensamiento, ni las gallardías de lenguaje á que seguramente hubieran llegado las producciones de Vidarte, si hubiera vivido algunos años más.
Falleció en Barcelona, en 1848.
Su obra poética de mayor vuelo y más brillante es la titulada Insomnio , escrita cuando se sentía ya enfermo, y en la cual expresa la alegría con que soñaba con su regreso á la querida tierra natal. De esa poesía son las estrofas siguiente:
Voguemos, voguemos
Al són de los remos;
La noche convida.
¡Qué bella es la vida
Que corre en la mar!
El aura ligera,
Veloz, plancentera,
Nos va susurrando,
Meciendo, empujando
La barca fugaz.
¡Qué plácida calma
Gozando va el alma!
La luna y estrellas
¡Qué luces tan bellas
Derraman aquí!
Voguemos, bien mío.
Que en dulce desvío,
Tranquilo, halagueño.
Vendrá presto el sueño,
Con ala sutíl.
¡No tengas recelo:
Azul está el cielo,
La noche es tan pura!
¡Oh! todo me augura
Fortuna y placer.
Mañana, hechicera
La lumbre primera
Del sol en oriente,
Te hará ver riente
Fantástico Edén.
Voguemos, voguemos
Al son de los remos.
¡Qué hermosa es la vida,
La vida del mar!
Se acerca la mañana: rompe el alba;
Su luz de rosa por oriente brilla…
Despierta, dulce bien, que pronto y salva
Otro puerto verá nuestra barquilla.
Auras de amor que pacíficas
Del mar las olas besáis.
Venid con livianas ráfagas
Nuestra esperanza á arrullar!
Venid, amorosos céfiros
Que la flor enamoráis,
Y con vuestras alas plácidas
Nuestra piragua empujad!
¡Soplad!
Despierta ya, alma mía, el tiempo avanza,
Y al asomar su disco el sol dorado,
Verás cual se dibuja en lontananza
Verde gigante de metal preñado.
Verás cabe su planta orgullecida
De flores un fantástico pensíl,
Donde rico de luz, amor y vida
Ostenta sus primores el abril.
Y verás más allá, cuando velera
Se vaya nuestra barca aproximando,
Una peña blancuzca y altanera
Que está del mar en brazos dormitando.
¡Ah! qué placer allí disfrutaremos!
Me mata el ansia; un siglo es cada hora…
¡Cuánto tarda ese sol! Mi bien, voguemos,
Que ya la luz se extingue de la aurora.
Voguemos, sí, ¡qué hermosa es la alborada!
¡Qué bello ¿no es verdad? el Oceano
Con su límpido azul! ¡Canta inspirada
Una canción al pueblo americano!
Mas no, calla… ¿columbras á lo lejos
Una luz amarilla, un globo ardiente,
Que brota de la mar en mil reflejo?..
Pues… es él, que se anuncia por Oriente.
Él es, sí, sí: ya estamos, mi paloma:
Es el sol, ¿No distingues con su brillo
Aquel gigante que en el agua asoma?
Pues se llama el gigante aquel, Luquillo .
¿Y ves allí cabe su planta umbría
Fantástico el jardín de flores rico,
Donde vive el abril, sirena mía?
Pues el jardín se llama Puerto Rico.
Cerca está el puerto. ¿Ves la peña aquella
Que está del mar en brazos reposando,
Vestida de castillos, rica, bella…?
Pues es… ¡Poder de Dios, si estoy soñando!
JOSÉ PABLO MORALES
Fué un periodista de combate contra los errores de su tiempo, y un valiente defensor de la libertad.
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