Ernest Hemingway - ¿Por Quién Doblan Las Campanas?
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¿Por Quién Doblan Las Campanas?: краткое содержание, описание и аннотация
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Aquel Anselmo había sido un buen guía y era un montañero considerable. Robert Jordan era un buen andarín, pero se había dado cuenta desde que salieron aquella mañana, antes del alba, de que el viejo le aventajaba. Robert Jordan confiaba mucho en el viejo, salvo en su juicio. No había tenido ocasión de saber lo que pensaba, y, en todo caso, el averiguar si se podía o no tener confianza en él era incumbencia suya. No, no se sentía inquieto por Anselmo, y el asunto del puente no era más difícil que cualquier otro. Sabía cómo hacer volar cualquier clase de puente que hubiera sobre la faz de la tierra, y había volado puentes de todos los tipos y de todos los tamaños. Tenía suficientes explosivos y equipo repartidos entre las dos mochilas como para volar el puente de manera apropiada, incluso aunque fuera dos veces mayor de lo que Anselmo le había dicho; tan grande como él recordaba que era cuando lo cruzó yendo a La Granja en una excursión a pie el año de 1933, tan grande como Golz se lo había descrito aquella noche, dos días antes, en el cuarto de arriba de la casa de los alrededores de El Escorial.
- Volar el puente no tiene importancia -había dicho Golz, señalando con un lápiz sobre el gran mapa, con la cabeza inclinada; su calva cabeza, señalada de cicatrices, brillando bajo la lámpara-. ¿Comprende usted?
- Sí, lo comprendo.
- Absolutamente ninguna. Limitarse a hacerlo saltar sería un fracaso.
- Sí, camarada general.
- Lo que importa es volar el puente a una hora determinada, señalada, cuando se desencadene la ofensiva. Eso es lo importante. Y eso es lo que tiene usted que hacer con absoluta limpieza y en el momento justo. ¿Se da usted cuenta?
Golz contempló pensativo la punta del lápiz y luego se golpeó con él, suavemente, en los dientes.
Robert Jordan no dijo nada.
- Es usted el que tiene que saber cuándo ha llegado el momento de hacerlo -insistió Golz, levantando la vista hacia él y haciéndole una indicación con la cabeza. Golpeó en el mapa con el lápiz-. Es usted quien tiene que decidirlo. Nosotros no podemos hacerlo.
- ¿Por qué, camarada general?
- ¿Por qué? -preguntó Golz iracundo-. ¿Cuántos ataques ha visto usted? ¿Y todavía me pregunta por qué?¿Quién me garantiza que mis órdenes no serán trastocadas? ¿Quién me garantiza que no será anulada la ofensiva? ¿Quién me garantiza que la ofensiva no va a ser retrasada? ¿Quién me garantiza que la ofensiva no empezará seis horas después del momento fijado? ¿Se ha hecho alguna vez alguna ofensiva como estaba previsto?
- Empezará en el momento previsto si la ofensiva es su ofensiva -dijo Jordan.
- Nunca son mis- ofensivas -dijo Golz-. Yo las preparo. Pero nunca son mías. La artillería no es mía. Tengo que contentarme con lo que me dan. Nunca me dan lo que pido, aunque pudieran dármelo. Y eso no es todo. Hay otras cosas. Usted sabe cómo es esta gente. No hace falta que se lo diga. Siempre hay enredos. Siempre hay alguien que viene a enredar. Trate, pues, de comprenderlo
- ¿Cuándo será menester que vuele el puente? -preguntó Jordan.
- En cuanto empiece la ofensiva. Tan pronto como la of ensiva haya comenzado, pero no antes. Es preciso que no les lleguen refuerzos por la carretera. -Señaló un punto con su lápiz-. Tengo que estar seguro de que no puede llegar nada por esta carretera.
- ¿Y cuándo es la ofensiva?
- Se lo diré. Pero utilice usted la fecha y la hora sólo como una indicación de probabilidad. Tiene usted que estar listo para ese momento. Volará usted el puente después que la ofensiva haya empezado. ¿Se da usted cuenta? -Y volvió a señalar con el lápiz-. Esta es la única carretera por la que pueden llegarles refuerzos. Esta es la única carretera por la que pueden llegarles tanques o artillería, o sencillamente un simple camión hasta el puerto que yo ataco. Tengo que saber que el puente ha volado. Pero no antes, porque podrían repararlo si la ofensiva se retrasa. No. Tiene que volar cuando haya empezado la ofensiva, y tengo que saber que ha volado. Hay sólo dos centinelas. El hombre que va a acompañarle, acaba de llegar de allí. Es hombre de confianza, según dicen ellos. Usted verá si lo es. Tienen gente en las montañas. Hágase con todos los hombres que necesite. Utilice los menos que pueda, pero utilícelos. No tengo necesidad de explicarle estas cosas.
- ¿Y cómo puedo yo saber cuándo ha comenzado la ofensiva?
- La ofensiva se hará con una división completa. Habrá un bombardeo como medida de preparación. No es usted sordo, ¿no?
- Entonces tendré que deducir, cuando los aviones comiencen a descargar bombas, que el ataque ha comenzado.
- No puede decirse siempre eso -comentó Golz, negando con la cabeza-; pero en este caso tendrá que hacerlo. Es mi ofensiva.
- Comprendo -dijo Jordan-; pero no puedo decir que la cosa me guste demasiado.
- Tampoco me gusta a mí. Si no quiere encargarse de este cometido, dígalo ahora. Si cree que no puede hacerlo, dígalo ahora mismo.
- Lo haré -contestó Jordan-. Lo haré como es debido.
- Eso es todo lo que quiero saber -concluyó Golz-. Quiero saber que nada puede pasar por ese puente. Absolutamente nada.
- Entendido.
- No me gusta pedir a la gente que haga estas cosas en semejantes condiciones -prosiguió Golz-. No puedo ordenárselo a usted. Comprendo que puede usted verse obligado a ciertas cosas dadas estas condiciones. Por eso tengo interés en explicárselo todo en detalle, para que se haga cargo de todas las dificultades y de la importancia del trabajo.
- ¿Y cómo avanzará usted hacia La Granja cuando el puente haya volado?
- Estamos preparados para repararlo en cuanto hayamos ocupado el puerto. Es una operación complicada y bonita. Tan complicada y tan bonita como siempre. El plan ha sido preparado en Madrid. Es otro de los planes de Vicente Rojo, el profesor bonito que no tiene suerte con sus obras maestras. Soy yo quien tiene que llevar a cabo la ofensiva y quien tiene que llevarla a cabo, como siempre, con fuerzas insuficientes. A pesar de todo, es una operación con muchas probabilidades. Me siento más optimista de lo que suelo sentirme. Puede tener éxito si se elimina el puente. Podemos ocupar Segovia. Mire, le explicaré cómo se han preparado las cosas. ¿Ve usted este punto? No es por la parte más alta del puerto por donde atacaremos. Ya está dominado. Mucho más abajo. Mire. Por aquí…
- Prefiero no saberlo -repuso Jordan.
- Como quiera -accedió Golz-. Así tiene usted menos equipaje que llevar al otro lado.
- Prefiero no enterarme. De ese modo, ocurra lo que ocurra, no fui yo quien habló.
- Es mejor no saber nada -asintió Golz, acariciándose la frente con el lápiz-. A veces querría no saberlo yo mismo. Pero ¿se ha enterado usted de lo que tiene que enterarse respecto al puente?
- Sí, estoy enterado.
- Lo creo -dijo Golz-. Y no quiero soltarle un discurso. Vamos a tomar una copa. El hablar tanto me deja la boca seca, camarada Jordan. ¿Sabe que su nombre es muy cómico en español, camarada Jordan?
- ¿Cómo se dice Golz en español, camarada general?
- Hotze -dijo Golz, riendo y pronunciando el sonido con una voz gutural, como si tuviese enfriamiento-. Hotze -aulló-, camarada general Hotze. De haber sabido cómo pronunciaban Golz en español, me hubiera buscado otro nombre antes de venir a hacer la guerra aquí. Cuando pienso que vine a mandar una división y que pude haber elegido el nombre que me hubiese gustado y que elegí Hotze… General Hotze. Ahora es demasiado tarde para cambiarlo. ¿Le gusta a usted la palabra partizan?
Era la palabra rusa para designar las guerrillas que actúaban al otro lado de las líneas.
- Me gusta mucho -dijo Jordan. Y se echó a reír-. Suena agradablemente. Suena a aire libre.
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