Unknown - i c40a5069f5c85ef3
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La Orden está convencida que de Voldemort irá a por vosotros, ya sea para torturaros e intentar averiguar donde estoy, o bien porque crea que tendiéndoos como rehenes yo iré para rescataros”
Los ojos de T´ıo Vernon y Harry se encontraron. Harry tuvo la seguridad en ese instante de que ambos se preguntaban lo mismo. Entonces T´ıo Vernon siguió caminando y Harry continuó, “Tenéis que ocultaros y la Orden os ayudará. Se os ha ofrecido protección seria, la mejor que puede haber.”
T´ıo Vernon no dijo nada, pero continuó paseando arriba y abajo. Fuera, el sol no alumbraba ya los setos privados. El cortacésped del vecino de la puerta de al lado se CAPÍTULO 3. LA PARTIDA DE LOS DURSLEY
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paró de nuevo.
“¿No hab´ıa un Ministerio de Magia?” preguntó Vernon Dursley repentinamente.
“Lo hay” dijo Harry, sorprendido.
“Bien, ¿entonces, por qué no pueden protegernos? ¡A m´ı me parece que, como v´ıctimas inocentes, deben dar refugio a un hombre marcado, deber´ıamos reunir los requisitos para la protección gubernamental!”
Harry rió; no pudo contenerse. Era muy t´ıpico de su t´ıo poner sus esperanzas en las autoridades, incluso del mundo que tanto despreciaba y en el que no confiaba.
“Ya oiste lo que dijeron el Se˜nor Weasley y Kingsley” replicó Harry. “Creemos que hay infiltrados en el Ministerio.”
T´ıo Vernon fue a zancadas hasta la chimenea y volvió hacia atrás, respirando tan fatigosamente que su gran bigote negro se sacud´ıa, con la cara todav´ıa sonrosada por la concentración.
“Muy bien,” dijo, deteniéndose de nuevo delante de Harry. “Muy bien, digamos, para terminar la discusión, que aceptamos esa protección. Aún as´ı no veo por qué no podemos tener a ese tipo, Kingsley.”
Harry se contuvo para no poner los ojos en blanco con dificultad. Esa pregunta también hab´ıa sido formulada media docena de veces.
“Como ya te he dicho,” dijo con los dientes apretados, “Kingsley está protegiendo al Primer Ministro mug... quiero decir, a vuestro Primer Ministro”
“¡Justamente... ya que es el mejor!” dijo T´ıo Vernon, se˜nalando a la negra pantalla del televisor. Los Dursley hab´ıan distinguido a Kingsley en las noticias, caminando discretamente tras el Primer Ministro Muggle mientras este visitaba un hospital. Esto, y el hecho de que Kingsley hab´ıa dominado con habilidad el talento para vestir como un muggle, por no mencionar cierta cualidad tranquilizadora en su voz pausada y profunda, hab´ıan provocado que los Dursley aceptaran a Kingsley como no hab´ıan hecho con ningún otro mago, aunque era cierto que nunca le hab´ıa visto en acción.
“Bueno, está ocupado” dijo Harry. “Pero Hestia Jones y Dedalus Diggle están más que preparados para el trabajo...”
“Si hubieramos visto curriculums..” empezó T´ıo Vernon, pero Harry perdió la paciencia. Poniéndose en pie avanzó hacia su t´ıo, ahora se˜nalando también al mismo televisor.
“Esos accidentes no son realmente accidentes... los conflictos, explosiones y descarri-lamientos y todo lo demás que ha sucedido desde que vimos por última vez las noticias.
La gente está desapareciendo y muriendo y él está detrás... Voldemort. Te lo he dicho una y mil veces, mata muggles por pura diversión. Incluso la niebla... está causada por los dementores, ¡y si no puedes recordar lo que son pregunta a tu hijo!”
Dudley se cubrió la boca con las manos. Con los ojos de Harry y los de sus padres mirándoles, las volvió a bajar lentamente y preguntó. “¿Hay... más de ellos?”
“¿Más?” rió Harry. “¿Más aparte de los dos que nos atacaron, quieres decir? Por supuesto que los hay, hay cientos, quizá miles ahora, alimentándose de miedo y desesperación...”
“Muy bien, muy bien,” fanfarroneó Vernon Dursley, “has dejado claro tu punto de vista...”
“Eso espero,” dijo Harry, “porque una vez cumpla diecisiete, todo ellos... mort´ıfagos, CAPÍTULO 3. LA PARTIDA DE LOS DURSLEY
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dementores, quizás incluso infer´ıs... que son cadáveres encantados por un mago oscuro...
podrán encontraros y atacaros. Y si recordáis la última vez que intentasteis huir de magos, creo que estaréis de acuerdo en que necesitaréis ayuda.”
Hubo un momentáneo silencio en el que el eco distante de Hagrid echando abajo una puerta principal de madera pareció reflejar los pasados a˜nos. T´ıa Petunia estaba mirando a T´ıo Vernon; Dudley estaba mirando fijamente a Harry. Finalmente T´ıo Vernon balbuceó.
“¿Pero y mi trabajo? ¿Y la escuela de Dudley? Supongo que esas cosas no importan a una cuadrilla de magos fuera de la ley...”
“¿No lo entiendes?” gritó Harry. “¡Os torturarán y matarán como hicieron con mis padres! ”
“Papá,” dijo Dudley en voz alta. “Papá... yo me voy con esa gente de la Orden.”
“Dudley,” dijo Harry, “por primera vez en tu vida, hablas con sentido común.”
Sab´ıa que la batalla estaba ganada. Si Dudley estaba lo bastante asustado como para aceptar la ayuda de la Orden, sus padres le acompa˜nar´ıan; No se discutir´ıa más el tema de separarse de su Duddykins. Harry miró fijamente al reloj de campanil que hab´ıa sobre la estanter´ıa de la chimenea.
“Llegarán aqu´ı en unos cinco minutos,” dijo, y antes de que los Dursley replicaran, abandonó la habitación. La perspectiva de separarse... probablemente para siempre... de su t´ıa, su t´ıo y su primo era algo que le alegraba, sin embargo, hab´ıa una cierta melancol´ıa en el aire. ¿Qué se podr´ıa decir después de dieciséis a˜nos de continúo desagrado?.
De vuelta en su habitación, Harry se paseó sin rumbo fijo con su mochilla, después metió un par de golosinas para Hedwig en su jaula.
“Nos marcharemos pronto, muy pronto,” le dijo Harry, “Y entonces podrás volar de nuevo.”
Sonó el timbre de la puerta. Harry dudó, después volvió a salir de su habitación y bajó las escaleras. Era mucho esperar que Hestia y Dedalus trataran a los Dursleys por su cuenta.
“¡Harry Potter!” chilló una voz excitada en el momento en que Harry abrió la puerta; un hombre peque˜no con un sombrero enorme de color malva estaba inclinándose ante él con una exagerada reverencia. “¡Un honor, como siempre!”
“Gracias, Dedalus,” dijo Harry, dirigiendo una peque˜na y avergonzada sonrisa a una Hestia de pelo oscuro. “Sois muy amables por hacer esto... Están aqu´ı, mi t´ıa, mi t´ıo y mi primo...”
“¡Buen d´ıa tengáis, parientes de Harry Potter!” dijo Dedalus alegremente, entrando a zancadas en el salón. Los Dursleys no parec´ıan en absoluto felices de que se dirigieran a ellos as´ı; Harry casi esperaba otro cambio de opinión. Dudley se abrazó a su madre ante la visión de la bruja y el mago.
“Veo que ya han hecho el equipaje y están listos. ¡Excelente! El plan, como Harry les habrá contado, es simple,” dijo Dedalus, sacando un inmenso reloj de bolsillo de su chaleco y examinándolo. “Debemos partir antes de que lo haga Harry. Debido al peligro de utilizar magia en su casa... siendo Harry todav´ıa menor de edad, eso podr´ıa proporcionar al Ministerio una excusa para arrestarle... tendremos que conducir, digamos, quince kilómetros más o menos, antes de desaparecer hasta un lugar seguro que hemos escogido para ustedes. ¿Sabe conducir, verdad?” preguntó a T´ıo Vernon cortésmente.
“¿Que si sé... ? ¡Por supuesto que sé cómo conducir!” balbuceó T´ıo Vernon.
CAPÍTULO 3. LA PARTIDA DE LOS DURSLEY
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“Muy astuto por su parte, se˜nor, muy astuto. Yo personalmente me ver´ıa absolutamente embaucado por todos esos botones y palancas,” dijo Dedalus. Ten´ıa claramente la impresión de estar haciendo un cumplido a Vernon Dursley, que estaba perdiendo visible-mente la confianza en el plan con cada palabra que Dedalus pronunciaba.
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