– No nos dimos cuenta -continuó el joven- porque casi todas las naves que conocemos tienen dos formas de «aterrizar»: una, tocando materialmente tierra, y la otra, permaneciendo suspendida como a unos cinco o diez metros del suelo. Y esto último fue lo que ocurrió cuando, hacia abril y mayo, los miembros del grupo acudimos a las ya habituales confirmaciones físicas.
– ¿Y qué características tenían dichas naves?
– La primera que «aterrizó» ante nosotros -aunque fuera en suspensión- era idéntica a la nave que vimos por primera vez el 7 de febrero, en los arenales. Tenía forma de «lenteja» y su diámetro podía oscilar entre los 10 y 15 metros. Pertenecia a «Ganimedes», aunque pueden ser tripuladas indistintamente por habitantes de «Apu» o del satélite citado. En cada una de ellas -según nos han explicado- pueden viajar entre 12 y 18 tripulantes.
»Después, con el paso de las semanas, pudimos ver también las naves que emplean para controlar los «xendras». Pero no nos preguntes ahora qué son los «xendras». Te lo detallaremos cuando llegue el momento…
No insistí, por supuesto. Imaginé que tendrían alguna razón en particular para dejar el tema de los «xendras» para más adelante. Y continuaron con la descripción de las distintas naves.
– El tamaño de este tipo de nave -la que dedican al control de los «xendras»- es mucho mayor. Calculamos que superará los 40 metros de longitud. Tienen una curiosa forma de «salchicha», un tanto curvada.
– Lo que más nos llamó la atención de estas naves -prosiguió otro de los miembros del «IPRI»- fue también su extraordinaria luminosidad. Era tal que no podíamos mirar fijamente…
– ¿Se posaron en tierra?
– Éstas sí. Y no disponían de soportes o patas, como en otros modelos. Sencillamente, quedaban sobre el suelo. En otras ocasiones -y esto ya no hemos podido comprobarlo- permanecen inmóviles en el cielo, haciendo posibles las proyecciones de los «xendras».
– Uno de nuestros problemas principales a la hora de verificar las mediciones o de captar los detalles de las naves -terció Sixto Paz- es que esa intensa luminosidad -común a casi todas las naves- no nos permitía concretar los contornos. Se difuminaban. Cuando se elevan, estas naves -que son tripuladas por miembros de «Apu» o «Ganimedes»- despiden una luz blanca por sus extremos.
»También pudimos apreciar que en su parte superior existe una especie de cúpula de un material distinto. Como si se tratara de algo transparente…
Y los miembros del «IPRI» señalaron la zona central y superior del dibujo que habían realizado y que, como digo, aseguraban correspondía a las naves que podríamos llamar «controladoras de xendras».
– ¿Y estas otras?
– Esas naves corresponden a «Ganimedes» y al planeta «Apu». La primera és de forma lenticular. Y creo que jamás ninguno de nosotros -apuntó Juan Acervo- ha logrado verlas con detalle. Son las naves más luminosas que conocemos.
»Cuando se posan en tierra desciende de ellas algo así como una rampa. Y por allí entran y salen sus tripulantes.
– ¿Cuál puede ser su diámetro?
– Entre 20 y 25 metros. Pero, como te decimos, no estamos seguros de las dimensiones. La luz es siempre tal que los contornos quedan muy difuminados.
«Nosotros conocemos estos tipos de naves y otros dos, que pertenecen al planeta "Apu". Estos últimos son más grandes y cada una de las naves puede disponer de uno o dos pisos. Según hemos podido comprobar personalmente, en cada una de estas astronaves pueden viajar entre ocho y cincuenta seres.
»Pero sabemos que hay otros muchos tipos de aparatos. En realidad, cada planeta de la «Confederación» tiene sus propias naves. Nosotros conocemos los modelos de «Apu» y «Ganimedes» porque son éstos los mundos que se ocupan en esta parte de la misión.
»Y sabemos también de otras astronaves que no pertenecen a la «Confederación», aunque siempre entran en la Tierra bajo el control de aquélla…
– ¿Es que la «Confederación de Planetas» vigila a la totalidad de las naves, aunque no pertenezcan a dicho organismo?
– Por supuesto. Eso es lo que sabemos. La «Confederación», como te hemos comentado en otras ocasiones, prohibe terminantemente la intervención directa en planetas de nivel mental o tecnológico inferior. Y esa prohibición alcanza a todos los mundos habitados de la Galaxia, aunque no formen parte activa de la «Confederación de Mundos».
»De todas formas, ellos disponen de sistemas de control para que en ninguno de estos planetas calificados como «inferiores» -y entre los cuales nos encontramos, pueda producirse una interferencia, por parte de naves que no están asociadas y que «trabajan» por su cuenta.
»Están prohibidas -según nos han detallado los «guías»- las apariciones masivas en grandes núcleos urbanos. Tanto en lo que se refiera a naves como a tripulantes. También están prohibidas las «investigaciones» no programadas por la «Confederación» con seres de esas especies inferiores y, por supuesto, la agresión o destrucción de los habitantes de dichos mundos catalogados como en «vías de evolución inicial».
– Entonces, según esto, hay naves que no pertenecen a la «Confederación» y que, sin embargo, nos visitan…
– Desde luego. Y desde tiempos remotos. La existencia de la Vida en el universo -y concretamente en nuestra pequeña galaxia- es muy anterior a la aparición de la raza autóctona de nuestro mundo. ¿Cómo poder entender esto si nosotros apenas superamos los 80 años de vida?
»No lo sabemos con certeza, pero creemos que muchas de las civilizaciones que han poblado la Tierra antes que nosotros fueron ayudadas de alguna forma por estos seres de la «Confederación», que ya tenían conocimiento hace miles de años de nuestra existencia.
»Y ahora están interviniendo de nuevo, ante lo inmediato de una gran catástrofe.
– Es decir, que estamos perfectamente «controlados»…
– Ellos se llaman asimismo nuestros «hermanos mayores». Aunque en realidad estemos vigilados y controlados no tenemos nada que temer, al menos por su parte… Somos nosotros, los propios hombres, los que estamos destruyendo al hombre.
Uno de los miembros del «IPRI» intervino para leerme otra comunicación. Y quedé asombrado:
«Ustedes deben saber -comenzaba la comunicación- que los primeros en pisar el satélite natural de su planeta no fueron los que pertenecen a la nación llamada Estados Unidos. Los primeros, en verdad, fueron sus actuales competidores, los llamados soviéticos…»
Los miembros del «IPRI» me observaron de nuevo. Y sonrieron una vez más al ver la sorpresa y la incredulidad en mi rostro.
– Esta comunicación procede de nuestros «guías» y en ella nos aclaran quiénes fueron los primeros que pisaron la Luna y qué fue lo que sucedió allá.
– ¿Y qué fue lo que ocurrió?
– Es difícil de creer, sí, pero más difícil nos parecía a nosotros la propia visión de las naves y, sin embargo, cuarenta personas han sido ya testigos de su existencia.
»El caso es que algunos meses antes de que los astronautas norteamericanos alunizasen, dos cosmonautas soviéticos lo habían logrado ya y en la cara oculta del satélite. Y lo hicieron en esa zona porque todos los observatorios del mundo -y por supuesto los de la URSS- tenían constancia e infinidad de datos en relación con extrañas luminosidades que habían ido registrándose desde hacía siglos en la superficie de la Luna. Ésa -según nos manifestaron los «guías»- fue una de las razones básicas que impulsaron a los astronautas rusos a descender sobre la llamada cara oculta.
»Y lo que observaron allí les llenó de pavor…
»Uno de los soviéticos descubrió en las proximidades donde habían alunizado algo así como unas instalaciones o edificaciones que, aparentemente, parecían abandonadas…
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